¿Pasado o futuro?

Yo, que estoy pegado en ciencias, alucino cuando leo noticias como las de los neutrinos, que pueden dejar obsoleto al mismísimo Albert Einstein, el famoso científico de pelo revuelto del que no entiendo sus teorías, pero a quién admiro por sus máximas, aforismos y citas.

El caso es que, por lo visto, si lo de los neutrinos fuera cierto –que está por ver- podríamos empezar a pensar en viajar en el tiempo.

Así las cosas, vamos a soñar, hoy sábado. Un día frío y desapacible como solo puede ser un sábado pre-otoñal que nos encuentra en camiseta y pantalones cortos, sin ganas, ánimo o voluntad de rescatar siquiera una prenda de sport, de manga larga, del fondo del armario.

En breve: si pudieras viajar en el tiempo -y dicho viaje fuera asequible, claro – ¿irías hacia el pasado o hacia el futuro?

Dando por sentado que si vas al futuro no sabes qué te vas a encontrar y, por tanto, no podrías elegir destino, centrémonos en el pasado.

Si viajaras a una época anterior de nuestra historia, ¿a qué tiempo, civilización o cultura te trasladarías?

Venga. Juguemos. Que es sábado, el UARS ya no nos amenaza con caer sobre nuestra cabeza y el FMI parece estar de fin de semana, modosito y callado…

Jesús neutrino Lens

Ahora, eso sí, podemos viajar a los 24-S de los últimos tres años: 2008, 2009 y 2010.

¿Dónde está Lens?

– “Es un cándido. De bueno, a veces, tonto”.

Así le describe su amiga Silvia, que le conoce bien.

El conocido bloguero Jesús Lens, está missing. Ha desaparecido. Está perdido. Se fue hace unos días al Senegal y, allí, se le ha perdido la pista.

¿Otra vez al Senegal? Sí, hijo, sí. Otra vez.

– “Es un cansino. Cuando le da por algo…”

Ahora es Álvaro, otro de sus amigos, el que habla de Lens. Álvaro también le conoce bien. Compañeros de trabajo, baloncesto, barras de bares y viajes, ha compartido habitación con Jesús en varias ocasiones. Una de las últimas, precisamente, en un viaje anterior a Senegal.

– “Y conste de no hablo desde el resquemor o la inquina de que me metiera una mascá, una noche, mientras dormía. El caso es que viajamos en diciembre, antes de Navidad. A un Festival de Música y Artes Negras. Allí conocimos a una chica, en la Isla de Goree. Dijo llamarse Macoumba. Era muy chiquita, recogida y poquita cosa. Pero simpática y divertida. Nos encasquetó algunos abalorios y, a Pepe y a Jesús, les llegó a endilgar unas camisas que no había por dónde cogerlas. Luego comimos juntos, con ella y una hermana, en un chiringuito junto a la playa. Volvió a Dakar en nuestro mismo barco. Habló, sobre todo, con Jesús. Al despedirse se intercambiaron números de móvil y direcciones de mail y quedaron en escribirse. Lo normal en estos casos. Con la diferencia de que, por una vez, así lo hicieron”.

Hemos intentado hackear el portátil de Lens, a ver si en las tripas de su ordenador podría encontrarse alguna pista sobre su paradero. Pero no ha sido posible. Es decir, no ha sido posible dar con nada revelador porque piratearle el sistema informático fue cosa de niños, dada la ínfima ¿seguridad? con que protege sus accesos cibernéticos.

¿Por qué volvió a Senegal, por tercera vez, en vez de quedarse a disfrutar de ese Corpus granadino que tanto le gusta, con las casetas, las sevillanas, las faralaes y demás fanfarria típica de estas fechas?

