La Banda Noir y su primer concierto

Cuando empezamos a preparar la primera edición de Granada Noir, Festival multidisciplinar con el género negro como protagonista, una cosa estaba clara: tenía que haber jazz.

Porque un Festival sin música es menos Festival. O, al menos, mucho menos completo y divertido que uno bien cargado de ritmo, corcheas y pentagramas.

Y tenía que ser jazz, por supuesto.

La música negra por antonomasia y el cine negro vienen conviviendo en pantalla prácticamente desde los orígenes del sonoro. Y es lógico que sea así, más allá de por lo puramente cromático y estético: ambos géneros comparten la misma atmósfera inquietante, sugerente e intrigante. Los matices y los claroscuros. La textura. El ambiente.

El brillo de los metales, iluminados por los focos sobre un escenario, refulge como el de una pistola iluminada por una farola, en un oscuro callejón.

La cadencia del contrabajo es la pulsión del gángster que se siente acorralado y la batería es pura violencia desatada; disparos que hieren el silencio de la noche.

La trompeta y el saxo, en fin, como lamentos profundos e insondables de los desheredados de la fortuna a los que la mala suerte no deja de perseguir.

Sí. El jazz y el género negro están hechos el uno para el otro y constituyen uno de esos maridajes sinestésicos que no se terminan nunca.

(Sigue leyendo en la web de Granada Noir la historia de este primer concierto…)

Jesús Lens

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Whiplash

¡La que ha liado la película de Damien Chazelle! Para no ser prolijos, pero planteando el debate en sus justos términos: ¿os acordáis del célebre “La fama cuesta”? ¿Os acordáis de “La fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar con sudor”?

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Pues cambiad el mundo del baile por el del jazz y, al sudor, añadidle un buen caudal de lágrimas… y varios chorreones de sangre. Porque el profesor de música interpretado por J.K. Simmons es un letal cocktail que combina y agita al mítico sargento de hierro interpretado por Clint Eastwood con aquel otro memorable sargento, el Hartman de la devastadora “La chaqueta metálica”, dirigida por Stanley Kubrick.

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“Whiplash” es una película que plantea una apasionante cuestión: ¿es la célebre y acomodaticia expresión “buen trabajo” una invitación al conformismo y a la mediocridad? ¿Puede el “buen trabajo” estar privando al mundo del arte, la música, la literatura y la ciencia del desarrollo del auténtico y del verdadero genio?

Es decir, si un profesor detecta una especial habilidad en un alumno, ¿hasta qué punto debe presionarle para que alcance la excelencia que está más allá del talento? ¿Dónde está el límite?

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En el caso de “Whiplash”, el alumno en cuestión, interpretado por Miles Teller, es un joven baterista de jazz que consigue ingresar en una de las escuelas más prestigiosas de Nueva York. Y será allí donde conozca y se enfrente al Profesor, uno de esos personajes que, vilipendiado por muchos espectadores debido a la grotesca imagen que proyecta en pantalla; se te clava en la retina desde su primera misteriosa aparición y ya no la abandona hasta el final de la película. De hecho, tras el The End, su poderosa calva, sus enérgicos ademanes y hasta su forma de quitarse la chaqueta se quedan bien fijados en la memoria cinéfila del espectador.

Whiplash Simmons

Como aficionado al cine, me gustó la película. Mucho. No me parece una obra maestra, pero sí es un apreciable ejercicio cinematográfico que, a través de su metraje, plantea cuestiones que me interesan. Un filme que capta mi atención y me mantiene imantado a la pantalla. Secuencias poderosas, imágenes potentes y diálogos para el recuerdo. En concreto, dos de ellos son clave: el de la comida familiar a la que asiste el joven baterista con su padre, sus tíos y sus primos futbolistas; y la charla con el Profesor, fuera de la escuela.

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Tras el despliegue de energía de muchas de las secuencias, esos momentos de charla, aunque no exentos de tensión, sirven para ponernos en la rampa de despegue de la última, larga, compleja y emocionante última secuencia de “Whiplash”.

