INGLES EN GRANADA

No. La columna de hoy viernes de IDEAL no es (sólo) sobre baloncesto…

 

Desde el partido de presentación del CeBé Granada, mi hermano y yo le llamamos Bob, el Inglés, recordando al personaje que Richard Harris interpretara en la memorable «Sin perdón», un famoso pistolero que recalaba en Big Whisky para cumplir un encargo que terminaría por demostrarse harto complicado…

 

Bob, el Inglés.
Bob, el Inglés.

Rubio y letal, Ingles es un tirador excepcional y su muñeca prodigiosa le valió, la pasada semana, alzarse con el MVP de la jornada de la ACB de baloncesto. Pero si hacemos referencia al bueno de Joe en esta columna, más allá de por su indudable calidad baloncestística -entonces tendríamos que hablar de «Pata Negra» Aguilar, de las carreras de Gianella «Gacela de la Pampa» o de los solos de Hendrix dentro de la zona- es por su actitud en la cancha.

 Joe Ingles

Nada más empezar el partido, el pasado domingo, Ingles le clavó un triple a su defensor. En la cara. Lo que los norteamericanos, tan dados a los eufemismos sonoros, llaman «in your face». Unos instantes después, le metió otro. Limpio. Y en ambas ocasiones, mientras volvía para defender, Ingles le miraba con todo descaro, retándole, buscándole la boca.

 

Precisamente, esa agresiva actitud le ha costado a Ingles alguna crítica y censura en otros partidos. Y es que el australiano no se achanta ni se deja avasallar por nadie, sean rivales, árbitros o el público contrario, encarándose con cualquiera, aunque le saque una cabeza y pese treinta kilos más que él.

 Si hay que sacar los codos, se sacan

Y a mí, personalmente, me encanta esa actitud. Acostumbrados como estamos los granadinos a que nos ninguneen en todos los foros y a que nuestros dirigentes sean mayormente unos pintamonas, siempre achantándose ante los poderes sevillanos y madrileños, da gusto ver al aussie, vestido con los colores nazaríes, sacando pecho y peleando por lo que cree justo y necesario.

 

Porque, además de peleón, Joe se parte el pecho en cada partido, dejándose la piel en todos y cada uno de los minutos que está en cancha, aunando calidad, voluntad y disposición. Lo que siempre se ha dicho que deben tener las personas grandes: aptitud y actitud, algo a lo que, por desgracia, estamos muy poco acostumbrados por estos lares.

 

¿Dr. Ingles y Mr. Hyde?
¿Dr. Ingles y Mr. Hyde?

¡Ojalá hubiera más Ingleses en otros ámbitos de la vida granadina! Porque su actitud rocosa y peleona no significa que no sea un exquisito deportista, sin maldad alguna en sus acciones. Un tipo que va de cara y al que se le ve venir… aunque después resulte letal en sus acciones. Es lo que caracteriza a la gente valiosa: no necesitan utilizar tretas falsarias ni arteras artimañas para ser los mejores. A base de entrenamiento, trabajo duro, compromiso, actitud e ilusión, son capaces de cargarse todo un equipo a las espaldas. Por eso, en los momentos en que las cosas no les salen bien, que siempre llegan, siguen contando con el cariño y el beneplácito de un público que admira su arrojo, descaro y valentía.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

LAS CIUDADES CREATIVAS

La columna de hoy de IDEAL.

 

El mundo es plano. Las nuevas tecnologías y la sociedad de la información han terminado con las distancias. El fin de la historia que proclamó Fukuyama sería, más bien, el final de unas barreras geográficas que, gracias a Internet y la telefonía de última generación, ya no existen. ¿O sí?

 

De ser ciertas las tesis sostenidas en el primer párrafo, ¿por qué los científicos de la cosa tecnológica siguen considerando al Silicon Valley como la tierra prometida? ¿Por qué, si quieres ser alguien en el mundo de la moda, tienes que irte a Milán y, por mucho que se diga, Broadway sólo hay uno?

 

De todo ello nos habla Richard Florida en un libro espléndido, clarividente y anticipatorio, recién publicado por la editorial Paidós: «Las ciudades creativas», subtitulado de una forma tan elocuente como ésta: «Por qué donde vives puede ser la decisión más importante de tu vida».

 

Elegimos a la persona con la queremos compartir nuestra vida. Procuramos elegir nuestro trabajo. Pero ¿qué pasa con la ciudad en que vivimos? La mayor parte de las personas que conozco, o buscan un trabajo en su ciudad natal y/o de residencia familiar, o bien se instalan donde encuentran trabajo. Pero ¿conocen ustedes a muchas personas que hayan decidido instalarse en una ciudad determinada por alguna razón que no sea personal o familiar y, después, buscar trabajo en la misma?

 

Antonio Banderas, con una mano delante y otra detrás, dejó su Málaga natal para buscarse la vida como actor en el creativo y mítico Madrid de la movida. Pero, cuando quiso dar el salto de calidad en su profesión, se marchó a Los Ángeles. Porque si quieres ser alguien importante en el mundo del cine sólo hay un nombre posible: Hollywood.

 

¿Y qué pasa con Granada? ¿No piensan ustedes que nuestra ciudad lo tiene todo para ser una de esas ciudades creativas? Historia, cultura, localización geográfica, variedad paisajística… bueno. Todo no. Le faltan infraestructuras, claro. Y las famosas comunicaciones. Pero, sobre todo, le falta creérnoslo. Nos falta creérnoslo.  

 

Escribía Luis García Montero que Granada no es una tierra de verdugos ni de genios. Que el ser granadino no es sinónimo de caínismo, pero tampoco de excelencia estética o magnificencia intelectual. Que Granada, por desgracia, es una tierra de cagalitrosos, de personas a las que se les descompone el vientre cuando las cosas van mal y hace falta alinearse, comprometerse y defender una postura crítica con el poder. Los granadinos, perennemente acomodaticios y veletas tuercecuellos con una innata capacidad para mirar hacia otro lado. Y que así nos va.

 

¿Nos falta espíritu a los granadinos? ¿Somos conscientes de lo mucho y bueno que nos ofrece nuestra tierra y, sobre todo, de las inmensas posibilidades que atesora para convertirse en una de esas ciudades creativas, universalmente reconocidas, imán para personas talentosas del mundo entero? Para pensárnoslo.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros