LITERATURA DE VIAJES: UN ENCUENTRO CON EL OTRO

Sobre el encuentro de Jerónimo Páez y Goytisolo en el marco del Hay Festival, publicamos estas escuetas palabras:

Una cuatrocientas personas siguieron con enorme interés el diálogo que, sobre las relaciones entre España y el mundo islámico, mantuvieron Jerónimo Páez y Juan Goytisolo. Una charla en que se reivindicó la necesidad de una alianza de valores comunes entre los países de las dos orillas del Mediterráneo, así como la de una decidida política europea de paz para Oriente Medio. Igualmente se defendió la esencia mestiza y transcultural de una España que es herencia de múltiples civilizaciones e influencias y que, a su vez, ha sido vehículo de transmisión de ideas, culturas y pensamientos.


Y es que la entrevista que le hizo IDEAL a Goytisolo fue de lo más jugosa.

Así que dejamos lo que publicamos ayer sábado en el periódico sobre la cordial charla acerca de la literatura de viajes del viernes noche…

Paisajes, monumentos, historia, gastronomía, cultura… De todo eso tiene que hablar un buen libro de viajes. ¡Por supuesto que sí! Pero la mejor literatura nómada, la que está llamada a trascender, siempre tiende al encuentro con el otro. Con el que es distinto. Con el que es diferente.


Al menos, así lo entienden Tahir Shah, Chris Stewart y Michael Jacobs, los tres contertulios que, en el marco del Hay Festival, disertaron anoche sobre uno de los géneros literarios más famosos, populares y reconocidos. “En los tiempos de Internet, cuando lo que pasa en el mundo lo podemos ver en la televisión en directo, ¿para qué servimos los escritores de viajes?”, se preguntaba Stewart, muy conocido por su recreación de su vida en las Alpujarras. Y él mismo se contestaba: “Aunque tenemos mucha información, también hay una enorme incomprensión. Por eso, la mejor literatura es la que describe a las personas como seres humanos”. Y los aplausos cosechados entre el público por esta afirmación demuestran que sí, que el factor humano es siempre el más importante a la hora de contar historias.

Brillantemente introducidos por Juan Antonio Díaz, a lo largo de una hora que se pasó en un suspiro, los tres escritores dialogaron en un ambiente de desenfadada cordialidad acerca de libros, viajes y experiencias, de exilios, regresos, aventuras y encuentros; para deleite de los aproximadamente dos centenares de oyentes que se dieron cita en el muy acogedor y apropiadamente elegido para la ocasión Carmen de los Mártires.

Para Tahir Shah, un anglo-paquistaní que reside en Casablanca, estar en Granada es un privilegio. “Porque esto es como un pedazo de Marruecos y los escritores de viajes, lo que realmente hacemos es tender puentes entre culturas. Lo que yo persigo es que en el Este se conozca el Oeste y viceversa.” La literatura como vehículo de conocimiento, de descubrimiento.

Para Jacobs, además, al escribir un relato de viajes se trata de hacer una recreación, con un punto de nostalgia, del periplo ya terminado. Se trata de revivirlo, de regurgitar las sensaciones, de volver a disfrutar de la experiencia. “Pero de una forma más cómoda y sencilla”, ironiza Stewart.

“¡Y sin aburrir!”, proclama Tahir. “Porque leer cuarenta páginas en que se describe el desayuno que el autor se tomó en un hotelito, no tiene sentido”. Y ahí es dónde radica el problema de un género literario que, por su propia naturaleza, ha de ser mestizo, mezclando la autobiografía con la novela y la ficción.

En lo que coinciden los tres contertulios es en que lo más importante para un autor es viajar con los ojos bien abiertos, los oídos preparados y los sentidos alerta. Es necesario tener una importante capacidad de observación de todo lo que ocurre alrededor del viajero. En ese sentido, para Shah no hay nada cómo sentarse en un café y dejar que la vida fluya a su alrededor, hablar con la gente, ver, mirar e impregnarse de la magia del ambiente. O, como señaló Jacobs, parafraseando a Azorín: “capturar la realidad poética de las personas y los lugares, huyendo del estereotipo, yendo más allá de lo aparente.”

¿Y por qué viajamos? Más sencillo aún. ¿Por qué les gusta tanto a los lectores este género literario? “Porque nos permite escapar. A ellos y a nosotros”. El viaje como huída fue también reconocido como una fórmula válida; como reivindicación del cambio, del exilio voluntario y, porque no, de la aventura. Porque viajar genera adicción, como señaló Jacobs.

Pero este género literario también puede provocar suspicacias. Por ejemplo, una persona del público hizo referencia a la ofensa que puede provocar una descripción errónea hecha por el autor. Los tres contertulios coincidieron en afirmar que, efectivamente, y aún cuando sólo pretendas mostrar la cara más amable de una persona, de una familia o de una cultura; es posible que se produzcan este tipo de malentendidos que, por otra parte, todo escritor debe estar dispuesto a asumir.

