CARRERA ÓRGIVA-LANJARÓN-ÓÓÓÓRGIVA

Crónica de una derrota que es una victoria. Ayer estuvimos corriendo en las Alpujarras.

 

Y lo contamos. AQUÍ.

Una carrera tan dura y exgiente como bonita y memorable. 18,5 kilómetros de subidas y bajadas entre Órgiva y Lanjarón con vuelta a una ÓÓÓÓrgiva lejanísima e inaccesible en el regreso.

 

A ver qué os parece.

POR UN PUÑADO DE ESPÁRRAGOS

O «Corriendo tras los Brotes Verdes», que también se podría haber titulado esta entrada.

 

Entiendo que haya mucha gente que no entienda que un puñado de cientos de personas nos personemos un sábado por la tarde en Huétor Tajar, con el único fin de correr diez kilómetros bajo un sol inclemente y con la única recompensa en el horizonte de… ¡un fresquísimo puñado de Espárragos de la Cooperativa San Francisco! Y una Maritoñi de chocolate, que conste.

Y entiendo que no lo entiendas porque muchas veces ni yo mismo lo entiendo.

Había pensado escribir una reseña de la Carrera del Espárrago, celebrada en Huétor Tajar y correspondiente al Circuito de Fondo de la Diputación, al estilo tradicional, para el Blog de Las Verdes (al que le prometo una próxima entrada)

Pero allí todos son unos convencidos de que esto tiene sentido. Y de lo que se trata, con estas líneas, es de intentar darle sentido a eso de participar en una carrera de diez kilómetros, en la que llegarás clasificado allá por el 300 de 700 participantes, junto a un puñado de corredores que, igual que tú, sólo se juntan por el placer de disfrutar en compañía de una actividad eminentemente solitaria.

Mi querido Alter Ego, José Antonio Flores (un abrazo y que pronto nos veamos en el asfalto), publica hoy en IDEAL unas reflexiones acerca de «De qué hablo cuando hablo de correr», de Haruki Murakami, espléndido y clarividente libro del que hablamos AQUÍ y que tiene mucho que ver con que haya vuelto a las carreras. A competir, o sea. A competir contra mí mismo y contra el reloj. Y contra el flato. Nada más. Y nada menos.

 

¿Y los rivales?

No. No hay rivales en estas carreras. Al menos, no los hay en el sentido habitual de la expresión. Por ejemplo, durante un rato fui junto a un chaval de Huétor llamado Cristian. No me acuerdo de si, al final, él llegó antes o fui yo el que pasó primero la línea de meta. Pero lo importante era cómo le aclamaban sus paisanos. Cómo le animaban. Y cómo se reía él:

– ¡Os cambio los ánimos por una bicicleta!

Y seguía corriendo, entre voces, gritos y risas.

¿Y qué me decís de Roberto, que asoma vestido de naranja y tocado con gorra, en esta foto?

Admiro profundamente a Roberto, uno de los tipos más querido del pelotón provincial, que hace de tripas corazón y no falla nunca, que entrena con la ilusión de un chiquillo y que siempre reparte sonrisas a discreción y buenas palabras por doquier.

Saludé a un par de compañeros de CajaGRANADA, con quiénes disfruté de la Media Maratón de Segovia del año pasado. Y conocí a Rubén, que duda acerca de ir o no ir a Órgiva, tras dos semanas seguidas compitiendo. ¡Has de ir, que es una carrera preciosa!

Y, sobre todo, las alegrías que te depara encontrar entre el público, emboscados, a buenos amigos, como la mujer de Roberto, sonriente como su marido, compañeros de trabajo como Ana o, después de tanto tiempo, ¡a Néfer!, con una supercámara al cuello y que es la «culpable» de que me veáis en estas fotografías y que AQUÍ cuenta su versión de los hechos.

Y, por supuesto, MJ, que se multiplicaba entre A, el coche, los columpios, la siesta y la merienda, los perritos juguetones, el tobogán, el caballito y el final de la carrera; sorprendida de que, efectivamente, hubiera tanta gente, un caluroso sábado por la tarde, dispuesta a correr nada más que por la recompensa del esfuerzo compartido y, al final, por conseguir un puñado de los únicos Brotes Verdes fiables de nuestra economía: los Espárragos de Huétor que, ganados con el sudor de nuestra frente, no sé si nos comeremos en tortilla o cocidos, con mayonesa. Ya veremos.

Jesús Lens, obviamente, vestido de Verde y que echó de menos a sus amigos de Las Verdes y a Álvaro Fernández, el bravo director de CajaGRANADA que suele dejarse la piel por las carreteras de Huétor y al que, otros ineludibles compromisos, no le permitieron estar presente en una cita a la que no suele (ni quiere) faltar nunca.

DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE CORRER

El dolor es inevitable.
El sufrimiento es opcional

 

Posiblemente, leyendo el título del más reciente libro de Haruki Murakami y viendo la portada del mismo, pienses que, cuando el autor habla de correr, habla de correr. Y, por supuesto, Murakami habla de correr. Pero también de otras muchas cosas, (casi) tan importantes como correr: de su vida como escritor, de su juventud, de los tiempos en que regentaba un garito de jazz, de sus novelas, de sus procesos creativos… de la vida, en una palabra.

«Creo que este libro es algo así como unas Memorias. Sería exagerado llamarlo autobiografía, pero se me hace muy difícil calificarlo sólo de ensayo… Por lo que a mí respecta, me apetecía tratar de ordenar, a mi manera y utilizando como mediador el hecho de correr, mis ideas sobre cómo he vivido durante los últimos veinticinco años, en tanto que novelista y en tanto que persona normal y corriente.»

