Entre la Marca España y Eurovegas

Marca España cuatro goles y la autoestima nos subió hasta límites que ni la Prima de Riesgo en sus mejores momentos, oiga.

Pero ya se acabó la fiesta del fútbol, a Nadal le han zumbado en Wimbledon y lo del Tour, sin Contador, no es ni parecido a lo de antes.

Así que, y a la espera de las Olimpiadas y el impulso de la ÑBA, ¿cómo hacemos Marca España en las próximas semanas?

Esa es una pregunta. Otra: ¿cómo repercutirá lo de Eurovegas con sus ludopatías, putas y leyes sanitarias y sindicales derogadas -o en suspenso- en la Marca España? ¿Contribuirá a reforzarla, al unirse al tópico de sevillanas, siesta y toros? ¡Cómo molará, unir las Tragaperras a la Sangría!

Y una cosa que me sorprende: teniendo una vinculación tan grande como tenemos en esta tierra con las vegas, la de Granada, Vegas del Genil, etcétera… ¿cómo es que no se le ha ocurrido a ningún preboste regional, en una Comunidad podrida por el paro, proponer que se instalara aquí esa fábrica de maná enriquecido que va a ser Eurovegas?

Me relamo de gusto pensando en lo jugoso de la polémica, entre el Metro, el Ave, la Autovía de la Costa, el Hospital Fantasma y el Nevada… ¡una explosión de Eurovegas!

¡Qué falta de visión emprendedora, por favor!

Jesús visionario Lens

¿Cómo estás?

En la columna de hoy de IDEAL aconsejamos tener mucho ojo con una pregunta que ha dejado de ser por completo inocente…

Ojito con lo que respondes a la que ha terminado de convertirse en la pregunta-trampa por antonomasia del 2012. Si un conocido con el que no tienes excesiva confianza te pregunta que cómo estás, respondas lo que respondas, es muy posible que metas la pata. Hasta el corvejón.

Si contestas más o menos la verdad (regular, mal, muy mal o rematadamente mal) te conviertes en un cenizo, en un pesimista y en un mustio que, con su actitud derrotista y apesadumbrada, contribuye a que la situación se siga agravando, a que la Prima continué estirando y a que el diferencial entre el bono español y el alemán empiece a ser más una falla tectónica que una mera brecha o separación.

Pero… ¡ay como se te ocurra decir que estás bien! Entonces, no solo te muestras como insolidario con la actual situación de crisis y zozobra que padecen millones de personas en este país, sino que tu interlocutor pensará que eres un irresponsable, un loco o un inconsciente. Y, por si las moscas, es probable que aproveche para tratar de pegarte un sablazo en forma de idea, proyecto o propuesta que necesita de una pequeña y simbólica aportación económica para arrancar. ¡Claro! Como ahora todos tenemos que ser emprendedores…

Por todo ello, trato de aprender de la gente que ha adoptado una fórmula estándar, de manual, para escapar con bien de la pregunta de marras. Hay quién le echa retórica al asunto y se descuelga con largos adverbios y adjetivos. Una respuesta del tipo: “-Manifiestamente mejorable”, en la que se utilizan términos positivos, aunque la respuesta sea negativa en sí misma. Pronunciada con una amplia sonrisa, una contestación como ésa desconcierta al interlocutor, dejando en el aire un poso de optimismo. Es un recurso tan efectivo como el utilizar una doble negación para afirmar algo: cuando el contenido de la idea prende en el contertulio, la conversación ya habrá derivado hacia las hazañas de la Roja o el calor sahariano que nos invade.

Pero me gusta aún más el surrealismo de la respuesta contradictoria en sí misma. Fue mi Cuate Pepe quién, a la inocente e irreflexiva interrogación sobre su estado, me contestó: “- Mal. Por lo demás, muy bien”.

¡Ahí le has dado! Empiezas por ser realista, seco, serio y contundente para, de inmediato, girar hacia lo humorístico, divertido y optimista. Quizá, hasta lo sarcástico. Pero, igual que en el caso anterior, cuando tu interlocutor ate cabos, ya habrás estado hábil para pegar un capotazo, dirigiendo la conversación hacia las excelentes tapas que ponen en el nuevo bar que ha abierto en la esquina de tu calle o hacia el osado y filosófico look de Anquela, el flamante nuevo entrenador del Granada.

