Tánger Noir

Tánger es más, mucho más que una ciudad situada en el extremo norte de Marruecos, en el estrecho de Gibraltar y capital de la región Tánger-Tetuán, como la describe la Wikipedia.

Tánger es, además, un espacio mítico. Una construcción de la fantasía en la que el recuerdo y la mitología se dan la mano tras cada callejón de la Medina. Es una ciudad con una gran historia a sus espaldas que, además, está construida de mil y una historias y habitada por decenas y decenas de fantasioso narradores que, a la caída de la tarde, se concitan en el Café Hafa, para fumarse una shisha de frente al mar.

 

Tánger es un estado mental, necesario e imprescindible, al que es necesario regresar, una y otra vez. Y una vez más volver.

 

Los 250 kilómetros cuadrados de Tánger limitan, al norte, con el estrecho de Gibraltar, al este y sur con la provincia de Tetuán y al oeste con el océano Atlántico. Y esa especial disposición geográfica, en el extremo septentrional de un continente que representa la esencia del sur en que confluyen todos lo sures, le confiere su particular idiosincrasia desde los tiempos en que Hércules descansó en sus grutas, una vez que separó a Europa de África en el transcurso de sus míticos trabajos.

Tánger fue ciudad abierta, ciudad internacional e imán para artistas, escritores, músicos, cineastas y creadores de todo el mundo. Centro neurálgico de la bohemia, musa inspiradora para creadores de todo origen y condición.

 

Después, llegó la decadencia. El silencio. La melancolía. La añoranza. A decir de algunos. Para otros, sencillamente, llegó la realidad. Y, con la realidad, surgieron esas otras historias, negras y criminales, que huyen del fasto, del lujo y del oropel. Historias esquinadas que te sorprenden en un recodo del Zoco Chico, en una pensión de mala muerte o tratando de embarcar en una patera. Para asaltar los cielos, pero de otra manera.

 

Antonio Lozano, tangerino de nacimiento y afincado desde hace años en el municipio canario de Agüimes, sitúa en Tánger uno de los escenarios de su primera novela, “Harraga” (Zech Editorial), una de las obras pioneras de la narrativa española en hablar de las mafias de la inmigración. Harraga es el término con que se conoce a las personas que queman su documentación antes de subirse a las pateras, para evitar ser identificados en caso de detención. Una novela extraordinaria, rebosante de cruda sensibilidad, en la que sus protagonistas tienden puentes en Tánger y Granada. Puentes que, en este caso, no conducen a un destino prometedor.

Posteriormente, Antonio Lozano rindió tributo a su ciudad natal en “Un largo sueño en Tánger” (Almuzara), en la que se habla de una doble dimensión de la ciudad: la real y actual, y la nostálgica, soñada e improbable. La Tánger que, dicen, una vez fue.

Jon Arretxe es otro autor que, para escribir sus personales “Sueños de Tánger” (Ed. Erein) se trasladó durante varios meses a vivir al corazón de la medina, donde conoció de primera mano las turbulentas biografías de varias personas en las que se inspiró para escribir las historias de Moussa o de Fátima. Vidas al límite, condenadas a esconderse, a encontrarse y a perseguirse entre los callejones más esquivos de una ciudad con planos infinitos. Una ciudad que, para unos es un paraíso y, para otros, puede convertirse en un infierno.

Tánger. Puerto. Lugar de entrada. Lugar de salida. Lugar de parada. Lugar de residencia. Lugar de paso. Por ejemplo, para Sepúlveda, que se marchó de España hace quince, poniendo tierra de por medio con un divorcio tumultuoso y que, en el Instituto Cervantes tangerino encontró un oasis, algo parecido a un hogar. Tánger, a donde llega una capitán de la Guardia Civil, nadie sabe exactamente para qué. Tánger, donde trata de prosperar la bella y distinguida Adriana.

 

La Tánger que nos cuenta Javier Valenzuela en “Limones negros” (Anantes) es la más rabiosamente actual y contemporánea. La de los campos de golf, los resorts, las nuevas marinas y las prometedoras promociones inmobiliarias que están por hacer. Una Tánger a la que llegan los ecos y los regüeldos de la economía especulativa de una España que, en ocasiones, nunca está lo suficientemente lejos.

Tánger. La ciudad en la que aparece el cadáver de un joven y prometedor estudiante del Instituto Cervantes, estrangulado, para horror de su familia y de sus profesores. Una ciudad en que, a la vez, un famoso actor español juega al golf en un precioso campo de hierba verde que se quiere dar lustre y esplendor.

