Tres cuerpos, un problema y el bosque oscuro

Forzamos hoy los límites de este rincón oscuro para hablar de la serie del momento, ‘El problema de los tres cuerpos’, ciencia ficción pura y dura, pero con un claro componente noir, sobre todo por el papel desempeñado por los quinta columnistas, que son muchos y muy variados a lo largo de los ocho capítulos de su primera y esperemos que no única temporada.

Hace unos días escribía de lo mucho que me estaba gustando la serie de Netflix gracias, sobre todo, a la total y absoluta falta de expectativas: no sabía nada de ella y fue toda una sorpresa. Leyendo el domingo a José Enrique Cabrero en su imprescindible columna televisiva, sin embargo, me sentí culpable. Culpable por no haber devorado la trilogía del escritor chino Liu Cixin en que está basada la serie. Sí, estimado amigo: debíamos haberle metido mano. Hemos estado perezosos. 

En mi descargo, ni siquiera puedo decir que no conocía a Liu. En su momento leí ‘La tierra errante’ y otros de sus cuentos. Y me fascinó su literatura. He recuperado ese ejemplar, publicado por Nova, y tanto en la solapa con la biografía del autor como en la contraportada, podíamos leer: “Bienvenidos a la primera antología de relatos de Cixin Liu, el aclamado autor de ‘El problema de los tres cuerpos’, el best seller galardonado con el Premio Hugo a la mejor novela que cautivó a Barack Obama, Mark Zuckerberg y George R. R. Martin”. Y es que hablamos del “autor de ciencia ficción más prolífico y afamado de la República Popular China, galardonado nueve veces con el Galaxy Award”. No se puede decir que no estábamos avisados…

Hemos estado vaguetes, querido José Enrique y, como tú, me enfrento al problema de los tres libros. ¿Leemos la trilogía —más vale tarde que nunca— o esperamos a la segunda temporada de la serie? Y si la leemos, ¿empezamos por el principio o nos lanzamos directamente al segundo de la saga, ‘El bosque oscuro’?

Te confieso que lo del bosque oscuro me seduce sobremanera. Sobre todo por la hipótesis que subyace tras ese enigmático título. Según la Wikipedia, esa fuente del saber universal, la hipótesis del bosque oscuro hace referencia a la existencia de muchas civilizaciones alienígenas en el universo, todas ellas tan silenciosas como paranoicas, convertidas en amenaza inevitable y, por tanto, susceptibles de ser aniquiladas para asegurar la supervivencia de quienes se las crucen. El universo sería un bosque oscuro, silencioso y amenazador, lleno de “cazadores armados que acechan entre los árboles como un fantasma”, en palabras del propio Cixin.

La teoría no es suya, según sigo leyendo en la Wikipedia. El padre del ‘bosque oscuro’ es un astrónomo y también reputado y galardonado autor de ciencia ficción: David Brin, que lo relaciona como una posible solución a otro de los temas esenciales de la ciencia ficción: la paradoja de Fermi o por qué, con una alta probabilidad de que haya otras civilizaciones inteligentes en el universo, no tenemos prueba alguna de su existencia. 

Estaríamos ante la Ley de la Selva, pero elevada a la enésima potencia. ¿Será el universo un vastísimo corazón de las tinieblas, por ponernos conradianos? En fin, en fin: que no sé qué hacer. Sobre todo porque al comienzo de la serie, los aceleradores de partículas desempeñan un papel importante. ¿No deberíamos echarnos unas cañas con la gente de Ifmif-Dones para hablar del tema?

¿Y del quinta columnismo más noir? No les digo nada aún, que no quiero condicionarles su visionado de ‘El problema de los tres cuerpos’. Lo comentamos más adelante.

Jesús Lens

Soy su silencio: sangre, cava y psiquiatría

Permítanme que empiece pidiendo perdón. Confieso que no he leído ‘Carta blanca’, el cómic anterior de Jordi Lafebre, y me lo han afeado tantas personas y con tanto énfasis en las redes sociales que no me queda más remedio que comenzar así esta reseña. Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir. Máxime porque ya he encargado el multipremiado tebeo a Picasso Cómics. 

Dicho lo cual y a la espera de leer esa ya ansiada ‘Carta blanca’, hoy me quiero centrar en ‘Soy su silencio’, lo último de Lafebre en solitario, publicado por Norma Editorial hace unas semanas. Lleva como subtítulo ‘Un thriller en Barcelona’ y es un explosivo cóctel que mezcla psiquiatría, cava, violencia de género, procedural y humor, mucho humor. Un cóctel exquisito y chispeante, se lo aseguro. 