Ahora bien, como escritor y creador, como amante del arte, de la música y del jazz y si aceptamos que el medio es el mensaje; “Whiplash” es una terrible película que podría desanimar a cualquier familia a introducir a sus vástagos en el mundo de la música. Que sería extrapolable al de la pintura, la escritura creativa o el deporte, por supuesto.

 Whiplash kitty rouge

Llegados a este punto, deberíamos hablar de las célebres 10.000 horas. Pero como ya hemos sobrepasado las 500 palabras y, seguramente, estarás cansado de leer en la pantalla, lo dejamos aquí. De momento. Porque, obviamente… ¡seguimos!

Jesús Lens

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Clubes granadinos en los que el jazz suena… de cine

Hemos compartido una semana completa, de cine y de jazz. Es hora de rematar este repaso hablando de una selección de Clubes granadinos (*) en los que el jazz suena… de cine. (El resto de entradas con el reportaje de Cine & Jazz que publicamos en IDEAL, no tienes aquí)

Si algo demuestran “Treme” y las películas de las que hemos hablado hasta ahora, es que el jazz es más, mucho más, que un estilo musical. El jazz es una forma de entender y de sentir la vida. Es un estado mental. Una actitud. El jazz es música, por supuesto. Pero también es feeling, ambiente y atmósfera. –“¡Ya no hay clubes como los antes!” –podríamos correr el riesgo de pensar.

 Magic Logo

Y no. No es cierto. En Granada tenemos una pléyade de extraordinarios locales en los que, además de escuchar jazz, nos podemos sentir sumergidos en el ambiente y el espíritu de las películas y series nombradas. En el Club Magic, por ejemplo, donde la asociación de jazz Ool Ya Koo tiene su cuartel general y, los miércoles por la noche, suena la mejor música posible, en directo, con los más afamados músicos de jazz del momento. O el Pícaro, que ha vuelto a programar música en vivo y cuyos sensacionales mojitos siguen siendo memorables.

Foto de Juan Jesús García
Foto de Juan Jesús García

El Bohemia, cuya abigarrada decoración y sus maravillosas fotografías en blanco y negro le dan un sabor especial, paraíso para los Piano Men de esta ciudad; o el Alexis, cuyos viernes forman parte de la educación sentimental de miles de personas.

 Magic jazz

No hace muchas semanas que ha abierto sus puertas un Cotton Club en Granada, que ya programa jazz en vivo y, los domingos por la tarde, La Chistera de Monachil organiza unas jam sessions de lujo, que permiten combatir el frío de la Sierra con el calor del jazz más abrasador.

En cualquier caso, y para saber todo lo que se mueve en Granada, con relación al jazz (conciertos, jam sessions, proyectos en marcha, conferencias, películas, etcétera) la referencia obligada es la completa página Granada es Jazz. ¡Así no te perderás ni una!

(*) Las fotos son de nuestro cálido y amado Club Magic, hogar musical de la Asociación Ool Ya Koo.

Jesús Lens

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El Cine con Swing también es documental

Terminábamos la anterior entrega de Cine con Swing hablando de Eastwood y de Bird, AQUÍ. Ahora… ¡segumos!

Clint Eastwood, además de ser actor y director de cine, es músico. De hecho, ha firmado la banda sonora de algunas de sus propias películas. Pero, además, como gran amante del jazz, dirigió “Piano Man” como parte de un proyecto inspirado (y producido) por Martin Scorsese: seis documentales musicales que bucean en el alma musical del ser humano.

 Piano man

Hay muchos documentales sobre el mundo del jazz, que recogen imágenes reales e interpretaciones de decenas de músicos. Pero uno de los mejores y más reconocidos por la crítica es “Let’s Get Lost”, protagonizado por Chet Baker y filmado justo antes de su fallecimiento. De hecho, el músico murió en Ámsterdam, mientras la película estaba en fase de montaje. Nos encontramos ante un documental elegíaco en el que contrasta la atractiva belleza del trompetista cuando era joven con su deteriorado y demacrado aspecto, al final de su vida. Escrito y dirigido por el fotógrafo Bruce Weber, el documental ganó uno de los premios del Festival de Venecia y estuvo nominado al Óscar y es una íntima y sentida reflexión sobre el paso del tiempo, la fugacidad de la vida y la explosión de las pasiones.

