PROBABILIDAD

Vamos con la columna de hoy viernes sobre probabilidades, suertes y mala suerte. ¿Crees en la suerte? ¿En la buena o en la mala?

 

Mi amiga estaba feliz. Se iba a tirar en parapente, adosada a las espaldas de un instructor de vuelo, buen amigo suyo. Es valiente mi amiga. No se arredra ni se deja vencer por el miedo. Lo mismo te manda fotos de su última inmersión submarina con bombonas de oxígeno que te dice que va a probar el placer de volar, de sentirse ingrávida, de demostrar, por fin, que no es una persona con los pies en el suelo.

 

¿Tú lo harías?

Y estaba muy contenta porque su amigo-instructor, en los años que lleva ejerciendo como tal, nunca ha tenido el más mínimo percance o accidente. Fue entonces cuando salió la mala follá agorera que uno lleva dentro:

– Pues ya le va tocando…

Debo reconocer que mi amiga se lo tomó a bien y con mucho sentido del humor. Y empezamos a discutir. Porque el hecho de que el instructor no haya tenido ni un leve contratiempo en el ejercicio de una profesión arriesgada demuestra, en primer lugar, que es muy bueno en su trabajo, que maneja la técnica, que es prudente y que la experiencia acumulada no le hace sino ser cada día un mejor profesional.

– Y, también, que tiene suerte.

Entonces yo saqué a relucir ese fatalismo tan mío y empecé a hablar de la suerte. Porque la buena, siempre acaba por terminarse. Y la mala, siempre termina por llegar. Al menos, eso nos gusta pensar. Por tanto, tras años y años de saltos exquisitos y perfectos… ¿no andaría ya la sombra del error, del accidente, rondando a ese hombre? ¿Qué pasa con la ley de la probabilidad?

¿Mala suerte o supina cretinez?

Siempre que hablamos de la ley de la probabilidad me acuerdo de aquel estadístico que había calculado las probabilidades de que en un avión hubiera una bomba: una entre cien mil. ¿Y de que hubiera dos bombas, simultáneamente? Una entre diez millones. Conclusión: desde entonces, el hombre viajaba siempre con su propia bomba.

Lo que demuestra que, como explicara Einstein, todo es relativo. Yo creo más en la mala suerte que en la buena. Es más cómodo. Nos gusta pensar que todo lo bueno que tenemos lo hemos buscado con ahínco, lo hemos trabajado duramente y, por tanto, nos lo merecemos. Sin embargo, los errores, los contratiempos y lo malo que nos sucede, en general, solemos achacarlo a la mala suerte. A que la vida es así. Al fatalismo, o sea.

La crisis debería habernos enseñado a pensar más sobre los fracasos que sobre los éxitos. Tendríamos que estudiar las derrotas, fuente de sabiduría, más que complacernos en los éxitos. ¿Qué hicimos mal? ¿En qué fallamos? ¿Por qué? Pero no es fácil hacerlo. Sobre todo, cuando no tenemos costumbre.

"Os voy a hablar con la sabiduría que me da el fracaso", decía Robe Iniesta antes de cantar "Correcaminos".

Por cierto, creo que mi amiga, hasta la fecha, no se ha lanzado en parapente. ¿Hizo bien? Porque su instructor sigue impoluto e inmaculado…

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

ZOMBILIZACIÓN

El caso es que ha dado juego ESTA imagen. Y para seguir animando el cotarro, le hemos escrito el cuento que sigue. Porque la pregunta se mantiene. Llegado el momento, ¿qué preferirías ser?

Jejejejeje.

Aquel domingo amaneció como cualquier otro domingo cualquiera: los pajaritos cantaron, las nubes se levantaron y las jodidas campanas de la puta iglesia le despertaron. Como todos los domingos. De los cojones.

Pero aquel domingo no iba a ser como otro domingo cualquiera.

Porque, por fin, llegaron los zombies.

Y él fue uno de los que les abrió las puertas de su casa, prestándose felizmente a que le succionaran la sangre y le devoraran las entrañas. ¡Él quería ser zombie!

Pero zombie de verdad.

Llevaba cuatro años siendo drogadicto y decir que estaba hasta los cojones de las miradas de sus vecinos sería decir poco. ¡Hasta los cojones y más allá! Y hasta los cojones del Más Allá. Porque, por encima de todos, el mamonazo que peor le hacía sentir, que más le irritaba y… ¡sí!… el mariconazo que más le tocaba los cojones era el mariconazo del cura, siempre dándole por culo a su madre con que si el niño se va a condenar y que con esa vida que lleva nada bueno le espera.

Y el puto comandante de la Guardia Civil. Que a ver para qué necesitaba aquella mierda de pueblo de cuatrocientos habitantes, en el que nunca pasaba nada, un cuartelillo de la Guardia Civil.

