¡QUÉ MAJA, LA DESNUDA!

Esta foto de Elliot Erwitt, de la agencia Mágnum, nos la envió Rigoletto, que por problemas técnicos no la pudo subir en su momento a su excelente Blog. Y me encantó. Y por eso se la he robado. Sin recato.

Sé que debería contar algo más, pero el día ha sido largo y duro. Lo mejor, ponerles cara, voz y risas a un grupo de amigos internautas generado en torno a otro Blog hermano, el de nuestro amigo Corricolari, José Antonio Flores Vera, cuya charla de esta tarde en Armilla ha sido no sólo completa, didáctica e ilustrativa sino, fundamentalmente, deliciosa. Enhorabuena al Club de Atletismo de Armilla por poner en marcha esta iniciativa de las charlas de atletismo, que contribuyen a hacer piña entre los amigos del correr.
Después nos hemos estado tomando unas Verdes, hablando de correr, de música, viajes, trabajo, enseñanza, educación y todos esos temas por los que nos conduce la vida.
Y aunque se me cierran los ojos, no podía dejar pasar la ocasión de mandar un afectuoso saludo a los Paco, Abel, Javi, Víctor, Antonio y compañía. Sé que me olvido de algún nombre, pero no de los rostros. Ni de las palabras. Que es lo importante.
Y cuando el domingo salgan a correr… se parará el tiempo. Seguro.

"LA SOLEDAD", EL GOYA INVISIBLE

Dejamos nuestra columna del viernes de IDEAL, a ver qué os parece…

Cuando todo el mundo se aprestaba a saludar con parabienes el triunfo de “El orfanato” en la gala de los Goya, culminando con el reconocimiento artístico el masivo beneplácito que le otorgó el público, la Academia ha pegado un puñetazo encima de la mesa y ha premiado “La soledad”, de Jaime Rosales, una película que, paradójicamente, no ha sido vista por nadie que conozca. Y uno, a estas alturas de vida, ya va conociendo gente.


En Granada, ciudad universitaria con miles y miles de alumnos y aspirante a ser la Capital Cultural de cualquier cosa, “La soledad” no se ha estrenado en los cines, salvo error u omisión. Bueno, ni “La soledad” ni casi ninguna película que huela a Festival, a cine de autor o a cualquier tipo de cine minoritario. Es lo malo de la globalización. Cuanta más tecnología tenemos a nuestra disposición, más difícil resulta ver cualquier película que salga de lo corriente y más empobrecedor es el panorama cultural que se nos presenta por delante.


Resulta llamativo que, tras los Goya, no podemos discutir acerca de lo acertado o no de la decisión tomada por la Academia. De hecho, esta vez no podemos ni siquiera debatir sobre la buena o la mala salud del cine español ya que el cine español, en general, no se ve. Y no se ve porque no llega a las salas: el 90% del mismo no se exhibe en cerca de cuarenta capitales de provincia, Granada incluida. Y no digamos ya en el resto de las poblaciones.


Así, el tradicional y recurrente debate sobre la calidad de ese intangible, totum revolutum, llamado “el cine español”, se está convirtiendo en un imposible. ¿Cómo criticar lo que ni vemos ni tenemos posibilidad de ver?

Cada vez que sale a colación el tema de la cinematografía patria (o europea, o asiática) no podemos hablar sino de tópicos y lugares comunes, ya que la mayor parte de ese cine, sencillamente, no se estrena y, por supuesto, no se ve. Puede ser que el público no responda, pero también debemos recordar ese sistema de colonización americano de la “contratación por lotes”: si un exhibidor quiere proyectar Spiderman o Harry Potter, también tiene que comprar y proyectar, obligatoriamente, otros tres, cinco o nueve bodrios yanquis que no interesan a nadie.

Con estos esquemas, vamos fomentando una espiral descendente y conformista en que cualquier cine que se aleje de lo convencional está abocado al fracaso. Brindamos con cava por el éxito de películas tan sólidas como “El orfanato” o “Los crímenes de Oxford”, pero es lamentable que otro cine español, aparte de la comedia chabacana, la guerra y posguerra civil o el drama social contemporáneo, no tenga cabida en nuestras pantallas. Ojalá que el triunfo de “La soledad”, un título tan expresivo y descriptivo del estado de nuestro cine, sirva para sacar de la invisibilidad a un puñado de películas y de cineastas que tienen mucho que contar.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

ARRANCA LA COPA DEL REY DE BALONCESTO

Se trata, posiblemente, del torneo de baloncesto europeo con más solera. Los mejores ocho equìpos de la primera vuelta de la ACB se ven las caras, este año, en Vitoria. Un torneo en que no hay posibilidad de error ni margen de maniobra. El KO por excelencia.

Pusimos una Encuesta en este Blog. La mayoría de la gente da por favorito al Real Madrid. Uno, que es madridista (aunque disfrutó como marrano en charco con la victoria de Estudiantes en Granada) siente que no. Que es imposible. Que Real Madrid de los lesionados Papadopoulus y Hamilton puede ganar un partido. O dos. Pero que es imposible que gane tres partidos seguidos, con la intensidad con que se juega la Copa.

