Los Mercenarios 3

Ir a ver, voluntariamente, “Los Mercenarios 3” para ponerla a parir es un absurdo total y absoluto. Porque la nueva película de Stallone & co. da exactamente lo que promete: acción a raudales, tiros, explosiones, destrucción, violencia de la que no salpica ni te hace apartar los ojos de la pantalla… y un punto de humor.

 Los Mercenarios 3

Cuando entré en la sala, pensé que me había equivocado. Había tantos niños que estaba seguro de haberme metido en alguna proyección de dibujos animados. En Campanilla o algo así. Pero no. Estaba en el lugar correcto y a la hora indicada. Aun así, hasta que no ví el tráiler de la nueva película bélica de Brad Pitt, no terminé de convencerme: ¿qué hacía tanto chavea de menos de 10 años viendo Los Mercenarios?

La respuesta me esperaba un par de horas después: colegueo, risas, acrobacias, músculos, disparos, peleas… todo ello más falso y más frío que los combates de Lucha Libre o que los videojuegos.

Y, sin embargo, funciona.

 Los Mercenarios 3 poster

Funciona porque Stallone se ha convertido en algo parecido a los Teleñecos. Es como un muñegote de sí mismo, como una parodia de látex a la que dan ganas de achuchar, de tan tiernico que se ha puesto. Y sus colegas de generación… más de lo mismo. Hasta el supuestamente temible Dolph Lundgren ha pasado de parecer un letal tiburón blanco a ser como un pez ballena. Por no hablar de Snipes y su cuchillo.

Pero es que, en una hábil pirueta, el guion incorpora al grupo de mercenarios a unos jóvenes, pero excepcionalmente bien preparados muchachos, para jugar con las diferencias generacionales. ¿Se acuerdan de “Los siete magníficos”, cuando Yul Bryner hacía una gira de captación de talentos para su grupo de pistoleros? Pues lo mismo, pero en banal y sin la más mínima emoción, por supuesto.

 Los Mercenarios 3 Cannes

Es el problema de las franquicias, sagas y series de películas: al estar concebidas para tener una y mil entregas posteriores, los guiones están condicionados. Sobre todo, a la hora de matar y eliminar personajes: cada elemento que queda fuera de combate es susceptible de alejar a un determinado colectivo de espectadores en futuras entregas. De ahí, también, el Melting Polt que puebla el reparto, incorporando a todas las etnias posibles. Y algunas, hasta imposibles.

Así, la parte latina del colectivo mercenario cuenta con El Galgo, interpretado por un inefable Antonio Banderas que tiene los santos cojones de cantar “Soy el novio de la muerte” y de desfilar como un legionario. La cabra es lo único que le faltó para terminar de componer un personaje a la altura del propio personaje que Banderas ha ido construyendo en torno a su papel como el Latino Oficial, simpático y gracioso, del Hollywood contemporáneo.

 Los Mercenarios 3 Banderas

Y luego tenemos al malo. Que, en esta ocasión, está muy bien logrado gracias al cinismo de Mel Gibson. Y quedan las dos apariciones estelares, los grandes fichajes de estos “Los Mercenarios 3”, que no sé por qué, me recordaban a los Galácticos de Florentino Pérez. Me refiero, por supuesto, a Harrison Ford y al ex gobernador de California: Arnold Schwarzenegger.

 Los Mercenarios Ford

Si el guion –por llamarlo de alguna manera –es un completo despiporre; meter con calzador a estos dos personajes ya lo termina de convertir en un descalzaperros completo… pero nos gusta.

Es decir, te gustará si sabes a lo que vas y te presentas en la sala bien pertrechado de refrescos, palomitas, gusanitos, doritos y demás chucherías terminadas en itos e itas, a modo de chaleco antibalas.

Jesús Lens

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Veréis porqué decíamos que esta portada nos forzaba a escribir

Al principio de la serie Boardwalk Empire, la Atlantic City de los años 20 del pasado siglo luce colorista, alegre y luminosa. La ciudad tiene un paseo marítimo que es una joya y todos sus habitantes parecen vivir felices y comer perdices.

Creada por Martin Scorsese y Terence Winter, el padre de Los Soprano, esta colosal serie tiene como protagonista a Nucky Thompson, un político local del Partido Republicano que, en el consistorio, ocupa el puesto de… Tesorero. Desde esa posición y con su hermano al mando de la policía local, Nucky hace y deshace a su antojo, tanto en la ciudad como en el conjunto del estado y hasta en la propia Washington, siendo una de las voces que todos escuchan a la hora de nombrar, por ejemplo, al Fiscal General.

 Nucky Thompson

Por supuesto, de poner y quitar alcaldes y concejales a su antojo, ni hablamos. Entre los personajes secundarios de esta prodigiosa serie está un joven Al Capone, que ya empieza a hacer de las suyas en la ciudad de Chicago, asociado a Nucky.

Y es precisamente en la Ciudad del Viento, también conocida como la Segunda Ciudad de los Estados Unidos, donde transcurre la acción de otra serie igualmente portentosa, inquietante, anticipatoria y desasosegante: “Boss”.

Si bien es cierto que el personaje de Nucky tiene muchos paralelismos con personajes actuales, podríamos pensar que media un abismo entre los Estados Unidos de hace un siglo y hoy en día. Sin embargo, “Boss” transcurre en la actualidad. Y no en una ciudad cualquiera, sino en la ciudad de moda, gracias a Obama, que allí tiene uno de sus feudos más leales.

 Boss

El Jefe que da título a la serie sí es alcalde de la ciudad pero, ni que decir tiene, en sus manos acumula mucho más poder que el meramente otorgado por su puesto y, así, sus chanchullos, tejemanejes y negocios convierten al contrabando de alcohol organizado por Nucky en un juego de niños.

El Boss es el Jefe, claro. Pero ese título implica más, mucho más, que una simple jefatura o puesto en el escalafón.

El Boss, el Jefe, es el Capo.

El Puto Amo.

El que maneja los hilos, como Coppola nos mostrara en “El Padrino”, una de esas inabarcables sagas que no se terminan nunca.

 Boardwalk Empire

Nos gusta pensar que todas figuras, todos estos personajes y sus prácticas corruptas y mafiosas, son producto de la desmesurada y calenturienta imaginación de los novelistas y guionistas norteamericanos. Pero, por desgracia, basta con leer la prensa de estos días para comprobar que, en versión cañí y casposa, nuestra sociedad está infestada de personajillos que parecen inspirarse en Nucky o en el inefable Tom Kane interpretado por un magistral Kelsey Grammer.

Los trajes, los sobres, las dobles contabilidades, el blanqueo de dinero, los sobornos, el tráfico de influencias, los nombramientos a dedo, los hombres de confianza, los mamporreros y palafreneros que arreglan cualquier desaguisado, los conseguidores, los mediadores, los chantajistas…

No consigo olvidar el capítulo en que Kane no consigue que los concejales le aprueben uno de sus planes y, como represalia, entorpece una negociación con el sindicato de operarios de limpieza de la ciudad, a los que fuerza a ir a la huelga, al grito de: ¡Inundemos Chicago de basura! Por no hablar de cómo consigue remontar su popularidad, en uno de los momentos más bajos de su carrera, y que no cuento para no estropear el final de la primera e imperial primera temporada de “Boss”.

Y es que, ya se sabe, el cine y la tele no son más que unos meros entretenimientos a los que no conviene conceder importancia alguna…

Boss

Jesús Lens

Ahora, a ver el 22 de enero de 2009, 2010, 2011 y 2012