Maleantes, estafadores, asesinos, impostores y rebeldes

Va a ser, ya es, uno de los libros del año. La semana pasada estuve abducido por Patrick Radden Keefe y ‘Maleantes’, su libro más reciente, publicado en España por Reservoir Books. Buscaba horas perdidas para no dejar de leer estas doce apasionantes historias reales protagonizadas por esos personajes de diverso pelaje a los que alude el título de este artículo.

Además, tuve ocasión de participar en un encuentro virtual con el autor, durante el que nos explicó qué es ‘Maleantes’ y cómo es su trabajo para la mítica revista The New Yorker, en la que cada una de estas historias vio originalmente la luz. 

Patrick Radden Keefe conserva, enmarcada, la carta de la publicación en la que rechazaron su primera colaboración. Para él era una obsesión trabajar en The New Yorker desde que, en la adolescencia, descubrió la revista en la biblioteca de su instituto. Y como a perseverancia no le gana nadie, ahí está, llegando a dedicar un año entero de trabajo para escribir una historia que, una vez verificada por sus exigentes ‘fact checkers’, será devorada en cuarenta y cinco minutos o una hora de lectura compulsiva. ¡Hasta 50 entrevistas ha llegado a hacer para escribir una sola de sus piezas!

En ‘Maleantes’, Patrick cuenta doce historias de personas complejas, turbias y contradictorias. El Chapo Guzmán, por ejemplo, que llegó a proponerle —infructuosamente— que escribiera su biografía. O la investigación del atentado de Lockerbie, que daría para una temporada de ‘Homeland’. 

Impresiona sobremanera la impactante historia de Amy Bishop, neurobióloga de la Universidad de Alabama que un mal día sacó una pistola en una reunión de departamento y asesinó a varios de sus compañeros. Lo más sorprendente es que, años antes, Amy… (No cuento más para no reventar la sorpresa, pero la narración trasciende por completo la historia del asesinato en masa). Por esta pieza, Radden Keefe ganó el National Magazine Award en 2014.

Hay historias menos truculentas, como las de cierto falsificador de vinos que engañó a los coleccionistas más reputados del mundo o la de un rebelde con causa como Anthony Bourdain, el famoso chef itinerante de la televisión que tan buen recuerdo dejó a su paso por Granada. (Leer AQUÍ

NEW YORK, NY – OCTOBER 07: Anthony Bourdain (L) and Patrick Radden Keefe speak onstage during the panel Anthony Bourdain talks with Patrick Radden Keefe at New York Society for Ethical Culture on October 7, 2017 in New York City. (Photo by Craig Barritt/Getty Images for The New Yorker)

Y conectadas con España, otras dos historias llenas de claroscuros. La primera, la del famoso Falciani y su no menos famosa lista de potenciales evasores fiscales. ¿Se acuerdan? ¿Qué saben de todo aquello? Aunque crean que todo, lo mismo se llevan alguna sorpresa. Y ojo al Príncipe de Marbella, Al Kassar, a la sazón, traficante de armas. Sólo les diré que el nombre de un tal Villarejo sale a relucir ahí también. Y no les digo nada del capítulo dedicado a Donald Trump y a su auténtico artífice y creador…

Patrick Radden Keefe es un periodista descomunal de Dorchester, el mismo enclave bostoniano de Dennis Lehane, nacido en 1974, cuya obra es un perfecto ejemplo de rigor periodístico narrado con los mejores recursos de una narrativa deslumbrante, como es marca de fábrica en The New Yorker. De ahí que las doce historias de ‘Maleantes’ se devoren, más que leerse. 

Ojo al punto de vista y a la sorpresa en la narración, que el autor siempre encuentra intersticios inesperados para sorprender al lector. Porque la vida resulta compleja y poliédrica y, muchas veces, no es lo que parece. Ni de lejos. Adrenalina pura para disfrutar de lo mejor del periodismo de investigación aplicado al género negro y criminal. Un lujo que ningún buen aficionado debería perderse.

Jesús Lens

‘La ronda’: de sorpresa en sorpresa

Más o menos en la página 100 te empiezan a encajar las piezas. Allá por la 125, sin embargo, todo se desencaja. De nuevo. Y quien tú creías que… se encuentra en grave peligro. Gravísimo, de hecho. ¡Pero consigue escapar, milagrosamente! Ya decías tú qué… ¡pero espera, que esto no ha acabado! Verás tú que, al final… ¡Uf! 

Respira. ¿Cómo es posible que hayan pasado tantas cosas y que aún te falten 300 páginas para acabar ‘La ronda’, la más reciente y ansiada novela de Francisco Bescós, publicada por Reservoir Books en su fastuosa colección Roja y Negra?