 Let's get lost

En ese sentido, también es muy emocionante la película que Michael Radford escribió y dirigió en 2001 para el pianista francés Michel Petrucciani. Nacido en 1962 y aquejado desde su nacimiento de una osteogénesis imperfecta que le impidió un crecimiento normal, Petrucciani era tan frágil que se fracturaba los huesos de las manos si no tenía cuidado cuando tocaba el teclado de su piano. Batallador como él solo, superó todas las barreas hasta convertirse en un genio de una creatividad y una pasión desbordantes, elementos en los que bucea la película de Radford, utilizando para ello imágenes de archivo del músico, grabaciones y entrevistas con sus familiares, amigos, mujeres y amantes.

 michel petrucciani

Pero los músicos de jazz no parecen, solo, en las películas documentales. Por ejemplo, en “Round Midnight”, Bertrand Tavernier, además de construir el mejor de los clubes posibles, reunió a los mejores músicos de jazz de los 80, y no solo para interpretar y grabar la banda sonora compuesta por Herbie Hancock, sino para que aparecieran en pantalla como los músicos con los que toca el protagonista, Dale Turner, interpretado por el saxofonista Dexter Gordon. Así, además de al propio Hancock al piano, podemos ver (y escuchar) a Wayne Shorter, a Freddie Hubbard o a Ron Carter.

 Kansas City

Y precisamente Ron Carter aparece interpretando a un contrabajista, también, en otra de esas películas que no solo cuentan una historia, sino que tratan de filmar la esencia de la música. La esencia del jazz. Hablamos de “Kansas City”, de Robert Altman, un filme libertario cuyas mejores secuencias se desarrollan en el interior del The Hey Hey Club, uno de esos garitos en los que nació el Be Bop y en los que se desarrollaban las famosas Batallas de Jazz en las que los mejores músicos rivalizaban sobre el escenario, improvisando melodías basadas en estándares clásicos. Largos y extenuantes solos de saxo o trompeta que eran contestados por los demás músicos, que tocaban toda la noche, sin descanso, hasta que el amanecer marcaba el final de la batalla. Que no de la guerra. Eso sí, al que no daba la talla sobre el escenario… ¡lo expulsaban! Sin miramientos ni contemplaciones. Y es que había que ser muy bueno para tocar en Kansas City.

Altman se hizo construir su personal versión de The Hey Hey Club y allí filmó todas las secuencias musicales de la película, además de rodar un documental mientras se grababa la banda sonora, en vivo y en directo, con las mesas del club rebosantes de espectadores que, vestidos como en los años 30, bebían y fumaban sin parar. Porque la famosa Prohibición, a según qué locales, nunca les llegó a afectar.

 Kansas City Altman

Pero si hay una ciudad a la que todos identificamos con el jazz, ésa es Nueva Orleans, cuna y origen de una música que empezó a ser interpretada por los esclavos africanos que llegaban a un lugar de resonancias mágicas: Congo Square. Y, desde allí, al mundo entero. Aunque hay varias películas en que aparecen la ciudad más europea de los Estados Unidos, ha sido una serie de televisión, “Treme”, la que un mejor y más sentido acercamiento ha hecho a la esencia musical de Nueva Orleans, consiguiendo que las actuales estrellas del jazz contemporáneo aparezcan en pantalla, interpretándose a sí mismas en cameos más o menos largos. ¡Qué gustazo, encontrarse a Trombone Shorty, Dr. John, Coco Robicheaux, Allen Toussaint, Elvis Costello, Steve Earle, McCoy Tyner, Cassandra Wilson o Terence Blanchard; a muchos de los cuáles hemos podido ver y escuchar en el Festival de Jazz de Granada o en el Jazz en la Costa de Almuñécar.

 Wendel plays the airport gig with friends. Troy Andrews comes for his luggage.

