Don Winslow remata su Trilogía del Narco con ‘La frontera’

Es uno de los monumentos literarios del siglo XXI. Don Winslow ha invertido nada menos que veinte años en terminarlo, ¡pero cómo lo ha rematado! De forma espectacular y esplendorosa.

Tras cinco días de lectura compulsiva, dedicado en cuerpo y alma, he terminado de leer ‘La frontera’, recién publicada por la editorial Harper Collins, y todavía me tiembla el pulso. Y no porque el libro de Winslow sea un tocho de casi mil páginas, precisamente… Al menos, no solo por eso.

Teniendo en cuenta que ‘La frontera’ es un libro que denuncia el tráfico de drogas, me parece de mal gusto utilizar expresiones como novela adictiva o que su lectura engancha. Sin embargo, la narrativa de Don Winsow provoca ese efecto en el lector: cada una de sus páginas es una papelina de droga dura. Droga literaria, pero droga, al fin y al cabo.

Mi idilio con Winslow y con Art Keller, su personaje de cabecera, comenzó a comienzos de 2010, cuando el llorado y siempre recordado Paco Camarasa me recomendó ‘El poder del perro’ durante una visita a su librería de la Barceloneta.

Comienzo a leer: “El Sauzal. Estado de Baja California. México. 1997. 

El bebé está muerto en los brazos de su madre. 

A juzgar por la forma en que yacen los cuerpos (ella encima, el bebé debajo), Art Keller deduce que la mujer intentó proteger al niño. Debía de saber, piensa Art, que su cuerpo no podría detener las balas (de rifles automáticos, desde esa distancia), pero el movimiento debió de ser instintivo. Una madre interpone el cuerpo entre su hijo y quien quiera hacerle daño. Así que se dio la vuelta, se retorció cuando las balas le alcanzaron, y después cayó sobre su hijo.

¿De veras creía que podría salvar al niño? Tal vez no, piensa Art. Tal vez no quería que el niño viera surgir la muerte del cañón del arma.

Tal vez quería que la última sensación del niño en este mundo fuera la de su pecho. Envuelto en amor”.

A partir de ahí, 700 páginas de adrenalina pura. Esto fue lo que escribí en su momento, enfervorecido tras la lectura: “Para no ser reduccionistas, ¿cómo contamos de qué va ‘El poder del perro’ en un puñado de palabras? Va de todas esas noticias que, día a día, leemos en la prensa, sobre lo que pasa en países como México, Colombia y alrededores: drogas, muertes, capos, venganzas, decapitaciones, masacres indiscriminadas, la DEA, la CIA, la Contra nicaragüense, el tráfico de armas, las FARC, la mafia irlandesa, la frontera y el Río Grande, las fidelidades, traiciones, vendettas, amores y desamores…”.

Ha sido uno de los libros que con más pasión he recomendado. Con acierto, casi siempre. Una amiga, sin embargo, me dijo que no pudo con él. Que era demasiado violento, sangriento y truculento. Le recordé las palabras del propio Winslow, respondiendo a esa crítica: “hay personajes ficticios y en más de una ocasión he fundido y mezclado acontecimientos; pero hay muy poco en el libro que no haya realmente sucedido. Eso es lo que da miedo. Mi editor se la pasaba diciéndome “Don, esto es demasiado”, y yo le respondía: “De acuerdo, yo pienso lo mismo. Pero es verdad”.

En el año 2015, Winslow se alzaba con el Premio RBA de Novela Negra con ‘El cártel’, continuación de su anterior novela. Su lectura no me conmocionó de la misma manera. Seguí los pasos de los protagonistas y volví a vibrar con ellos, pero el factor sorpresa se había diluido. Entre una y otra lectura habían ocurrido demasiadas cosas: la brutalidad de la película ‘Sicario’, por ejemplo. O el impacto de la serie ‘Breaking Bad’ y las narrativas transmedia de David Simon, Dennis Lehane y George Pelecanos.

