El otro Día del Libro

Dado que San Jordi cayó en pleno confinamiento y hubo que celebrar el Día del Libro de forma virtual, como tantas otras celebraciones este año; el sector decidió aprovechar la ventana veraniega para organizar otro Día del Libro en mitad de verano. En concreto, hoy, 23 de julio.

En Barcelona, donde se esperaba con ahínco la vuelta de los libros a las calles, los ciudadanos se han encontrado de nuevo confinados. Al menos, eso les recomiendan las autoridades. Salir a la calle únicamente para lo necesario e imprescindible. Y los libros, claro, son cualquier cosa menos imprescindibles.

En Andalucía, ni que decir tiene, no se ha planteado un 23-J con libros en la calle. Bastante tenemos con la flama y la calor, sometidos a la tortura del terral y angustiados por la proliferación de incendios, forestales y basurales. Que vaya empeño ha cogido la peña pirómana con lo de pegarle fuego a los contenedores.

Este 23-J va a pasar sin pena ni gloria en Granada. En realidad, corremos el riesgo de perder total y absolutamente el 2020 literario. Y es una pena: suspendida la Feria del Libro en primavera, lógicamente; no hubo acuerdo para celebrarla en otoño. Y como no es cuestión de favorecer lipotimias en verano, ¿qué nos queda?

Nos quedan las librerías. Y leer, por supuesto. Estas semanas estoy aprovechando —como si me hicieran falta excusas y/o existencias— para aprovisionar mis estanterías de nuevos libros y cómics. Aprovecho para ponerme al día con las novedades de género policíaco de cara a la sexta edición de Granada Noir, que esperamos disfrutar entre el 9 y el 13 de septiembre. También sigo leyendo clásicos del negro norteamericano, aunque con menos ahínco que en los meses anteriores.

Y quiero darle un impulso a la literatura de viajes. Tengo entre manos ‘La tradición cosmopolita. Un noble e imperfecto ideal’, de Martha C. Nussbaum. Diógenes el Cínico fue el primero en decir que se consideraba un ciudadano del mundo. Y por aquellos entonces, que sepamos, todavía no existían los perfiles postureístas de las redes sociales.

Nussbaum nos anima a reivindicar la humanidad que compartimos y a no dejarnos cegar por aquello que nos divide. En tiempos de un nacionalismo cada vez más cateto, ramplón, reduccionista y empobrecedor; el cosmopolitismo se me antoja como un noble ideal, efectivamente, y una legítima aspiración. Más aún en estos tiempos, cuando pensar en viajar por ahí fuera es una quimera sin sentido.

Jesús Lens

 

Martha C. Nussbaum, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales

Leo cosas de Martha C. Nussbaum y me gusta lo que leo.

Y lo comparto, a ver qué os parece:

No concibo a los filósofos como “profundas figuras solitarias”, sino como miembros de una comunidad que tienen la responsabilidad de hablar y de estructurar sus argumentos con claridad.

Hoy necesitamos las humanidades como siempre, porque todavía precisamos cultivar nuestra capacidad de respeto mutuo, de comprensión y de compasión, y esta ha sido la contribución que las humanidades han hecho siempre a la educación.

Volviendo a Sócrates, él comprendió que, para que la democracia sobreviviera, había que capacitar a las personas para cuestionar y examinar de forma rigurosa sus propios argumentos, y sustraerlos a la retórica de los políticos. Los griegos tuvieron que aprender a argumentar y a debatir juntos, y ese es un modo de crear una cultura pública basada en el respeto más que en la autoridad o en la tradición. Ahora bien, en las democracias modernas hay mucha retórica por todas partes.

Si los ciudadanos no son independientes, no podemos hablar de democracia, sino, en todo caso, de alguna forma de fascismo o de totalitarismo. Por ello es urgente el debate sobre las humanidades; lo necesitamos en la misma medida que la capacidad de empatía, de entender la experiencia de quienes son diferentes a nosotros. Todos los seres humanos nacen con esta capacidad básica –y ahora sabemos que incluso los simios y otros animales poseen esta capacidad de asumir la perspectiva del otro–, pero hay que desarrollarla mediante la educación. ¿Qué hacen las humanidades? Te emplazan a ocupar posiciones diferentes a las propias. Cuando lees una novela o un poema te estás entrenando en simpatía. Y si careces de este entrenamiento, ¿cómo entenderás realmente los problemas con que lidian las sociedades? ¿Cómo sabrás de qué modo una determinada ley afectará a un grupo minoritario? Ahora bien, las humanidades también son buenas en sí mismas, son divertidas e iluminan nuestra vida de diversos modos. Pero donde quise centrarme fue en la democracia; incluso quienes no consideran divertidas las humanidades pueden compartir el deseo de que la democracia persista.

Jesús socrático Lens

A ver los 16 de mayo de 2008, 2009, 2010 y 2011