PARADOJAS ANTIFOTOGRÁFICAS

A mi último viaje a Senegal opté, directamente, por no llevar cámara de fotos. Después me arrepentí, claro. Y les di la lata a mi Cuate y a Álvaro, pidiéndoles la suya o animándoles a que fotografiaran algunas cosas que yo veía y me gustaban.

No tengo paciencia con la fotografía. Siempre tengo la cámara en Modo Automático y lo más que hago es jugar con el zoom. Además, me pone nervioso estar de viaje y pasarme el rato mirando por el visor de la cámara. Cuando llevo cámara, tengo la sensación de no ver las cosas por sí mismas si no por cómo saldrían, después, en la pantalla del ordenador.

Sin embargo, cuando estoy en casa, leo el Dominical de IDEAL, y me encuentro con estas imágenes de Saul Leiter, que respiran todo el aroma de mi querido proyecto “Café-Bar Cinema”, me dan los siete males por no perseverar en el arte de la fotografía. De la pintura, por supuesto, ni hablamos.

En fin.

Y ya que hablamos de la prensa, hoy domingo, un domingo horizontal y perzoso, de cama y sofá; no dejéis de leer esta joya de Manuel Vicent sobre la conquista de la Luz y este clarividente artículo de Orhan Pamuk sobre las cada vez más contradictorias relaciones entre la UE y su Turquía, desde una perspectiva muy diferente a otras, eurocéntricas y solipsistas. Sin olvidar esta polémica en ciernes, entre Manuel Villar Raso y la más reciente ganadora del Premio Nadal, con una novela sobre La Pastora. ¿Qué os parece?

Jesús Sin-cámara Lens

INNOVACIÓN, BOYERO Y GUARDIOLA

De entre las cosas buenas de este fin de semana autista que llevo -y es que a veces necesito estos voluntarios y radicales encierros, lejos del mundanal ruido, parapetado en casa, entre libros, revistas, periódicos, CDs, DVDs y teclas de ordenador- una de las más estimulantes es poder dedicar mucho tiempo a la lectura pausada de la siempre bien nutrida prensa findesemanal.

 

Y encontramos distintos artículos, entrevistas y reportajes que abundan en algunos de los temas que hemos venido blogueando a lo largo de los últimos días.

 

Empecemos por el fútbol, que ya tocamos el pasado sábado en este «Real Madrid Esperpentos Club» y que viene fuerte con la columna de hoy de Manuel Vicent en El País. «Existen dos clases de futbolistas: los que en el campo sólo ven piernas y los que sólo ven espacios. En su tiempo, Guardiola fue un futbolista sintético, que ahorraba tres jugadas con un solo pase… Ese lance sólo lo consiguen los futbolistas que tienen el swing de la geometría en sus pies. Guardiola era uno de ellos y lo ejecutaba con el don de los deportistas superdotados, en los que la acción equivale al pensamiento.»

 

La acción equivale al pensamiento.

 

Impresionante frase, cargada de sentido y de largo alcance, que nos devuelve a esta polémica columna que, sobre la Innovación, publicamos el pasado viernes.

 

En las páginas salmón de IDEAL podemos leer una entrevista con Joel Kurtzman, «economista y asesor del Banco Mundial y las Naciones Unidas y uno de los gurús de la innovación más respetados en Estados Unidos».

 

Primera pregunta sobre la coyuntura de nuestro país: ¿Cree que es posible cambiar de patrón económico? «Llevará mucho, mucho tiempo. España se apoya en la industria de la construcción que es la más lenta en cambiar y la menos innovadora.»

 

Y, tras hablar sobre los problemas de la economía española, el mazazo: Entonces, España puede ir desechando la innovación como receta para salir de la crisis… «La innovación no es una medida de emergencia sino un plan a mayor largo plazo, como la inversión en educación. Y, desde esta perspectiva, ambas son necesarias para España.»

 

O sea, que no íbamos tan desencaminados en nuestra columna. De hecho, en la encuesta que tienen a la Derecha de sus pantallas, todos nos vamos definiendo como más o menos innovadores. ¡Creo en la innovación! Ya lo dije en aquel otro artículo sobre la Actitud para el Cambio. Pero, ojo, ni la innovación va a implantarse en España por decreto ni se va a imponer de hoy para mañana.

