PTS: sin parques ni jardines

Haciendo caso a las autoridades sanitarias, ayer domingo salí a correr antes del mediodía, para evitar el calorazo anunciado por los meteorólogos. Y, como soy de natural curioso, decidí dar un par de amplias y completas vueltas por los aledaños del nuevo, flamante y recién estrenado hospital del PTS, de cuyo exitoso traslado ya hablé en mi columna dominical de IDEAL.

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Se respiraba un ambiente de tranquilidad y normalidad absolutos. Había más movimiento del habitual, lógicamente, pero nada destacable, más allá de algunos profesionales compartiendo un pitillo en las diferentes puertas del recinto hospitalario. Durante mi trote, pasé por la parada del autobús y, mientras un SN4 arrancaba para iniciar la ruta, otro descansaba tras él, esperando a sus hipotéticos pasajeros.

Más vale que tuviera el aire acondicionado puesto y que, en su interior, hubiera una temperatura soportable porque el gran inconveniente del nuevo hospital es el abandono y la dejadez que lo rodean, a todo lo ancho y lo largo de su perímetro.

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Como les decía, recorrí un par de veces el kilométrico perímetro del hospital, en un sentido y en otro. Y tuve la ocasión de contar la nada desdeñable cantidad de… ¿cero sombras? Creo que sí. Que no hay ni una maldita sombra que haga soportable el tránsito por sus alrededores.

La inmensa mayoría de los alcorques que deberían acoger árboles están vacíos, cubiertos de chinos y/o de malas hierbas. Y los pocos arbolitos que hay plantados presentan un estado tan escuálido que invitan a la compasión y al apadrinamiento. Solo la parte del hospital que linda con la Facultad de Medicina tiene un aspecto medianamente presentable, con algunas plantas en las zonas ajardinadas. El resto de rotondas, medianas, calles y zonas peatonales está tan descuidado que podría servir como decorado para una película de terror postapocalíptico, con sus zombis y sus mutantes.

PTS

Qué pena que, en los quince años invertidos en la construcción y puesta en marcha de uno de los mejores hospitales de España, no se haya gastado ni medio euro en adecentar el entorno, para hacerlo mínimamente habitable y transitable. Que puede parecer un tema menor, pero no lo es.

Ojito, este verano, a los despistados que decidan alargarse al hospital dando un paseo, no les vaya a pegar una insolación o un golpe de calor y, en vez de llegar a Consultas Externas, terminen ingresando en el vecino Instituto de Medicina Legal.

Jesús Lens

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La granja

Partamos de la base de que no conocemos, en absoluto, a quienes nos rodean. Y no me refiero a los vecinos o a los compañeros de trabajo. Hablo de no conocer a las personas de nuestro círculo más íntimo: a nuestros padres, hijos, hermanos, parejas…

Una vez aceptada esa máxima, imagine el lector que su padre le llama un día por teléfono y, abatido, le dice que su madre está enferma. Psíquicamente. Que ha sufrido un trastorno mental. Y le pide ayuda.

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Siga imaginando el lector que, inmediatamente después, es su madre la que le telefonea. Y le dice que está en peligro. Ella. Que hay una conspiración para silenciarla. Y que su padre está en el ajo. Que es uno de los malos.

¿Qué haría usted?

Piénselo. Pero, mientras, dese un salto a su librería más querida y compre La granja, de Tom Rob Smith, editada por Salmandra Black, una de las colecciones de género negro y criminal más interesantes del actual panorama literario español.

 

(Sigue leyendo esta reseña en nuestra página hermana de Calibre 38)

 

Jesús Lens

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