De apretón en apretón

Vivimos en un apretón constante: desde que Trump se alzó con la Presidencia de los Estados Unidos, cada uno de sus apretones -de mano- es analizado hasta el mínimo detalle. De hecho, ya hay toda una estirpe de cronistas especializados en predecir cómo serán los apretones de Trump y qué significado tienen.

Caí en ello hace unas semanas, leyendo un reportaje sobre incomprensibles comportamientos de los hombres, publicado en una revista… para hombres. Ya saben ustedes que esas revistas, molonas, cool y de un papel de tacto exquisito; abogan por un tipo de hombre que, siendo masculino, no reniegue de su yo femenino. Pero sin pasarse. El Machoguapi, o sea.

 

El artículo, que no tenía desperdicio –ni por dónde cogerlo, la verdad- analizaba costumbres tan supuestamente masculinas como la de darnos palmadas en la espalda, sostener las llaves del coche mientras hacemos aspavientos con ellas, espatarrarnos en cualquier sitio y a la menor oportunidad o poner los pies encima de la mesa. Y, por supuesto, analizaba el sentido atávico de todo ello, deduciendo que eran resabios a extinguir de la época cavernaria.

 

El sesudo analista de la figura del Macho Alfalfa en Franco Retroceso le prestaba mucha atención a las manos. Así, actividades como crujirse los nudillos o rascarse el mentón barbado eran consideradas como indudables pruebas de agresividad y virilidad.

 

Entonces llegaba el momento apretón. Y es que, en un buen primer apretón, nos jugamos buena parte de nuestro crédito. Un apretón como Dios manda debe ser a la vez cálido y firme, pero nunca tan fuerte que amenace con triturar los dedos del contrario. Ni tan poco enérgico que nuestra mano parezca un pescado hervido. Sobre la duración del apretón también habría mucho que decir, que es complicado saber cuándo nos quedamos descortésmente cortos y cuándo nos convertimos en sospechosos de intento de secuestro del miembro de la otra persona.

Busquen, busquen en YouTube los apretones de Trump. Verán que, en ellos, hay toda una filosofía de vida. Pero, cuando les asalten dudas sobre qué y cómo debe ser un verdadero y poderoso apretón, vuelvan a ver “El hombre tranquilo”, la obra maestra de John Ford… de la que la revista masculina antes citada abominaría y echaría pestes, por ser retrógrada, antigua y trasnochada.

 

Tiempos complejos y contradictorios, éstos en los que vivimos peligrosamente, de apretón en apretón.

 

Jesús Lens