Yo votaría Chanante. ¿Y tú?

Es curioso que ahora, en Italia, el malo sea Beppe Grillo.

Claro. Como se descojonaron de él durante tanto tiempo (ya sabes, esa condescendencia de los poderosos: un payaso, un cómico, un irreverente, un bufón…) no entienden que ahora él, Beppe, pase de ellos, cuando le reclaman todas esas cosas importantes de la alta política: responsabilidad, conciencia, compromiso…

¿Perdona? ¿Res… qué? ¿Comproqué…?

¡AndalaMierda!

Lo de Beppe es mucho más serio de lo que nos quieren hacer creer. Hasta el punto de que, los bufones, los auténticos imbéciles, son los otros. Los que no se enteran de nada, los que no son conscientes de que todo está cambiando y de que son ellos los que van a terminar por dinamitar esta Europa fosilizada, corrupta e inmovilizada. Por su culpa.

Pensemos en España. Imaginemos que los Chanantes deciden dar un paso adelante y constituirse en movimiento que, después, se convertiría en partido político para concurrir a las elecciones. Y que, como portavoz, llevaran al Gran Wyoming.

Piensa en ti mismo, el día de las elecciones, en la intimidad de cabina electoral. De verdad, ¿serías capaz de NO votarles?

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Flopping

Este artículo de hoy enlaza con este otro, sobre la desafección con los políticos y las engorrosas elecciones…

Reggie Evans, jugador de baloncesto de los Brooklyn Nets acaba de hacerse acreedor del dudoso honor de ser el primer jugador en la historia de la NBA en ser sancionado por flopping. Cinco mil dólares le han caído, como sanción económica. Pero lo peor no es el dinero, sino el estigma. El estigma de ser un teatrero, un simulador que emplea tácticas torticeras en su juego, tratando de engañar a los árbitros para que señalen faltas al contrario.

¡Han disparado a Lebron!

El flopping es a la NBA lo que las tarjetas amarillas por simular un penalti son al fútbol. Solo que, desde esta temporada, al acabar los partidos, la NBA revisa las imágenes de televisión y sanciona a los simuladores con multas económicas, aunque consiguieran engañar a los árbitros sobre el parqué. Las sanciones son crecientes. Al primer flopping, el jugador debe pagar 5.000 dólares. Al segundo, 10.000. El tercero se sanciona con 15.000, el cuarto con 30.000 y, en el caso de que el jugador sea tan teatrero que busque el Oscar y siga simulando faltas, se le llegará a suspender.

Leo que un movimiento artístico anima a los ciudadanos a intervenir en espacios públicos faltos de uso para protestar por la desidia institucional. La cosa se ha dado en llamar desESPERANDO y la primera acción ha sido protagonizada por veinte personas que se han tendido sobre los raíles del metro, des-esperando por su no-paso.

 

La imagen es poderosa. Todos hemos visto películas en las que un personaje se tiende, cuán largo es, sobre la vía de un tren, cortándola con su cuerpo, esperando que llegue la locomotora y termine de una vez por todas con sus sufrimientos, miedos, angustias y zozobras. En el caso que nos ocupa, no hay miedo alguno, más allá de la posibilidad de rozarse con alguna ortiga crecida entre los raíles. Ya que al metro, como al AVE, de momento, no se le espera.

Y sin embargo, en las últimas semanas han aparecido en prensa varios artículos de notables políticos de nuestra tierra, hablando del AVE. No los he leído, claro. ¿Para qué? Para perder el tiempo hay otras mil fórmulas mucho menos aburridas. Sin embargo, se me ocurre una maldad: dado que las arcas públicas están tirando a tiesas, ¿por qué no planteamos una especie de flopping político y se sanciona, económicamente, a esos políticos especialistas en hacer teatro en sus ruedas de prensa, sus artículos y sus vanas y efímeras promesas electorales y electoralistas?

