Sin epitafio

Como esa agua de mayo que no termina de caer. Así esperábamos las huestes negro-criminales la nueva novela de Francisco José Jurado protagonizada por su personaje de cabecera, ese inspector Benegas que tan buenos ratos nos hizo pasar hace unos años.

Sin epitafio

Y por fin llegó.

“Sin epitafio”, publicada por la editorial Algaida, se titula su nueva novela. Y arranca de una forma brutal: un asesinato con todas las trazas de haber sido cometido por un cártel de la droga, al estilo mexicano. Pero, como el sentido común de Benegas bien apunta, Córdoba no es Sinaloa.

Y es que Benegas y su equipo trabajan en la ciudad califal, a la orilla del Guadalquivir. Y cuando aparece un segundo cadáver, una mujer en este caso, con elementos que parecen relacionarlo con el primero; todo se precipita. Porque dos asesinatos con elementos rituales, tan seguidos, no son moneda de uso corriente en Córdoba.

Sin Epitafio Jurado

¿Qué tienen que ver los muertos entre sí, sabiendo que el primero es un canalla de libro y, la segunda, una chica-bien de la sociedad cordobesa? ¿Por qué querría alguien verlos muertos? ¿Qué tiene que ver en todo ello la historia del Temple y su traumática desaparición?

A todo ello se enfrenta ese Benegas al que los lectores apreciamos desde su primera aparición literaria. Un tipo cabal, sencillo y, como decíamos antes, dotado de un enorme sentido común; posiblemente, el más importante de los sentidos para un policía. Incluido el sexto, utilizado habitualmente como coartada en las novelas para hacer avanzar la trama cuando el autor se queda atascado.

Sin epitafio firma

Y es que Benegas es un tipo “sabedor de que el único pedigrí que verdaderamente importa y del cual puedes presumir en esta vida es el que te vas labrando todos los días con las meninges y con los huevos”.

Un inspector que duerme poco y come mal. Como buena parte de los policías, cuando están enfangados en una investigación complicada. Aunque, cuando encarta, sí se echa al coleto unos flamenquines y unas cañas, faltaría más. Y unas croquetas, una de esas debilidades que compartimos él, yo… y los seres racionales que se comen las raciones en los bares.

Un inspector de carne y hueso, pues. Con sus quebraderos de cabeza y dificultades de conciliación familiar, pero sin grandes traumas del pasado que lo atormenten. Uno de esos personajes creíbles y sinceros que te llevan por la Judería de Córdoba con absoluta normalidad, entre interrogatorio e interrogatorio.

Sin epitafio Benegas

Que no veas cómo interrogan Benegas y sus colegas a los sospechosos y presuntos culpables. ¡Qué bien lo hacen! Para mi gusto, uno de los grandes puntos fuertes de un libro que demuestra que el género negro en España tiene en Francisco José Jurado a uno de los mejores autores de la escuela naturalista en la que no hacen falta asesinos en serie ni persecuciones vertiginosas para atrapar el interés del lector desde la primera página hasta la última.

Jesús Lens

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Los rebeldes de Crow

Javier Márquez, de cuya “La fiesta de Orfeo” hablamos mucho y bien hace ya unos cuantos meses, acaba de publicar una novela que nos plantea un par de cuestiones muy sencillas.

La primera: ¿hacia dónde va el mundo? La segunda, ¿hacia dónde debería ir?

Y lo hace a través de una narrativa que podríamos catalogar como juvenil. Si es que nos fiamos y nos gustan las categorías, que ya hace unas semanas comentábamos la excelente última novela de Fernando Marías, “El silencio se mueve”, otro título juvenil cargado de excelente literatura, inteligencia y profundidad.

Lo mismo podríamos decir sobre “Los rebeldes de Crow”: estamos ante una novela anticipatoria que, escrita con el brío y el humor que caracteriza a Márquez, nos sitúa en un mundo que, hoy, todavía no es. Pero que, por desgracia, es muy posible que termine siendo. O, al menos, probable.

Un mundo en que no hay vampiros ni zombies. No. Un mundo que es peor todavía: hay hombres en él. Hombres malos. Que se hacen pasar por buenos. Lobos con piel de cordero. Tipos que, al mando de grandes corporaciones transnacionales, tratan de gobernar el mundo. Tipos que, sin necesidad de parecerse a Fu Manchú u otros ultravillanos de la historia del cine y la literatura, pueden ser peor que éstos.

Frente a este deprimente mundo hipotético está el otro mundo, que también es posible. Ese mundo que se ha reivindicado en las plazas de toda España durante las últimas semanas. Un mundo en el que creen los tres protagonistas de esta preclara y anticipatoria novela: Sara, Álex y Ray, unos intrépidos jovenzuelos, sobradamente preparados, curiosos hasta decir basta, que se ven arrastrados por una aventura de la que, al principio, no entienden nada. Pero a la que pronto le encuentran el (sin)sentido. Y frente a la que reaccionarán como sólo los jóvenes y valientes de espíritu pueden reaccionar: con valentía, arrestos y decisión.