Podemos utilizar, en fin, la fórmula gallega para zanjar cualquier cuestión: “- ¿Pues cómo voy a estar?” Porque hablar de la crisis, cansa. Y empieza a ser obsceno y hasta de mala educación, como lo sería hablar del euro con un griego, de deporte con un francés o de Chamizo con un político español.

Jesús Lens

A ver, los anteriores 28J de 2008, 2009, 2010 y 2011

Más allá del plato alpujarreño

Planteamos el Debate de los Lunes a rebufo de la carrera de ayer en Las Alpujarras, esa criminal y fantástica Órgiva-Lanjarón-Órgiva que, por una parte, nos destroza. Por otra, nos hace sonreír hasta en los momentos de máxima agonía…

Foto de Paqui. ¡Gracias!

La pregunta es: ¿hay vida, más allá del plato alpujarreño? ¿Es posible la aventura y el emprendimiento, de los que hablábamos aquí, en el corazón de las Alpujarras?

Que comerse un plato de papas, huevos y jamón en cualquiera de las ventas, restaurantes y mesones que jalonan la Alpujarra es una experiencia reconfortante, reivindicable e imprescindible no creo que nadie vaya a dudarlo. Pero ¿hay vida más allá del plato alpujarreño, en una de las comarcas más singulares de nuestra comunidad? Hace unas semanas tuve ocasión de recorrer buena parte de su geografía y me encontré con varios establecimientos que trascienden la imagen tópica que tenemos en Granada sobre el turismo alpujarreño: una escapada rural de fin de semana, casa vieja con chimenea, castañas asadas, chorizo, morcilla y vino peleón.

En la alpujarra hay una creciente oferta de spas, alta gastronomía con toques franceses, bodegas de última generación con caldos de alta gama, hotelitos modernos y confortables, etcétera. La pregunta es si toda esta inversión en una hostelería diferente a la tradicional será sostenible y perdurable en el tiempo.

El Cercado, en Alcútar

Si hacemos caso a todo lo que leemos, vemos y escuchamos acerca del turismo del siglo XXI, las nuevas tendencias, los viajeros independientes que buscan experiencias y emociones y exigen la mayor excelencia en la prestación de servicios; la respuesta tendría que ser necesaria y obligatoriamente afirmativa. Sí. Hay vida más allá del tradicional plato alpujarreño.

Ahora bien, ¿dónde está ese turismo? ¿Cómo se le encuentra, seduce y atrae a la Alpujarra? ¿Cómo se está dando a conocer la nueva y excelsa oferta turística y gastronómica de la comarca?

Algunos de sus más conocidos embajadores siguen siendo los autores y creadores que se han refugiado en el Barranco del Poqueira, en la Taha de Pitres o en los valles de Juviles, Alcútar, Yegen y alrededores. Escritores como Gerald Brenan o Chris Stewart ponen en el mapa internacional a los pueblos, a sus gentes, paisajes, costumbres, historias y leyendas.

El Sitio: alta gastronomía en Laroles

Es un hecho: la Alpujarra atrae, subyuga, imanta y embruja. En cuanto pasas unas horas entre sus cuestas y tinaos, disfrutando del olor a leña y jamón, extasiando la vista con algunos de los paisajes más bellos que se puedan contemplar; te quieres quedar. El cuerpo y la mente se conjuran y exigen buscar un buen acomodo para pasar una temporada combinando las botas con el portátil, andando, viendo, conociendo y descubriendo para, después, escribir y contarlo. O para soñar, imaginar e inventar historias de otras épocas, de otros tiempos, de otros parajes.

