Alcadima: tradición andalusí en la puerta de la Alpujarra

Cuando franqueas la entrada del Hotel Alcadima de Lanjarón tienes la sensación de entrar a un pequeño pueblo en sí mismo, perfecta condensación de La Alpujarra, concentrada en torno a una enorme piscina y la coqueta terraza de su acogedor restaurante, referencia culinaria de una de las comarcas más especiales de nuestra tierra.

No hay ningún detalle dejado al azar en Alcadima, un espacio construido en torno al agua que fluye a través de diversas fuentes repartidas por las amplias y generosas zonas comunes de un hotel familiar, cálido y encantador.

Mientras disfrutamos de un espectacular paté de perdiz casero -prácticamente todo es casero, en Alcadima- con pan horneado en el propio restaurante, Amanda nos cuenta la evolución de un lugar que nació en 1951, como la primera piscina pública mixta de Andalucía Oriental, puesta en marcha por su abuelo, José Morillas Mingorance.

La segunda generación de la familia se hizo cargo de Alcadima en 1984, construyendo las distintas fases del hotel y el restaurante para convertirlos, poco a poco, en el auténtico remanso de paz y tranquilidad que conforman hoy en día.

Al frente del restaurante se encuentra Gonzalo Rodríguez Alonso, yerno de José Morillas y padre de Amanda, hombre de letras y gran aficionado a la historia que un buen día descubrió el placer de la cocina y, desde entonces, no ha parado de inventar e innovar, de mezclar, combinar y… redescubrir.

Por ejemplo, y aprovechando que ahora mismo hay un cocinero hindú en Alcadima, la carta del restaurante ofrece un suculento secreto ibérico con salsa al estilo garam massala, siempre en cuenco aparte, para que el comensal la sirva al gusto.

Dado que Lanjarón está a 30 kilómetros de la Costa Tropical en línea recta, en sus jardines y huertas se cultivan mangos, aguacates y chirimoyos que, después, se combinarán en diversos platos de la carta, como el extraordinario y refrescante Carpaccio de mango con tartar de salmón y aguacate o la lujuriosa Ensalada de queso de cabra caramelizado y mango con mermelada de orejones.

Para amantes del pescado, Rape en salsa de azafrán con pimientos y orejones, Tataki de atún o Aguja con salsa de ajoblanco son algunas de las opciones. Y, volviendo a las ensaladas, muy destacable resulta la ensalada templada de bacalao, naranja y patata con vinagreta de verduras y garbanzos.

Si por algo de caracteriza Alcadima es por trabajar con productos locales y de temporada y, sobre todo, con la mejor verdura y fruta frescas, hasta el punto de haber sido elegido en Trivago como uno de los cinco mejores hoteles para vegetarianos de España.

Y otro detalle que refleja la personalidad de las tres generaciones que han ido dejando su impronta en el lugar: el redescubrimiento y actualización del recetario tradicional alpujarreño, que va mucho más allá del famoso plato con huevos, patatas, chorizo y morcilla que todos conocemos; desde las migas del pastor con pimentón a la tortilla con miga, hecha con pan, leche, ajo y perejil. Potajes de castañas y el conejo como piedra angular de unos platos de carne en los que el cordero o la ternera se reservaban únicamente para ocasiones muy especiales.

Mención aparte merece el llamado Choto de Pago, equivalente a los gastos del notario cuando se cerraba un trato en la Alpujarra y se celebraba con la ingesta compartida de un cabritillo al colorín, por ejemplo.

Resulta y placer y un privilegio escuchar a Gonzalo hablar sobre otra de sus pasiones histórico-gastronómicas: la recuperación de platos andalusíes, un empeño en el que le acompaña su hija Amanda. Ahí, la berenjena es la reina y la suculenta Pierna de cordero con miel, cítricos y romero de la carta de Alcadima es su mejor embajadora.

Terminar la comida con la soberbia Crema de almendras o el Biscuit de higos hace que el paso por el primer pueblo de la Alpujarra se deje un inmejorable sabor de boca.

Jesús Lens

Lanjarón, pura Alpujarra

“Lanjarón no es solo la puerta de la Alpujarra o una larga calle longitudinal por la que pasaba la antigua carretera. Lanjarón no es solo el Balneario o el nombre de un agua mundialmente famosa. Lanjarón es todo eso… y mucho más”.

Amanda habla con torrencial pasión de Lanjarón mientras comemos pausadamente en la encantadora terraza del Hotel Alcadima, que su familia regenta desde hace décadas. Aunque el motivo de mi visita a Alcadima es gastronómico, la conversación con Amanda nos lleva por caminos insospechados, transitando de lo turístico y lo cultural a lo botánico, lo geológico y lo paisajístico. Me recomienda rutas de senderismo, me anima a descubrir el Valle de Lecrín y me desafía a perderme por las calles de Lanjarón, sin prisas.

