En un (gélido) confín del mundo

No sé si es mejor o peor, en plena ola de calor, leer una novela negra cuya acción transcurre en un ignoto pueblo perdido en mitad de Finlandia. Y en invierno. Con su frío, hielo, lagos congelados y noches eternas. Al leer ‘En un confín del mundo’, de Antti Toumainen, publicado por la Serie Negra de RBA, pude sentir la nieve a través de sus páginas, por mucho que me encontrara junto al rebalaje, a orillas del mar.

Cuando apretaba la calor y sentía una cierta melancolía al visualizar las botas de invierno, los gorros de lana y los gruesos plumas, me quitaba las gafas de sol y me lanzaba a las cálidas aguas del Mediterráneo. Nadaba un poco, me sumergía para bucear y flotaba haciendo el muerto, pero a los cinco minutos volvía a estar sentado en mi silla, presto y dispuesto a seguir leyendo. 

Y es que me lo he pasado teta leyendo ‘En un confín del mundo’, un noir de lo más original, con lo difícil que eso es, protagonizado por personajes que no habrían desentonado en la mítica serie ‘Doctor en Alaska’ y cuyo MacGuffin es, ni más ni menos, que la caída de un meteorito, así como suena. 

A un meteorito pequeño, me refiero, no al gordo y destructor tan deseado por los exinticionistas de boquilla, los negacionistas del raciocinio humano que, cuando leen o escuchan alguna las polladas a las que somos tan dados, invocan la inmediata avenida del meteorito purificador, como si del quinto jinete del Apocalipsis se tratara. 

Choca el meteorito con el coche de un conductor de rallies venido a menos que circula a toda velocidad por las carreteras secundarias de una remota región finlandesa y, una vez recogido y depositado en el voluntarioso, pero precario museo local; los lugareños se sientan a esperar un convoy de Helsinki que lo recoja y se lo lleve para estudiarlo en profundidad. 

Lo que pasa es que hasta en los confines más profundos de la  Finlandia interior saben que un meteorito de 4 kilos, bien vendido en el mercado negro, puede reportar un pastizal. Un millón de euros, incluso. Y se despierta la codicia…

El protagonista de ‘En un confín del mundo’ es un personajazo de aliento hawksiano. Un pastor, en el sentido religioso del término, que participó en una misión en Afganistán donde pisó una mina que le dejó estéril. Ama a su mujer, Krista, con pasión inmoderada, y escucha con santa paciencia las cuitas de los miembros de su congregación. En especial, los desvaríos de un impenitente convencido del inminente fin del mundo. 

El pastor es uno de los voluntarios que, por la noche, vigilan el meteorito, dado que la comisaría de policía más cercana está a 90 kilómetros. Durante la primera jornada de vigilia, “estuve leyendo la Biblia durante media hora y a James Ellroy el resto de la noche”. Toda una declaración de principios. Cuando amanece, vuelve a casa. Allí le esperan Krista y una noticia tan impactante como el propio meteorito: está embarazada. 

No se piensen que les he destrozado la historia: todo esto pasa en las primeras 20 páginas de una descacharrante y vertiginosa novela de cerca de 300. Les recomiendo vivamente que, estos días de calor desbocado, se hagan con una cerveza fría y, debajo del ventilador, pongan rumbo a ‘En un confín del mundo’. Antti Tuomainen será un guía excepcional, un conductor de lujo que mezcla sabiamente el suspense, la acción y el humor negro. Un paisaje único y un paisanaje singular nos deparan una divertidísima y vitriólica novela muy negra que transcurre en un paisaje muy blanco.

Jesús Lens

BIENVENIDOS AL NORTE

Cuando iba por la mitad de la película, le mandé un SMS a una Amiga: «Como amante de «Doctor en Alaska», apunta «Bienvenidos al Norte.» Imprescindible. Necesaria. Buenísima. Divertidísima. Maravillosa.»

 

Y, cuando terminó, no tuve que desdecirme ni un ápice. Porque la película revelación del cine francés, que ha batido récordes de taquilla en el país vecino, es todo eso y más: un canto a la amistad, al goce de vivir, a la felicidad de los placeres sencillos y al respeto por los otros, por los que son diferentes, por los que hablan de otra manera y se comportan de una forma supuestamente rara. (De ello hablábamos el viernes, comentado «Retroback como síntoma»)

 

¿Se acuerdan ustedes del follón que se montó hace unas semanas cuando la diputada catalana del PP, Montse Nebrera, comentó aquello de que le costaba entender a los andaluces, sobre todo cuando llamaba por teléfono a Córdoba? Pues, en realidad, lo que le pasó es que había visto «Bienvenidos al Norte» y, contagiada por el dialecto chetti de la película, se atrevió a hacer una desafortunada broma sobre el acento del sur de España.

 

¿Qué cuenta «Bienvenidos al Norte»? En pocas palabras, la odisea de un funcionario de correos que vive en el sur de Francia y al que trasladan a la remota zona del Norte-Paso de Calais en que se habla un dialecto del francés, el Chetti, del que el pobre hombre apenas entiende una palabra. Y eso que él, lo que quería, por razones familiares, era un destino en la Costa Azul.

 

La esencia de la historia radica en su proceso de adaptación, traumático unas veces, divertido siempre, a su comunidad de adopción; y en cómo repercute el nuevo destino a su vida familiar. Sin grandes alardes de guión, sin necesidad de inventar historias rocambolescas y por la vía de narrar de nuevo lo que tantas veces nos ha contado el cine, «Bienvenidos al Norte» es una de esas deliciosas comedias, sencillas, divertidas y amables, que te reconcilian con lo mejor del ser humano y que son la prueba perfecta de que el cine más supuestamente localista, cuando se filma con talento, pulso y brío, tiene vocación universal y consigue trascender fronteras.

 

Si tienes un mal día, si estás cansado, deprimido… si has tenido bronca en casa o tu jefe te ha sacado de tus casillas… Si ya no puedes más con tus colegas de trabajo o si en la peña has tenido un rifirrafe con algún morlaco… Si llueve y no tienes paraguas, si nieva y te olvidaste la bufanda, si la sopa ardía y te has abrasado el paladar, si tenías albóndigas con salsa para comer y no había pan para mojar… hazte un favor a ti mismo y vete a ver «Bienvenidos al Norte».

 

Lo agradecerás tú y quiénes te rodean. Porque es una de esas películas que, a quién la ve, le hace mejor persona. Y no es chica cosa ¿verdad?

 

Valoración: 8

 

Lo mejor: El bienestar que provoca y la sonrisa de bobaco que muestra tó pichula cuando sale del cine.

 

Lo peor: Que no aporta ni cuenta nada nuevo. Pero… ¿a quién le importa?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.