Respeto. Respeto. Respeto

Pocas palabras me merecen más respeto que la propia palabra respeto. Se trata de un término cargado de simbología. Esta mañana, muchos trabajadores anónimos se verán obligados a salir de casa y acudir a sus puestos de trabajo para que otros muchos podamos seguir confinados de una forma segura, tranquila y confortable. ¡Respeto!

El personal sanitario y farmacéutico lleva trabajando a destajo desde hace días. También lo hacen los encargados de la limpieza y mantenimientos de los hospitales. ¡Respeto!

Y los periodistas, de guardia permanente para que sepamos lo que pasa, de verdad, más allá de bienintencionados audios, malditos bulos e impresentables fakes. ¡Respeto! Y nuestros quiosqueros, al pie del cañón, con los guantes manchados de la tinta fresca de la prensa recién impresa. ¡Respeto!

Esta mañana vuelven a abrir supermercados y tiendas de alimentación. Dependientes, personal de caja y reposición trabajando a tope para que no nos falten suministros con los que estar debida y cómodamente pertrechados y aprovisionados. ¡Respeto!

También abren sus puertas los bancos y las oficinas de seguros. No quiero ni pensar lo que podría ocurrir en nuestro país si se abriera una mínima grieta en la confianza ciudadana en nuestro sistema financiero. ¡Respeto!

Esta mañana, cientos de trabajadores de banca acudirán a sus puestos de trabajo para que tengamos la seguridad de que nuestro dinero está a salvo. Trabajé muchos años en CajaGranada. Hoy, mis antiguos colegas harán de tripas corazón, repondrán el efectivo en los cajeros y atenderán a los clientes que acudan a las oficinas a resolver asuntos urgentes. ¡Respeto!

Insistimos: esto no son unas vacaciones. Hay mucho trabajo por hacer. Los trabajadores de la banca, uno de los sectores más desprestigiados de la sociedad, trabajan hoy para tramitar, también, un montón de papeleo imprescindible para que los negocios, las empresas, los comercios y los autónomos de nuestro entorno puedan seguir funcionando. ¡Respeto!

Y los funcionarios, tantos y de tantos sectores, que seguirán haciendo que todo funcione. En silencio y al ralentí. Sin alharacas. Ojalá que el papel de la policía y las fuerzas armadas sea testimonial estos días. ¡Respeto!

Jesús Lens

Don Alhambro resucitado

Lo del miércoles por la mañana en el Museo Memoria de Andalucía fue un puntazo. Nos juntamos para desgranar a los medios de comunicación el programa de la segunda edición de Gravite y, sobre todo, para anunciar el nacimiento de una nueva banda, Don Alhambro.

¿Les suena el nombre? Seguro que sí. Don Alhambro fue una más de las sublimes creaciones de Federico García Lorca, un personaje de ficción que, sin embargo, estaba terriblemente apegado a la realidad. A nuestra realidad granadina, de entonces y de ahora. Así narraba el poeta de Fuente Vaqueros su concepción:

“Don Alhambro la veía dormir (a Granada) desde la Silla del Moro y se daba cuenta de que la ciudad necesitaba salir del letargo en que estaba sumergida. Se daba cuenta de que un grito nuevo debía sonar sobre los corazones y las calles…

¿Qué hacer, Dios mío, para sacudir a Granada del sopor mágico en que vive? Granada debe tener movimiento, debe ser como una campanilla en manos del charlatán; es necesario que vibre y se reconstruya, pero ¿cómo?, ¿de qué manera?”

Casi cien años después, Ángel Arias, Antonio Arias, Mónica Martínez Leyva, Migueline, Popi, Pepe Ruiz, Juan Carlos Mariano y quienes hacemos Gravite creemos tenerlo claro y así lo expondremos el próximo jueves 30 de enero, en el Teatro CajaGranada, en un espectáculo multimedia patrocinado por Bankia.

 

Granada debe ser la capital de la tercera cultura. La que fusiona las letras con las ciencias. La poesía y las matemáticas. El dibujo y la física cuántica. La música y la química. El robot y el duende. Granada tiene que reivindicar la figura de creadores visionarios como Val del Omar y su mecamística, precursor del zoom, cineasta e inventor.

Granada tiene que impulsar el conocimiento de figuras históricas como la del ingeniero Emilio Herrera Linares, pionero de la aviación e inventor del traje espacial que lucen los astronautas de la NASA en todas y cada de sus misiones.

Así las cosas, Don Alhambro se presenta como una reivindicativa banda de anartistas empeñados en desdecir a Lorca y conseguir que, en Granada y de una maldita vez, 2 + 2 sumen 4 y no sean únicamente 2 + 2, por siempre jamás.