Otra cuestión polémica: ¿es lícito que un escritor de viajes, antes de emprender el periplo que después pretende contar, se empape de otros libros y se estudie la historia, geografía, costumbres y demás del lugar que va a visitar? ¿No es una especie de trampa al lector? Igualmente, la respuesta es bastante homogénea: “No. En ningún caso.” Porque el buen escritor, lo que debe hacer, es contar de la forma más ágil posible su propio viaje, dejando constancia de sus encuentros y sus sensaciones. Se trata de generar empatía y, después, de transmitirla, de una forma personal y única.

Lo importante es entusiasmar al lector y tener la capacidad de hacerle sentir lo mismo que el viajero, a través de una narración que transmita esos olores y sabores exóticos, que sea capaz de hacer entendibles los diálogos en idiomas extranjeros y, sobre todo, que permita interpretar esas realidades ajenas que son las que han suscitado la curiosidad del lector y le han llevado a comprar, precisamente, ese concreto libro de viajes que tiene entre sus manos.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

¡VIVA EL MESTIZAJE!

Venimos del Hay Festival, donde Sacai y yo hemos estado con El Pinar, MagoMigue y Olga, disfrutando de la charla de Jerónimo Páez con Juan Goytisolo. Entre otras cosas, han hablado de la España mestiza, mezcla de sangres, razas, colores, culturas y civilizaciones.


Y eso gritamos esta tarde. Que sí. ¡Que viva el mestizaje!

Foto cortesía de Néfer.

LA EDAD DEL PERO

La columna del viernes en IDEAL, en clave adversativa: los peros ¿renuncia o conquista?

Tenía previsto que la columna de hoy estuviese dedicada a las declaraciones del Alcalde PP Torres acerca de la esencia granadina de nuestro flamante botellodrómo, pero se ha comentado tanto sobre el tema que, en realidad, ya cansa.


Ahí está. ¿Lo han visto? El pero. Ya salió. Y es que, de un tiempo a esta parte, los “peros” forman parte esencial del discurso de buena parte de la generación de los treinta y tantos y siguientes: “Iba a pedir un chuletón, pero tengo el colesterol disparado y, por tanto, pedí una ensalada.”

Una muestra inequívoca de que el paso del tiempo se va cebando en nosotros viene dada por la profusión de peros que se instalan en nuestros discursos y actuaciones. No conozco ningún libro de autoayuda o de desarrollo directivo en que se hable de ello, pero, pasada una edad, uno de los factores más importantes en la toma de nuestras decisiones viene dado por una conjunción adversativa.


La ensalada devoracolesterol. Muy sana, pero aterradoramente aburrida

Cuando éramos jóvenes, las cosas se pensaban y se hacían. Y punto. Las declaraciones del alcalde, por ejemplo, serían una patochada como un botellódromo de grandes, resultarían ridículas, reduccionistas, catetas y cortas de miras. Serían una memez de intensidad cercana al coma etílico. Y punto. Así lo pensaríamos y así lo escribiríamos, proclamándolo a los cuatro vientos.

A los treinta y tantos, sin embargo, todo es susceptible de matización. Ya no hay verdades universales. “Yo soy de izquierdas, pero como la educación pública está hecha un asco, llevo a mis hijos a un colegio no sólo privado, sino exclusivo.” Porque si todo es matizable, todo es justificable. “Yo soy pacifista, pero hay veces en que la guerra es inevitable”. Así, los “peros” podrían tener una doble dimensión, como me dice una buena amiga: son el símbolo de una derrota ideológica, pero también se pueden entender como signo de una victoria en pequeñas batallas pragmáticas.

Cuando éramos jóvenes e inocentes había verdades absolutas e incuestionables. “No a la pena de muerte”. Pero, claro, cuando te encuentras con casos como el de Mari Luz, las cosas ya no están tan claras. Vamos creciendo y nos convertimos, teóricamente, en seres intelectuales y reflexivos. Y surge la teoría del ByN: entre el blanco y el negro hay una infinita gama de grises. “Yo defiendo la sanidad pública, pero tengo un seguro privado, que no me gustan las colas ni las salas de espera”. Somos ecologistas, nos preocupa el medio ambiente y estamos aterrados ante el cambio climático, pero necesitamos temperaturas de 22 grados en plena canícula de agosto para lucir con orgullo las corbatas de Hermès, que hay que ver esos jóvenes desarrapados, que lo van enseñando todo.


Pero, ¿saben lo que realmente me aterra? Que sean los jóvenes los que utilicen la preposición de marras: Yo no soy racista, pero hay demasiados inmigrantes. Yo no soy machista, pero ojito a quién miras. Eso sí que es triste y preocupante.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.