La protagonista absoluta de ‘Soy su silencio’ es Eva Rojas, una peculiar psiquiatra que se encuentra en evaluación psiquiátrica para determinar si puede seguir ejerciendo como psiquiatra. En dicho trance, además de pasear por las cornisas de Barcelona y poner de los nervios a su analista examinador, no está sola. La acompañan tres presencias que le hablan en su cabeza. Tres mujeres de armas tomar que le aconsejan qué debe hacer en cada momento. 

Por ejemplo, aceptar el peculiar encargo de una de sus pacientes: acompañarla a la finca vitivinícola de su familia, los Monturós, donde se va a proceder a la lectura de un testamento que debería zanjar la siempre espinosa cuestión de la sucesión del emporio bodeguero de la familia. La cosa se complicará cuando uno de los miembros de la familia aparezca muerto en extrañas circunstancias. 

Todo esto ocurre muy pronto en ‘Soy su silencio’. A partir de ahí, las andanzas de Eva, la investigación del crimen y las historias entrelazadas de los Monturós nos deparan una adictiva novela gráfica con hechuras del Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán y un toque de Philip Marlowe. 

Ojo a la expresividad en los rostros de los personajes. Sobre todo en Eva, de la que uno termina perdidamente enamorado. ¡Qué torbellino de mujer! ¡Qué ciclón! Atención también al tratamiento que Jordi Lafebre hace de temas como la salud mental, la globalización y el cambio climático. Que de todo eso hay en ‘Soy su silencio’, como decía antes, pero tratado de una forma en absoluto ampulosa. Con aparente ligereza. Hablando de cócteles, este cómic sería un estupendo Dry Martini, conocido como La bala de plata o, en brillante y afilada definición de Manuel Alcántara, un cuchillo disuelto.

Y como estamos en Semana Santa, el pronóstico meteorológico anticipa lluvia y frío y hay más tiempo para leer, les recomiendo otro cómic de Norma: ‘El misterio del paso Diátlov’, del guionista Cédric Mayen y el dibujante Jandro González. 

En este caso, basado en hechos reales y bien documentados, nos trasladamos a la noche del 1 de febrero de 1959, cuando los nueve miembros de una expedición de alpinismo desaparecieron en extrañas circunstancias en el paso Diátlov, en el corazón de los Urales. Con saltos en el tiempo muy bien usados, disfrutamos del comienzo de la expedición, las expectativas y la excitación. Asistiremos a los roces de un grupo heterogéneo sometido a la presión de la montaña y a las dificultades de la misión.  

Intercalada se encuentra la investigación sobre qué pasó aquella noche, cómo y por qué. Una investigación muy compleja en la que la KGB desempeñó un papel esencial. Misterio, amistad y montañismo en una fascinante historia que podría haber protagonizado un episodio de ‘Expediente X’… si Mulder y Scully hubieran sido ‘tovarich’. 

Jesús Lens

Sandrine Destombes: ‘Ritual’ de lo habitual

Hay mucho de malsano en ‘Ritual’, la novela más reciente de la autora francesa Sandrine Destombes, publicada por Reservoir Books. Tanto que, al empezar a leer, sin tiempo para situarnos en el tiempo y en el espacio, aparecen flotando en el Sena varios pies humanos, segados y atados con un cordel. 

La investigación caerá sobre los hombros de Martin Vaas, un capitán de la policía francesa casado… con su profesión. Tanto que, al ser destinado a París se instaló en un pequeño apartamento cerca del río, como en la canción de Radio Futura, para ser el primero en llegar al escenario del crimen o del delito de turno. Porque su demarcación es una de las más ‘turísticas’ de Francia: el entorno de la Isla de la Cité. 

Poco más sabremos de Vaas… al principio de la narración. Ni del resto de su equipo. Sandrine Destombes se marca un brutalísimo inicio ‘in medias res’ que es toda una declaración de principios: ¡acción, acción, acción!

En el Club de lectura y cine de Granada Noir comentamos esta tarde, en nuestra sede de Librería Picasso, una novela que va a dar que hablar. Y discutir. Porque ‘Ritual’ no deja indiferente y nos reconcilia con el procedural puro y duro después de varias lecturas tan variadas como diferentes, buena muestra de que el noir tiene caminos de lo más variopinto. 

