Banderas de guerra

¡Tremenda, la carta enviada por Antonio Banderas “A aquellos interesados”, un destinatario que ya tiene su aquel! La cosa es que el actor malacitano trató de montar un proyecto cultural en Málaga que, sólido y bien aquilatado, iba a empezar por costarle la pasta. Aun así, su propuesta fue acogida con “sorna, cachondeo y por qué no decirlo, mala leche”, en vívida descripción de Banderas.

Puesto en contacto con sus socios, “no entendían lo que estaba pasando, no entendían los insultos, las descalificaciones, el trato humillante”. Y, por fin, la conclusión: “También ellos reflexionaron y todos juntos llegamos de forma clara a la misma conclusión. Había que salir de ahí, había que salir y buscar un mejor lugar en el que depositar todas las energías positivas que deseábamos para este desafío, un mejor sitio en el que sudar por ofrecer nuestras ideas a Málaga, un rincón en el que no huela a corralón y podamos construir algo interesante”.

 

Aunque la carta no termina ahí. Que todavía le queda un párrafo para enmarcar: “Yo seguiré buscado la posibilidad de integrarme en el movimiento cultural tan esperanzador que está teniendo lugar en nuestra querida ciudad, pero lo haré desde el ámbito absolutamente privado, porque visto lo visto he de reconocer que el tema público da miedo. Ahí se mezclan unos intereses que no favorecen ni la gestión, ni la administración, ni la creación en libertad, y uno quiere eso, crear, trabajar y arriesgar a tope si se siente mínimamente apoyado, si esto no es así se hace muy complicado, muy difícil. No quiero convertirme en un nuevo Moneo en mi propia casa”. Fuertecillo, ¿verdad?

Desde una Granada que alberga un edificio como Multicines Centro cerrado y abandonado desde hace años, viendo cómo se cae a pedazos, me provocaba enorme envidia el proyecto impulsado por el ayuntamiento de Málaga para recuperar y dar vida al inmueble de los antiguos cines Astoria y Victoria. Sobre todo, al constatar que se presentaron 72 proyectos al concurso de ideas.

¡72 ideas para dar vida económico-cultural a un inmueble! Lo que en Granada es un problema irresoluble, en Málaga parece ser una inmensa oportunidad de negocio. Sin embargo, el innecesario sobradismo del alcalde de Málaga, mezclado con el desprecio y la envidia propios de estos tiempos oscuros, han cubierto de fango las ilusiones de Banderas. Da que pensar.

 

Jesús Lens

Carlos Salem, el pirata Noir

Es difícil verle sin su pañuelo negro en la cabeza, seña de identidad de un Carlos Salem que sabe que todo importa. Que todo significa. Que todo suma.

Lo podrán comprobar ustedes el próximo jueves, a partir de las 20.30, en la entrevista que le haremos en Facebook, retransmitida a través de la página de Granada Noir, en directo, desde el CaraDura Bistrot de Álvaro Arriaga.

 

Porque el tercero de los Encuentros Especiales que organiza el Festival andaluz dedicado al género policíaco, con la colaboración de Cervezas Alhambra, nos permitirá desentrañar los secretos de la obra de uno de los autores más conocidos y respetados de la escena literaria contemporánea. Y uno de los más prolíficos y versátiles, por supuesto.

No hay género literario en el que Carlos Salem no destaque. Estos días, por ejemplo, ha venido a Granada para participar en un valiente Festival Internacional de Poesía que lleva el transgénero por bandera, mestizo y lúcidamente abierto a las más variadas disciplinas. Viene a recitar, claro. Pero podría venir a otras muchas cosas.

 

A Carlos Salem le encontrarán, también, en Twitter y en Facebook, donde tiene legiones de seguidores; decenas de miles de personas que disfrutan de sus aforismos, micropoemas y juegos de palabras. Porque, en el siglo XXI y abundando en McLuhan, el medio sigue siendo el mensaje, pero además, hay que adecuar el mensaje a cada medio. Lo que es un reto, un desafío, una oportunidad que Salem ha sabido aprovechar.