Contarles de qué va ‘La ronda’ sería una canallada. Es imposible no meter la pata y desvelar alguna de las muchas sorpresas que reserva al lector. Hablamos de una novela con estructura de muñecas rusas que se visten a capas, como las cebollas. Ustedes me entienden.

En ‘La ronda’ hay dos protagonistas principales: la inspectora Dulce O’Rourke, una mujer tremenda; y el inspector Juan Luis Seito, que se debate en un mundo de contradicciones, internas y externas. Cada unotrabaja en una comisaría diferente de Madrid y tira del hilo de una investigación independiente. Y, esto sí se puede contar, todo lector avezado sabe que más pronto o más tarde estarán ¿felizmente? condenados a encontrarse. 

Madrid. Madrid es otro personaje clave de ‘La ronda’, trascendiendo su papel de mero decorado. Un personaje mutable, que hay muchos ‘madriles’ en esta novela. Barrios altos y menos altos. Carreteras y polígonos industriales. Aeropuertos y comisarías. Carreras de coches y traficantes. Bandas latinas y expatriados de diferentes partes del mundo.

—¿Hay muchos muertos en ‘La ronda’?— preguntarán los más avezados y conspicuos lectores de género negro—. ¡Muchos!— podemos responder con algarabía y alborozo. Muchísimos, de hecho. De todo tipo, pelaje y condición. Porque Paco Bescós mata mucho y bien. Con soltura y generosidad. 

Y con humor, mucho humor. Por ejemplo, la fotografía de ese escenario de un crimen “tan ampliada que no se sabía si mostraba restos de sangre o un cuadro de Miquel Barceló”. O esa muchacha de ascendencia rumana que habla con un sospechoso: “Como decía mi madre, si no has hecho nada malo no tienes nada de lo que preocuparte. Aunque ella hablaba con ironía, claro, porque vivió toda su vida con Caucescu”. 

O descripciones majestuosas: “Fulanito sonrió. Su rostro lampiño y blanquecino, algo regordete, parecía hecho de pan de leche. Aquellos ojos azules tenían algo cancerígeno”. Ni que decir tiene, un fulano así difícilmente tiene algo de bueno…

¿Y qué me dicen de este diálogo, desmontando tópicos? Un personaje se suelta el rollo de la necesidad de improvisar, como en el jazz. “—Odio el jazz. Si me quiero hacer el culto, prefiero fingir que he leído el Ulises”— le responden de forma ácida y sarcástica. 

Y con eso entramos en lo que podríamos definir como ‘Territorio Bescós’. En este mundo hay dos tipos de autores: los que hacen literatura hasta en la lista de la compra y los que no. Paco Bescós está entre los primeros. Como muestra, el botón de su Facebook: cada una de sus actualizaciones es divertida y tiene contenido. Tanto que varios de sus hilos se han terminado convirtiendo en temas recogidos por medios de comunicación nacionales. 

Hay escritores, como Bescós o, barriendo para casa, nuestros Juan Varo o Salvador Perpiñá, cuyas redes sociales son tan interesantes y divertidas que, en cuanto sacan libro nuevo, te lanzas sobre él con la misma pasión que Drácula a los cuellos más seductores. Una regla, por cierto, que también funciona en sentido inverso con los quejicas, sosos, cansinos y aburridos soflameros.

Lean ‘La ronda’. Irán de sobresalto en sobresalto con una sonrisa permanente en el rostro hasta llegar a uno de esos finales que… 

Jesús Lens    

‘Hierba’ y ‘Patos’, dos cómics de obligada lectura

Fue el cómic del 2022, reconocido de forma prácticamente unánime por la crítica especializada y el público lector más entregado. ‘Hierba’, de la artista coreana Keum Suk Gendry-Kim, es un alarde, un prodigio de sensibilidad que emociona desde la primavera viñeta. El tratamiento de la naturaleza que hace con la tinta es portentoso y la vinculación entre la hierba que le da título al álbum y la mujer que lo protagoniza resulta conmovedora.

De la II Guerra Mundial sabemos mucho… de lo que pasó en Europa. De lo ocurrido en otros países, sin embargo, apenas conocemos nada. Por ejemplo, en Corea. Y en China. Lo que hicieron los soldados japoneses por allí es inenarrable. O lo fue. Hasta que las nuevas generaciones se han lanzado a contarlo. 

‘Hierba’ desgrana la historia real de Ok-Sun, una niña, una joven explotada como ‘mujer de consuelo’, un eufemismo para lo que no eran sino esclavas sexuales. ¿Cómo puede estar narrada con tanta sensibilidad una historia tan dura y sórdida? Ese es el milagro de este tebeo publicado por Reservoir Books, que ya figura en la estantería de los libros imprescindibles por siempre jamás de mi biblioteca. 

