BIENVENIDOS AL NORTE

Cuando iba por la mitad de la película, le mandé un SMS a una Amiga: «Como amante de «Doctor en Alaska», apunta «Bienvenidos al Norte.» Imprescindible. Necesaria. Buenísima. Divertidísima. Maravillosa.»

 

Y, cuando terminó, no tuve que desdecirme ni un ápice. Porque la película revelación del cine francés, que ha batido récordes de taquilla en el país vecino, es todo eso y más: un canto a la amistad, al goce de vivir, a la felicidad de los placeres sencillos y al respeto por los otros, por los que son diferentes, por los que hablan de otra manera y se comportan de una forma supuestamente rara. (De ello hablábamos el viernes, comentado «Retroback como síntoma»)

 

¿Se acuerdan ustedes del follón que se montó hace unas semanas cuando la diputada catalana del PP, Montse Nebrera, comentó aquello de que le costaba entender a los andaluces, sobre todo cuando llamaba por teléfono a Córdoba? Pues, en realidad, lo que le pasó es que había visto «Bienvenidos al Norte» y, contagiada por el dialecto chetti de la película, se atrevió a hacer una desafortunada broma sobre el acento del sur de España.

 

¿Qué cuenta «Bienvenidos al Norte»? En pocas palabras, la odisea de un funcionario de correos que vive en el sur de Francia y al que trasladan a la remota zona del Norte-Paso de Calais en que se habla un dialecto del francés, el Chetti, del que el pobre hombre apenas entiende una palabra. Y eso que él, lo que quería, por razones familiares, era un destino en la Costa Azul.

 

La esencia de la historia radica en su proceso de adaptación, traumático unas veces, divertido siempre, a su comunidad de adopción; y en cómo repercute el nuevo destino a su vida familiar. Sin grandes alardes de guión, sin necesidad de inventar historias rocambolescas y por la vía de narrar de nuevo lo que tantas veces nos ha contado el cine, «Bienvenidos al Norte» es una de esas deliciosas comedias, sencillas, divertidas y amables, que te reconcilian con lo mejor del ser humano y que son la prueba perfecta de que el cine más supuestamente localista, cuando se filma con talento, pulso y brío, tiene vocación universal y consigue trascender fronteras.

 

Si tienes un mal día, si estás cansado, deprimido… si has tenido bronca en casa o tu jefe te ha sacado de tus casillas… Si ya no puedes más con tus colegas de trabajo o si en la peña has tenido un rifirrafe con algún morlaco… Si llueve y no tienes paraguas, si nieva y te olvidaste la bufanda, si la sopa ardía y te has abrasado el paladar, si tenías albóndigas con salsa para comer y no había pan para mojar… hazte un favor a ti mismo y vete a ver «Bienvenidos al Norte».

 

Lo agradecerás tú y quiénes te rodean. Porque es una de esas películas que, a quién la ve, le hace mejor persona. Y no es chica cosa ¿verdad?

 

Valoración: 8

 

Lo mejor: El bienestar que provoca y la sonrisa de bobaco que muestra tó pichula cuando sale del cine.

 

Lo peor: Que no aporta ni cuenta nada nuevo. Pero… ¿a quién le importa?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

RETROBACK COMO SÍNTOMA

La columna de hoy de IDEAL que, más que polémica, espero encuentre buena acogida y genere complicidad.

 

«Otra vez mirando atrás y haciendo ejercicios de nostalgia». Reconozco que ésa fue mi primera reacción cuando me enteré de que Granada iba a contar con un nuevo festival de cine, llamado Retroback, para que no cupiesen dudas. (hace dos días hablabamos también en IDEAL del Festival: «Mitomanía contra la crisis»)

 

Como ciudadano de una Granada que parece aquejada de vértigos, angustias y mareos cada vez que se percata de que hemos entrado en el siglo XXI, me hubiera gustado tener un Festival de Cine Independiente al estilo Sundance, o algo parecido al ArtFutura, para variar. Pero como cinéfilo compulsivo, inmediatamente refrené estos pensamientos. A fin de cuentas, la posibilidad de ver en pantalla grande clásicos inmemoriales de la historia del cine era de lo más apetecible y sugerente.

 

Y llegó el final de la cuesta de enero y, con ella, Retroback. Poco a poco, la ciudad se fue vistiendo de cine. Partiendo de un ajustado presupuesto y a base de detalles tan sencillos como una alfombra roja, un hermoso vestido o un puñado de carteles de gran tamaño, estratégicamente situados por el centro de Granada, la expectación fue creciendo.

 

Las salas de cine abrieron sus puertas y los espectadores… hemos respondido en masa, demostrando que hay criterio y que, cuando nos ofrecen un producto de calidad, bien envuelto y bien servido, no dudamos en consumirlo con pasión. Siempre me ha parecido increíble e inaudito que en una ciudad universitaria y supuestamente culta como ésta no hubiese una sala de cine digna que programara VO o un tipo de cine distinto al habitual. Sí. Estaba el Aliatar. Por eso recalco lo de «digna».

 

El pasado lunes, lloviendo, proyectada en su francés original, una película como «El quimérico inquilino» consiguió abarrotar una sala mediana del Cinema 2000 de Neptuno. Y para ver «Desayuno con diamantes» se ha agotado el billetaje y ha sido necesario programar un pase suplementario y de urgencia, dada la enorme cantidad de peticiones de entradas que había.

 

¿No debería hacernos reflexionar todo esto? Sea mirando hacia atrás, como hace «Retroback», sea mirando hacia la periferia, como hace «Cines del Sur», lo evidente es que, en el supuesto paraíso cultural granadino, ver otro tipo de cine durante todo el año, proyectado de forma regular y en buenas condiciones, debería ser posible. Y hasta exigible.

 

El ejemplo de otra película francesa, «Bienvenidos al Norte», también resulta bien ilustrativo de que, fuera de modas, tendencias o marketing, cuando un producto es bueno, triunfa. Se trata de una película de una sencillez apabullante, que cuenta una historia atemporal, pero tan bien filmada e interpretada que provoca  numerosas carcajadas. Aún basando su humor en algo tan supuestamente localista como el acento de los habitantes de una remota zona de Francia, la película está cosechando éxito y parabienes en todo el mundo. Lo pequeño, lo distinto y lo diferente, cuando se hace con pasión y con talento, tiene alcance universal. Y en Granada ¡queremos verlo!

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.