Eres lo que haces

Domingo. Cae la noche en el Albaicín. Bajamos por una de sus callejuelas y nos detenemos a ver las pintadas y carteles sobre la cuestión de las aguas fétidas que corren sin control por el empedrado del barrio. De repente, un runrún lejano que, poco a poco, se nos va acercando. Truena una voz.

¡EL PROBLEMA ES QUE LOS EXCESOS DEL TURISMO TERMINAN POR VACIAR LAS CIUDADES Y CONVERTIRLAS EN PARQUES TEMÁTICOS!

Tipo recio, alto y fornido. Barba guay, de las que requieren tiempo y trabajo. Ropa molona e informal, pero de nivel. Mochila chula al hombro. El sujeto de la voz poderosa va a la cabeza de un grupo conformado por otras cinco o seis personas del mismo jaez: modernas, tatuadas y con aire de sabidas.

No recuerdo cómo siguió la conversación sobre los peligros del turismo, que tenía pinta de ser sesuda y venir de la largo. Lo que no consigo olvidar es el timbre empleado por los sujetos: más que hablar entre ellos, estaban dando un mitin, un discurso, una conferencia marco, una alocución.

Ralentizamos nuestro paso, les dejamos pasar y, como no callaban, optamos por detenernos y esperar a que se desvaneciera el incesante eco de la improvisada ponencia sobre turismofobia protagonizada por aquella concienciada chavalada.

La paradoja es que todo el camino que veníamos haciendo, ellos y nosotros, estaba jalonada de folios pegados en las paredes de las casas solicitando respeto y silencio, dado que el Albaicín es un barrio vivo en el que vive gente, vecinos, personas… con cosas más interesantes que hacer que escuchar las conversaciones de los miles de turistas que pasean por sus calles, un día sí y otro también.

Está bien leer, estudiar, reflexionar, hablar y debatir para tomar conciencia sobre los problemas que nos aquejan, pero es necesario darle sentido a toda esa palabrería. Convertirla en algo realmente útil. En este sentido, conviene recordar que no somos lo que decimos. Somos lo que hacemos. Y lo que dejamos de hacer. Callarnos de vez en cuando, por ejemplo.

Jesús Lens

Promesas por cumplir

El mismo día que arrancaba Fitur y nos abrazábamos y besábamos a nosotros mismos por las excelentes cifras cosechadas por el sector turístico en 2018, cenaba con un amigo cuya experiencia viajera en Granada, el verano pasado, fue nefasta.

Me encontraba en Zaragoza, disfrutando del festival Aragón Negro. El ambiente de la cena, informal, era alegre y desenfadado, por lo que aproveché para desgranar el programa de Gravite, el festival sobre el viaje en el tiempo cuya primera edición arrancamos el próximo martes. Al terminar, rematé mi entusiasta alocución con una de esas declaraciones de principios que, en ocasiones, te revientan la cabeza a modo de bumerán: “Granada es una ciudad a la que todo el mundo quiere venir”.

Porque uno de mis contertulios, premiadísimo escritor y colaborador habitual en prensa, estuvo en Granada el pasado agosto. Había reservado plaza hotelera en la Costa Tropical y el lugar que se encontró, por las muecas que ponía, debió ser un poema. Tras quejarse y protestar, consiguió que le cambiaran de hotel.

Y le llegó el turno a la Alhambra, por cuya visita le cobraron cerca de 50 euros a él y otros tantos a su pareja.

—Sería una visita guiada—le pregunté.

—Ni guiada ni leches. Fue una estafa en toda regla.

A esas alturas de la cena, yo ya no sabía donde meterme, qué decir ni cómo explicar lo inexplicable. ¿No habíamos quedado en que ya no era posible la reventa de entradas a la Alhambra?

Mi amigo me lo comentaba sin acritud. Pero me dejaba un último recado:

—La imagen para la ciudad es malísima, Jesús. Pésima.

Y tanto. De hecho, las caras de las personas que nos acompañan esa noche no hacían presagiar una próxima visita a Granada, precisamente.

¡Qué gran reto tienen por delante Juan Marín, Ciudadanos y el PP, con cuestiones como las planteadas! ¿Serán capaces de cumplir sus promesas de profesionalización -y hasta de granadinización- de la gestión de la Alhambra, signifique eso lo que sea que quiera significar? ¿Pondrán coto al desmán de los apartamentos turísticos? ¿Y a las estafas por Internet en el sector turístico?

Marín se ha quedado con Turismo, la joya de la corona de la economía andaluza. El PP se queda con la gestión de la Alhambra. ¡Suerte con el empeño! Es hora de cumplir las promesas realizadas en la campaña electoral.

Jesús Lens