Comenzamos el año lector con una atípica novela de espías como es la desopilante ‘Las reglas de Londres’, de Mike Herron. Seguimos con ‘El ancho mundo’ de Pierre Lemaitre, una novela de aventuras con varias subtramas de estafas y corrupción y con un serial killer operando a sus anchas. Y luego llegó el ‘Golpe de gracia’ de Dennis Lehane, protagonizada por la bostoniana Mary Pat, una madre de ascendencia irlandesa absolutamente desencadenada y empeñada en que no haya paz para los malvados. 

Hemos tenido que esperar a leer ‘Ritual’ para reencontrarnos con un policial canónico en el que la policía debe encontrar a un perturbado que secuestra a gente y le corta los pies… como arranque de otra serie de sevicias que no vamos a desvelar. ¡El ritual de lo habitual se agazapa donde menos lo podemos imaginar!  

Los protagonistas principales de ‘Ritual’ son el mencionado capitán Vaas y un enigmático personaje, ya veterano, encargado de ‘engrasar’ la investigación y de coordinar a los diferentes cuerpos policiales. Una figura que funciona casi a modo de coach, llevando más allá de sus límites, en todos los sentidos de la expresión, a los implicados en el caso. 

Y están los agentes de campo, entre los que destaca la joven e impetuosa Chloe, uno de esos personajes llamados a hacer cosas grandes. Hay otro veteranazo, más de vuelta de todo, y un jovenzuelo tan ácrata como impetuoso. La vida misma. Y está el forense, esencial en cualquier investigación que se precie. Y ojo al juez, que tiene tela por cortar. 

Como verán, apenas he contado nada sobre la trama, más allá de esos pies cortados que desencadenan la acción. Les invito a descubrir y a conocer, sobre todo, a los sospechosos. Ahí es donde brilla con luz propia la turbiedad propia de una Sandrine Destombes particularmente macabra y retorcida. Una luz muy negra, como podrán apreciar si se adentran en esta lectura. 

Una lectura que arranca muy heavy metal, como hemos comentado. Hasta la mitad, en formato de capítulos cortos, avanza más morosamente. Pero a partir de ahí y hasta el final, es puro vértigo y adrenalina, imposible dejar de leer hasta desentrañar los secretos que alberga el siniestro ‘Ritual’ planteado por la autora. 

Jesús Lens

Sabroseando con Padura en Granada

Hoy es un día grande: vuelve el escritor Leonardo Padura a Granada y, esta tarde, tendré la oportunidad de conversar con él en la librería Picasso. Espero, estoy convencido, de que será un diálogo largo, profundo y productivo por cuenta de su novela más reciente, ‘Personas decentes’, publicada por Tusquets en la imprescindible Serie Mario Conde.

Mario Conde. Hay justicia poética, ahí. Hasta hace unos años, las presentaciones ‘españolas’ de las novelas protagonizadas por este ex policía de La Habana reconvertido en librero de lance, comenzaban con un chascarrillo explicativo e identitario que defendía al Mario Conde bueno, el personaje literario, por encima del exbanquero, epítome de aquella ‘beautiful people’ o, también, cultura del pelotazo. Hoy, el Mario Conde más auténtico, vivo y reconocible es el de Leonardo Padura. Como debe ser. 

En ‘Personas decentes’, Padura nos cuenta una doble historia trenzada entre el presente y el pasado de Cuba. En el presente, todo está a punto de cambiar. En el pasado, de acabar. El presente, aunque se nos haya quedado algo atrás, se centra en aquella revolucionaria visita de Obama y The Rolling Stones a la isla. Aires de cambio, insisto. 

“Obama en Cuba, La Habana hierve. Ejércitos de periodistas, empresarios, turistas, curiosos. Entusiastas, optimistas, nihilistas. Ofendidos y esperanzados”, escribe Padura. “Se percibía como un aura benéfica que se palpaba en el aire. Tal vez un estado de júbilo, de esperanzas, un ambiente de cambios o al menos de deseos de cambios, una necesidad de volver a tener la posibilidad de soñar, luego de tantos desvelos”. 

El pasado, por su parte, se nos cuenta apocalíptico y milenarista. “El cometa Halley se acercaba a nosotros, y la zozobra crecía. El fin de año 1909 también se aproximaba, y la locura crecía. Nada parecía importante, nada se tomaba en serio, nadie planificaba su vida a plazos largos. La ciudad enloquecía, se divertía, se pervertía. El delirio seguía en marcha ascendente”.