¿Por qué, entonces, me ha subyugado de tal manera la lectura de ‘La frontera’ con la que Winslow cierra su Trilogía del Narco? Por supuesto, por el ritmo. Eso es lo primero y más importante. ¡Increíble la cantidad de hilos narrativos que mantiene en tensión, a lo largo de 1.000 páginas! Para conseguirlo, el autor utiliza un recurso estilístico interesantísimo: escribe en una falsa tercera persona que, en cada capítulo, se convierte en monólogo interior de un personaje. Esto permite al lector ponerse en la piel de todos y cada uno de los protagonistas, de sentir como propios e interiorizar sus anhelos, dudas, miedos y zozobras.

También es importante que, tal y como nos han acostumbrado las series contemporáneas, cualquier personaje es susceptible de morir en cualquier momento de la novela. Y, pueden creerme: la Boda Roja de ‘Juego de tronos’ se queda en comunión de tercera categoría cuando los cárteles comienzan a matar.

La trama, además, cabalga a lomos de la realidad de más rabiosa actualidad. De hecho, estos días estamos leyendo en la prensa noticias sobre el posible impeachment al presidente de los Estados Unidos y precisamente ese es uno de los hilos argumentales de ‘La frontera’, yerno incluido. Y está la terrible y dolorosa historia de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, México, en 2014.

Y están esos periodistas que se enfrentan al Narco y se empecinan en contar la verdad, aunque se jueguen la vida en el intento. De hecho, Winslow les dedica sus libros a ellos, a los periodistas muertos en acto de servicio. Y a los periodistas de todas partes.

 

Termino con una analogía que ha hecho fortuna: la Trilogía del Narco es ‘El Padrino’ del siglo XXI. Yo mismo la he utilizado en más de una ocasión. Tras leer ‘La frontera’, me reafirmo en la misma, aunque también la pongo en sordina. Mientras leen la novela, déjenme que me cargue de argumentos, en uno y otro sentido, y lo comentamos próximamente.

Jesús Lens

Salvajes

El peligro era que Oliver Stone, en un nuevo viaje lisérgico, hubiera filmado “Salvajes” con el mismo tono paródico, desmesurado y fallido que le dio a dos de sus películas más nefastas y lamentables: “Giro al infierno” y “Asesinos natos”, supuesta respuesta a la tarantinización del thriller contemporáneo.

 

Pero no.

Y mira que el momento en que se retransmite por streaming una amenaza de decapitación, usando para ello un siniestro vídeo juego nos hizo temer lo peor…

Pero no.

Es lo que tiene, afortunadamente, partir de un material tan jugoso como son las novelas de Don Winslow: no hace falta exagerar. Porque lo que cuenta Don es tan desmesurado, tan aberrante y tan brutal que no tiene parangón en la imaginación de cualquier cineasta. Aunque esté tan hecha pedazos como la de Stone.

Es lo que tiene, desgraciadamente, partir de un material tan doloroso como es la realidad del tráfico de estupefacientes y los cárteles de la droga en México. Cualquiera que haya leído la descomunal “El poder del perro”, de la que se decía la HBO iba a convertir en una de sus imprescindibles series, sabe de lo que hablo.

Pero “Salvajes”, a pesar del título, no es tan bruta. No es que le falte sangre, que conste. Y, desde luego, Benicio del Toro le da a su personaje las necesarias dosis de insania que precisa. Pero el tono, la fotografía, el mar y los personajes gringos la emparentan más con “El invierno de Frankie Machine” que, dirigida por Michael Mann, nos traerá a Robert de Niro en lo que debería ser uno de las grandes títulos de la década.

 

Pero centrémonos en esta “Savajes” que, quizá por las dudas que me suscitaba antes de entrar a verla, me dejó un inmejorable sabor de boca. Aunque la presentación del triángulo amoroso protagonista se me hizo algo lenta, la verdad es que funciona. Al igual que la entrada en escena, sucesiva, de esos secundarios de lujo: el mencionado Del Toro y el pasadísimo Travolta.