 

Son los contrastes de la ciudad contemporánea en la que, un mal día, con premeditación y alevosía, las máquinas excavadoras echan abajo los chiringuitos más canallas de la Tánger de toda la vida, para levantar en su lugar horteras centros de ocio para uso y disfrute de los millonarios saudíes que, con sus petrodólares, lo quieren cambiar todo. Y no necesariamente para mejor.

 

La Tánger de ayer y de hoy, en pleno proceso de gentrificación, es recorrida por un Sepúlveda que será nuestros ojos y nuestro guía a través de una de las ciudades más enigmáticas, atractivas y contradictorias del mundo. Un escenario ideal para el género negro ya que, como Los Ángeles, Nueva York, Bangkok, Madrid o Barcelona; hablamos de una ciudad con alma, capaz de abducir y devorar a sus hijos más o menos ilustres, conduciéndolos al lado más salvaje de la vida.

 

Tánger, una ciudad eterna. Una ciudad esencial. Una ciudad que no se termina nunca…

 

Jesús Lens

Dennis Lehane, de Boston a Barcelona

Qué gran noticia, la de que Dennis Lehane ha sido galardonado con el Premio Pepe Carvalho, que le será entregado a principios de año, en el transcurso de BCNegra, uno de los grandes festivales internacionales de género policíaco.

Dennis Lehane callejón

En este premio Pepe Carvalho se dan la mano tres de las disciplinas artísticas que tanto han hecho por situar al Noir como uno de los géneros más demandados por lectores y espectadores de todo el mundo: la literatura, el cine y la televisión. Un maridaje perfecto que convierte a Lehane en el Go to guy del género negro y criminal del siglo XXI. El tipo a seguir. El masca. El puto amo.

Lo mismo el nombre de Dennis Lehane, así en frío, no les suena. Pero, ¿qué tal si hablamos de “Mystic River”, “Shutter Island”, “Desapareció una noche”, “The Wire” o “Boardwalk Empire”? Porque con todos esos títulos está relacionado Lehane. Y con muchos más.

Dennis Lehane Boardwalk Empire

Empecemos por “The Wire”, serie de culto que se ha convertido en título referencial para la nueva religión audiovisual del siglo XXI: las series de televisión. Las cinco temporadas de la obra magna de David Simon han concitado el aplauso unánime de la crítica y, años después de ser emitidas, el del público especializado, que las idolatra.

Lehane fue el guionista acreditado de unos cuantos episodios, pero tal y como contaba en la Semana Negra de Gijón de hace unos años, el proceso de creación de la serie implicaba a un grupo de trabajo que se encerraba en una habitación y que no salía hasta tener un guion perfectamente pulido y aceptado por todos los miembros de un exigente y avezado equipo creativo en el que, además de Simon y Lehane, participaban escritores como George Pelecanos o Richard Price, dos de los mejores novelistas estadounidenses contemporáneos.

Cameo en The Wire
Cameo en The Wire

Pero vayamos al principio de la trayectoria de un Dennis Lehane al que le han concedido el Premio Pepe Carvalho, justamente “por la amplitud y la diversidad de su obra, que significa la continuidad de la mejor tradición clásica de la novela negra americana”.

Y al principio de su trayectoria, en la década de los noventa del pasado siglo, encontramos a dos personajes que forman parte de la educación sentimental de los buenos aficionados al Noir: Patrick McKenzie y Angie Gennaro, cuyos apellidos ya denotan sus orígenes familiares y, por extensión, la importancia que la tradición católica tiene en las novelas de un autor que ha convertido a su ciudad natal, Boston, en un territorio mítico con denominación de origen, en el mismo sentido que Vázquez Montalbán radiografió Barcelona, Chester Himes lo hizo con Harlem o Raymond Chandler y James Ellroy con Los Ángeles.

Dennis Lehane Serie Negra RBA

Y un tema recurrente en las primeras novelas de Lehane: la desaparición de menores. Y lo duro que resulta para los policías investigarlas. Los demonios que despierta. Los fantasmas que saca del armario, trascendiendo fronteras. Como señalaba el jurado del Premio Pepe Carvalho, hablando de Boston y del barrio de Dorchester en que nació Lehane y en el que sitúa muchas de sus tramas y personajes: “en sus calles están también nuestras calles, nuestros barrios y ciudades”.

