Los corruptores

Entiendo que el mundo de las redes sociales, amén de desconocido, sea incómodo, molesto y un coñazo manifiesto para decenas de autores de novela negra, no necesariamente mayores de treinta y cinco años.

 Los corruptores portada

Pero, ¿es creíble una novela policíaca cuya acción transcurra en la segunda década del siglo XXI, sin alusiones a Youtube, Facebook o Twitter?

Lo que son los prejuicios, los aprioris y los lugares comunes… Mi querido Paco Camarasa, el librero Negro y Criminal, me hace llegar “Los corruptores”, de Jorge Zepeda Patterson y, al leer la contraportada, leo: Ciudad de México… actriz… cuerpo salvajemente mutilado…

Y ahí sale el listo que todos llevamos dentro. El Listorrillo de los Cojones, como lo describía mi hermano: “Bueno, pues ya está. Otra novela mexicana sobre el narco, las decapitaciones y la manifiesta brutalidad de dicha sociedad”. Y listo. Ea. Ahí va. Al montón de las Lecturas Pendientes… Sin Excesiva Urgencia.

Hace unos meses, cuando se anunciaron las cinco novelas candidatas al Hammett a la mejor novela policíaca del año 2013 escrita originalmente en español, junto a la magistral (y a la postre ganadora) “La estrategia del pequinés”, encontré un título que me sonaba. “Los corruptores”. De Jorge Zepeda Patterson.

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Efectivamente: la novela, editada por Destino (cuyo formato alargado me parece de lo más elegante) pasó al montón de las Lecturas Urgentemente Pendientes.

Y sí. La historia comienza con el asesinato de Pamela, popular actriz mexicana ya entrada en años. Pero, de inmediato, un nombre: Britney Spears. Y un concepto: leer un artículo de prensa… en una pantalla. Y el PRI. Pero no el PRI de toda la vida, sino el nuevo PRI. El que sustituyó al PAN en el gobierno… ya entrados en 2012.

A partir de ahí, los nombres de Cristina Kirchner irán de la mano de conceptos como Hashtag, redes sociales, hackers, localización por satélite, twitter, facebook, youtube, etcétera.

 Los corruptores

En pocas palabras, que junto a las novelas de Lorenzo Silva, “Los corruptores” es la narración más contemporánea que he leído últimamente. Contemporánea en el sentido de conectada con su tiempo. Contemporánea porque pone al servicio de la trama y de los personajes toda esa tecnología que, unos con más gusto y otros con más pesar, todos utilizamos en nuestro día a día. O casi.

Jesús Lens

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La muerte del pequeño Shug

Querido Paco Camarasa… ¡qué razón tenías! Una vez más. Y van…

Razón tenías cuando me llamaste hace unas semanas para decirme que, en el pedido mensual de Negra y Criminal, venía una de esas pequeñas novelas que, sin embargo, son grandes. Muy grandes. Me recomendabas que no tardara en leerla. Que era cortita: apenas 200 páginas de letra grande y maquetación generosa. Y que me iba a gustar. Mucho. La muerte del pequeño Shug. Publicada por Alba Editorial.

 La muerte del pequeño Shug

¡Y ya te digo, querido amigo, si me ha gustado! Como decimos por aquí, por el sur, me ha gustado… una jartá.

Trece años. Trece. Trece añitos son los que tiene el pequeño Shug, un niño gordito que vive con su madre en un pueblito de las montañas Ozark, en el sur de los Estados Unidos; por Arkansas, Missouri y alrededores. Vive con su madre y con un tipo que aparenta ser su padre. O algo parecido. Un sujeto duro, recio, peligroso y violento. Red. Un auténtico redneck. Un cabrón con pintas que no deja de insultar, vejar y menospreciar a Shug… y de utilizarlo en sus cutres golpes de poca monta. Lo impele a que robe por él medicinas, tranquilizantes y barbitúricos en casas de médicos y enfermos terminales… hasta que es detenido por la policía.

¿Y la madre? ¿Qué opina Glenda de todo esto?

Para seguir leyendo esta reseña, algo que vas a hacer… ¡y lo sabes! debes darte un salto (virtual) a una de nuestras páginas hermanas: Calibre 38. ¿Vale? Pues venga. Pincha el enlace con las mismas ganas con las que hubieras pinchado la burbuja inmobiliaria, de haber estado en tus manos.

Jesús Lens

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Con el agua al cuello (Intro)

Nunca podremos agradecer lo suficiente a Negra y Criminal; a Montse y Paco, que hagan posible imágenes como ésta:

Lo reconozco, soy un fetichista irredento. Pero también creo que si abres la primera página de un libro y te encuentras la dedicatoria manuscrita de su autor, es como si el resto de las páginas también estuviesen especialmente dedicadas y dirigidas a ti, como si el autor las hubiese escrito mientras hablaba contigo, contándote al oído la historia.

Es como si estuvieras de cañas con él, hablando, y luego escribiese parte de esas conversaciones.

Un libro dedicado es algo bonito, hermoso y especial. Predispone a la lectura y demuestra que el libro de papel, el libro objeto, tiene una larguísima vida por delante.

Y tampoco podremos agradecer lo suficiente a Paco Ignacio Taibo II, a Cristina Macía y a todo el extraordinario equipo de Semana Negra el que haya acercado a algunos de los mejores escritores del mundo a Gijón, en un Festival absolutamente democrático en el que los autores y los lectores se dan la mano, comparten cañas y pueden charlar hasta el infinito y más allá.

