Modo avión: maneras de vivir

Dentro de no mucho tiempo, un chavalín que apenas haya comenzado a balbucear preguntará a su mami: “¿podké u avió aí?” Se referirá, claro, a ese iconito del móvil que activamos cuando estamos hasta colodrillo de guasaps, audios, llamadas, globos y avisos evanescentes.

Explicárselo será tan difícil como hacerle entender a un millenial el porqué del icono de ‘Archivar’ en Windows: un cuadrado negro con un remache plateado en uno de sus ángulos. Le empezabas a hablar de disquetes, CD Rom y discos de arranque y un minuto después te sentías como una momia a los ojos de un egiptólogo, como el fémur de un dinosaurio recién descubierto por un paleontólogo. 

No me voy a poner tremendista diciendo que la normativa de la Unión Europea que permitirá usar el 5G en los aviones es la peor noticia de los últimos tiempos. ¡Acabáramos! Pero sí es síntoma de algo con mayor trasfondo —ojo: alerta viejuna—. ¿Por qué no aguantamos estar desconectados ni siquiera las horas que dura un viaje aéreo?

No pienso que el uso de la tecnología móvil vaya a poner el peligro las vidas de tripulación y pasajeros, aunque la Agencia de Aviación estadounidense siga temiendo peligrosas interferencias. Pero menudo coñazo se les viene encima a los pobres viajeros frecuentes, con esos directivos siempre estresados vociferando sus taxativas órdenes a todo volumen. Lo mismo, con el previsible guirigay, la gente decide usar menos el avión y tirar más de tren. ¡Buenas noticias para la huella de carbono! 

En el AVE, el desaguisado se ha salvado con esos milagrosos vagones del silencio. Suenan a régimen chino, como si fueran un invento de Xi Jinping, pero a quienes nos gusta leer durante los viajes nos han salvado la vida. 

Una de las cosas más placenteras que tenía coger un avión era saber que durante unas horas ibas a estar desconectado del mundo. Te pillas un Madrid-Buenos Aires y, además del viaje, te puedes hincar un buen cacho de ‘En busca del tiempo perdido’, un título que viene muy a cuento de todo esto que estamos hablando. 

Por mi parte, no solo seguiré poniendo el móvil en modo avión siempre que coja el susodicho, es que también pienso activarlo en tierra mucho más a partir de ahora. Porque el modo avión, además de albergar toda una filosofía en sí mismo, es una manera de vivir en claro peligro de extinción. Una costumbre en desuso que debemos reivindicar con firmeza.

Jesús Lens

Pasaje para la India noir

Permítanme un recuerdo al gran cineasta David Lean con el titulo de esta entrega de nuestro rincón oscuro, dedicado a bucear en los intersticios del género negro. Y es que hoy nos toca viajar en el tiempo y en el espacio, que nos vamos a la India colonial de hace un siglo de la mano del escritor Abir Mukherjee.

El pasaporte: su novela más reciente, ‘Los príncipes de Sambalpur’, segunda entrega de las aventuras protagonizadas por el capitán Sam Wyndham y su fiel ayudante, el sargento Banerjee, más conocido como Surrender-not. La publica Salamandra Black, cómo no, dentro de la colección negro-criminal que más viajes por el mundo nos permite hacer gracias a sus siempre atractivos títulos.

A los protagonistas los conocimos hará un año en ‘El hombre de Calcuta’, una de las novelas que más me han gustado en los últimos tiempos por la trama, los personajes, la ciudad en que transcurre la acción y, sobre todo, por el irreverente humor y sus sardónicos diálogos. ¿Les he contado alguna vez que amo, que adoro ese fino humor británico que protagoniza la esgrima verbal de tantos y tantos de sus personajes literarios y cinematográficos? Pues Abir Mukherjee es un as, un genio también en eso. Como muestra, un botón: “¿Qué haces saliendo a cenar con un tipo tan soso? He conocido cadáveres con más vida que Charlie Peal”, pregunta el bueno de Sam a una joven empeñada en hacerle la cobra…

‘Los príncipes de Sambalpur’ comienza en Calcuta, claro. Y transcurre por espacios tan interesantes como el barrio chino. “De noche se convertía en una colmena de destilerías ilegales, cocinas callejeras, timbas y fumaderos de opio. Resumiendo, que albergaba todas las cosas que hacían que valiese la pena vivir en una metrópolis sofocante y destartalada de varios millones de personas”. 

La acción, sin embargo, no tarda en trasladarse Sambalpur, uno de los reinos de la India. Así lo presentan los protagonistas:

“—Sambalpur no es Francia. Es peor, si cabe.