Una de las novelas de esta saga, “Desapareció una noche”, fue adaptada al cine por Ben Affleck, dando como resultado una película muy correcta e interesante. Pero las dos novelas de Lehane que más famosas se hicieron tras su adaptación a la gran pantalla fueron “Mystic River” y “Shutter Island”, dirigidas nada menos que por Clint Eastwood en 2003 y por Martin Scorsese en 2009, respectivamente.

La cinta interpretada por DiCaprio, adictiva y estimulante, fue un gran éxito de taquilla y, con “Mystic River”, Eastwood ascendió otro de los peldaños que han terminado por situarlo en el Olimpo de los Dioses del cine clásico norteamericano, poniendo en bandeja de plata el Oscar al Mejor Actor para Sean Penn y el de Mejor Actor Secundario a Tim Robbins. Una historia estremecedora sobre los abusos infantiles y la venganza que exorciza demonios pero, a la vez, condena a las personas.

Dennis Lehane Oscar

En sus novelas más recientes, Lehane ha vuelto la vista atrás para contar la historia del siglo XX en Boston, siguiendo las andanzas de Joe Coughlin, el díscolo hijo de un capitán de policía que no quiere seguir los pasos de su padre y se enfrenta no solo a su familia, sino a toda una forma de entender la vida en la Costa Este de los Estados Unidos. “Cualquier otro día” es un novelón de más de setecientas páginas, un brutal tótem literario al que siguió “Vivir de noche”, otra gran novela con la mitad de páginas y cuya versión cinematográfica está ya a punto de estrenarse.

Dennis Lehane vivir de noche

“Ese mundo desaparecido” cierra la trilogía de Coughlin y ya esperamos, ansiosamente, la publicación de “Since we fell”, un thriller de hálito hitchcockiano y que, por supuesto, transcurre en Boston. Una novela que aparecerá en Estados Unidos la próxima primavera y con cuyos derechos cinematográficos se ha hecho DreamWorks, la productora de Spielberg.

Enhorabuena a Lehane por la consecución del Premio Pepe Carvalho y al jurado por otorgarlo a una de las voces más originales, auténticas y respetadas del Noir contemporáneo.

Jesús Lens

1 Twitter Lens

¿Y el detective del Zaidín?

Le echo de menos. Le añoro especialmente estos días en que mi barrio celebra sus fiestas grandes; esas fiestas que, a golpe de batería, bajo y guitarra, le echan el cierre definitivo al verano, por mucho que el calor se haya empeñado en prolongarlo. Y a él le dedico mi columna de IDEAL de hoy sábado.

 Lens-Salazar-Alcaraz

Echo de menos a Matías Verdón, el mítico detective del Zaidín cuya última investigación se desarrolló precisamente por estas fechas, a finales del siglo pasado, cuando Aznar llegó al gobierno. Su última investigación pública, quiero decir. La última de la que su fiel notario, el escritor Alfonso Salazar, ha dejado testimonio público.

Porque, dicen, después de resolver el caso del niño perdido de una familia bien de Granada, complejo asunto que le costó el escaño a un diputado del PP de los de toda la vida, Verdón ha seguido husmeando por las calles del Zaidín. Y por las que se extienden más allá de los dos ríos que dan nombre al barrio.

Es verdad que, ahora, está muy mayor. Dicen que, incluso, se le puede encontrar en un Centro de Día, por las mañanas. Del que, sin embargo, no tarda en escaparse en cuanto el personal se descuida un segundo. También se dice que su fiel amigo, el Desastres, tuvo una revelación se ha hecho parroquiano habitual de un local adyacente a la calle Beethoven en que se practica el Culto.

Alfonso010

Se dice. Se oye. Se comenta. Pero ¿les hacemos caso a esos rumores? Posiblemente. Porque la vida da muchas vueltas y, por ejemplo, sí es fiable la información que habla de Verdón, Desastres y Planchet de farra, una noche, en el Kebab de la Avenida de Cádiz que hay junto a las Fuentes.

Y es que el Zaidín ha cambiado mucho en estos años, convirtiéndose en el barrio más multicultural e interétnico de Granada. Un barrio en el que la crisis ha hecho estragos en el comercio tradicional, alterando usos y costumbres de los vecinos.