– “No tengo ni idea. Pero a ninguno nos ha sorprendido. De hecho, pocas cosas de Lens nos sorprenden ya. Con decirle que tenemos una Cuenta Ahorro Rescate que sus compañeros de la Peña GastraCafres constituimos cuando se fue a Yemen, dedicada únicamente a pagar una posible indemnización en caso de secuestro…”

Pedro se muestra tranquilo, impávido y para nada preocupado sobre la desaparición de Lens. Casi podría decirse que lo estaba esperando, como dice Miranda, otro Gastrocafre…

– “Es que ya me dirá usted: Etiopía, Siria, Líbano, Jordania, Tanzania, Guatemala, Yemen… el sitio más normal al que éste se ha ido fue a Rusia, la pasada Semana Santa…”

Su Cuate Pepe rompe una lanza por él, con la anuencia de Panchi:

– “Le gusta moverse por el mundo y conocer nuevas culturas. ¿Por qué volvió a Senegal? Pues porque, en estos meses, había consolidado una cierta amistad con la frágil y Petit Macoumba. De hecho, le mandó dinero una vez que ella estaba enferma y no tenía ni para comprar medicinas. Y, después, la ayudó a que montara su propia tienda en la Isla de Goreé, en el mercado. Estaba muy contento por haberle podido echar una mano y quería conocer un poco mejor a la buena gente de Senegal, dejarse invadir por su famosa Teranga, descubrir un Dakar diferente, de la mano de una de sus habitantes”.

Lens salió para Senegal hace unos días. Confirmó por SMS que había llegado bien. Y tomó su habitación en el hotel Farid, muy céntrico, cercano al Marché Kermel y al puerto del que salen los Ferries para Gorée. Conseguimos conversar con uno de los empleados del hotel, un tipo hermético, silencioso y poco hablador. Un tipo extraño que respondía al improbable nombre de Teniente Daniels:

– “Sí. Aquí está alojado. No da un ruido. Lee mucho. Y escribe. Y come. Como una lima. Y fuma pipas de agua. Pero hace tiempo que no le vemos.”

Y se queda tan pancho. ¿Qué piensa José, su hermano, sobre todo esto?

– “El disgusto del año. Este chico es que nos sale a disgusto por año. Cuando no nos dice que se va a probar fortuna en Hollywood, amenaza con correr una Maratón entre las fieras africanas. Así que hemos aprendido a relativizar…”

¿Y su sobrina? ¿Qué opina su sobrina?

– ¡Cuarentón!

¿Será posible que, el muy mastuerzo, aún no haya asumido los 40, y siga en crisis, un año después? Hablamos con María Jesús, otra sufridora de las paranoias lensianas que señala que, antes de salir, había contactado con un tal Álex por Twitter, otro español que tiene montado un chiringuito de comidas españolas en Dakar, cerca de la Universidad:

– Vamos, que amenazaba con hacerse senegalés y retirarse allí a vivir, después de la jubilación…

Irene está de acuerdo con dicho análisis:

– Yo lo veía como Lens el Africano. Tanto sur, tanto sur… pero no pensé que fuera a quedarse en Senegal. De hecho, creo que este verano tenía pensado cruzar el charco y visitar Argentina, Chile, Bolivia, Brasil y toda esa zona. Espero que vuelva. Que me gustaría saber qué le parece el cuadro que tengo pensado para su proyecto “Café-Bar Cinema”…

Así las cosas, ¿saldrá su nuevo libro en otoño, como anunció hace unos días? En fin. Puestos en contacto, por teléfono, con la Petit Macoumba, le preguntamos por Lens. Y se mostró muy parca en palabras, seguramente por el desconocimiento del idioma español:

– Está en sitios. Viendo cosas.

Y, excepto una oferta para vendernos unas pulseras, poco más de provecho pudimos arrancarle a la, por otro lado, encantadora vendedora de la Isla de Goreé.

Y ahora, ¿qué?

En teoría, Lens tiene billete de vuelta para el próximo domingo. Esperaremos a ver si reaparece por estas latitudes o si, por el contrario, se confirma su desaparición. ¡Qué cosas!

Cronista de Áfricas

PD.- El pasado año, el autor de este blog escribía esto…

La toma de Las Dos Colinas

Ya lo decíamos ayer, que lo habíamos escrito… y aquí vienen, unas notas atléticas para esta perezosa mañana de lunes.