Be Cartoon, My Friend

¡Compañeros, ojalá que pueda ser en Gijón. Y, si no, en otra ciudad asturiana. Pero si tenemos que ir a México, Santiago de Chile, Bogotá, Phnom Penh, Mc Murdo o hasta el mismísimo Marte; iremos.

Porque esto es la Semana Negra… ¡y sigue!

Jesús dedicado Lens

¿QUÉ ES NEGRA Y CRIMINAL?

Hace unas semanas aparecía yo en esta pantalla, posando con la camiseta de NyC… en la puerta de la librería Negra y Criminal. Porque suelo llevar esa camiseta, cuando de hablar de libros se trata. Pero esa vez era especial. Muy especial. Porque me retrataba como autor, tal y como contamos en ESTA entrada.

 

Uf.

 

Lo sé. Quizá era demasiado pronto. Posiblemente. Pero también es verdad que gestos, detalles como ése, hacen que me reafirme aún más en mis inquietudes y veleidades paraliterarias. Porque NyC, como Semana Negra o el Festival de Agüimes, como el Hocus Pocus o el Festival de Jazz, son eventos, lugares, citas y acontecimientos que excitan la curiosidad, que fomentan la creatividad y que animan a dar el salto al otro lado para convertirte, además de en rendido y entusiasta espectador, en actor, partícipe y creador.

 

Pero ¿qué es Negra y Criminal? Una vez lo explicamos, largamente, en palabras. Hoy, gracias a ese genio multimedia que es Ricardo Bosque, lo vemos en imágenes.

 

¿Mola o no mola Negra y Criminal?

 

Gracias, Montse y Paco, por estar ahí.

 

Gracias, Ricardo, por retratarlos tan brillantemente.

 

Jesús Lens, hiperactivo y más que agradecido.      

LA REINA EN EL PALACIO DE LAS CORRIENTES DE AIRE

Esta mañana le confesaba a Silvia que la echo de menos.

 

Y mucho.

 ¡Te echo de menos!

Nunca pensé que podría volver a ocurrir. Pero, por segunda vez en mi vida, echo de menos a un personaje de ficción. En este caso, a Lisbeth. A la Salander. A la protagonista de la saga Millenium, cuya tercera y teóricamente última entrega, «La reina en el palacio de las corrientes de aire», ya se desvanece en el recuerdo de esos libros más devorados que leídos.

 

Ochocientas y pico páginas que, como no podía ser de otra manera, cayeron a velocidad de vértigo, entre los aeropuertos de Madrid, Gran Canaria y Asturias, los aviones o la famosa Playa del Cabrón de Agüimes. Cuando terminé de pasar la última de ellas no pude evitar que una cierta desazón me invadiera, no en vano, la Salander me ha estado acompañando a lo largo de un montón de semanas de este último año, siendo habitual que en mi Twitter apareciera la siguiente frase: «Me voy a la cama con Lisbeth. Buenas noches.»

 

En la cama con Lisbeth
En la cama con Lisbeth

Toda una declaración de principios sobre la importancia que la flacucha ácrata sueca ha tenido en mi vida más reciente. Porque, la verdad, por mucho que el protagonismo de la saga Millenium esté repartido entre Blomqvist, el equipo de la revista, algunos policías y otros secundarios, sin ella, sin Lisbeth, no se habría producido el Fenómeno Larsson que venimos comentando desde hace tiempo. Radicalmente imposible.

 

Pero hablemos de la tercera entrega, de esta «La reina en el palacio de las corrientes de aire», que continúa exactamente en el punto en que terminó la segunda entrega de la saga, con Lisbeth y Zalachenko en el hospital y con Kalle Blomqvist hocicado en ayudar a su amiga, por más que ésta no quiera ayuda de nadie.

 

We love Lisbeth
We love Lisbeth

Evidentemente, la historia sigue abundando en el papel de Zala, en los orígenes del carácter antisocial de Lisbeth y en la influencia que en el mismo tuvieron algunos de los secundarios de la historia. Y, después, las ramificaciones de una conjura que cada vez apunta más alto, más lejos y más sucio, lo que hace que este tercer capítulo de la saga Millenium sea, para los aficionados a las novelas de espías y conspiraciones, aún más atractivo, si cabe, que los anteriores. Porque la Sapo, los servicios secretos suecos, están bien pringados en la misma, como ya pudimos atisbar en la segunda entrega.

 

No sé si será porque ya sabía que se terminaba y la he querido disfrutar especialmente, pero ésta ha sido la novela que más me ha gustado de las tres. En la primera estaba la sorpresa de los personajes. En la segunda, la parte esencial de la historia. En la tercera, prima la acción, la diversidad de temáticas -nuevos rumbos del periodismo incluido- y, claro, la resolución.

 

Pasión por Lisbeth Salander
Pasión por Lisbeth Salander

Porque, sin atrevernos a desvelar nada, hay un final para esta trilogía, respondiendo a la pregunta que nos hacíamos hace unas semanas y cerrándose un ciclo que, a buen seguro, Larsson sabía como prolongar en las siguientes entregas de la saga. Los temores a que la novela terminara como «La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina» quedan, por tanto, felizmente aparcados.  

 

      

La pregunta es, ahora, ¿cómo afrontar nuestro futuro lector sabiendo que ella, que Lisbeth, nunca volverá? Porque ese manuscrito de la cuarta entrega de la serie huele a camelo, la verdad. A pura mercadotecnia. Son tantas las horas compartidas con ella que, inevitablemente, una cierta melancolía planea sobre el lector de Larsson cuando remata la lectura de «La reina en el palacio de las corrientes de aire», con su inevitable sabor a testamento…

 

Jesús Lens, cabizbajo, nostalgioso y milonguero.