Tampoco creemos en Iurbentia, Unicaja o Pamesa. Por lo mismo. Pueden ganar un partido. Pero tres… Akasvayu juega con la inmensa baza de Gasol. De Marc. Que puede ser una pesadilla para el Madrid. Pero tampoco creemos en ellos.

En el Barça errático y feo de Ivanovic pueden entrar los triples de Lacovic, pero no sólo con triples se gana un título como la Copa. Una Copa que se juega en Vitoria, la tierra del TAU. Y es difícil ser profeta en tu tierra y sobreponerse al peso de la responsabilidad que supone jugar en casa.

Así que uno, como los Álvaros, cree que va a ganar la Penya. Que es puro espectáculo con a conexión Rudy-Rubio. Un Run-Run del que el próximo año ya no podremos disfrutar en la ACB.

Por todo ello y a falta del merengue, nos quedamos con los blanquinegros.

Fdo.- Patón baloncestístico.

DE VUELTA EN TWIN PEAKS

Hemos vuelto a “Twin Peaks”. Deben de haber pasado unos quince años desde nuestra primera visita y, al menos, doce o trece desde que fuimos allá por segunda vez. Y, curiosamente, nada ha cambiado en ese maravilloso y atormentado pueblo de la frontera entre los EE.UU y Canadá.


A la primea persona que encontramos en esta tercera visita a Twin Peaks fue a la Señora del Leño, esa entrañable mujer que, metida en canas y en años, acuna permanentemente a un trozo de madera que, en realidad, sabe mucho más de lo que su arbórea presencia parece delatar. Lady Leño hace una somera introducción de las cosas que van a pasar en el pueblo, a su estilo, entre lo enigmático, lo místico y lo que dicta el sentido común (Véase el vídeo, pinchando un poco a Lady Leño).

En Twin Peaks fue donde, todos lo sabéis, asesinaron a Laura Palmer. ¿Os acordáis? El caso hizo derramar litros de tinta en la prensa de todo el mundo. Las portadas de los periódicos más importantes abrían con aquella pregunta que, por desgracia, hizo famoso al simpático pueblo maderero: ¿Quién mató a Laura Palmer?


Es curioso. A la vuelta de tanto tiempo, la pregunta sigue viva en Twin Peaks. Nadie ha podido olvidar a Laura y, en cuanto llegas a la localidad, es como si todo volviera a ocurrir. Un cierta sensación de deja vú que, paradójicamente, no se hace en absoluto reiterativa.


Porque, al ser más mayores, caemos en detalles que se nos pasaron en las ocasiones anteriores. Y miramos las cosas y a las personas con otros ojos. Por ejemplo, recuerdo que, antes, lo que más me interesó de aquella historia fue, precisamente, encontrara una respuesta satisfactoria a la pregunta dichosa: ¿quién mató a Laura Palmer?

Ahora no. Porque, en realidad, el quién-lo-hizo era secundario en la historia. Y por eso, si antaño me dio un enorme bajón la resolución de dicho enigma, esta vez, descubrir tal extremo no ha hecho sino espolear la curiosidad y el interés por el resto de subtramas y de personajes que habitan el pueblo, y que tenía grande e injustamente olvidados, dicho sea de paso. Y es que David Lynch, el fundador de Twin Peaks, aunque rarito, es todo un genio.


Será la herencia de haber visto tanto “24”, “Perdidos”, “Prison break” o “Mujeres desesperadas”. Que nos dejamos atrapar por las tramas complejas y complicadas, con toques entre lo humorístico y lo surrealista, protagonizadas por personajes raros, peculiares y singulares.


De Twin Peaks, como del cerdo, nos gusta todo. Hasta los chulescos andares del capullo de Bobby Briggs. Nos gusta el agente Cooper y nos encanta la pérfida candidez de Audrey. Donna sigue siendo un poco idiota y James, cargante. Pero es que la gente no cambia y la vida necesita de esos diferentes caracteres. Que en la variedad está el gusto. Le coges cariño a la pobre Nadine y te solidarizas con Norma. ¡Si hasta la modosita mosquita muerta Jocelyn, que es una arpía, se deja querer! O al mamón de Benjamin Horne, convertido en chiflado general Lee.


Pero, en esta (pen)última visita al pueblo, el nombre por excelencia es el de Windom Earle, uno de esos villanos malos, malísimos, al que Cooper compara con un diamante: duro, frío y brillante. Uno de esos archienemigos que pondrán a pruebo el talento de nuestro agente favorito del FBI, con permiso de Mulder. Por cierto, impagable el personaje de Denis-Denise, interpretado por el mismísimo David Duchovny. Y no olvidemos al agente Albert, un auténtico grano en el culo que, cuando revienta, produce un intenso bienestar. Porque… ¡las lechuzas no son lo que parecen!