Es cierto que siempre he venido con bullas a este pueblo. O que he pasado por él, sin detenerme.  La última vez, hace un año largo, cuando hice el Cañón Trail, tan arrebatadoramente hermoso, entre el río, las acequias y la Sierra; como duro y complicado, con aquellas curvas de herradura empedradas que me destrozaron un pie.

El equipo de gobierno de Lanjarón, joven y con empuje, organiza pruebas deportivas como el Trail o el circuito de bicicleta de montaña, para atraer a un público distinto a la localidad. O el Lanjarock, recién terminado.

Le hago caso a Amanda y camino por el pueblo, dejándome llevar. Asomo a la preciosa Placeta de Santa Ana, por ejemplo, y me deleito con el agua fresca de su fuente, tras leer los versos de Lorca que la decoran. Me asomo a los miradores del fondo de Lanjarón y subo por el sendero de Tello.

Regreso por el Barrio Hondillo y voy disfrutando del contraste entre comercios tradicionales y otros de nuevo cuño, de “La Runa”, una tienda con nombre vikingo que vende hidromiel, a otra especializada en cervezas artesanales, pasando por la Rober Barbershop, tan molona que cualquiera diría que estamos en el Greenwich Village neoyorquino.

El contraste de gente, un lunes por la tarde, es igualmente interesante, desde los mayores que se asoman al río, a la altura del Museo del Agua, a montañeros de regreso de sus caminatas; ciclistas, hippies y chaveas que corren por las calles.

Me gusta Lanjarón. De hecho, ya me gustaba antes. Es solo que, hasta hoy, no he terminado de darme cuenta.

A esta escapada de 24 horas, le he sacado partido. Escribiendo sobre la embotelladora de Agua de Lanjarón para el suplemento económico Expectativas, de IDEAL (leer AQUí) y otro reportaje sobre el agua como elemento gastronómico, para el suplemento Gourmet (leer AQUÍ) Además, aproveché para conocer el restaurante Alcadima, como os contaba. Y le hice reseña para el Gourmet de una semana después (Leer AQUÍ)

¡Que no se diga que no amortizamos los viajes!

Jesús Lens

Más allá del plato alpujarreño

Planteamos el Debate de los Lunes a rebufo de la carrera de ayer en Las Alpujarras, esa criminal y fantástica Órgiva-Lanjarón-Órgiva que, por una parte, nos destroza. Por otra, nos hace sonreír hasta en los momentos de máxima agonía…

Foto de Paqui. ¡Gracias!

La pregunta es: ¿hay vida, más allá del plato alpujarreño? ¿Es posible la aventura y el emprendimiento, de los que hablábamos aquí, en el corazón de las Alpujarras?

Que comerse un plato de papas, huevos y jamón en cualquiera de las ventas, restaurantes y mesones que jalonan la Alpujarra es una experiencia reconfortante, reivindicable e imprescindible no creo que nadie vaya a dudarlo. Pero ¿hay vida más allá del plato alpujarreño, en una de las comarcas más singulares de nuestra comunidad? Hace unas semanas tuve ocasión de recorrer buena parte de su geografía y me encontré con varios establecimientos que trascienden la imagen tópica que tenemos en Granada sobre el turismo alpujarreño: una escapada rural de fin de semana, casa vieja con chimenea, castañas asadas, chorizo, morcilla y vino peleón.

En la alpujarra hay una creciente oferta de spas, alta gastronomía con toques franceses, bodegas de última generación con caldos de alta gama, hotelitos modernos y confortables, etcétera. La pregunta es si toda esta inversión en una hostelería diferente a la tradicional será sostenible y perdurable en el tiempo.

El Cercado, en Alcútar

Si hacemos caso a todo lo que leemos, vemos y escuchamos acerca del turismo del siglo XXI, las nuevas tendencias, los viajeros independientes que buscan experiencias y emociones y exigen la mayor excelencia en la prestación de servicios; la respuesta tendría que ser necesaria y obligatoriamente afirmativa. Sí. Hay vida más allá del tradicional plato alpujarreño.

Ahora bien, ¿dónde está ese turismo? ¿Cómo se le encuentra, seduce y atrae a la Alpujarra? ¿Cómo se está dando a conocer la nueva y excelsa oferta turística y gastronómica de la comarca?

Algunos de sus más conocidos embajadores siguen siendo los autores y creadores que se han refugiado en el Barranco del Poqueira, en la Taha de Pitres o en los valles de Juviles, Alcútar, Yegen y alrededores. Escritores como Gerald Brenan o Chris Stewart ponen en el mapa internacional a los pueblos, a sus gentes, paisajes, costumbres, historias y leyendas.

El Sitio: alta gastronomía en Laroles

Es un hecho: la Alpujarra atrae, subyuga, imanta y embruja. En cuanto pasas unas horas entre sus cuestas y tinaos, disfrutando del olor a leña y jamón, extasiando la vista con algunos de los paisajes más bellos que se puedan contemplar; te quieres quedar. El cuerpo y la mente se conjuran y exigen buscar un buen acomodo para pasar una temporada combinando las botas con el portátil, andando, viendo, conociendo y descubriendo para, después, escribir y contarlo. O para soñar, imaginar e inventar historias de otras épocas, de otros tiempos, de otros parajes.

