Trash-talking vs. almíbar

El trash-talking es un tipo de ‘diálogo’ propio del deporte -pero no exclusivo- en el que un contendiente le come la oreja al contrario para tratar de descentrarle. Le recuerda el último fallo que ha tenido, trata de intimidarle después de una buena jugada defensiva o, directamente, le menta a la madre, se cisca en sus muertos y le insulta gravemente. Sin que los árbitros le escuchen, obviamente. ¿Se acuerdan del famoso cabezazo de Zidane a Materazzi, después de que este aludiera a la vida sexual de su hermana? Pues eso.

Hay jugadores especialistas en ese tipo de lenguaje sucio y soez, irritante y provocador. Auténticos maestros capaces de desquiciar hasta al jugador más centrado.

Cuando se anunciaron las 18 candidaturas a la alcaldía de Granada, pensé que iba a haber mucho trash-talking entre los candidatos, máxime, por las antipatías personales que enfrentan a algunos de ellos. Sin embargo, está siendo una campaña de guante blanco en la que, incluso en el debate televisado por Canal Sur, el tono fue absolutamente correcto, discreto y amable.

Al principio me parecía bien una respetuosa campaña basada en propuestas concretas, sin altisonantes salidas de tono. Una campaña que invita a la reflexión y al análisis. ¡Chapeau!

Pero entonces llegó el peloteo. Empecé a percibirlo el pasado viernes. Muros de Facebook, hilos de Twitter y grupos de WhatsApp que se llenaron de encendidas loas a diversos candidatos. Sobre todo, al actual alcalde de Granada. ¡Qué bochorno! ¡Qué sarpullido! Solo faltaba por escuchar aquello tan trasnochado de ‘¡Queremos un hijo tuyo!’

Entiendo que los partidos tengan a gente afín vigilando de las redes. Gente atenta y preparada que, en cuanto detecta algún hilo en que se cuestiona a los suyos, sale en tromba a defenderles a capa y espada. Pero esto del Fenómeno-Fan aplicado a los políticos locales, me supera.

Hay que terminar con tanto almíbar. Una cosa es declarar públicamente el voto y explicar las razones para optar por una u otra opción. Cosa distinta son las declaraciones de amor y fidelidad perruna a los candidatos. Un poquito de decoro, por favor, no sea que acabemos echando de menos los insultos, las broncas y el tono agrio de otras contiendas electorales.

Jesús Lens