Twin Peaks está lleno de personajes maravillosos, de los que no se olvidan, a los que coges cariño y cuyo recuerdo te acompaña toda la vida.


Así, noche tras noche, Sacai y yo nos citamos en la Doble R y nos sentamos en la mesa de todos estos seres parasimpáticos, dejando que nos cuenten sus historias. Ahora, el protagonismo es para Windom Earl. ¡Qué nervios! Y, además, nos han dicho que como fin de fiesta, antes de que nos vayamos, en esta ocasión nos vamos a encontrar nutridos y golosos extras que nos permitirán profundizar, un poco más, en el fascinante universo de Twin Peaks, un destino vacacional que viene envuelto en una seductora Caja Dorada, pero que nada tiene que ver con Marina D’Or, afortunadamente.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PD.- ¿Y que me dicen de esa musiquilla de Angelo Badalamenti que, en cuanto pones los pies en el pueblo, ya no deja de sonar en cada rincón, en cada calle, en cada casa, en cada habitación del Gran Hotel del Norte…

EN EL VALLE DE ELAH

Dos eran las razones fundamentales por las que tenía apuntada “En el valle de Elah” entre las películas imprescindibles para ver en el cine a lo largo de estas semanas. La primera, su director. Porque yo fui un gran defensor de aquella “Crash” que, como algunas tardes de toros, provocó división de opiniones en crítica y público. Sí. A mí sí me emocionó la oscarizada película de Paul Haggis que, además, ahora va a ser convertida en serie televisiva. Me gustó cómo trazaba los vínculos entre los personajes y cómo ligaba las diferentes historias, basadas en unas relaciones de causa-efecto muy mediatizadas por unas casualidades que jugaban un importante papel.

La segunda razón es que “En el valle de Elah” es la única película que nuestro querido, leído y respetado Carlos Boyero ha considerado como extraordinaria, sin peros ni matizaciones, desde que se ha instalado en El País. Que está el hombre como más pesimista, la verdad.

Y allá que nos fuimos, Sacai y yo. A una de las salas más pequeñas de Neptuno. Coincidimos, martes a las 21.15, con otras veinte personas. Lo que no está mal. Y comienza la película. Y la angulosa cara de Tommy Lee Jones, más llena de arrugas que nunca, se apodera de la pantalla.


¡Qué rostro, el de este hombre! Se podría dar una clase de geografía física sobre él. Pesadumbre, tristeza, rigor, compromiso, seriedad… todo eso transmite el personaje, en el arranque de la película. E inquietud. Porque su hijo, a la vuelta de Irak, aún no le ha llamado. ¿Cómo es posible? ¿Tantas ganas de juerga tenía el chaval, que ni siquiera llamó a sus padres para confirmarles que había llegado bien y había tenido un buen viaje?

Pero, cuando termina el permiso de 72 horas y el chico sigue sin volver a la base, su padre, antiguo sargento de la policía militar, viaja hasta allí para saber qué ha pasado. Denuncia su desaparición y, a partir de ahí, inicia un descenso a los infiernos que nos recuerda, mucho, al de George C. Scott en “Hardcore. Un mundo oculto”.

La película es morosa y premiosa, sin estridencias. Como el carácter del padre, impresionante y terriblemente caracterizado por un Lee Jones que se adapta al papel como un guante. Sólo hay un momento en que, comprensiblemente, pierde los papeles. El contrapunto emotivo, sin embargo, lo pone el cortísimo papel de la madre, una Susan Sarandon más envejecida que nunca.

Se desarrolla un conflicto de jurisdicciones, civil y militar, que introduce en escena a una policía joven y algo amargada, pesimista, pero aún no excesivamente maleada por la vida. Y ya están todos los protagonistas en pantalla, interactuando en una película que transmite una amargura y una desazón de lo más triste y pesarosa. A medida que los protagonistas van descubriendo la verdad de lo que pasó con el hijo de Tommy Lee Jones, a medida que éste va adquiriendo lucidez sobre la vida de su hijo, la película se va haciendo cada vez más ominosa y dura, espesa, densa. Siempre se ha dicho que la verdad jode, pero curte. La pregunta es, ¿necesitaba Tommy Lee, a las alturas de vida en que se encuentra, curtirse más aún? Por como termina la película, con el famoso y archicomentado fotograma de la bandera, está claro que sí.

Una película fría, dura y espesa. Sin acción. Sin sangre. Sin sentimentalismos. Una investigación que transcurre de forma serena, científica, metódica, hasta que la verdad se abre paso. Un bocado de realidad que muerde las tripas del espectador. Un trago de hiel para quienes aún creen que algo positivo puede salir de la invasión de Irak. Una película tan dura como necesaria.

Lo mejor: los actores y sus pétreas expresiones. La aparente falta de emoción de cada uno de sus fotogramas.

Lo peor: la innecesaria historia de la mujer y el perro. No aporta nada y distrae la atención.

Valoración: ****