Yo contra mi hermano

Sostiene un viejo adagio, muy conocido en el Cuerno de África: “Yo y Somalia contra el mundo; yo y mi clan contra Somalia, yo y mi familia contra mi clan; yo y mi hermano contra mi familia; yo contra mi hermano”. Y con  él comienzo mi artículo de hoy, en IDEAL.

Que, a nada que lo pensemos, tampoco hace falta irse a Somalia para constatar la vigencia de un pensamiento caníbal y guerracivilista que, por desgracia, sigue bien arraigado en la mentalidad española.

 

En los partidos, a lo que está pasando en el PSOE y en Podemos, le llaman confrontación de ideas, discusiones programáticas y otros eufemismos por el estilo. Pero no engañan a nadie. Se trata de la clásica, histórica e inevitable lucha por el poder que, desde tiempos inmemoriales, se da en todos los colectivos humanos. Y no tan humanos, como el Caso Foudouko ha demostrado hace unos días.

Foudouko era el macho alfa de una manada de chimpancés que contaba con un severo guardaespaldas, llamado Mamadou. Hartos del despotismo y la tiranía impuestos por la dupla y después de pegarle una paliza a Mamadou, los chimpancés exiliaron a Foudouko, que vagó en solitario varios meses por la jungla. Hasta que la melancolía fue más fuerte que el orgullo. Y volvió al grupo. Un regreso que no fue bien acogido por varios de los simios, que terminaron por matarlo de una golpiza… antes de ensañarse con el cadáver. Vean, vean el vídeo, tan ilustrativo, que está en YouTube.

 

A las guerras intestinas entre clanes y familias socialistas ya estamos acostumbrados. Son algo connatural a la izquierda clásica de este país, fiel seguidora de la máxima de Konrad Adenauer: “Hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido”.

 

Lo que sí sorprende es la virulencia con que esta atávica costumbre ha prendido en Unidos Podemos, adalides de una nueva política que no ha tardado en hacerse vieja. Que lo de Vistalegre2 tiene resonancias entre lo shakespiriano y el trotskismo… en su versión de Coyoacán.

Y luego está lo del PP granadino. Que ya sabemos que, en Granada, todo es posible, incluido el enfrentamiento fratricida en un partido que, en Andalucía y en España, vive dulces momentos de plácida y sosegada tranquilidad. Una lucha igualmente basada en personalismos y en la que se tira de Pepe Torres como del Cid Campeador, cuando ganó una batalla después de muerto. Metafóricamente hablando.

 

Jesús Lens