El título del libro, tan ambiguo como ambicioso en su planteamiento, es un sentido homenaje a ese grandioso cuentista, Raymond Carver, que en los títulos que elegía para sus recopilaciones de relatos ya escribía auténticos microrrelatos cargados de sentido e intención: «De qué hablamos cuando hablamos de amor» o el memorable «¿Quieres hacer el favor de callarte por favor?» que Su Mismísima Majestad le podría haber espetado al Gorila Rojo, de una forma mucho más cortés y cortante que su célebre «¿Por qué no te callas?»

Pero dejémonos de digresiones y vayamos a lo que realmente nos importa. ¿Por qué escribe de algo tan aparentemente banal un tipo como Murakami, novelista admirado en los cinco continentes? Pues porque, de no haber sido corredor, sus libros no serían lo que son. Podrían ser mejores o peores, pero serían distintos. Porque correr, como yo mismo he insistido tantas veces cuando escribía de correr, es más, mucho más que un deporte.

No me quiero poner místico y hablar de religión, de zen o de cosas por el estilo. Muchas veces lo hice antes y, en no pocas ocasiones, me encontré con cariñosos comentarios vuestros, del tipo: «tú estás zumbao» o «se te ha ido la pinza, chaval». Y precisamente por eso, en cuanto empecé a leer las intentas doscientas y pocas páginas del libro y vi de lo que iba, les puse un SMS a algunos de mis amigos de Las Verdes, diciéndoles que había que leer a Murakami, claro, pero, sobre todo, que había que dárselo a leer a esas personas de nuestro entorno que, queriéndonos y apreciándonos, no terminan de entender nuestra fijación con eso de correr.

«De qué hablo cuando hablo de correr» es uno de esos libros que parece que el autor lo ha escrito pensando en ti. En tu forma de ser, de entender el deporte, de entender la literatura y, por tanto, de entender la vida. Me acuerdo, hace un tiempo, cuando estaba trabajando con mi jefe y, notándome particularmente espeso, me soltó lo siguiente:

– «Anda Jesús, vete a tu casa, sales a correr un rato, y esta tarde seguimos trabajando».

Ni que decir tiene que, después de correr, rendí mucho mejor. ¡La de artículos, columnas, cuentos, relatos y reportajes he «escrito» mientras corría! La de ideas que se me han ocurrido. La de problemas que se me han desatascado, trotando por esos caminos.

Para mí no hay diferencia entre correr, escribir y pensar. Como bien dice Murakami en este libro, «yo, como debe ocurrirles a la mayoría de los que se dedican a escribir, pienso cosas mientras escribo. No es que ponga por escrito lo que pienso, sino que pienso mientras elaboro textos. Doy forma a mis pensamientos mediante la labor de la escritura. Y, al revisar los textos, profundizo en mis reflexiones.»

Y me acuerdo de algunas de las sufridas carreras en las que he participado, como aquella Media Maratón de Montaña de La Ragua, en que terminé desfallecido. O mi primera Media Maratón, en Motril. O la Maratón de Sevilla, claro. Y leo a Murakami cuando dice: «Participar en la carrera y acabarla es para mí lo esencial. Alcanzar la meta, no caminar y disfrutar de la carrera: éstos son, en ese orden, mis tres objetivos fundamentales.»

Y los míos. Que tantas veces, cuando hablo de las carreras, la gente me pregunta eso de «¿y en qué puesto quedaste?» En fin.

Murakami. Un autor que, para mí, fue una revelación, como ya comenté en ESTA entrada. Murakami, un tipo que escribe perlas como ésta: «Para mí, escribir una novela es enfrentarse a escarpadas montañas y escalar paredes de roca para, tras una larga y encarnizada lucha, alcanzar la cima. Superarse a uno mismo o perder: no hay más opciones. Siempre que escribo una novela larga tengo grabada esa imagen en mi mente.»

Y que me recuerda que, desde que corro, he publicado libros, colaboro con IDEAL, he ganado concursos de cuentos y mi vida profesional no ha hecho sino ir hacia arriba. Y, por eso precisamente, es hora de volver a las carreras. Es hora de perder peso. Es hora de volver a pensar en grandes desafíos. Es hora de volver.

Gracias, Haruki.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

MARATÓN DE MADRID: ¿EPOPEYA O TRAGEDIA?

Javi es uno de esos tipos a los que, nada más conocerlos, sabes que te van a caer bien. Derrocha todas esas cualidades que llevan un «buen» o «buena» delante: buen rollo, buena onda, buenas vibraciones. Pero después, cuando le conoces un poo mejor… resulta que el «buen» y el «buena» se quedan cortos. Muy cortos. Y escasos. Para definirlo utilizaré esa expresión de mi querido Lorenzo Lunar: ¡Un tipazo!

 

Javi se marchó, con otros amigos de Las Verdes, a correr la Maratón de Madrid. El año pasado debutamos, ambos, en la mítica distancia. Desde entonces, él ha entrenado como una bestia y yo me he abandonado como un oso cebón. Ni que decir tiene que, para mí, una maratón es ahora mismo algo imposible, impensable. El caso es que en Madrid hizo calor. Que Madrid no tiene un metro en línea recta. Que Madrid es terrible. Así me lo confirmó Txomin, hablando por teléfono. Pero no fue hasta leer ESTA crónica de Javi que me hice un poco de idea sobre la magnitud de la tragedia.

Javi, en pleno esfuerzo maratoniano
Javi, en pleno esfuerzo maratoniano

 

Si queréis saber lo que es sufrir, leed ese enlace. Vais a conocer la dimensión más brutal de la Maratón, en las palabras certeras de un atleta descomunal, de una persona extraordinaria. De un tipazo.

 

Un abrazo, Javi.

 

Jesús Malverde.