El gran y feraz desierto de James Ellroy

Los tochos son para el verano. Y para la Navidad y la Semana Santa. Es una de nuestras máximas en el Club de Lectura y Cine de Granada Noir, y la cumplimos a rajatabla. Así nos leímos la Trilogía del Narco de Don Winslow. Un monumento literario de 2500 páginas que corta el hipo. 

A continuación la emprendimos con un clásico contemporáneo: James Ellroy. Comenzamos en verano con ‘La dalia negra’ y para estas fiestas nos hemos entregado con pasión y frenesí a ‘El gran desierto’, la segunda entrega de su celebrado Cuarteto de Los Ángeles. 

‘El gran desierto’ forma parte esencial de mi vida lectora. Es una de mis novelas fundacionales. La compré por azar en edición de bolsillo, tras hojearla en uno de esos anaqueles metálicos que chirrían al girar. Leí la contraportada y pensé que aquello tenía buena pinta. Aún no estaba enganchado al noir y no tenía ni idea de quien era el tal James Ellroy. 

Recuerdo una tarde de lectura enfebrecida. Aún vivía en casa de mis padres y me leí las últimas 200 páginas del tirón, sin levantarme del sillón hasta terminar, exhausto y dichoso, aquel historión. Nunca he olvidado el momento en que uno de los protagonistas coge un cuchillo y…

He vuelto a leer ‘El gran desierto’ estos días en la soberbia edición de Random House. Quería comprobar si, treinta años después y con un sólido bagaje de lecturas negro criminales a mis espaldas, me seguía deslumbrando de la misma manera. ¡Y vaya si lo ha hecho! ¡Brutalísimo, Ellroy, en todos los sentidos! 

Una relectura, además, que me ha hecho consciente de un recuerdo implantado. Estaba convencido de que en ‘El gran desierto’ había un interrogatorio a tres bandas que te dejaba sin aliento. Y no es así. Funciona a las mil maravillas el truco del poli bueno-poli malo, pero ni rastro de aquel interrogatorio. ¡Ay, la cabecica!

Mickey Cohen

He vuelto a disfrutar de todas y cada una de las páginas de ‘El gran desierto’, buscando cualquier resquicio y momento para sumergirme en su adictiva lectura. Los protagonistas, Buzz Meeks, Danny Upshaw y Mal Considine son tan carismáticos, poliédricos y contradictorios como es habitual en la narrativa de Ellroy. Héroes y villanos a la vez, capaces de lo mejor y de lo peor. Egoístas, trepas, cobardes e individualistas unas veces y sorprendentemente solidarios, osados, generosos y comprometidos unas páginas después. ¡Como la vida misma!

Howard Hughes

Y el contexto, siempre tan importante en las novelas de ‘Perro Loco’ Ellroy. En este caso, las listas negras de Hollywood, las huelgas en los estudios de cine y las conexiones mafiosas entre el gángster Mickey Cohen y el magnate Howard Hughes. Y ojo al papel en la novela de otro gángster real, Johnny Stompanato, antes de protagonizar él mismo la crónica negra de la fábrica de los sueños… cuando se convierte en pesadilla. 

Ellroy es un maestro a la hora de ficcionar la realidad histórica, social y política de Los Ángeles, epicentro de su literatura. Los Ángeles de los años 40 y 50, un universo en sí mismo. Las consecuencias de la II Guerra Mundial. Sus antecedentes. El racismo y la xenofobia. La homofobia. La ‘terror rojo’. La drogadicción, la pornografía y la prostitución. El boxeo y el jazz. La influencia del cine. La frontera con México, tan permeable para unos e infranqueable para otros. 

Leer a James Ellroy es un propósito de vida en sí mismo. Un placer recuperado con miles de páginas por delante para seguir disfrutando de su prosa eléctrica y electrizante. De todo ello hablaremos esta tarde en Librería Picasso, en la primera sesión de nuestro Club de Lectura. ¡Qué ganas!

Jesús Lens

El perro ladrador vuelve a morder

El entrega del Día de Reyes en El Rincón Oscuro tuvo a un protagonista muy especial…

Hubo un tiempo en que, para comprar libros, había que ir a las librerías. Y como no existían redes sociales, webs, blogs ni apenas revistas literarias, internarse entre sus anaqueles, repletos de títulos por descubrir, era toda una aventura.