Y más. Había más mamonazos, esas fuerzas vivas del pueblo, incluyendo al cabrón del maestro y al miserable del tabernero, que ya no le fiaba ni una birra. Por no hablar del director de la caja de ahorros, que ya no le descubría la cuenta ni por cortesía.

¿Qué iban a hacer, ahora, para defenderse del ataque de los zombies? Sus hermanos estaban allí. Su hora había llegado.

Ni dos horas tardaron en hacerse con el control del pueblo.

¡Joder!

Qué gusto, sacarle los intestinos a la guarra de Margarita, que siempre se cruzaba de acera cuando le veía venir. Y destrozarle la cara al Abundio, siempre al servicio de las damas. Ya era hora de comerse las tripas de Angustias, que dejó de ser su amiga cuando le pilló chutándose de nuevo, nada más volver del Proyecto Hombre. Qué momentazo, encular finalmente al Franco, el figura del equipo de fútbol comarcal.

Pero ya no le miraban raro.

Ya no le miraban mal.

El Franco estaba tirado encima del Polo, el portero de su equipo, con restos de carne y sangres colgándole de la boca. Y Angustias no dudó en acuchillar a su madre, a la que nunca le gustaron las malas juntas de su niña. ¡Y Abundio, dando rienda suelta a tanto instinto reprimido, follándose viva a la pija de Lucrecia! Y Margarita, que seguía cruzando las aceras, pero ahora para agarrar a los niños que huían despavoridos, cuando le veían su cara demudada, sus ojos a punto de salirse de las órbitas, su boca babeando sangre…

Ya no somos tan distintos, ¿verdad? Se acabaron las reglas, los tabúes, las obligaciones, los horarios… Se acabó el ir a trabajar, el estudiar, el ganar dinero, pagar una hipoteca y salir de fin de semana con el coche. No.

Todo eso ya es historia.

Ahora se trata, tan sólo, de comer. Carroña. Carne humana. Se acabaron las clases sociales. Se acabaron las etiquetas. Se acabó el decoro, la educación y la apariencia. Ha llegado la zombilización de la sociedad.

Y, en la taberna, las fuerzas vivas, siempre juntas, siempre protegiéndose entre sí, se han hecho fuertes. Allí están. Cinco. Frente a trescientos noventa y cinco.

Ellos lo saben. Nosotros lo sabemos. Ha llegado la Era Zombie igual que, en su momento, llegó la Era Glacial. Pero ahí siguen, emboscados. Resistiendo. Quieren seguir siendo humanos. Y nosotros les miramos. Y nos reímos. En cuanto queramos, acabaremos con ellos y los convertiremos en nuestros hermanos sin sangre.

Pero a esos hijos de puta queremos hacerles sufrir. Como ellos nos hicieron sufrir a nosotros. Y les vamos a dejar que piensen que tienen posibilidades de supervivencia. Una vía de escape. Un hálito de vida. Que hagan sus planes. Que se organicen. Que se preparen.

Ellos también caerán. En cuanto queramos. Pero les dejamos creer que pueden evitarlo. Les dejamos macerarse en su propio miedo, sudar en su miserable y extinta humanidad, recociéndose en su propia mierda.

Be Zombie, my Friend.

Pero antes, ten miedo. Mucho miedo.

Las cónicas reales de la Guerra Zombi en España

¿QUIÉN PREFERIRÍAS SER?

A ver.

La imagen de hoy puede herir sensibilidades. Además, para seguir con el debate, he escrito un cuento igualmente asqueroso sobre el tema, que podéis leer AQUÍ.

Luego no digáis que no avisé.

Si sigues bajando… es bajo tu propia responsabilidad.

El caso es que, a veces, tengo dudas.

Muchas dudas.

¿Quién soy? ¿Cómo? ¿Por qué?

Y, esta imagen no contribuye mucho que digamos a encontrar una respuesta…

¿Quién preferirías ser, llegado el caso? Porque la respuesta no es baladí…

¿Quién es el mostruo? ¿Quién es el raro? ¿Quién es el diferente?

Y tú, ¿quién eres?

Jesús X

LAS TENDENCIAS, EN SALOBREÑA

La capital cultural de la costa, es como define ESTE reportaje de El País a Salobreña. Y no es para menos. El Festival Tendencias llena de música, creatividad y cultura el precioso pueblo costero.

El Cartel és nuestro querido Colin, cuya Otra Mirada nunca deja de sorprendernos.

 

Y la música, el viernes, la pone Melissa Laveaux. Y el sábado, Nacho Vegas.

 

¡Un programón!

 

¿Os animáis? Yo sí.

 

Jesús Lens.