Alguien voló sobre el nido del AVE

Dado que el descrédito ya se lo han ganado a pulso, si quieren que la mayoría de la gente vuelva a hacerles caso, los políticos deberían empezar a responsabilizarse de sus palabras, escritos, alocuciones, promesas y compromisos. Por un plazo retrasado, 5.000 euros. Por una obra no ejecutada, 10.000. Por un pacto antitransfuguismo incumplido, 15.000. Y, por supuesto, ya que estamos en clave deportiva y yanqui: al tercer strike… ¡eliminado!

Jesús Lens

Veamos los 3 de enero de 2009, 2010, 2011 y 2012

Las elecciones empiezan a ser un incordio

El sábado publiqué este artículo en IDEAL. Sarcástico y ácido, pero serio. Muy serio. A ver qué os parece.

Empecemos fijándonos en Italia, el ejemplo más cercano (en el tiempo), con unas elecciones a la vista: un presidente tecnócrata no elegido en las urnas anuncia su dimisión mientras que el candidato democráticamente elegido proclama su intención de presentarse. Resultado: las Bolsas se hunden, la Prima se dispara y tiembla el Misterio en toda Europa.

Dirán, algunos, que lo de Berlusconi no es serio. Y yo estaré de acuerdo con ellos. Pero las urnas son soberanas y los italianos le eligieron presidente. Es, salvando las distancias –no solo geográficas –lo mismo que en Valencia, donde el partido más salpicado por la corrupción arrasó en las urnas.

¿Se equivocan los italianos? ¿Se equivocan los valencianos? ¿Se equivocan las urnas?

Pero es que, además, las elecciones son incómodas. Y condicionantes. ¿Se acuerdan ustedes del mandato y del discurso de Rajoy, antes y después de las elecciones andaluzas? Había una práctica unanimidad en los analistas al exigirle que empezara a aplicar sus recetas, con independencia de la cita electoral. Pero él, nada. Aguantando. Total, para terminar dándose un morrazo y aplicando la amputación como terapia preventiva.

 

Todo lo que lleva el apellido “electoral” empieza a estar mal visto y a ser más sospechoso que la ropa made in China. Los programas electorales se diseñan para incumplirlos sistemáticamente y damos por supuesto que las promesas electorales son como los votos matrimoniales: se contraen para romperlos poco después. Pero lo peor son los intereses. Los intereses electoralistas.

 

Por ahí se dice que el llamado Austericidio Angelino, también conocido como Estrangulamiento Merkeliano, tiene su raíz en las elecciones alemanas de final de 2013. ¿Sería imaginable, de verdad, que toda esta ruina, paro, miseria, crisis y destrucción social, económica y empresarial; respondiera a los intereses electoralistas de la Canciller alemana?

Si así fuera… casi, casi, casi que estaríamos obligados a concluir que las elecciones son perjudiciales para la salud y que, por el bien común, en beneficio de todos, habría que prescindir de ellas.

La solución, pues, sería emular lo de Monti en Italia y consensuar un gobierno de tecnócratas para toda Europa que, desde el Banco Central, rigieran nuestros destinos, que tuvieran satisfecha a la Prima, que maniataran a los Tipos y que contuvieran a la inflación.

¡Un mundo feliz!

 

Estéticamente mucho más bonita, moderna y contemporánea que aquel militarismo fascistoide trasnochado; la Tecnocracia de los Hombres de Negro es la respuesta que propone cada vez más gente a las fallas y a las grietas que nuestra vetusta Democracia empieza a presentar.

¡Si será chunga la democracia, que los propios partidos abominan de las Primarias a la hora de elegir a sus candidatos y hacen lo posible y, a veces hasta lo imposible, por evitarlas!

Desafección. Así se llama al hecho de que cada vez vaya menos gente a votar en las citas electorales; a la realidad de que la casta política sea cada vez menos y peor valorada por la ciudadanía; al miedo a que los grupos antisistema se ganen el apoyo popular. Desafección. ¡Ojito!

Jesús Lens