Y máxima atención al que va a ser, a buen seguro, uno de los cómics del 2023. Me juego una oreja a que, allá por diciembre, está muy arriba en la lista con lo mejor del año. Se trata de ‘Patos’, lo ha escrito y dibujado Kate Beaton y lo ha publicado Norma Editorial. Se subtitula ‘Dos años en las arenas petrolíferas’ y es autoficción. Pero con sentido. Que a mí, ese género… como que no. 

En ocasiones contadas, sin embargo, solo la autoficción puede profundizar en historias como la Kate. Solo quien lo ha vivido en primera persona tiene la capacidad de reflejar cómo lo percibió y cómo se sintió. En este caso, al integrarse en un universo laboral netamente masculino, en los campos petrolíferos de Canadá, con un frío glacial y con apenas veintiún años de edad.

Lectura imprescindible para todo quisqui, pero especialmente para los del “ni machista ni feminista”.  

Jesús Lens

Roberto Saviano todavía está vivo

Este cómic atesora una descomunal carga de profundidad. Es un puñetazo en la boca. Un dedo en un ojo que nos recuerda que aún respira, para desesperación de algunos.

“Si vives, hay tres clases de personas que te odian: unos, porque te entrometes en sus asuntos, sus intereses; otros, porque, al no entender a fondo el drama que vives, querrían estar en tu piel. Y los último que te odian son los que no hacen nada y ven con hostilidad a quien sí se mueve”. 

¡Boooooom!

Cuando leí ese texto en una viñeta con un féretro que portaba el cadáver el Roberto Saviano, me quedé helado. Esa imagen está muy al comienzo de la narración. ¡Hay que tener valor para matarte a ti mismo, aunque sea en la ficción! 

De eso va ‘Todavía estoy vivo’, escrito por Roberto Saviano y dibujado por Asaf Hanuka, uno de los grandes cómics de lo que va de año, publicado por Reservoir Books. Se trata de una historia de no ficción áspera como la barba de un pistolero del Lejano Oeste. Una narración visual que raspa como una caída de bicicleta sobre el asfalto ardiente. Una amarga autoficción que escuece como un chorro de alcohol vertido sobre la herida que aún supura. 

¿Conocen la historia de Roberto Saviano? El de ‘Gomorra’, efectivamente. Sí, sí, aquel italiano que se puso de moda por escribir un libro sobre la Camorra napolitana, esa subsección de la mafia italiana que, irritada al ver sus secretos al descubierto, decidió eliminarle.

¿Y todavía está vivo dice usted? Pues sí. Aún respira. Y escribe. Pero es que, además, Roberto Saviano desayuna, come y cena. Duerme —cuando puede— se ducha, mea y caga. Como todo hijo de vecino. Pero él lo hace siempre acompañado y escoltado. Vigilado. Controlado. 

Bueno, bueno, ¿pero y la vidorra que se pega? Siempre de hotel en hotel, comiendo por la patilla. Y el pastizal que gana con sus libros y sus conferencias. ¡Quién lo pillara!

“En 2008, Salman Rushdie me dijo algo que tardé años en entender: “la gente me reprocha que esté vivo, que siga yendo a fiestas, que siga escribiendo libros”. Y eso porque lo habían condenado a muerte. “Te echarán la culpa toda la vida”.

De eso va ‘Todavía estoy vivo’. De culpa, dolor, rabia e indignación. De soledad y aislamiento. De compromiso con la verdad, a pesar de todos los pesares. La prosa de Saviano, lo dijimos antes, escuece. El tratamiento visual de Asaf Hanuka, repleto de hallazgos visuales, impacta.

Si no conocen la historia de Saviano, échenle una ojeada a ‘Todavía estoy vivo’, una de esas obras que debería llevar la vitola de ‘Imprescindible’. A continuación tocará leer ‘Gomorra’, si no lo hicieron antes. Será casi una obligación moral. Recuerdo que la adaptación cinematográfica no me gustó mucho. Ahora hay por ahí un nuevo montaje del director, Matteo Garrone. Más deberes. Y máxima atención a la impresionante película de animación ‘Vals con Bashir’ en la que participó Asaf Hanuka.

Háganse con ‘Todavía estoy vivo’, una autobiografía gráfica que nos interpela a todos los que, desde el otro lado de la pantalla, somos tan ligeros y rapiditos exigiendo, imprecando, juzgando y (des)calificando a los demás. Un cómic para ponerse en los zapatos del otro. Unos zapatos duros, estrechos y apretados. De los que hacen rozaduras. Y no solo en los pies. 

Jesús Lens