Violencia contra la mujer

Voy a terminar mi largo análisis del Barómetro del mes de julio del CIS con un dato que me parece tan ilustrativo como preocupante y aterrador: a la pregunta sobre cuál es el principal problema que existe actualmente en España, solo un 1,4% de los encuestados respondieron “La violencia contra la mujer” en una de sus tres respuestas.

Entiendo que el paro, los problemas económicos y la corrupción son preocupaciones mayoritariamente extendidas en nuestra sociedad, pero ¿habría estado la cuestión de la violencia contra la mujer entre las cinco inquietudes de una mayoría de encuestados? ¿Y entre las diez primeras? Y si las respuestas se hubieran segregado por género, ¿qué habríamos respondido los hombres?

 

Un dato, espeluznante: treinta y una mujeres asesinadas en España en lo que va de año. 31. Más cifras: de ellas, solo seis habían denunciado anteriormente a su agresor y, sin embargo, diecinueve convivían con su verdugo.

Estas cifras demuestran que tenemos un problema, gravísimo, y que los protocolos no funcionan. Que las mujeres siguen sin denunciar y que no encuentran soporte ni ayuda en las instituciones para romper la cadena del maltrato. Porque el asesinato, nunca lo olvidemos, es el último estadio de la violencia contra la mujer.

 

Falla la prevención, falla la educación y falla la protección. Por eso, cada vez que leo o escucho a hombres -y, en ocasiones, a algunas mujeres- hablar de feminazis, de la violencia de las mujeres contra los hombres o de las denuncias falsas por violencia de género en temas de separación y divorcio; me pongo malo, se me revuelven las tripas y me dan ganas de vomitar.

 

31 mujeres asesinadas. No muertas, no: A-SE-SI-NA-DAS. 31 mujeres asesinadas a manos de hombres. Duele hablar de mujeres asesinadas, pero es una expresión lamentablemente ajustada a la realidad, no como eso de “víctimas de la violencia de género”, en abstracto, con ese lenguaje frío, neutro y funcionarial que cosifica a las personas.

En la cuestión de la violencia contra la mujer no valen simetrías ni resulta admisible lo políticamente correcto: hablamos de una lacra execrable que debería avergonzarnos y que exige, a voces, un Pacto de Estado que dote de fondos y de medios a una política dirigida a revertir esta intolerable situación. Cada día que pasa sin afrontar una cuestión de alarma social, fracasamos un poco más como sociedad.

 

Jesús Lens