Jesús Lens

Elogio del aburrimiento

Hace unos años que renuncié a estar en todos los sitios. Ser Géminis hizo que, en ocasiones, practicara la bilocación y trabajara intensamente mi don de la ubicuidad. Mi agenda era una locura y empecé a correr para tratar de estar a la vez en lugares diferentes. Organizar las tardes y las noches para jugar al baloncesto, echar unas cañas, ver una película y asistir a un concierto era un arte más complejo y excitante que resolver el más sesudo de los sudokus.

Difícil que me hubiera caído la manzana en la chola…

Ya no. Ya no sufro por las exposiciones que me pierdo, las conferencias a las que no llego y las presentaciones que se me escapan entre los dedos. He aprendido a disfrutar de cosas tan sencillas como vagabundear sin prisas y sin rumbo o tomar un café con la mirada perdida más allá de la la cristalera. Ya no me siento mal por estar tranquilo, viendo la vida pasar.

Reflexionaba sobre todo ello ayer, mientras escuchaba a Andrés Trapiello en los Premios Literarios Jaén de CajaGranada y Bankia. En su defensa de los pequeños placeres, entre los que incluye la lectura, hizo un encendido y entusiasta elogio del aburrimiento. El aburrimiento es una de las herramientas creativas más potentes que existen. Me encantó cuando Andrés concluyó su disertación, erudita y cargada de referencias, señalando que la sociedad del espectáculo que nos venden sí que es, en sí misma, profundamente tediosa y decepcionante.

Y es que Trapiello, parafraseando a Juan Manuel Bonet, hizo una encendida defensa de la erudición, “una actividad prestigiosa hasta fechas relativamente recientes, pero que fue cayendo en el descrédito, hasta convertir la palabra erudito en sinónimo de árido, inútil y en el fondo irrelevante… De la erudición puede decirse lo que del colesterol, que hay una buena y otra mala, y que la mala esclerotiza el saber, pero la buena hace que este fluya de modo orgánico por el cuerpo de la historia y de la ciencia”.

También me encantó su elogio del momento, del instante: “el sabio es, pues, aquel que cultiva sólo esa clase de instantes únicos, milagrosos, tanto si son de orden sensorial como si son de orden espiritual e intelectual”. Porque, efectivamente, la vida son momentos.

Jesús Lens

Tú tan cáncer y yo tan virgo

¿No les parece una virguería de título? Me llamó la atención cuando se alzó con el Premio Jaén de Narrativa Juvenil de este año y mucho más cuando, al abrirse la plica para conocer el nombre del autor galardonado, resultó que estaba escrito a cuatro manos.

Begoña Oro y Alberto J. Schuhmacher. No me sonaban de nada. Empezamos a buscar en internet información para la nota de prensa y la sorpresa fue mayúscula: Begoña ha dedicado su vida a “hacer lectores”, como ella misma señala. Es editora, traductora, experta en fomento de la lectura, escritora y, ahora, autora premiada.

¿Y Alberto? Alberto es un científico que dirige el grupo de Oncología Molecular del Instituto de Investigación Sanitaria Aragón. Trabaja buscando nuevos métodos de diagnóstico y tratamientos contra los tumores más letales y soluciones para enfermedades raras conocidas como rasopatías. Una vida azarosa, la suya: en 2003 se vio obligado a marcharse de España ante la falta de oportunidades. Trabajó en Ginebra y en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York hasta 2013, cuando volvió a España, fichado por el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) con sede en Madrid.

¿Cómo coinciden Begoña y Alberto y cómo se deciden a escribir un libro juntos? Ardía de curiosidad, lo confieso. Y en cuanto les tuve a tiro el pasado viernes, en el acto de entrega de los Premios Literarios Jaén de CajaGranada y Bankia, fui a degüello.

Como tenía que hacerles una entrevista, fue una de las primeras preguntas. En la respuesta, otra sorpresa: era Alberto quien quería escribir una novela para jóvenes con el cáncer como protagonista. Para desdramatizar. No en plan Mr. Wonderful o Coelho, sino desde su experiencia como médico e investigador oncológico. Porque el cáncer, hoy, en cada vez más casos, se cura. La identificación entre cáncer y muerte es algo del siglo pasado. Y nada mejor que una novela escrita a cuatro manos con una experta autora de narrativa juvenil para contárselo a la juventud y animarla, también, a adquirir determinados hábitos saludables, de forma sencilla, a modo de prevención.

Pero la gran sorpresa, la traca final, fue averiguar que Begoña y Alberto han donado los 10.000 euros del premio a la Asociación Española contra el Cáncer. De forma discreta, sin ruido ni alharacas. ¿Se puede ser más, más, MÁS…?

Jesús Lens