¡Porque yo lo valgo!

Hablaba con un amigo que conoce bien todas las canchas de baloncesto de España y me decía que le sorprendió sobremanera la actitud del público en el último partido disputado en el Palacio de los Deportes. Jugaba el Covirán contra el Breogán. Íbamos ganando. Se achuchó la diferencia y la gente, en vez de gritar y animar; empezó con un extraño runrún de decepción o algo parecido. Como si ganar cómodamente fuera lo más natural del mundo. Fácil y sencillo. Como si fuera una obligación del equipo, recién ascendido a la ACB.

Le quité hierro al asunto, pero me quedé dándole vueltas. Y me acordé de lo que contaba Antonio Jara sobre la candidatura granadina a los Mundiales de Esquí. La primera vez, la gente del entorno le decía que no había nada de lo que preocuparse. Que era una candidatura imbatible. Que la conjunción de nieve, mar y Alhambra, tan bonica ella, se lo llevaba de calle. Epic fail! Fracaso total. Para la siguiente, se asesoró en condiciones y se puso en manos de un equipo que sabía de verdad cómo se consiguen esas cosas. Se arremangaron y trabajaron de firme, todos los implicados a una. 

En Granada tenemos una extraña tendencia a la autocomplacencia. Al convencimiento de que nos merecemos las cosas porque sí. ¡Porque yo lo valgo! Y nos confiamos. Nos abandonamos. Dejamos de animar y empezamos a exigir. Apenas las cosas van bien, comenzamos a escatimar, pensando que ahorramos. 

Siempre me ha gustado un proverbio de la ancestral sabiduría africana: “si quieres ir rápido, camina solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado”. Como fondista que he sido, creo en el trabajo en común, en la constancia, la complicidad y las alianzas duraderas. Como decía Robert De Niro en la película ‘Ronin’, “O eres parte del problema o de la solución. Si no, eres parte del paisaje”. Hoy hay básket. ¡Menos actitud contemplativa y a empujar! 

Jesús Lens

Lotería, trabajo y economía

Es complicado, esta mañana, hacerse escuchar por encima del sonido de las bolas, girando dentro de los bombos de la Lotería. Entre las 9 y las 12 de hoy, las únicas voces autorizadas son las de los niños del Colegio de San Ildefonso que van desgranando números premiados y cantidades de euros, hasta completar los preceptivos alambres y tablas.

A mí, la lotería de Navidad me provoca un efecto de Perro de Pavlov relacionado con Covirán: en 1993, como en cientos de hogares granadinos, entró en nuestra casa un pellizco de aquel premio, tan bien repartido: mi madre había comprado alguna papeleta en el súper de debajo de casa. Un Covirán, por supuesto.

 

Hoy, a partir de las 12, la mayoría de nosotros habremos vuelto a no pillar nada (*). Alguna pedrea, con suerte, que nos permita minimizar pérdidas. Será entonces cuando tiremos de socorridos tópicos y digamos aquello de que los importante es tener salud y que la mejor lotería es el trabajo y la economía.

Y si hablamos de trabajo y empleo, en Granada, Pavlov vuelve a dirigirnos hacia el mismo sitio: Covirán. Porque, de acuerdo con las últimas cifras publicadas por la revista Andalucía Económica, Covirán se encuentra entre las cinco empresas que más empleo generan en Andalucía.

 

Solo Abengoa, Mercadona y la suma de El Corte Inglés e Hipercor crean más puestos de trabajo que Covirán en nuestra tierra. ¿Somos conscientes de la magnitud de esa cifra? Casi 15.000 empleos genera nuestra cooperativa, además de ser una importante cadena de distribución de bienes y productos producidos, manipulados y envasados en Andalucía.

La Cooperativa Virgen de las Angustias, con sus cientos de supermercados -la mayoría de ellos de barrio- distribuidos por España y Portugal, es un milagro cotidiano al que concedemos poca o ninguna importancia. Una cooperativa que, si no existiera, habría que inventarla.

 

Pero existe. Felizmente. Y hay que cuidarla. De la forma más sencilla del mundo: comprando en esos establecimientos que, vestidos de rojo, verde y blanco, están ahí al lado de casa. A la vuelta de la esquina.

 

Hoy, 22 de diciembre, recordemos que si hablamos de trabajo y economía, con Covirán nos toca el Gordo cada vez que sus supermercados abren las puertas.

 

*Insisto que, ojalá, me tenga que comer esta columna con patatas, gracias a que una lluvia de millones haya anegado el Zaidín…

 

Jesús Lens

Grande, el Pequebasket

Iván Martínez, uno de los cracks del Fundación CB Granada-Covirán, ha tenido muchos partidos importantes este año. Algunos de ellos, se jugaron ayer domingo, en la Ciudad Deportiva de Armilla. Porque Iván, como el Gran Capitán Jesús Fernández o nuestro base dinamita, Didi García; además de ser jugadores de la primera plantilla del equipo nazarí, también entrenan a sus categorías inferiores.

Exterior de la Ciudad Deportiva de Armilla
Exterior de la Ciudad Deportiva de Armilla

Iván, en concreto, entrena a los Pitufos Genil, que son tan pequeños que ni siquiera alcanzan la categoría de benjamines. Niñas y niños de entre cinco y ocho años de edad a los que da gusto ver jugar sobre una cancha de baloncesto, todo entrega, pasión, compañerismo y diversión.

La estampa de Iván, rodilla en tierra y rodeado de sus Pitufos, que lo abrazan como al mejor de los amigos, resulta emocionante. Y eso que es un entrenador exigente: les pide defensa, que utilicen ambas manos en las entradas a canasta o que practiquen pase sin bote para llevar el balón de una cesta a otra. ¡Pero cómo anima, felicita y encorajina a sus Pitufos, durante cada minuto de cada partido!

Iván & Los Pitufos
Iván & Los Pitufos

Y eso que ayer jugaron cinco. Porque el domingo, la Ciudad Deportiva de Armilla hervía de baloncesto gracias al monumental Pequebasket que, por cuarto año, organiza el Fundación CB Granada-Covirán. Más de setenta equipos provenientes de Granada capital y provincia, de Málaga y de Almería. Más de 700 niñas y niños conviviendo en un extraordinario ambiente lúdico-deportivo en el que, por encima de todo, se veían sonrisas.

Hacía calor. Y el estruendo de los silbatos de los árbitros, los gritos de ánimo de los familiares y las instrucciones de los entrenadores hacían que, por momentos, el ambiente del Pabellón estuviera muy cargado. Daba igual. En el Pequebasket se aplaude y se celebra cada canasta con alegría y alborozo. Y no porque haya pocas, precisamente. Que resulta sorprendente la fluidez con la que anotan esos Pitufos, Benjamines y Alevines.

Foto: Fermín Rodríguez
Foto: Fermín Rodríguez

Se celebra cada canasta. Y cada defensa. Cada buen pase y cada robo de balón. Se celebra que los equipos sean mixtos y que jueguen el mismo tiempo los mejores que los menos duchos, los más habilidosos que los más torpones, los más altos que los más bajitos.

El Pequebasket, una gozada que permite a centenares de niños y a sus familias disfrutar de la más pura esencia del deporte.

Jesús Lens

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