Perfidia Rincón Oscuro

Hace muchos, muchos años, cuando todavía no conocía a nadie que leyera habitualmente novelas policíacas, me hice con una edición barata de “El gran desierto”. El autor era un tal James Ellroy, absolutamente desconocido para mí. Y es que, por aquellos entonces, “L.A. Confidencial” solo era la segunda entrega de un ciclo literario conocido como La Tetralogía de Los Ángeles.

Los libros de James Ellroy son voluminosos. Y densos. Están repletos de personajes, principales y secundarios. Y las tramas de sus novelas se dividen en subtramas que, poco después, vuelven a subdividirse… para terminar conectando con la trama principal.

El gran desierto

Fascinado y rendido a la abrasadora y eléctrica prosa del autor norteamericano, uno de los mejores momentos lectores de mi vida llegó un domingo por la tarde, justo después de comer, cuando me senté en un sillón y ya no me levanté hasta la hora de la cena. Me leí de una sentada las doscientas o trescientas últimas páginas de ese poderosísimo “El gran desierto”, vibrando como pocas veces me ha hecho vibrar una novela.

Aquella lectura, desmesurada y excesiva, narcótica y adictiva; me ganó para el noir por siempre jamás.

LA Confidencial

Después he ido leyendo la mayoría de los libros de Ellroy, incluyendo sus relatos, reportajes y, por supuesto, ese tortuoso y visceral descenso a los infiernos que es la autobiográfica “Mis rincones oscuros”, a la que esta sección homenajea cada semana, en las páginas de IDEAL.

Hasta que llegó la Trilogía de América. Y ahí se rompió el idilio. Me costó terminar “América”, dejé a medias “Seis de los grandes” y ni siquiera lo intenté con “Sangre vagabunda”. El estilo de Ellroy se había hecho tan telegráfico y despojado que, más que novelas, tenía la sensación de estar leyendo los documentos desclasificados en los que se basó el autor para contar la historia de los Estados Unidos, entre 1958 y 1972.

Perfidia IDEAL

Y mira que ese período me apasiona… pero no podía. No conectaba. La mezcla de personajes reales y de ficción, marca de la casa, alcanzaba el paroxismo y no conseguía sacudirme la sensación de que Ellroy estaba presumiendo de su ingente labor de investigación. Como si vas a ver una catedral gótica y te encuentras todos los andamiajes, poleas y herramientas utilizados para su construcción a la vista, tapando las esculturas, retablos y vidrieras.

2015. Lo anuncian todos los medios: con “Perfidia”, James Ellroy regresa a Los Ángeles de antaño. A los primeros años 40 del pasado siglo. A los días del ataque a Pearl Harbour, cuando una familia de japoneses aparece muerta, tras un sangriento suicidio ritual. Y ahí tenemos al habitual reparto coral de las novelas del Perro Loco Ellroy: federales que bordean la ley, turbios agentes de la policía de comportamiento más turbulento aún, fiscales comprometidos, boxeadores no tan sonados, conflictivas mujeres de la vida, avispados traficantes de Chinatown, supremacistas blancos enfrentados a la amenaza fascista del eje germánico-nipón y, por supuesto, los sospechosos habituales, con el mafioso Bugsy Siegel a la cabeza.

James Ellroy Los Angeles

Tenía mis dudas. Eran más de 700 páginas de letra menuda. Hice la prueba. Proverbios 3, 31:

“No envidies al hombre violento,

ni elijas ninguno de sus caminos”.

Continúa Ellroy definiendo qué es la Quinta Columna y, tras una poética y triste Reminiscenza, llega un Boletín Relámpago: “…los nazis y los japos han entrado en un delirio de destrucción de mil demonios y la guerra, aunque no la merezcamos ni la deseemos, viene derecha hacia nosotros… Y Estados Unidos nunca elude una pelea”.

Los Ángeles / Sábado 6 de diciembre de 1941. 9,08 horas. El atraco a una farmacia. Y todo comienza de nuevo. La excitación, las palpitaciones y el ansia por leer. Porque 172 páginas después, todavía son las 14.21 horas del lunes 8 de diciembre de 1941. Y yo solo tengo un plan en mente: seguir leyendo. Leer. Leer sin parar. Leer hasta que se me agrieten los ojos.

James Ellory Mad Dog

Porque el Perro Loco ha vuelto y, además de aullar, muerde. Como en sus mejores tiempos.

Jesús Lens

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