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Nacido en Argentina, en 1959, este porteño de verbo fácil y personalísima voz rota, reconocible desde kilómetros de distancia, vive en España desde 1988, a donde llegó en su calidad de periodista. Pasó varios años alumbrándonos desde dos atalayas muy particulares: el Faro de Ceuta y el Faro de Melilla, periódicos radicados en ciudades fronterizas, a caballo entre dos países, dos culturas, dos continentes, dos mundos.

 

Y, aunque dejó el periodismo de plantilla y redacción, el periodismo nunca le dejó a él, que sigue colaborando con medios de comunicación de todo el mundo y en todos los formatos: impresos, digitales, radiofónicos y televisivos.

 

Como cuentista, Carlos Salem también es un maestro consumado. Sus relatos forman parte de las mejores antologías, sean de género negro, rojo o verde. Está, por ejemplo, en “Obscena. Trece relatos pornocriminales”, editada por Alrevés, compartiendo espacio con Fernando Marías, Juan Ramón Biedma, Marta Robles, Empar Fernández, Carlos Zanón o Susana Hernández, entre otros.

Y están sus propios libros de cuentos, por supuesto. Libros que, desde sus títulos, ya están contando: “Yo también puedo escribir una jodida historia de amor” y “Yo lloré con Terminator 2 (relatos de cerveza-ficción)”.  O, más recientemente, el que debería ser libro de cabecera para todos los que amamos los bares y la birra casi por encima de cualquier otra cosa: “Relatos negros, cerveza rubia”, publicado por Navona y protagonizado por algunos de los personajes de cabecera de un autor que, a lo largo de su obra, ha ido creando un personalísimo universo mítico.

 

Ahí está Lolita, por ejemplo, una camarera de rompe y rasga. Está Harly, el más violento de entre los sensibles. Y los polis, el Gato y el Perro. Y Tony y Ray, haciendo oposiciones para el casting de una película de Tarantino. Y, por supuesto, está Poe, ese escritor como los de antes, de los que escriben con su sangre en las servilletas de papel, acodado en la barra mientras bebe la vida al pasar.

 

“Relatos negros, cerveza rubia” conducen al lector por un universo noctámbulo y canalla en el que la literatura y la vida se dan la mano sobre la barra del bar, junto al entrechocar de las copas.

 

Y están las novelas. Las novelas de un Carlos Salem erigido en el mejor y más ácido cronista de la sociedad española del siglo XXI. Cronista de los tiempos de la burbuja en que creíamos ser ricos. Cronista del colapso posterior, cuando todo aquello que creíamos que era sólido resultó ser fangoso, turbio y putrefacto.

 

En “Muerto el perro”, editado por Navona, el personaje de Piedad representa a la perfección esta España nuestra, que un buen día se acuesta rica, señorona y relajada y, a la mañana siguiente, amanece viuda, corneada y con la empresa de su difunto marido en quiebra, podrida de deudas. Y no le quedará más remedio que espabilar, para salir adelante.

Con “En el cielo no hay cerveza”, por su parte, Carlos cuenta la historia de un asesino en serie que ha decido ensañarse con los periodistas más afamado de la telebasura española. ¡Ahí es nada! Protagonizada por Diosito, ese freak con ánimo de revancha contra la sumisión pasotista de su hermano Jesús y uno de los personajes de referencia en la narrativa de Salem; “En el cielo no hay cerveza” también acoge a Poe, al Gato y al Perro y a una sensacional Magdalena, a la sazón, un transexual colombiano del que Diosito estaba locamente enamorado. Muy locamente…

 

Y, ahora, la noticia. ¡La gran sorpresa! La editorial Navona ha recuperado “Camino de ida”, posiblemente, la mejor novela de Carlos Salem y, desde luego, la que a mí me convirtió en fan furibundo de su narrativa, de su forma de escribir y de su manera de ver el mundo. Y de contarlo. Porque hablamos de una novela de viajes trufada de género negro, con situaciones surrealistas y astracanadas salvajes protagonizadas por personajes más grandes que la vida.

 

Humor, sangre, ternura, comprensión, sexo, solidaridad y una ácida, lúcida y atenta mirada a lo que nos rodea constituyen el ADN creador de Carlos Salem, el pirata bueno del Noir contemporáneo.

 

Jesús Lens