La Alpujarra, además de excitar los sentidos, estimula la creatividad. Tenemos que sentirnos orgullosos de una comarca que, trascendiendo los tópicos, lo fácil y lo de siempre, está haciendo un denodado esfuerzo por desarrollar una oferta atractiva al turista y al viajero ilustrado del siglo XXI. Una oferta que tenemos ahí al lado, a la vuelta del camino. Aprovecharla es un lujo accesible. Desaprovecharla, un delito de lesa majestad. Un pecado de difícil perdón.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

Empresas y aventuras

Ha querido la casualidad que hoy viernes, cuando cumplimentábamos el segundo día de una visita reveladora, extenuante, sorprendente y energizante a La Alpujarra, visitando a compañeros de CajaGRANADA y a algunos de sus clientes, empresarios de la hostelería, del jamón, viticultores, etcétera; IDEAL haya publicado este artículo en que hablamos, precisamente, del valor de los empresarios.

Leo el contenido de la palabra “empresa” en la Wikipedia y no doy con lo que busco. Y si googleo “empresario”, tampoco. Voy a lo concreto y tecleo “empresa” junto a “aventura” en el buscador. El resultado: descensos del Sella, puenting o alpinismo.

Hasta que no voy al tradicional Diccionario de Sinónimos y Antónimos no encuentro oficialmente la anhelada confirmación de que una empresa, además de ser “una organización o institución dedicada a actividades o persecución de fines económicos o comerciales”, también es sinónimo de aventura.

Así lo recordaba, de mis lecturas adolescentes: embarcarse para descubrir mundo era iniciar una empresa tan excitante como incierta y arriesgada. Y potencialmente enriquecedora, no sólo en el sentido material del concepto.

¿Cuándo dejó de tener la palabra “empresa” un significado romántico y aventurero y pasó a ser poco menos que un insulto, la descripción de un pecado capital? Ser empresario ha sido, durante mucho tiempo, sinónimo de explotador, vividor, señorito y acomodado burgués, rico millonario votante de derechas.

De las pocas cosas buenas que ha traído la crisis ha sido la revalorización del papel del empresario, una especie en vías de extinción, más amenazada que el mismísimo lince ibérico. Hasta hace muy poco tiempo, a un empresario se le seguía mirando con recelo, uno de los sospechosos habituales de la sociedad española. Ahora, se le contempla con la curiosidad con que se observa un fenómeno insólito de la naturaleza: la aurora boreal, un volcán en erupción o la caída de un meteorito.

Si alguien al que apreciamos, de repente, nos dice que está pensando en hacerse empresario, o le recomendamos que vaya a nuestro psiquiatra de cabecera o le compadecemos en silencio, esperando que sea un trastorno mental transitorio. Y si nos lo dice un familiar del que esperamos heredar algún bien material, nos vamos directamente al juzgado, a tramitar su incapacitación inmediata.

Y, sin embargo, el empresario se ha convertido en la gran esperanza blanca para ayudarnos a salir de la crisis, generar empleo y crear riqueza. Solo que ahora, volviendo al origen romántico del término, reivindicando la necesaria dosis de locura, arrojo e insensatez de la aventura, se le llama “emprendedor”.

Cada vez que hemos oído hablar a lo largo de estos años acerca del cambio del modelo productivo y de la economía del siglo XXI, el del emprendimiento ha sido uno de los conceptos que ha cosechado mayores unanimidades entre políticos, sociólogos y gurús de todas tendencias, procedencias y extracciones.

Pero, ¿reciben los emprendedores apoyo alguno o la burocracia sigue siendo un océano tempestuoso en el que zozobran y se ahogan sus expectativas? ¿Encuentran la financiación, el acompañamiento y el compromiso que necesitan?

O, quizá, la del emprendimiento es otra leyenda urbana: todo el mundo habla de él, pero nadie lo ha visto.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

Dedicado a esas buenas gentes que hemos conocido estos días, del Hotel Alcadima de Lanjarón, el Balneario, la Asociación para el Desarrollo Rural de la Alpujarra, los Jamones Diego Martín, la Fábrica de Chocolates La Abuela Illi en Pampaneira, el Mesón Poqueira y su nuevo hotel, los Jamones Vallejo de Trevélez, el Hotel Alcazaba de Busquístar, los Jamones de Juviles, el Complejo Turístico El Cercado de Alcútar, el Museo Gerald Brenan de Yegen, El Sitio de la Alpujarra en Laroles o la fastuosa Bodega & Finca Cuatro Vientos de Murtas.

Y muchas gracias a los compañeros de medios de comunicación: Rafael Vílchez, Juanjo Romero e Irene Rivas por su ayuda y colaboración a lo largo de estos días de viaje y descubrimiento de la Alpujarra granadina.

PD.- El 11 del 11 de otros años no ha sido tan publicitado como el de éste, pero también bloqueamos en 2008, 2009 y 2010.