Roberto Saviano todavía está vivo

Este cómic atesora una descomunal carga de profundidad. Es un puñetazo en la boca. Un dedo en un ojo que nos recuerda que aún respira, para desesperación de algunos.

“Si vives, hay tres clases de personas que te odian: unos, porque te entrometes en sus asuntos, sus intereses; otros, porque, al no entender a fondo el drama que vives, querrían estar en tu piel. Y los último que te odian son los que no hacen nada y ven con hostilidad a quien sí se mueve”. 

¡Boooooom!

Cuando leí ese texto en una viñeta con un féretro que portaba el cadáver el Roberto Saviano, me quedé helado. Esa imagen está muy al comienzo de la narración. ¡Hay que tener valor para matarte a ti mismo, aunque sea en la ficción! 

De eso va ‘Todavía estoy vivo’, escrito por Roberto Saviano y dibujado por Asaf Hanuka, uno de los grandes cómics de lo que va de año, publicado por Reservoir Books. Se trata de una historia de no ficción áspera como la barba de un pistolero del Lejano Oeste. Una narración visual que raspa como una caída de bicicleta sobre el asfalto ardiente. Una amarga autoficción que escuece como un chorro de alcohol vertido sobre la herida que aún supura. 

¿Conocen la historia de Roberto Saviano? El de ‘Gomorra’, efectivamente. Sí, sí, aquel italiano que se puso de moda por escribir un libro sobre la Camorra napolitana, esa subsección de la mafia italiana que, irritada al ver sus secretos al descubierto, decidió eliminarle.

¿Y todavía está vivo dice usted? Pues sí. Aún respira. Y escribe. Pero es que, además, Roberto Saviano desayuna, come y cena. Duerme —cuando puede— se ducha, mea y caga. Como todo hijo de vecino. Pero él lo hace siempre acompañado y escoltado. Vigilado. Controlado. 

Bueno, bueno, ¿pero y la vidorra que se pega? Siempre de hotel en hotel, comiendo por la patilla. Y el pastizal que gana con sus libros y sus conferencias. ¡Quién lo pillara!

“En 2008, Salman Rushdie me dijo algo que tardé años en entender: “la gente me reprocha que esté vivo, que siga yendo a fiestas, que siga escribiendo libros”. Y eso porque lo habían condenado a muerte. “Te echarán la culpa toda la vida”.

De eso va ‘Todavía estoy vivo’. De culpa, dolor, rabia e indignación. De soledad y aislamiento. De compromiso con la verdad, a pesar de todos los pesares. La prosa de Saviano, lo dijimos antes, escuece. El tratamiento visual de Asaf Hanuka, repleto de hallazgos visuales, impacta.

Si no conocen la historia de Saviano, échenle una ojeada a ‘Todavía estoy vivo’, una de esas obras que debería llevar la vitola de ‘Imprescindible’. A continuación tocará leer ‘Gomorra’, si no lo hicieron antes. Será casi una obligación moral. Recuerdo que la adaptación cinematográfica no me gustó mucho. Ahora hay por ahí un nuevo montaje del director, Matteo Garrone. Más deberes. Y máxima atención a la impresionante película de animación ‘Vals con Bashir’ en la que participó Asaf Hanuka.

Háganse con ‘Todavía estoy vivo’, una autobiografía gráfica que nos interpela a todos los que, desde el otro lado de la pantalla, somos tan ligeros y rapiditos exigiendo, imprecando, juzgando y (des)calificando a los demás. Un cómic para ponerse en los zapatos del otro. Unos zapatos duros, estrechos y apretados. De los que hacen rozaduras. Y no solo en los pies. 

Jesús Lens

GOMORRA vs. DONNELLY & SOPRANO

Hablemos de cine y televisión: Audiovisual comprometido y con conciencia, que escarba en las contradicciones de la sociedad.

 

Ha querido la casualidad que fuera a ver «Gomorra», la celebrada adaptación del renombrado libro de Roberto Saviano (Ed. Debate) justo cuando había terminado de ver «Los Soprano» y me encontraba a mitad del visionado de otra serie basada en los bajos fondos y el lumpen más violento: «Los hermanos Donnelly».