 

La que no me dice nada (y esto puede ser considerado una herejía) es la Madrina, esa Salma Hayek que no está a la altura de un personaje que requería de mucho más carácter y, posiblemente, de mucha menos belleza.

Me gusta el ritmo, me gusta la fotografía, me gusta la tela de araña que crean los guionistas, me gusta el Azul, el ambiente y la atmósfera de la película. Me va gustando todo… hasta llegar al final.

 

Al final, Oliver Stone tiene que hacer de las suyas, claro. No vamos a comentar el tema, en alta voz, para no reventar a nadie la “sorpresa”, pero lo podemos hablar en un privado. O tomando unas Alhambras fresquitas, haciendo eso que tanto nos gusta hacer: hablar de cine.

Jesús Lens

Y ahora, a ver qué blogueamos los 14 de octubre de 2008, 2009, 2010 y 2011

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EL PODER DEL PERRO

Previa: ¿Habéis leído lo que ha pasado en Ciudad Juárez? Sólo para ir poniéndonos en antecedentes… Además, el día 2 de febrero el autor de esta novela estuvo una hora, charlando on line con los lectores AQUÍ.  Una entrevista de lo más jugoso en la que deslizamos una pregunta. En serio… ¡el poder del perro! 

 

La primera noticia de este pedazo de novelón la recibí a través de La Vanguardia, en un artículo provocativamente titulado «Lo que hay que leer después de Millenium», de Sergio Vila-Sanjuán.

 

Después fue la librera Negra y Criminal quién escribió una de sus pocas, pero esenciales, preclaras y excitantes Cartas, en la que decía que el novelón de Don Winslow era de lo mejor que había leído en mucho tiempo, habiéndose quedado encerrada en casa, todo un fin de semana, leyendo sin parar.

 

Así las cosas, cuando estuvimos presentando nuestro libro de cine y viajes, «Hasta donde el cine nos lleve», en la librería Negra y Criminal, en pleno corazón de la Barceloneta, aproveché para llevarme un ejemplar de una de esas novelas que, por su longitud y tamaño (700 páginas), si te gustan, las disfrutas como marrano en lodazal.

 

Y ¿cómo podría resumir mi impresión de la misma, en pocas palabras?

 

Pues creo que así sería bastante ilustrativo: «¡Oink, oink, oink!»

 

O sea: ¡pedazo de novela!

 

De verdad.

 

Y ahora, para no ser reduccionista, ¿cómo contamos de qué va, en un puñado de palabras? A ver. Va de todas esas noticias que, día a día, leemos en la prensa, sobre lo que pasa en países como México, Colombia y alrededores: drogas, muertes, capos, venganzas, decapitaciones, masacres indiscriminadas, la DEA, la CIA, la Contra nicaragüense, el tráfico de armas, las FARC, la mafia irlandesa, la frontera y el Río Grande, las fidelidades, traiciones, vendettas, amores y desamores…

 

Como bien sabéis, cuando un libro me gusta, anoto en la primera de sus páginas en blanco algunas de las citas, referencias o frases que quiero recordar. La de «El poder del perro» está entera marraneada. He usado extractos de este libro en otras reseñas, en un trabajo largo en que estamos trabajando y hasta en una presentación de Power Point.

 

O sea… ¡pedazo de libro!, reitero.

 

Por contradecir, por ejemplo, ESTA POLÉMICA TEORÍA, repliquemos este párrafo:

 

«Empieza con las palabras mágicas «y si». Las dos palabras más poderosas de cualquier idioma. ¿»Y si» nos hubiéramos conocido antes? ¿»Y si» fuéramos libres? ¿»Y si» pudiéramos viajar juntos, a París, Río, Roma? ¿»Y si» nos fugáramos? ¿»Y si» nos lleváramos dinero suficiente para intentar una nueva vida? Y si, y si, y si.»