El nexo común entre las dos épocas: los crímenes. Los asesinatos. La violencia. En el presente, el muerto es un anciano que desempeñó un siniestro papel a la hora de aplicar la censura en las artes y las letras cubanas en los años posteriores a la revolución. 

Reynaldo Quevedo aparece emasculado y con varios dedos seccionados. Un Quevedo que “se dedicó por años a destruir vidas y proyectos, a envenenar la tierra de la creación arrojándole sal, a quemar herejes en sus hogueras políticas, mientras empujaba una poesía, un teatro, unas artes plásticas de emergencia, casi siempre oportunistas y lamentables, pretendida o presuntamente proletarias, que se aupaban como el arte revolucionario de la Revolución, en y para la Revolución. Como lo pedían los discursos, como lo estipulaban los documentos, como lo reclamaba la filosofía en práctica”. 

En el pasado, la fallecida es una prostituta que aparece triturada dentro de un saco. ¿Quiénes y por qué mataron a Quevedo y a Margó? Mario Conde investiga el aquí y el ahora, en tercera persona, con toda su carga de ácida socarronería. A la vez, un joven y ambicioso policía, Arturo Saborit, narra en primera persona las pesquisas conducentes a la identificación y detención del Carnicero en unos años en que La Habana aspiraba a ser la Niza del Caribe. 

Pero ninguna de las dos investigaciones será fácil. Porque aparecerán más cadáveres e hilos de los que tirar y la realidad, con toda su crudeza y contradicciones, hará de las suyas en las vidas de los protagonistas. 

¡Qué ganas de sabrosear sobre todo esto y más con Padura esta tarde en Picasso, a partir de las siete! Ya saben: el crimen sería perdérselo…

Jesús Lens

Vidas de perros

Nunca pensé que escribiría una columna como ésta, pero la lectura de un cómic, ‘Perros’, y escuchar a su autora, la guionista y dibujante coreana Keum Suk Gendry-Kim; me ha situado frente a mis propias contradicciones, muchas y variadas.

Pero empecemos por el principio. Y el principio está en ‘Hierba’ y ‘La espera’, las dos novelas gráficas anteriores de la autora, publicadas por Reservoir Books, una de esas editoriales que afinan tanto el tiro que consigue conquistarme con cada título. Juraría que de esos dos cómics ya les he hablado antes (de hecho sí lo hice AQUÍ) pero si no LOS HAN LEÍDO… ¡háganse con ellos! Y con una caja de kleenex, de paso: si no llora a moco tendido, o tiene usted los lagrimales obstruidos o su corazón ha dejado de latir.

Precisamente por eso, confieso, entré en ‘Perros’, que esta misma mañana llega a las librerías, con un cierto recelo. ¿Por qué, después de dos historias tan humanas, en todos los sentidos de la expresión, nos introduce Keum Suk Gendry-Kim en una historia ‘perruna’?

Ayer lo explicaba en rueda de prensa a través de Zoom, desde la isla de Corea donde reside desde hace unos años, tras abandonar Seul precisamente para darles más calidad de vida a sus perros, llamados Zanahoria, Patata y Choco. “Nunca les había prestado atención a los perros, no eran algo que estuviera en mi vida o me preocupara. Hasta que Zanahoria llegó a nuestra vida”.

En ‘Perros’, la autora coreana habla de crear vínculos y de establecer lazos familiares. De cómo tener perro te humaniza, paradójicamente, y te hace mejor persona. De cómo salir a pasear hora y media o dos horas con los canes, haga el tiempo que haga, deja de ser una obligación para convertirse en una inmensa fuente de placer. Y está la cuestión de los perros como alimento, algo que quedará prohibido en Corea de forma total y absoluta dentro de tres años tras las últimas leyes aprobadas por el gobierno.

Si es usted ‘perráncano’ y/o animalista, debe leer esta novela gráfica. Si no, TIENE que leerla. Es un inmejorable, delicado y sensible relato sobre la creciente fascinación que tenemos por los perros y la capacidad de los animales para hacernos ahondar en nuestra propia humanidad, insisto.

Eso y el maravilloso dibujo de Keum Suk Gendry-Kim, una dibujante con especial sensibilidad para abocetar la naturaleza, la luz que se filtra entre las ramas de los árboles, los juncos, la nieve y la lluvia. ¡Imprescindible!

Jesús Lens