 

Reconozco que había leído tanto y tan bueno sobre «Gomorra» que entré sugestionado a la sala, esperando una gran obra maestra. De hecho, justo antes de verla le cayeron buena parte de los Premios Europeos del Cine.

 

Lo que no sabía era que iba a durar dos horas y media y, con lo que tampoco conté fue con las nauseabundas condiciones de proyección que proporcionan los inefables Multicines Centro. Por tanto, la película se me hizo enormemente larga. Pero mucho. Muchísimo.

 

Entre los puntos fuertes de la película, tan alabados por la crítica, está el naturalismo que desprenden las imágenes. Cierto. Todos los actores parecen estar sacados de ese barrio infecto de Nápoles en que se desarrolla la acción. Gordos, calvos, sin afeitar, con esas camisetas y chándales… Secuencias como la de la piscina de plástico en la azotea del edificio o esa imagen de una puerta viniéndose abajo son perfecto reflejo de un naturalismo de carácter documental que confiere a «Gomorra» un halo de cinema verité tan crudo como creíble.

 

Pero. Ahora toca el pero. Porque la película, aunque sea una osadía siquiera pensarlo, me aburrió. Se me hizo larga, pesada y tediosa. Lo confieso. Y confusa.

 

Permítanme una digresión, en este punto, para referirme a «Los hermanos Donnelly», serie que viene firmada nada menos que por Paul Haggis, guionista de «M$B», la obra maestra de Clint Eastwood, y director de las estupendas «Crash» y «En el valle de Elah» y que es exactamente lo contrario de «Gomorra».

 

Les cuento otro a priori: al comprar «Los hermanos Donnelly» pensaba que me iba a encontrar con una serie bien negra y criminal, dura, compleja, áspera… y su arranque, sin embargo, resulta colorista, bienhumorado y hasta paródico. Hay violencia, por supuesto que sí, pero al estilo Tarantiniano o RobertRodrígueciano. Y aún así, aunque me pareció un tanto decepcionante al principio, confieso que, a base de insistir, me he acabado enganchando a los Donnelly, entrando en el juego que plantean, con ese pobre Tommy, más bueno que el pan, un cielo, un encanto, un primor de hombre al que las circunstancias alejan de todo lo que ama en la vida.

 

Pero claro, por seguir comparando, cuando relaciono a los Donnelly con esa homérica saga de hampones, Los Soprano… no hay color. La memorable serie creada por David Chase estaría a mitad de camino entre el descarnado naturalismo de «Gomorra» y los colorines de la saga criminal irlandesa. Con su estética profundamente realista y su violencia seca y cortante, los Soprano no son ni tan guapos, jóvenes y estupendos como los Donnelly ni tan macarras, feos y desagradables como los integrantes de la Camorra napolitana.

 

Los Soprano, a veces, aparecen vestidos con chándal, ojerosos, sin afeitar, borrachos y drogados, vomitando y escupiendo dientes. Otras veces, van maqueaditos, trajeados y estupendos, jugando en Las Vegas, como señores. O navegando en sus barcos, en Miami. De esta forma, sus guionistas, además de contarnos bocados de la realidad de Nueva Jersey y alrededores, nos hablan del alma del ser humano, sus demonios e infiernos.

 

En «Gomorra», sin embargo, no hay nada de esto. Como si de un falso documental se tratara, las historias cruzadas de los camorristas no tienen ni principio ni final. Ni apenas hilo argumental. Por lo que, personalmente, terminaron cansándome.

 

Aunque me gusta el cine europeo y películas como «Gomorra» me parecen esenciales, reconozco que, cuando escribo estas líneas, ardo por ver un par de episodios de los Donnelly y que pagaría dinero por convencer a David Chase de que pusiera en marcha una séptima temporada de Los Soprano. Sin embargo… mucho me temo que no estoy precisamente ansioso por ver la Versión Extendida de la película italiana, la verdad sea dicha.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.