‘Top Secret’, cine y espionaje

Hay dos tipos de exposiciones: las que se agotan en sí mismas y, una vez vistas, quedan en el recuerdo —o directamente relegadas al olvido— y las que te sacuden con la fuerza de un electroshock neuronal y abren las puertas de la percepción. Las que, al salir, te invitan, casi que te obligan a seguir investigando, estudiando, aprendiendo, descubriendo y, por supuesto, disfrutando. Exposiciones en las que te pasas el tiempo haciendo fotos a las cartelas para después, en casa, ampliar información. Las propuestas que te incitan a buscar, ver, leer y escuchar otros libros, películas, discos, revistas, cuadros, podcasts, series o documentales.  

‘Top Secret. Cine y espionaje’, la muestra recién inaugurada en el CaixaForum de Madrid, es de las segundas y justifica por sí sola una escapada a la capital de España. Se lo diría igual incluso si no fuera un adicto a las historias de infiltrados y agentes dobles, palabrita de niño Jesús. Se la aconsejo con el mismo fervor que, en su momento, les recomendé visitar el Museo del Espionaje de Berlín, otro hito, pero mucho más lejano. (Leer AQUÍ).

Antes de hablar del cine y las series, es importante reseñar que en la exposición hay mucha cacharrería real y original usada por los espías en su trabajo. Los espías de verdad. Como el famoso paraguas búlgaro con punta envenenadora, una de las armas letales que más me fascinan por su aparente sencillez asesina. Máquinas de la verdad, encriptadoras, grabadoras y, por supuesto, cámaras fotográficas y de vídeo.

Y ahí es donde ‘Top Secret. Cine y espionaje’ se convierte en una muestra visionaria que tiende puentes entre la realidad y la ficción ya que las cámaras y la técnica, además de la actuación y la interpretación; la caracterización y el disimulo son aspectos compartidos por disciplinas tan aparentemente alejadas entre sí como el cine y el espionaje. 

¿Qué es un espía, sino un actor de tomo y lomo que, además de convencer en su papel y ser capaz de cambiar de aspecto cuando se tercie, ha de manejar con soltura todo tipo de cámaras y demás artilugios de grabación de imágenes y sonido?

¿A que es algo de cajón? ¿Lo habían pensado ustedes? Si vieron ‘Argo’, en su momento, seguro que sí. O las caracterizaciones de ‘La noche más oscura’, ‘Oficina de infiltrados’ y ‘Homeland’.  Y ‘El topo’ y demás adaptaciones de John le Carré. Pero es al sumergirse en ‘Top Secret’ cuando se cobra conciencia de la íntima conexión entre cine y espionaje, más allá de las tramas adictivas y las persecuciones trepidantes. 

007 ocupa un papel destacado en la exposición promovida por Fundación la Caixa, faltaría más. ¿Vieron la final de Wimbledon, por cierto? Las gradas parecían un casting para el nuevo James Bond. Los focos se centraron en el cesante Daniel Craig, todo maqueado, trajeado y elegantísimo. Pero también pululaban por allí Idris Elba, cuya última encarnación de ‘Luther’ terminaba como terminaba. Ejem. Y Tom Hiddleston, igualmente guapete, al que solo le faltaba un martini en una mano y una pistola con silenciador en la otra. Y mi favorito, aunque nadie hable de él: Hugh ‘Lobezno’ Jackman.

El concienciado y paranoico cine de los 70, con el que estoy viviendo un idilio, la lucha contra los nazis y la Guerra Fría. Las nuevas tecnologías de la información y el control, las filtraciones de Chelsea Maning y Edward Snowden. Palmer, Bourne y Hitchcock. La CIA y la KGB. Y Mata Hari, claro. Se me termina el espacio y aún me queda mucho por contar de una exposición que, a buen seguro, volveré a ver. Porque es de visita obligatoria y ningún buen aficionado al noir se la debe perder.  Y de paso, lean a Mick Herron y sus novelas de espías torpes, o a Charles Cumming y su espionaje contemporáneo. O esta de Gervasio Posadas sobre ‘El mercader de la muerte’. No olvidemos ‘La unidad’

Tampoco de ‘La unidad Kabul’ y ni mucho menos de Jerónimo Andreu y Gibraltar ni de

Jesús Lens

Sumar y ganar

Es un secreto a voces que las dos direcciones territoriales de la Caixa en Andalucía se van a quedar en Sevilla y en Málaga. En realidad, secreto no es, la verdad sea dicha, que todos lo tenemos ya asumido. Sería más difícil traerse una de ellas al Cubo que la remontada del Granada C.F. en Old Trafford.

Sin embargo, sorprende el silencio de políticos e instituciones. Con la excepción de Paco Cuenca, no se ha oído una palabra. Aunque fuera por disimular, nuestros representantes deberían hacer siquiera un poquito de postureo, como si el tema les interesara mínimamente, por mucho que ya no haya dietas. O la Cámara de Comercio y la Confederación Granadina de Empresarios, qué sé yo…

En realidad, tampoco pasa nada. Si algo hemos aprendido estos meses es que el estado físico de la cuestión no importa. Mientras el Cubo siga teniendo actividad productiva y la Caixa genere empleo en Granada, que la toma de decisiones esté en Málaga forma parte del guion.

Cuestión aparte es la Fundación. Dado que políticos e instituciones han optado por no presentar la batalla de la territorialidad financiera, esperemos que se muestren más activos en la dimensión social, cultural y medioambiental del asunto.

A nadie escapa que Fundación la Caixa es una de las más importantes del mundo, cuantitativa y cualitativamente. Si Granada aspira, de verdad, a la Capitalidad Cultural del 2031, deberíamos estar trabajando, todos a una, para que su huella en la ciudad sea mucho más visible y perceptible a partir de ahora. Sería beneficioso para la ciudadanía, por supuesto. Pero saldría ganando, sobre todo, el tejido cultural y social de nuestra provincia, que está canino y en un estado paupérrimo, abandonado a su suerte.

La cultura son exposiciones, conciertos y actividades literarias. Danza, cine, teatro, cómic y música. Pero la inversión en cultura también supone generación de riqueza y puestos de trabajo, algo de lo que estamos muy necesitados. ¿Y qué decir del sector social y asociativo en los tiempos del covid?

Para la Caixa, Granada también es un escaparate idóneo donde lucir sus mejores galas. A pesar de tantos pesares, Granada es una ciudad universal con reconocimiento internacional. Todo el mundo quiere venir a Granada, una y otra vez. No es solo el marco incomparable. Es su vibrante escena musical, su literatura, poesía, historia y pensamiento. Ojalá que, por una vez, sumemos todos y salgamos ganando en este envite. Es lo único que nos queda.

Jesús Lens