Entr el Pin y el Pon…le cordura

El pasado miércoles, un hombre apuñaló hasta la muerte a su pareja en Caniles. Es el quinto asesinato machista del año y todavía estamos en enero.  Hay que ser muy cínico o muy desalmado para equiparar la violencia de género que se ceba con las mujeres con la violencia intrafamiliar o como demonios pretenda llamarla la ultraderecha.

La secular violencia del hombre contra la mujer se hunde en la noche de los tiempos y, a lo largo de los siglos, no ha dejado de reproducirse. Sólo con una educación integral, a todos los niveles y desde las edades más tempranas, será posible romper ese círculo infernal.

Otro fenómeno nauseabundo: el de las manadas. Muchas aes en la palabra ‘manada’, pero los protagonistas de estos asaltos sexuales y violaciones grupales son sistemáticamente hombres que, embrutecidos, convierten a las mujeres en objeto sobre el que descargar sus ¿fantasías más asquerosas? ¿complejos? ¿frustraciones?

Otra noticia de estos días, igualmente terrible y alarmante: se ha detectado un preocupante aumento de abusos sexuales entre menores, con chicos aprovechándose del estado de embriaguez de las chicas para hacer con ellas lo que se les antoje.

Y entonces llegó la polémica del pin parental, para escarnio de los partidos políticos ultraderechistas y homófobos que lo promueven. Una polémica que debería sacar los colores a quienes miran para otro lado, tratando de sacar rédito electoral de una cuestión que debería ser inadmisible.

¿Piensan ustedes que un padre que agrede física, verbal o emocionalmente a su pareja, permitirá que a sus hijos les enseñen en el colegio qué es la violencia contra la mujer, cómo empieza y cómo se detectan sus primeros síntomas? ¿Se imaginan que un botarate así pueda tener en su mano el poder de decisión sobre los contenidos lectivos? Pues con el racismo y la homofobia, lo mismo. O con las vacunas. O con el calentamiento global. O con el maltrato animal. O con…

Vivimos en una sociedad imperfecta, pero es la que tenemos. La educación de las nuevas generaciones, para conseguir que sean mejores que nosotros, nos compete a todos. Y no. La educación a la carta y a la medida de cada familia no puede ser una opción.

Jesús Lens

Denuncia a un profesor

Ayer jueves impartía mi última clase del trimestre a los alumnos de 4º de Práctica Periodística de ESCO. Les insistí en uno de mis temas favoritos: la importancia del lenguaje. El valor de las palabras. Porque ni el lenguaje ni las palabras son neutros o inocentes.

Tomemos como ejemplo una expresión como ‘pin parental’. Así a botepronto, no suena mal: dada la cantidad de amenazas que acechan a los menores en el entorno digital, que los padres tengan un control sobre lo que ven, cómo, cuándo y dónde; no parece una mala idea.

Sin embargo, cuando lo de ‘pin parental’ se aplica a los contenidos lectivos que el alumnado recibe en un aula, la cosa cambia de medio a medio. Que unos padres puedan decidir qué puede o qué no puede explicar un profesor me parece algo terrible y aterrador.

Lo de Baena, por ejemplo, con un profesor denunciado y prestando declaración en un juzgado por proyectar un vídeo sobre Ana Orantes en una actividad escolar para concienciar contra la violencia machista. A la Junta le honra su apoyo al profesor, pero no podemos olvidar que PP y Cs gobiernan en Andalucía con el apoyo de la ultraderecha que cuestiona esa modalidad de violencia contra las mujeres.

Ayer también leíamos que se ha detectado un importante incremento de la violencia machista entre menores. Según datos del Observatorio contra la Violencia de Género, se ha producido un incremento generalizado en denuncias interpuestas, medidas cautelares dictadas y condenas a maltratadores y que, en concreto, destacan las cifras relativas a menores.

Ante una información así podemos hacer dos cosas: cuestionar los datos, la metodología del informe y/o la legitimidad del referido Observatorio o preocuparnos seriamente sobre el tema y trabajar en la consecución de medidas efectivas que contribuyan a revertir la situación.

En este sentido, el trabajo en centros escolares es básico. Y resulta intolerable que, amparándose en una expresión tan aparentemente inocua como ‘pin parental’, los sectores más reaccionarios de la sociedad se sientan legitimados para cuestionar los contenidos que se enseñan en colegios e institutos. Sobre el #Spexit hablamos otro día.

Jesús Lens