—Me doy cuenta, señor, pero estamos hablando de un pequeño reino feudal cuyo príncipe heredero acaba de ser asesinado…”.

¿Y qué pasa cuando llegan a ese remoto reino, tras un viaje en tren de lo más movido? “En la siguiente curva apareció ante nuestros ojos el Surya Mahal, el Palacio del Sol… Construido en estilo mongol, con una fachada de arcos, balcones y ventanas con celosías, parecía hecho, más que de ladrillo y piedra, de luz, aire u fantasía”. ¿Dan o no dan ganas en embarcarse en este viaje? ¡Cómo escribe este Abir! Y cómo describe…

Apenas les he contado nada de la trama. No hace falta. Todas y cada una de las 400 páginas de ‘Los príncipes de Sambalpur’ contienen diálogos, descripciones o pensamientos que convierten su lectura en un auténtico placer. Por ejemplo: “Para algunos era un mal ejemplo que un sahib compartiera alojamiento con un nativo; para otros, una muestra de excentricidad. A mí me era tan indiferente lo uno como lo otro. Surrender-not veía el mundo con un optimismo que yo ya había perdido, y con una sensibilidad oriental que cuestionaba mis ideas —a menudo prejuicios— inglesas. Su presencia me resultaba reconfortante, y si a alguien no le gustaba, podía irse al cuerno”. ¡Amén!     

Si hoy es martes, hoy nos toca una entrega de nuestro Club de Lectura y Cine de Granada Noir de Adictos al Crimen y, sin que sirva de precedente, cambiamos la Librería Picasso por el Gran Café Bib-Rambla, tan literario él. Hoy tenemos pasaje para la India, de la mano de Abir Mukherjee. Hoy, desde luego, la vamos a pasar bien.

Jesús Lens

La Banda, a todo trapo

Momentos. La vida son momentos. Y si pueden ser momentazos, mejor que mejor. Ayer por ejemplo, cuando la Banda Municipal de de Música de Granada se arrancó a tocar el tema central de ‘Los siete magníficos’ en el Auditorio Manuel de Falla y a mí se me escapó una lagrimilla. María Jesús me miraba y me apretaba el brazo. El western. ¡Ay, el western! 

Nuestra banda municipal, la Banda, es uno de esos lujazos a los que corremos el riesgo de no concederle la importancia que se merecen. Con la dirección de Ángel López Carreño ha cogido unos altos vuelos que la llevan hasta el infinito y más allá. Ayer, por ejemplo, cuando sonaron los acordes de la marcha imperial de ‘Star Wars’ o, como le decíamos nosotros, ‘La Guerra de las Galaxias’. O de ’Misión imposible’, esa obra de arte, maestra, de Lalo Schifrin. ¡Foh!

De un tiempo a esta parte, nuestra Banda se abre a nuevas propuestas y se adentra por caminos poco transitados. Es un gustazo sentarse a conversar con Ángel y ver cómo disfruta diseñando programas con música de cine como el de ayer.

Con su equipazo de músicos, hacen los arreglos necesarios para que canciones muy complicadas suenen de la mejor manera posible. Por ejemplo, hace unas semanas en La Chumbera, cuando interpretaron su versión del tema de amor de ‘Chinatown’ con una delicadeza que habría conmovido hasta las entrañas a nuestro añorado Fernando Marías, para quien Evelyn Mulwray siempre fue la gran heroína trágica de la historia del cine negro. (Aquí lo tienen entero, con la brillante realización de los compañeros de TG7)

O ayer, por ejemplo, cuando ‘aterrorizaron’ a la audiencia con las dos notas de ‘Tiburón’ o nos hicieron vibrar con la intro de ‘En busca del arca perdida’. Música de cine que anima a volver a ver películas como el ‘Batman’ de Tim Burton, tras escuchar el temazo de Danny Elfman. Enhorabuena a la Banda, a nuestra Banda, y a todas las musicazas y musicazos que la componéis. ¡Sois muy grandes!

Jesús Lens

Magia, lectura y buenas maestras

Ayer estaba leyendo el IDEAL y, al llegar a la página 40, a la apertura de Culturas, una maravillosa foto de Ramón L. Pérez me saltó a la vista. “Magia de cerca para quienes vinieron de lejos” era el igualmente elocuente titular de José Antonio Muñoz. En la imagen, chicas y chicos de diferentes partes del mundo mostraban ojos como platos soperos durante la actuación del mago Rovala, uno de los participantes en la presente edición de Hocus Pocus.