 

 Y con ese sencillo párrafo comienza una de las mil y una subtramas que componen un abigarrado tapiz en que todo el tinglado del narcotráfico y la lucha contra las drogas queda mejor explicado que en el manual más completo y técnico que imaginarse pueda. Una pantomima, un eufemismo, el de la lucha contra las drogas, que enlaza con Vietnam y la lucha contra el comunismo, por mucho que el marketing intente «blanquear» el odio cerval de los norteamericanos por los Rojos, sean de la extracción que sean.

 

Y ya me estoy pasando en espacio.

 

Digamos que personajes como Art Keller es de los que nunca más se olvidan, una vez leído «El poder del perro». Como los hermanos Barrera.

 

Recordemos una de las frases con que Rodrigo Fresán, director de la colección «Roja y negra» de la editorial Mondadori en que está publicada la novela de Winslow, define «El poder del perro»: una versión narcomex de «El Padrino». O más rotundamente, «Y, una vez terminado «El poder del perro», siéntense a esperar que la HBO la convierta en una gran miniserie. Hasta que eso ocurra, aquí va esta novela ardiente como la lava y épica como mito antiguo en la que un hombre bueno y vencido se enfrenta a los triunfales hombres malos.» Una frase en absoluto baladí para quiénes consideramos que la HBO es una de las mejores cosas que le han pasado al mundo en los últimos años.

 

Vamos que, lo mismo, una vez leída, hay que sacarse un billete de avión para irse a Nueva York, bajar a Nueva Orleans y, desde allí, recorrer todo el Río Grande, cruzando de USA a México y viceversa, cuantas veces sea necesario, para conocer lugares míticos como San Antonio, Laredo, El Paso, Tucson, Chihuahua, Yuma, Tijuana, Ciudad Juárez, Nogales, Caléxico, Sonora, San Diego o la Baja California.

 

O, quizá, una vez terminada la última página de «El poder del perro», lo suyo sea volver a comenzar por ese brutal y demoledor arranque:

 

«El Sauzal.

Estado de Baja California.

México.

1997.

 

El bebé está muerto en los brazos de su madre». (SEGUIR leyendo el primer capítulo AQUÍ)

 

Terminamos. De verdad esta vez, volviendo a la extraordinaria intro de Rodrigo Fresán, recordando unas palabras de Winslow, contestando a un crítico para quién el contenido de la novela es durísimo: «hay personajes ficticios y en más de una ocasión he fundido y mezclado acontecimientos; pero hay muy poco en el libro que no haya realmente sucedido. Eso es lo que da miedo. Mi editor se la pasaba diciéndome «Don, esto es demasiado», y yo le respondía: «De acuerdo, yo pienso lo mismo. Pero es verdad.»

 

Sin comentarios.

 

O sí.

 

Sólo uno: La verdad jode… pero curte.

 

El poder del perro.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

¿Y SI…?

Por haces del destino, ni puedo bloguear todo lo que me gustaría, ni leer todo lo que me apetecería. Además, me he metido con un tochaco de setecientas y pico de páginas que me tiene imantado… cuando lo puedo coger. «El poder del perro», se llama. Y es lo que hay que leer después de haber leído la Trilogía Millenium de Larsson. Pero ya hablaremos largo y tendido del libro de Winslow.

 

Lo que ahora quiero es reflejar uno de los pasajes que leí ayer, que me gustó especialmente, a ver qué os parece. Habla, claro, de una relación entre un hombre y una mujer. Una relación imposible ya que ella está casada con un individuo tan poderoso como peligroso. Y sueñan. Y los sueños…

 

«Empiezan con las palabras mágicas: «Y si».

 

Las dos palabras más poderosas de cualquier idioma.

 

¿»Y si» nos hubiéramos conocido antes? ¿»Y si» fuéramos libres? ¿»Y si» pudiéramos viajar juntos, a París, Río, Roma? ¿»Y si» nos fugáramos»?

 

Y si, y si, y si.

 

Son como dos niños que juegan.»

 

Jesús Lens, amigo de los «Y si» (pero poco acostumbrado a los «Di sí»)  😉