De la máxima desconfianza

Últimamente desconfío de prácticamente todo el mundo en quien debería confiar. Me da pena decirlo, pero como ciudadano, siento una honda decepción.

¿Cómo podemos tolerar noticias como esta en mitad de la pandemia y quedarnos tan campantes? “Sanidad mantiene el estado de alarma tras insinuar que Madrid falsea los datos”. ¡Pero esto qué demonios es! ¿En qué manos estamos? ¿A qué juegan? La encarnizada guerra desatada entre Moncloa y la Puerta del Sol está terminando de laminar la escasa confianza que podíamos tener en la actual clase política.

¿Cómo seguir creyendo a Fernando Simón, cuando reconoció que, en su momento, dijo lo que dijo sobre las mascarillas por la sencilla razón de que no las había? Que se trataba de no alarmar. ¡Claro que sí, guapi! ¿Cómo seguir creyendo a Simón, otra vez, cuando dejó por mentirosa y alarmista a la consejera vasca de Salud con el tema de la segunda ola, en agosto? De aquellos polvos veraniegos, estos lodos otoñales.

¿Cómo creer al Gobierno central y a los autonómicos, cuando hay un desfase de miles de muertos entre las cifras oficiales y las que dan los expertos en estadística?

¿Como creer, en Andalucía, lo que diga un consejero de Salud que tan bien se retrató en su momento con el tema de la listeriosis? ¿Se acuerdan cuando proclamó que Madrudis era una empresa ejemplar y colaboradora y luego resultó que era lo peor de lo peor? Pues ahí sigue el hombre, tratando de aclararse con el concepto de familia más o menos extensa. Sin olvidar que hace unos meses, el mismísimo alcalde de Granada aludió a la inmunidad de rebaño en una desafortunada intervención.

En pocas palabras: ¿cómo confiar en que la toma de decisiones en la gestión de la pandemia se hace de acuerdo a los criterios médicos y científicos más objetivos, velando por el interés general y protegiendo a los más vulnerables; y no en base a los intereses partidistas más descarados?

No me tengo por conspiranoico ni por alarmista, pero hay que tener muchas trágalas para confiar en la versión oficial sobre el coronavirus. En las distintas versiones oficiales, que se superponen las unas a las otras sin solución de continuidad.

Que nuestros políticos apelen a la responsabilidad individual está muy bien, pero dicha exhortación tendría más eficacia si viniera de personas con credibilidad y predicamento. Una credibilidad que, hoy por hoy, resulta de lo más cuestionable.

Jesús Lens

Lunes de recuento

Hasta hace unos meses, lo malo de los lunes era que se volvía al trabajo después del placentero fin de semana. Algo que no se podía mencionar en las redes sociales, por cierto, porque siempre salía alguien que te espetaba algo así como “no te quejes que al menos tienes un trabajo al que volver”. ¡Qué tiempos aquellos!

Ahora, los lunes comparece Fernando Simón para dar los datos acumulados de contagio de coronavirus durante el fin de semana. Reconozco que me paso la mañana inquieto, haciendo cábalas sobre las miles de nuevas personas con Covid-19. Y les confieso que me gusta escuchar a Simón poniéndole sordina a los veinte o veinticinco mil contagios de viernes, sábado y domingo. Sin embargo, no me tranquiliza, ni muchísimo menos.

Hace un par de semanas, cuando compareció Sánchez el Apolíneo, más que un análisis ponderado de la situación parecía leer su carta a los Reyes Magos. Normal. Tras la operación ‘salvar el verano’ toca la operación ‘vuelta al cole’. Que sea presencial es importante, además de por todo lo que se ha repetido hasta la saciedad estas semanas, porque hay mucha pasta en juego.

Septiembre es el auténtico comienzo de año en todo lo que lleva aparejado el marchamo 20/21, del curso escolar a las competiciones deportivas, las actividades extraescolares, las peñas, los programas culturales y educativos… Es importante transmitir una sensación, si no de seguridad, sí de una cierta tranquilidad. Y que fluya el dinero.

Contribuiría que los diferentes gobiernos, nacional y autonómicos, hubieran hecho sus deberes. Es ilustrativo que Sánchez animara a descargarse la app Radar Covid cuando llevaba semanas rulando por nuestros móviles aunque era completamente inútil al no contar con los datos de la mayoría de las comunidades autónomas.

O la falta de los ansiados rastreadores, la ausencia de controles en los aeropuertos o que, ahora, la Junta de Andalucía vaya a empezar a plantearse la posibilidad de mirar a ver si contrata más profesores para bajar la ratio de alumnos por aula. Estuvo bien aquello de salvar el verano, pero habría estado mejor que durante junio, julio y agosto, sus señorías se lo hubieran currado más y mejor.

El fin de semana parece que no ha sido demasiado malo en Andalucía, de acuerdo a las cifras oficiales, pero hay que esperar al recuento de Simón. Y a su interpretación de los números para, en cualquier caso, seguir extremando la prudencia en este complicado inicio de curso.

Jesús Lens

A la fase 3

Qué complicado debe ser esto de gestionar las fases de la desescalada, con cada comunidad autónoma, cada provincia, cada comarca, ciudad y pueblo preguntando qué hay de lo suyo y que por qué unos sí y los otros no.

En ese sentido, me parece genial el meme de Fernando Simón con los brazos en alto, inerme, pronunciando la muy granadina expresión de “Haced lo que os salga de la p…”.

Y, sin embargo, aquí me tienen, metido a desescalador vocacional y pidiendo, ahora sí, que Granada pase a la Fase 3 con el resto de Andalucía, mejor antes que después. Mis razones: que ya no hay un solo dato que nos diferencie del resto de provincias andaluzas y nos haga salir en la foto más feos que Córdoba o Sevilla.

No me vieron pedir esto con la permanencia en la Fase 0. La movilidad de aquellos primeros días, en Granada, fue un caos. ¡Cuánto daño hicieron los selfis en el mirador de San Nicolás con la Alhambra de fondo, que dieron la vuelta a España a una velocidad vertiginosa! Aquella dejadez, junto a las cifras y los datos de camas libres, UCI y personas contagiadas, hicieron que Illa nos señalara con su pulgar hacia abajo. Razonablemente.

Granada, en la dirección correcta

Fue igualmente razonable esperar las dos semanas preceptivas para pasar a la Fase 2. Había que confirmar que no había rebrote y que la evolución de la enfermedad seguía por el buen camino.

Y precisamente por eso, porque ya no hay ningún dato significativo que diferencie a Granada del resto de Andalucía, no es descabellado plantear el paso acelerado a la Fase 3. Jotame Moreno Bonilla ha señalado que será el primero en avisar de cualquier brote. En buena lógica, así lo hará. Lo contrario sería absurdo y un sinsentido.

En Granada habrá botellones por controlar y disolver, como en tantas otras ciudades y pueblos. Pero, que se sepa, no tenemos a miembros de la nobleza centroeuropea que, infectados por el coronavirus, se vienen a echarse unos tragos y unas risas a nuestra provincia. ¡Ay, qué recuerdos de Albert Pla y su maravillosa canción dedicada a Joaquín el Necio! Que era otro Joaquín, pero igual de mentecato.

¡Arriba esa Fase 3!

Sigamos conduciéndonos con toda la prudencia y la máxima cautela. Pero que aquellos errores del principio del desconfinamiento no nos sigan lastrando. Una vez corregidos y a la vista de las cifras y los datos, es razonable que Granada acelere el paso a la Fase 3.

Jesús Lens