SINGULAR. PRIMERA PERSONA

Como ya dijimos, seguimos hablando del trabajo en equipo, del que tantas cosas buenas se dicen y del que hablamos AQUÍ  a principios de semana…

 

Aunque Mourinho no me cae nada bien y su contratación como entrenador del Real Madrid me tiene mosqueado, me encanta esta declaración de principios, este tirito que pega a los cracks madridistas, antes aún de que se haya confirmado su presencia en el banquillo merengue: “las estrellas no son ellos, la estrella no es el entrenador, la estrella es el equipo”. Declaraciones que llegaron el mismo día que podíamos leer un curiosísimo análisis sobre Camps y su enrocamiento en Valencia: “En el PP están muy preocupados por el lenguaje que utiliza, hablando siempre en primera persona…”

No sé a ustedes, pero a mí me enerva el uso constante de la primera persona del singular por parte de alguna gente. Yo pensaba que si algo nos había enseñado la crisis es que para salir de ella, el trabajo en equipo era esencial. Lo de arrimar el hombro, todos a una. Pero no. Todavía hay personas que siguen haciendo un uso personalista e individual de su trabajo. Como Rajoy, que no duda en criticar tanto la inacción como, de inmediato, la acción del Gobierno, en su desesperado intento de rascar votos a través de un insensato y suicida “cuanto peor, mejor”.

Los líderes carismáticos y cesaristas están en franco retroceso. No hay más que ver lo de Berlusconi en Italia, que se está convirtiendo en un esperpento de sí mismo. O nuestro alcalde, cuya mejor virtud es la discreción de un mandato sin escándalos que, sin embargo, se empeña en enturbiar cuando le dan ataques de cuernos, como los de Moneo, y saca a relucir un ego irritado.

 

¿Por qué no echamos la vista atrás y recordamos aquel plural mayestático, generoso e integrador de Miguel Indurain? ¡Daba gusto verlo de amarillo, diciendo eso de “hemos hecho una gran ascensión”! Por no hablar de su generosidad con compañeros y hasta rivales, dejándoles ganar etapas y ayudándoles en la consecución de triunfos parciales, lo que después redundaba en su propio beneficio, encontrando siempre aliados en el pelotón, prestos a echarle una mano en las escasas ocasiones en que lo necesitaba.

¿Y el columnismo? ¿No es, precisamente, un ejercicio individualista del periodismo y la literatura? Yo pienso, yo opino, yo considero… Yo nunca lo he visto así. De hecho, la mayor parte de las columnas surgen de las palabras de un amigo, de una conversación escuchada en un bar, de una lectura previa… La idea, el concepto, carecen de cualquier originalidad. Luego estarán el punto de vista y el mayor o menor talento para escribirlas, transmitirlas o literaturizarlas, pero el chispazo siempre proviene de lo colectivo, de lo comunitario.

 

¡Ay de aquel que, sintiéndose tocado por una varita mágica, se piensa especial, único, esencial e imprescindible! ¡Qué gran error! ¡Qué soberbia llamada a envilecer cualquier relación! Si algo debería enseñarnos la crisis es que, o jugamos todos, o rompemos la baraja.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.