Treinta y seis episodios divididos en cuatro temporadas son los que David Simon y Eric Overmyer, autores de la mítica serie “The Wire”, pusieron en marcha para la cadena HBO. La serie comienza tres meses después del paso del Katrina y alberga multitud de personajes y de tramas argumentales: chefs de cocina cajún, indios, rituales, abogados, profesores universitarios, el Mardi Grass y, por supuesto, la música.

Treme

Como señala Simon, a modo de reflexión sobre el sentido y el alcance de la serie: “de lo que de verdad habla Treme es de la importancia de la cultura en la vida de una ciudad americana, quizá la más especial de todo el país como es Nueva Orleans”.

Jesús Lens

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El jazz en el cine

Primera parte del reportaje que publiqué en IDEAL el pasado domingo. Porque la mezcla de cine y jazz es… ¡cine con swing! Si no quieres esperar a las demás entregas, AQUÍ, completo. 

En 1963, la cantante sueca Monica Zetterlund participó en el Festival de Eurovisión, quedando última clasificada tras conseguir la cantidad de… cero votos. Un año después, grababa su disco más famoso, junto al pianista de jazz norteamericano Bill Evans, iniciando una carrera internacional que la llevó a cantar con los músicos más famosos de los 70 y los 80. En su última gran gira, en 1997, Monica actuó en un festival de pop y rock. Paradójicamente, su voz y su interpretación encandilaron y entusiasmaron a la mocedad habitual en ese tipo de festivales.

 Waltz for Monica

La película “Waltz for Monica”, dirigida el año pasado por el sueco Per Fly, muestra las dificultades, contratiempos y sacrificios que conlleva cualquier carrera artística y, además, es una excelente muestra de cómo el jazz es un género musical abierto, en permanente evolución. Y de ello ha dado buena fe el cine, un arte que marida excepcionalmente bien con la popularmente conocida como Música Clásica del Siglo XX, no en vano, la primera película sonora de la historia del séptimo arte fue, precisamente, “El cantor de jazz”.

 Miles Ahead

Además de haber servido como banda sonora para multitud de películas de todos los géneros y las épocas, el jazz, sus más famosos intérpretes, sus clubes más emblemáticos y todo el contexto que rodea a su nacimiento y desarrollo; han sido tratados por algunas películas que, si por algo se caracterizan, es por rezumar swing. Y be bop, como pronto veremos.

Pero, antes, vamos a mirar hacia delante. Porque si hay una película ante la que todos los aficionados a la música estamos expectantes, ésa es “Miles ahead”, título provisional del biopic de uno de los grandes mitos del jazz: Miles Davis, y que está siendo dirigida por el mismo actor que interpretará al genial trompetista: el oscarizado Don Cheadle, que ha organizado una campaña de crowdfunding para financiar un proyecto con el que llevaba soñando más de diez años.

 Miles ahead crowdfunding

Cuando un actor se involucra hasta tal punto en una película es porque cree en ella. De hecho, la intención de Cheadle no es filmar un biopic al uso, sino que le va a dar un tratamiento agresivo, como si fuera una película de gángsteres, una visión cubista y afilada de la vida de uno de los grandes genios de la historia de la música.

 Miles ahead campaña

Coprotagonizada por Ewan McGregor, el punto de partida de la historia no está en los orígenes de Miles sino, muy al contrario, en un momento muy avanzado de su carrera, en un punto en que estaba extenuado, en un aparente callejón sin salida, hastiado de la música; cuando llevaba meses sin tocar la trompeta. Y con una idea en la cabeza: ampliar los registros del jazz para acercarlos al mundo del pop y del rock. Lo que serían los años eléctricos de Davis, que tanto hicieron por la evolución de una música llamada a desbordar sus aparentes límites. El jazz, la música de fusión por excelencia. Mestiza, abierta, influenciable; radicalmente libre.

 Miles Ahead Cheadle

Aunque hay otra película en preparación sobre la vida de Davis, más convencional, “Miles ahead” acapara las expectativas de los jazzeros más exigentes, también, porque la banda sonora de la película, que contará con la música original del trompetista, la va a firmar Herbie Hancock, artífice de la maravillosa música de “Round Midnight”, ganadora del Óscar de 1986.

Continuará

Jesús Lens

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