La Alpujarra, además de excitar los sentidos, estimula la creatividad. Tenemos que sentirnos orgullosos de una comarca que, trascendiendo los tópicos, lo fácil y lo de siempre, está haciendo un denodado esfuerzo por desarrollar una oferta atractiva al turista y al viajero ilustrado del siglo XXI. Una oferta que tenemos ahí al lado, a la vuelta del camino. Aprovecharla es un lujo accesible. Desaprovecharla, un delito de lesa majestad. Un pecado de difícil perdón.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

El límite de la cartera

No es fácil ser Gestor de Fondos, como se pone de manifiesto en el artículo que publicamos hoy en IDEAL:

Como buenos amigos, pusimos un mocho para afrontar los gastos del fin de semana, en Sevilla, en el festival de música Territorios Sur. Y, por una vez, la gestión del fondo común recayó en mí, responsabilidad de la que procuro rehuir siempre que puedo, dicho sea de paso.

Mi cartera tiene dos habitáculos destinados a guardar billetes, separados por una estrecha franja de tela. Acumulé mi dinero personal en uno de ellos y coloqué el comunitario en el otro. Cerca, muy cerca, pero claramente separados.

Modelo de cartera para próximos Festivales

Tras pagar la Zona Azul del parking y acomodarnos en la habitación del hotel, llegamos a la Isla de la Cartuja, donde canjeé parte del mocho por la moneda propia del festival, llenando el bolsillo izquierdo de mi pantalón con un buen puñado de fichas azules, muy parecidas a las que se usan en las mesas de juego de los casinos.

Escuchando el desgarrado blues de la guitarra de Lolo Ortega, Pepe me pidió unas fichas para ir en busca de unas birras. O quizá fue Álvaro. El caso es que era absurdo que, cada vez que alguien quisiera una cerveza, tuviera que pedirme liquidez, como si fuera yo una sucursal de andar por casa del BCE. Así que tomé un puñado de fichas y, con la displicencia propia del nuevo rico, las repartí con alegría: ¡tomad y bebed!

Llegó el momento de escuchar a Tortoise, pero hacía frío y, antes, pasamos por el mercadillo del Festival, en busca de algo de ropa. Mis compañeros, tipos duros, no compraron nada, pero yo me llevé puesta una sudadera. Saqué la cartera y, cuando ya tenía el billete en las manos, me di cuenta de que lo había sacado del mocho en vez de mi depósito particular. Después, disimuladamente, rehice la contabilidad y aquí paz y después gloria.

A la mañana siguiente, tras comprar los periódicos y desayunar, me hice un pequeño lío con el cambio, las monedas, las fichas sobrantes de la noche anterior, la vuelta del taxi y los bolsillos del pantalón. Pero como era cuestión de apenas unos euros, no había que darle importancia. ¡Los que entran por los que salen!

Comimos como hay que comer en Sevilla, en plan de cañitas y tapas. Que si caracoles y cabrillas en una terracita, que si acedías y puntillitas en un mesón, que si un carajillo… Y ahí estaba el tío, cartera en ristre, pagando en un sitio y en otro, teniendo que pedir reposición de fondos a los compañeros, que bromeaban sobre lo mal gestor del mocho que era, que lo había esquilmado en menos de veinticuatro horas, haciéndome sentir como un dirigente griego cualquiera.

Llegó la segunda noche de Festival. Y nuevamente el tráfico de fichas, que no era fácil ajustarlas para que ni sobraran ni faltaran al final de la jornada. De hecho, tratamos de pagar el arroz con curry y los fideos thai de la cena con euros de los de verdad, aunque, a esas horas de la madrugada, yo ya no distinguía qué dinero era el real y cuál el del Monopoly.

Y entonces, con la cartera en la mano y mirando los billetes, separados por la estrecha franja de tela; escuché una vocecilla que me susurraba: “Tío, con el coñazo que ha sido esto del mocho y teniendo en cuenta que, seguramente, habrás pagado tú algún café y alguna caña que era del grupo, ¿por qué no deslizas uno de esos billetes y lo pasas del compartimiento común al individual? Total, nadie se va a enterar y, por la cantidad de la que hablamos, ni Pepe ni Álvaro se van a sentir perjudicados… Además, es una justa compensación por las molestias, ¿no?”