 

¿Qué les parece si empezamos a acuñar términos como Innovacción o Imaginacción a nuestros escritos y los aplicamos a nuestra vida? Con un cierto sentido, claro. Porque, recordemos…

 

¡La acción equivale al pensamiento!    

 

Y terminemos con cine. ¿Están al cabo de la calle de la trifulca que se ha montado por culpa de un Post de Almodóvar en su Blog, criticando al crítico de El País, Carlos Boyero, cuyos vídeos rodados desde Cannes han desatado la caja de los truenos, y que pueden ver y escuchar desde AQUÍ?

 

La bronca ha sido tan grande que hoy, la Defensora del Lector del periódico ha terciado en ella: «Choque de culturas en la crítica de cine.» Y destacamos, tan sólo, la autodefinición de su estilo que hace el criticado crítico, que trata de aportar en sus textos aquello que él más aprecia como lector: «Leer por el placer del texto. Si un texto me engancha, no necesito estar de acuerdo con lo que dice. Un texto no tiene que aburrir, ni ser ilegible. Ha de cultivar la fascinación, la hipnosis, la identificación emocional para conseguir atrapar al lector. Yo intento dar pasión, ironía, emoción. Conozco mucha escritura muerta. Yo intento que mi texto tenga vida».

 

Di que sí Carlos. Que por esa forma tuya de ser y expresarte te seguimos tantos y tantos lectores. ¡No cambies nunca!

 

Jesús Lens, en vivo y en directo, desde su encierro, bien abierto al mundo.

 

PD.- Anoche vi «Juno». Por fin. Es tan buena que creí estar viendo el episodio piloto de alguna de esas series de televisión que han revolucionado el siglo XXI. Maravillosa.   

¡ÉXITO!

Justo, justo, justo por esto, me encanta el deporte. ¡Qué gusto, los domingos, desayunar con la columna de Manuel Vicent en El País! Recién llegado a casa de nuestro Torneo Intercajas de Baloncesto, cuyo balance publicábamos ayer, añorando mis tiradas con Las Verdes, recordando esa motivación de la que hablábamos el viernes en la columna de IDEAL… entenderán que suscriba, palabra por palabra, la sapiencia que desprende esta columna, titulada Éxito.

 

En los países anglosajones el deporte es la base de la educación. El esfuerzo, la audacia, el juego limpio, no dar nunca nada por perdido hasta el final, aceptar la victoria o la derrota con elegancia son valores que se desarrollan primero en el patio de los colegios, se transforman en conocimiento en las aulas y de ellos se nutre luego la moral ciudadana.

 

En la cultura anglosajona el pensamiento se genera a través de la acción. Con esta regla crearon su imperio. En la educación latina, en cambio, queda establecido que en el principio era el verbo, que siempre termina haciéndose carne. España ha sido tradicionalmente un país verborreico, tierra propicia para leguleyos, abogados, tribunos, predicadores y sacamuelas. Durante el franquismo, un mando falangista daba la asignatura de formación del espíritu nacional en la escuela.

 

Con soflamas patrióticas, que eran puro flato, llevaba a los alumnos por el imperio hacia Dios y desde los luceros se bajaba después al recreo donde un instructor desganado y fondón dirigía una tabla de gimnasia rudimentaria con un bocadillo de chorizo en la mano.

 

Los charlatanes apenas han cambiado de tarima, pero de forma casi milagrosa España ha generado hoy una floración de campeones del mundo en el deporte. Mientras este país sigue produciendo, en general, políticos, artistas, escritores y científicos sin ningún significado en el orden internacional, unos deportistas de élite no cesan de generar victorias que obligan una y otra vez en cualquier parte del planeta a tocar el himno e izar en el mástil la bandera española, que aquí ha representado lo más rancio y nefasto del patriotismo.

 

El éxito mundial en el deporte comienza a ser una costumbre en esta tierra de perdedores. Los jóvenes han comenzado a asociar la patria, no con un desfile militar ni con un acto político institucional, sino con la figura de cualquiera de nuestros campeones subido en lo más alto del podio.

 

En Grecia se solía derribar parte de la muralla de una ciudad para que entrara con todo esplendor el atleta que había triunfado en los juegos olímpicos. Pero eso sucedía cuando en el principio era la acción y el verbo no se había convertido todavía en nuestra carne.