Al leer la información vi que el escenario de la actuación era la Biblioteca Almudena Grandes de la plaza de las Palomas y que el alumnado venía del IES Veleta. ¡Ay, el instituto Veleta! Entonces me acordé de que hace una semana estuvimos allí con la escritora Mónica Rouanet, que inauguró su particular escalón. Porque en el Veleta, diferentes tramos de escaleras están vestidos con los títulos de los libros que lee y comenta su alumnado y los nombres de sus autores. 

Voy a personalizar ese trabajo en dos personas, pero sé y me consta que son más. Ana Gámez y Puri Manzano, dos de las mujeres más vitalistas y entusiastas que conozco, son dos ‘maestras’ en una misión: que sus niños lean. Ellas les llaman así: sus niños. Da lo mismo que sean o no sus alumnos directos. Los acogen a todos bajo su ala lectora y los incitan, provocan, animan, refuerzan y recompensan por su disfrute lector. 

No hay nada más bonito que ver la ilusión de la chavalada que interroga a un autor cuya obra ha leído y disfrutado. Y después, su necesidad compulsiva de recabar su dedicatoria en el propio libro. O en un marcapáginas especialmente diseñado para la ocasión. Como nos escribía Lorenzo Silva en las redes sociales, conectar a los autores con el joven público lector es el mejor fomento de la lectura posible. “Quizá la única acción de un escritor que de veras merece llamarse así. Aparte de escribir lo mejor posible, claro”. ¡Gracias a Ana, Puri y al resto de maestras que, más allá de sus estrictas obligaciones laborales, se vuelcan con sus niños!

Jesús Lens    

Gran momento del Noir granadino

Recién terminada la octava edición de Granada Noir, déjenme que me dé el gustazo de sacar pecho por la abundante, nutrida, generosa y excelente cosecha negra de novelas policíacas escritas por autores granadinos, de nacimiento o adopción, que aquí no somos de pedirle el DNI a nadie. Autoras y autores que han pasado por los diferentes escenarios del festival, dejando un inmejorable sabor de boca en la audiencia. 

La ruta por el Albaicín de ‘Las niñas salvajes’, guiada por May R. Ayamonte, la autora de la novela publicada por Contraluz, fue la bomba. ¡Y qué gustazo de charla en El Pañero sobre una historia fascinante protagonizada por una periodista, Jimena, que va a tener continuidad el año que viene en una novela que ya esperamos con todas las ganas del mundo! Las calles de Granada volverán a ser escenario de la trama y la promesa de que los personajes se dejen caer por las Bodegas Castañeda sabe a gloria. ¡Ojalá que también se tomen una Cerveza Alhambra!

Men Marías también tiene nueva novela negra en puertas. Saldrá publicada el 4 de febrero y la acción transcurre igualmente por el centro de Granada, con protagonismo especial de una de nuestras plazas más emblemáticas. Su conversación con la periodista y novelista María Jesús Peregrín, conducida por Daniel Rodríguez Moya en el Palacio de los Condes de Gabia, nos permitió saber mucho más de ‘La última paloma’ y ‘El límite de Roche’, novelas que transcurren en Rota y Florencia, respectivamente.  

Clara Peñalver, que acaba de estrenar ‘La importancia de tu nombre’, publicada por Ediciones B, traslada la acción de este intenso thriller psicológico al barrio de Salamanca, en Madrid. Su presentación en el Cuarto Real de Santo Domingo se saldó con un llenazo total y ha sido uno de los libros más vendidos del festival. ¡Más madera! 

En el propio Cuarto Real se dieron cita Jaime Molina, Hermógenes Patón y Álex Pérez. Protagonizaron una animada mesa redonda en la que, partiendo de sus novelas ‘Camino sin señalizar’, ‘NO, una novela Noir’ y ‘El único camino’ respectivamente; reflexionaron sobre los diferentes personajes, ambientes y tramas que pueden ser objeto del género policíaco, tan amplio y variado como se pueda imaginar. 

Y otro maestro del periodismo y la literatura, Javier Valenzuela, que conversó en el Ateneo con Margarita Buet, presidenta de la Alianza Francesa de Granada y tangerina de nacimiento, sobre ‘La muerte tendrá que esperar’, tercera parte de su trilogía sobre una de las ciudades más atractivas y contradictorias del norte de África. En la novela, el autor residente en Bubión habla de temas de tanta actualidad como las criptomonedas o el controvertido mundial de Qatar. 

Y no podemos olvidar a Enrique Bonet, cuyo cómic ‘La araña del olvido’, que felizmente no se termina nunca, protagoniza la exposición en curso del propio Cuarto Real de Santo Domingo hasta después del puente de la Inmaculada.

Que Granada pueda presumir de esta nómina de autoras y autores negrocriminales resulta significativo y algo a tener muy en cuenta.

Jesús Lens