Levanté la vista y miré a mis compis. A su vez, éstos me miraban a mí. Y el camarero que nos había servido la cena, nos miraba a los tres, esperando.

Saqué el dinero, lo conté escrupulosamente y, azorado, pregunté:

– ¿Os parece que dejemos una propina? ¿Cuánto dejamos? Por cierto, mañana en el desayuno, echamos cuentas para cuadrar esto del mocho y comprobar que no me haya liado, que ya sabéis que soy desastre…

Riendo, Álvaro y Pepe me dieron una palmada en la espalda:

– Anda ya, chalao. Da la propina que quieras, déjate de cuentos y vamos zumbando, que empieza el concierto de Iggy Pop.

Moraleja

Jesús Lens

A ver los 24 de mayo de 2008, 2009, 2010 y 2011

El valor de un café

Hoy publicamos esta columna en IDEAL. Para empezar la mañana con un sorbo de café. Negro. Y, siendo viernes… ¡cortado!

Hay personas tan insensatas y desconocedoras de la realidad social de este país que todavía son capaces de confundir el valor de un café con el precio que pagamos por él. En las últimas semanas han sido dos representantes del PP quiénes han cometido el garrafal error de jugar dialécticamente con el café, olvidando que ZP empezó a cavar su tumba cuando demostró su alejamiento del mundanal ruido por cuenta de ese oscuro, estimulante y misterioso brebaje negro.

El café es, posiblemente, la sustancia legalmente dopante más utilizada en todo el mundo. Cuando uno dice que uno no es persona hasta que se toma el primer café de la mañana, entra a formar parte de una cofradía universal, interracial y desclasada. ¿Quién no se ha pasado una noche en blanco, estudiando para un examen o terminando un trabajo, a base de cafeteras ardientes?

El primer café de la mañana termina siendo uno de los momentos más placenteros de la jornada. Con todo el día por delante, los sueños de la noche se mezclan con los recuerdos de la velada anterior y se trufan de los proyectos por venir. Deseos y realidades se mezclan, durante unos minutos, como el azúcar se disuelve en el café.

Además, si tienes suerte de encontrar compañeros cómplices y camaradas con imaginación, tomando café somos capaces de transformar la realidad, consiguiendo que Sergio Ramos chute entre los tres palos o que la rodilla de Ricky se recupere a tiempo para los Juegos Olímpicos. El café aplaca la Crisis, convierte los recortes en esquejes y permite encontrarle un rastro de humanidad al rostro de la mismísima Angela Merkel.

Por la tarde, quedar para tomar café es un rito imprescindible en sociedades civilizadas. Tomando café, sin prisa pero sin pausa, hay tiempo para arreglar el mundo y la vida de todos sus habitantes. Tomando café trazamos planes menos imposibles que improbables y proyectamos viajes tan inverosímiles como excitantes, descendiendo un volcán o escalando hasta la luna.

En España hay cuarenta millones de formas distintas de tomar café. Tantas como potenciales seleccionadores nacionales de fútbol y presidentes del gobierno con mando en plaza, no dependientes de Berlín o Bruselas. Porque, tomando café, un español se siente todopoderoso y plenipotenciario. ¡Mi reino por un cortado!

Por todo ello, cuando un preboste declara que el copago sanitario son cuatro cafés o salta otro a la palestra para sostener que los funcionarios han de olvidarse del periódico y el cafelillo, no solo demuestran un insensato desconocimiento de la esencia profunda del ser español, más cafetero que el mismísimo Juan Valdés, sino que insultan y menosprecian toda una forma de entender la vida.

Recuerdo una película en que el protagonista defendía que no importaba atesorar millones ni tener barcos, aviones o grandes mansiones porque, a nada que lo pensemos, tenemos que convenir en que la felicidad radica en algo tan sencillo como, al final de la jornada, tomarse una buena taza de café. Vale. Estamos arruinados y hundidos y nos queda una larga y penosa travesía por el desierto, sin fastos, fiestas ni excesos. Así lo asumimos. Pero, por los menos, ¡déjennos el café en paz!

Jesús Lens