Me ha hecho falta participar en la exigente, desaforada, durísima y preciosa carrera de Las Dos Colinas, brillantemente organizada por las Fuerzas Armadas, para darme cuenta de lo grande, largo y extenso que es el Albaycín, con sus calles estrechas, cuestas, empedrados, escalones, vueltas, revueltas, esquinas y callejones.

Hay carreras que, sencillamente, hay que correr. Al menos, una vez en la vida. Y la oportunidad de subir por la Cuesta de Gomérez, todos mudos y acomodando las respiraciones entrecortadas, o la de tirarse por la Cuesta de los Chinos abajo, algunos como ciclones, no se puede dejar pasar.

Lo mejor de esta carrera es que, dada su orografía y recorrido, hacer buenas marcas es sencillamente imposible, lo que te permite disfrutar de una serie de sensaciones irrepetibles en cualquier otro lugar del mundo. Como recorrer, en el silencio de la mañana, la habitualmente bulliciosa calle Elvira. O la de atravesar el Arco de Elvira como si fueras el vencedor de una lejana guerra que vuelve a casa para celebrar la victoria.

Momentos mágicos, como el de disfrutar del Ave María, un remanso de paz, sosiego y tranquilidad. O, por supuesto, correr frente a la Alhambra, por un Sacromonte cuyas Ventas y Zambras aún rezuman a la juerga de la madrugada. Alhambra eterna, Castillo Rojo, testigo impávido del correr de cientos de atletas que, frente a ella, frenan obligatoriamente la cadencia de sus zancadas, a modo de rendido homenaje.

Y los espectadores. Ese tipo rubio que, en la puerta del bar, te anima diciendo que ya estás en lo más alto, cuando te encaminas hacia el mítico Arco de las Pesas. ¿O era después? Y esas monjas y esas niñas que, con sus gritos, te hacen sentir poco menos que campeón olímpico. O el guiri con aspecto de Hemingway, animando y haciendo fotos. Detalles, muchos detalles.

Y, por supuesto, las campanas. Esas campanas que, a las 10 de la mañana, saludan a los corredores con su algarabía y nos permiten terminar estas impresiones parafraseando a Hem y a John Donne: “corredor, cuando participes en la carrera de Las Dos Colinas, no preguntes por quién suenan las campanas alborozadas: suenan por ti.”

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PROYECTOS, LOCURAS, IMÁGENES

Estoy seguro de que varios de vosotros sabréis qué representa la imagen que reproduzco a continuación.

¿Quién es, cómo se llama, qué hace y por qué?

Lo que quizá os cueste un poco más de trabajo adivinar es quién es su autor y qué sentido final tiene.

Lo del sentido (o falta de) lo dejaremos pendiente y ya resolveremos la cuestión más adelante.

Así que, hablemos del artista.

Y el artista es, ni más menos, que el mismo que diseñó mi tarjeta personal, esa con la que voy fardando por ahí.

Ces't moi

Martín Favelis, o sea.

De cuando en vez, Martín se desliza por esta pantalla. Unas veces, como el pasado viernes, porque estuvimos escuchándole en su faceta de pianista.

Otras, porque presenta uno de sus libros de viñetas.

O porque le hacemos encargos personales, únicos, intransferibles.

Como las imágenes que jalonan este texto, las “descartadas”, como las llamamos Martín y yo, no teniendo dudas sobre a quién acudir para poner en marcha el nuevo proyecto del que ya hablaremos. Pronto. Muy pronto.

¿Todavía no lo sabes?

Así que, ya sabéis. Si queréis escuchar buena música, dejaros caer por “El Gato Montés”.

Si queréis reír, aunque la risa deje un poso de amargor, no dejéis de seguir el trabajo gráfico de Martín.

Y si queréis imágenes personalizadas, diferentes y chulísimas, pues hablad con Martín. Lleguéis o no a un acuerdo, la experiencia merecerá la pena. Sí o también.

Jesús Martiniano Lens