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‘Victorian Psycho’: mórbida pasión por el exceso

He sido cobarde, discúlpenme. En el titular de ahí arriba tenía que haber incluido la palabra ‘asco’, pero me ha dado cosa. O miedo, para qué nos vamos a andar con eufemismos. ¿Habría leído usted estas líneas si hubiese puesto algo así como “una estupenda novela que da mucho asco”? Y es que el asco no vende. ¿O quizá sí? La repugnancia, la mugre, la porquería y la suciedad nos tiran para atrás, pero pueden ser un excepcional material narrativo, como el barro, si se usan bien. Y ya les avanzo que Virginia Feito lo hace con maestría.

 

De ‘Victorian Psycho’, publicada a comienzos de este año, me gusta todo, desde el título, la portada y la bella edición de la editorial Lumen a la traducción de Gemma Rovira. Porque la autora, Virginia Feito, escribe originalmente en inglés. Y no le va mal la cosa, que tanto esta novela como su debut literario, ‘La señora March’, ya están en avanzado proceso de adaptación cinematográfica.

La portada, en blanco y negro trufado de grises, pero con una salvaje paletada de pintura roja que cubre el rostro de la mujer protagonista. Échenle un ojo. De hecho, háganse con esta edición de la novela, que cuando se estrene la película que está produciendo A24 y va a protagonizar la actriz Margaret Qualley —sí, sí; la de ‘La sustancia’— es probable que su bello rostro ocupe el centro de atención. 

Y el título, ‘Victorian Psycho’, que no deja lugar a la ambigüedad, a las dudas o a los malos entendidos. Sí. Virginia Feito da lo que promete: una novela victoriana protagonizada por una psicópata. Sí. Psicópata. Una psicópata. Como en aquella luminosa canción de Miss World, premonitoriamente titulada ‘The first female serial killer’. 

Winifred Notty es la perfecta institutriz victoriana y los Pounds la han contratado para que dé clases a sus hijos, Drusilla y Andrew. Llega a Ensor House, un caserón como debe ser una buena residencia victoriana, y llega en coche de caballos, claro. “Ensor House se asienta en un páramo, con sus cejas arqueadas y su papada, como un banquero con las manos entrelazadas que está a punto de comunicar una noticia terrible”. Así arranca ‘Victorian Psycho’… después de un prólogo que leí dos o tres veces seguidas. Solo una página. ¡Pero qué página!

“Estamos a principios de otoño, el frío no se ha hecho esperar, y dentro de tres meses todos los habitantes de esta casa estarán muertos”, nos promete la buena de Winifred al principio de ese primer capítulo, tan revelador. 

A partir de ahí, 200 intensísimas páginas repletas de pútridas metáforas y morbosas descripciones; de sustantivos sangrantes, verbos cortantes y adjetivos purulentos. Y siempre, una prosa adictiva que te obliga a adentrarte en lo más profundo de un pantano de aguas fétidas, pero solo aparentemente muertas. 

Y el humor. El humor siempre. Humor negro. Humor rojo. Humor que rasca como un papel de lija que acaricia la lengua. Si es que sólo los títulos de los capítulos son microrrelatos en sí mismos, desde el muy cabrón ‘Donde me invitan a la caseta del perro’ al preclaro ‘Ay, los días empiezan a sangrar tediosamente uno tras otro’. O el XIII, que me gusta sobremanera: ‘Donde se profanan los retratos de la galería, se roban ojos y se mide mi cráneo’. 

Como les digo otras veces, no les puedo garantizar que ‘Victorian Psycho’ les vaya a gustar, pero sí les aseguro que, indiferentes, no les va a dejar. Y sólo eso ya es mucho en estos tiempos de literatura blandengue que no huele, no sabe y no mancha. 

Jesús Lens


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