Piensa en negro

Una cosa es que esto del Black Friday no haya por dónde cogerlo (leer aquí por qué) y otra muy distinta que no vaya a aprovechar la ocasión para hacer proselitismo en una fecha tan señalada.

En una jornada repleta de irrechazables ofertas, el pequeño comercio sufre doblemente: por un lado, no puede hacer los mismos descuentos que las grandes superficies y, menos aún, que los portales de venta por Internet. Por otra parte, la gente que aprovecha para abusar de su cuenta y dejarla tiritando, no volverá a comprar más que lo estrictamente imprescindible hasta que se le olvide la bacanal consumista de hoy. O, al menos, hasta que su tarjeta se recupere de la impresión.

 

Por tanto, y dirigiendo un festival como Granada Noir, es obligatorio hacer algunas recomendaciones culturales bien negras, que las librerías también abren este black-viernes.

Quienes piensen que el Noir es un género repetitivo (crimen-investigación-resolución), que lean “Canción dulce”, de Leila Slimani, publicada por Cabaret Voltaire y ganadora del premio Goncourt del 2016. Es una joya tremebunda que pone los pelos de punta. Una novela que muestra sus cartas al lector desde la primera página y que consigue mantenerle hechizado hasta que, con la mandíbula descolgada, lee las últimas líneas.

 

Una novela de terror cotidiano que nos sitúa frente a nuestras propias contradicciones y en la que todos los personajes tienen sus (sin)razones para hacer lo que hacen y actuar cómo actúan. Una novela sobre el desconocimiento, la ignorancia de lo que pasa a nuestro alrededor y la ceguera inconscientemente voluntaria. “Canción dulce” debería llevar un aviso en la portada: “Peligro. Esta novela da que pensar”.

Y como al Black Friday le sigue el Cyber Monday, conviene repasar en Netflix una serie especialmente apropiada para un día como hoy: “Black Mirror”, creada por Charlie Brooker. Se trata de una severa advertencia sobre el peligro de los excesos tecnológicos y de vivir adosados a las pantallas del móvil, el ordenador o la televisión.

Una serie inquietante, por cierto, que ya descuenta los días para el estreno de su cuarta temporada…

 

Jesús Lens

Acción de Gracias

De todas las paridas que se podían importar de la cultura anglosajona, la del Black Friday es, posiblemente, la más ridícula de todas… pero si sirve para que se mueva la economía y los comercios hagan caja, bienvenida sea.

Digo parida porque en España no hay nada que justifique su implantación, que el Black Friday está directamente vinculado a la celebración del Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, una de las pocas fechas en las que las familias norteamericanas se reúnen masivamente.

 

Se celebra el cuarto jueves del mes de noviembre y, al día siguiente, la gente se tira en manada a las tiendas, sin que esté claro si es porque la familia que compra unida permanece siempre unida o porque, tras una cena con suegros y cuñados, hasta salir de tiendas parece un plan aceptable.

No sé ustedes, pero esta noche, yo no he quedado para cenar pavo con mi hermano. Y, sin embargo, es bonito eso de la acción de gracias, más allá de que sea una festividad religiosa con origen en la reforma protestante.

 

Originalmente, las gracias se daban por las buenas cosechas y, de forma extensiva, por todas las cosas buenas deparadas por a lo largo del año por la providencia. Festividad que, dicho sea de paso, forma parte de la mayoría de culturas de todos los tiempos, aunque reciba otros nombres.

 

Yo soy de poco creer en la providencia, pero sí creo que está bien, de vez en cuando, pararnos a pensar en todo lo que tenemos, para valorarlo en su justa medida. Y es que, por mucho que algunos se empeñen en decir que todo es una puñetera mierda y que las cosas van de mal en peor, eso no es cierto.

 

Que tampoco estamos para grandes celebraciones, es cierto. Y, por supuesto, hay muchas cosas que mejorar. ¡Claro que sí! Pero España, Andalucía y Granada no son el infierno en la tierra que denuncian según qué agoreros, cenizos y pesimistas recalcitrantes para los que cuanto peor, mejor.

Sin necesidad de ponernos trágicos y trascendentales, salgan hoy a la calle a dar una vuelta, tratando de disfrutar de lo mucho y bueno que, entre todos, vamos construyendo, día a día. Y, por una horas, mostrémonos agradecidos, contentos y dichosos… aunque esta noche no nos espere un suculento pavo asado con patatas, en la mesa.

 

Jesús Lens

Hoy es Viernes Negro

¿Qué tal fue la Cena de Acción de Gracias? ¿Con quiénes la pasaron? ¿Y el pavo? ¿Les salió bueno? Porque si hoy es el Black Friday, ayer fue Acción de Gracias. Y fue festivo. Y toda la familia hizo lo posible y lo hasta lo imposible por juntarse al calor del asado. De ahí que hoy viernes vayamos a salir todos de compras, juntos como hermanos. Porque, ya se sabe: la familia que funde la VISA unida, permanece unida.

Pavo

¿Cómo? ¿Que no celebró usted Acción de Gracias? ¿Que ayer no fue festivo? ¿Y que su familia está tan lejos -o tan cerca- como siempre? Pero, entonces… no irá usted a salir de Black Friday, ¿verdad?

¡Ah, vale! Que no. Que no va a usted a comprar nada… porque ya se hartó de comprar ayer. Y antes de ayer. Porque aquí llevamos disfrutando del Black Friday desde hace… ¿cuánto tiempo? ¿Y cuánto tiempo le queda a la broma?

Black Friday

Porque no me digan ustedes que no es de cachondeo cómo hemos abrazado, en España, el Viernes Negro. En dos o tres años le hemos cogido tanto cariño y aprecio que ya dura una semana. Larga. Y no es descartable que el año que viene lo hagamos arrancar con el fin de Halloween, alargándolo hasta el día del sorteo de la Lotería de Navidad en que, como el Gordo está tan repartido, todos terminamos por pillar un pellizco. O no. Pero con hacernos un Carmina y montar un fiestón a cuenta del décimo del año anterior, todos contentos.

Hoy viernes voy a darme una vuelta por las calles de Granada, a ver cómo llevan las tiendas de toda la vida lo del Black Friday. Que menuda semanita para el comercio tradicional, entre la apertura del Nevada y las megaofertas negras de las franquicias, grandes almacenes y e-commerce.

Black Books

El gran reto del comercio tradicional es captar nuevos clientes, además de mantener a los de siempre, a través del exhaustivo conocimiento de los gustos de cada uno de ellos, además de estar obligados a brindarles un trato exquisito, familiar, agradable… pero no invasivo.

Una mezcla de detective privado y relaciones públicas que se anticipe a los gustos de cada cliente, de forma que visitar una tienda se convierta en algo placentero, divertido y agradable; alejado de la masificación provocada por supuestos chollos y ofertones.

Jesús Lens

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