La primera aventura del Detective del Zaidín la puedes comprar aquí por 1 Euro
La primera aventura del Detective del Zaidín la puedes comprar aquí por 1 Euro

Pero todo ello no hace sino abundar en la tesis de que necesitamos al Detective del Zaidín de vuelta en nuestras calles. También se dice que su hijo, aburrido tras su prematura prejubilación en Teléfonica, está pensando en tomar el testigo de Matías Verdón, fusionando su pericia tecnológica en el mundo de las telecomunicaciones con la experiencia vital de su viejo. Insisto. Se dice, se oye, se comenta…

Jesús Lens

Twitter Lens

El Criadero

I was running for the door

I had to find the passage back

To the place I was before

Relax said the night man

We are programmed to receive

But you can never leave

The Eagles – Hotel California

 

 

A medida que el lector se adentre en la lectura de “El criadero”, la densa e intensa novela de Gustavo Abrevaya, con la que ganó el I Premio de Narrativa José Boris Spivacow en 2003; se sentirá como  el protagonista de la mítica canción de los Eagles. La canción hablaba de un tipo que encontraba refugio en aquel Hotel California que podía ser el cielo… o ser el infierno. Un hotel en el que fue bienvenido y en el que podía hacer el check out cuando quisiera. Un hotel, sin embargo, que nunca conseguiría abandonar por mucho que corriera a través de sus pasillos en Paradójica situación la que plantea “El criadero”, ya que todo comienza como una Road Movie, con lo que ello supone de libertad, espacios abiertos y camino por delante. Él es un cineasta que viaja en busca de un lugar tranquilo donde rematar el guion de su próxima película. Ella, su actriz fetiche, su pareja, su mujer, su amante, su adorable objeto de deseo.

el-criadero-portada-en-alta

Desierto. Calor. Mucho calor. Y el coche que se estropea en mitad de ningún sitio. Pasan las horas. Y los nervios se desatan. Entonces aparece un tipo que les aconseja desplazarse hasta un pueblo cercano, aunque escondido y difícil de encontrar, mientras él hace Y allá van. Al pueblo. El pueblo. ¡Ay, el pueblo!

Al principio, todo en orden: tras haber pasado horas y horas a la intemperie, un baño siempre sienta bien. Y una cerveza fría, mejor. Pero las cosas empiezan a torcerse cuando, antes del amanecer, ella salga de la habitación… y ya no regrese. ¿A dónde fue? ¿Por qué? Y, sobre todo, ¿por qué no vuelve?

A partir de ahí, Gustavo Abrevaya sumerge al lector en una salvaje espiral que le arrastra al fondo de los abismos, siempre de la mano del protagonista de una novela que es como una pesadilla… de la que resulta imposible despertar.

Una pesadilla protagonizada por diferentes personajes, a cada cuál más amenazador, inquietante, perturbador y desasosegante. Algunos de ellos resultan incluso estrafalarios. Pero nunca dejan de dar miedo. Mucho miedo. Como esa especie de Kingpin que, de tan obeso, hasta para llevarse la comida a la boca necesita de la ayuda de su esposa.

Menos mal que, eso sí, el protagonista encontrará el apoyo y la ayuda de algunos residentes en el pueblo que tratan de aportar luz al enigma. Personajes como ese abogado, fullero y politoxicómano, al que cobramos afecto y cariño desde que hace su aparición en la narración.

Pero, en general, nos encontramos en territorio hostil. Muy hostil. Un territorio regido por una máxima difícil de aceptar: el Entendimiento. O, más bien, la falta de:

“¿Entendimiento he dicho? Cuidado. La turbulencia es el resultado de todo pensamiento. Es por eso que nadie sale vivo de aquí. Porque cuando pensamos, nos equivocamos, perdemos nuestro camino, quedamos a merced de las turbas…”.

el-criadero-portada-en-alta

Así se expresa, en alta voz, otro de los próceres de la comunidad. Una comunidad famosa por albergar, también, un hogar para niños expósitos. Una comunidad en la que pasan cosas. Muchas cosas. Sobre todo, al caer la noche. Y ya sabemos que, desde tiempos inmemoriales, la noche es oscura y alberga horrores.

No.

No vamos a desvelar el nombre de los protagonistas ni el del resto de los personajes. Ni, por supuesto, el nombre del recóndito pueblo en el que acontece todo lo apuntado hasta ahora. Por no señalar, no señalaremos ni el país en que se halla. Porque queremos que sea el lector quién, desafiando al miedo y al terror, se deje tentar por la curiosidad y nos acompañe en la búsqueda de la mujer desparecida.

¡Le vamos a necesitar en esta Cruzada! Para unirse a ella, pinchar AQUÍ. 

Crimen sin castigo

Ni de coña. Es que ni de coña te puedes  hacer una idea de la ilusión que me hace publicar en la colección Nube Negra que dirijo en la editorial Palabaristas esta salvaje colección de cuentos de una autora a la que adoro y de una mujer a la que adoro más aún: Rebeca Murga. Aunque ahí va la información que he preparado para la web de Palabaristas, debes pinchar AQUÍ y descargarte su libro ya. Vale 1 euro. Tú me entiendes, ¿verdad?

 Crimen sin castigo

“Mi memoria está hecha de cristales rotos y cuellos cortados, de historia aprendida de los libros de texto y olvidada en las calles del centro de la ciudad, de negros y negras, de perros que no muerden y asesinos, y de una tercera guerra mundial nacida en nuestras manos”.

Así comienza la “Triste parábola de la alegría” el primero de los cuentos que conforman “Crimen sin castigo”, una singular, brutal, desoladora y adictiva antología de relatos de la autora cubana Rebeca Murga, el nuevo título que la editorial Palabaristas publica en su colección Nube Negra.

“El beso de la mujer…”, “Puñaladas”, “In crescendo” y “Atenuantes” agrupan una selección de relatos muy distintos entre sí, pero todos ellos suturados por la letal prosa de Rebeca, una escritora singular, única en su especie. Una autora cuyos relatos duelen, por lo que nos vemos obligados a hacer una advertencia al lector, al estilo de las que solían anteceder a la proyección de ciertas películas: “La lectura de estos cuentos puede herir la sensibilidad del lector”. Y no porque estén impregnados de sangre, vísceras y otros humores del cuerpo, que lo están; sino porque después de su lectura, ni la lejía más abrasiva puede eliminar la indeleble huella que dejan en manos, ojos… y psique.

En estos tiempos de una corrección política a ultranza y de una literatura insoportablemente light que trata de contentar a todos los públicos, Rebeca Murga emerge como una inquietante y desasosegante titán que, en su obra, pone toda su pasión, miedos, anhelos y decepciones. Una obra visceral y salvaje, que no puede dejar indiferente al lector.

Otra recomendación: lee estos cuentos poco a poco. Muy poco a poco. Paladeándolos y dejándote impregnar por su atmósfera, disfrutando de la sonoridad de cada palabra, contaminándote por la ponzoña de cada párrafo, por la tristeza y la pesadumbre de los personajes, por la violencia que les rodea y por la angustia que les ahoga.

 Nube Negra

Los cuentos de Rebeca Murga son droga dura y conviene ser muy cuidadosos en la administración de las justas dosis de lectura. Pero si eres de carácter ansioso y adictivo y devoras este libro en dos o tres sentadas, tampoco pasa nada: ya volverás, más adelante, a retomar cada uno de los cuentos de una forma más tranquila y sosegada.

Ten en cuenta que hay microrrelatos tan cortos y contundentes como este demoledor “Gratitud antisocial”, que reza así: “Tomó la pluma y comenzó a escribir sus cuentos infantiles. Solo así le creerían las cosas horribles que hacía su madrastra”.

¡Rebeca en estado puro!

Pero no pienses que la autora, con sus cuentos, mata. No. No es eso. Rebeca nos recuerda a esos médicos de raza que, a veces clandestinamente, salvan la vida de las personas de la mala vida que, heridas a navajazos, balaceadas o apaleadas; no pueden acudir a un hospital. Porque la realidad es dura, cruel y sangrienta. Y el crimen no siempre paga. Pero, en cualquier caso, necesitamos notarios de la realidad como Rebeca Murga, para bucear en lo peor que hay en nosotros mismos. Porque solo así podemos superar nuestros miedos y seguir adelante.

 Palabaristas Logo

Es difícil resumir el contenido de todos estos cuentos en un puñado de líneas. Sobre todo, porque lo más importante es la densidad, la turbiedad del ambiente que describen. La contradicción de ser maestra de unos alumnos que están pendientes de cualquier cosa, menos de aprender. El absurdo de ser un soldado que no hace más que limpiar las letrinas en las que cagan otros soldados como él. O la precariedad de los hospitales, en los que falta casi de todo. Menos veneno. Y drogas.

Y, siempre, los personajes al margen. Personajes que exceden los límites de lo convencional. Que sienten, piensan y viven de forma distinta a los demás. Personajes de los que apenas conoceremos unas pinceladas, pero que, gracias a la maestría de Rebeca Murga, ya nos acompañarán por siempre jamás.

Jesús Lens

Firma Twitter