– Vale. Muy bien. Pero… ¿quién es el Crow a que se refiere el título de la novela? – podría preguntar algún lector, ávido por saber más sobre la trama.

Pues, para definir a Crow, yo usaría esta imagen.

¿Suficientemente explícita?

Lo que más me gusta de la narrativa de Javier, uno de los mejores exponentes de la Andalucía Connection, recién fugado a Madrid, es que está cargada de referencias cinematográficas tan bien traídas que los cinéfilos las disfrutamos como esos locos que, después de hacer cola durante más de treinta horas, consiguen la mejor entrada posible para el concierto de su vida. ¿Y los menos avezados en todo lo referente al Séptimo Arte? Sin problema: la cinefilia no estorba, para nada. No entorpece el ritmo de la lectura ni provoca despistes en el lector.

Sé que no he sido muy preciso, ni con la trama ni con los personajes. A propósito. Porque ahora es cosa tuya, Querido Habibi, lanzarte por “Los rebeldes de Crow”, publicada por la Editorial Hidra, y comprobar que la indignación tiene caminos a través de los que abrirse paso. Aunque se a través de la imaginación.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

De los tres pasados años, sólo ESTE publicamos algo, tal día como hoy…

HIJOS DE HERACLES

Reconozcamos varias cosas. Reconozcamos, por ejemplo, que después de “300”, Esparta corría el riesgo de haberse agotado.

Así, cuando estábamos en Semana Negra y Teo Palacios, uno de los miembros de ESTA Andalucía Connection, me dijo que su novela, “Hijos de Heracles”, exquisitamente publicada por la editorial Edhasa, iba sobre los espartanos, por mi frente cruzó un pensamiento muy parecido a “otra más sobre Leónidas y las Termópilas”. Y Teo debió de verlo porque, sobre la marcha, me explicó que no. Que su novela no iba sobre la célebre gesta de los espartanos contra los persas.

Reconozcamos, por tanto, que nuestra cultura clásica es más bien básica. Porque de los espartanos, además de saber que sus cuerpos estaban retocados digitalmente y de que pasaban las de Caín con su régimen, conocemos más bien poco. Tirando a nada.

Y de ello te das cuenta, precisamente, cuando lees una novela como “Hijos de Heracles”, en la que Teo Palacios nos cuenta, precisamente, cómo se conformó ese régimen espartano: las fórmulas de gobierno, su educación y, por supuesto, su severísimo régimen disciplinario y militar. Por eso se subtitula “El nacimiento de Esparta”.

Había veces en que mi hermano, mientras leía la novela, cómodamente sentado en su silla de playa, levantaba la vista del libro, me miraba y decía: “tú no deberías de leer esta novela”. Y, claro, ya la he leído. Y reconozco que, por momentos, le tenía que dar la razón. Porque, para quiénes nos gustan los deportes agonísticos y nos hemos dejado las suelas de las botas de montaña subiendo a lo más alto de los picos más altos de nuestro entorno… y de más allá; para quiénes disfrutamos saliendo a correr y todo lo que no sea pasar de los 12 o 14 kilómetros no tiene sentido; los espartanos son un ejemplo a seguir.

Reconozcamos que correr con zapatillas no tiene mérito. Que Abebe Bikila ganó dos maratones olímpicas corriendo descalzo, sin ir más lejos. Y que los espartanos, por contar una anécdota, les ponían pesas en las extremidades, a los niños de 3 años, para que comenzaran a fortalecer su musculatura. Reconozcamos, pues, que somos unos blandengues.

Reconozco que he sido bastante reacio a la novela histórica. Hasta ahora. Porque la lectura de “Hijos de Heracles” o, hace unas semanas, de “El elefante de marfil”, de Nerea Riesco y “La colina de las piedras blancas”, de José Luis Gil Soto, me anima a seguir perseverando en el género. Sobre todo, me acuerdo de una frase preclara de Nerea, cuando decía que a ella, lo que le gusta, son las historias que pasan en la Historia. Los personajes, sus relaciones, sus encuentros y desencuentros, aventuras y desventuras.

Y de todo ello hay en “Hijos de Heracles”, por supuesto. Una novela que, partiendo de una documentación muy escasa y dispersa, traza un inmejorable fresco sobre Esparta y sus gentes, sobre la génesis y el proceso del que fue uno de los ejércitos más temibles de la historia de la humanidad.

Reconozcamos, en fin, el valor y la importancia de una buena portada. No me extraña que Teo estuviera orgulloso de la suya. ¡Impresionantes e imperiales, el diseño y la ilustración de Tim Byrne!

Lo dicho. Que si queréis saber cómo Leónidas y sus 300 llegaron a ser capaces de parar a los persas en las Termópilas, tenéis que leer “Hijos de Heracles”.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

LA LITERATURA DE LA CRISIS

Amigos, hoy publicamos en IDEAL un reportaje sobre la Literatura de la Crisis. Tanto hablar sobre la crisis de la literatura y, sin embargo, nos planteamos la tesis de si ha llegado la hora de que sean los libros los que analicen la nueva sociedad que está surgiendo del incendio provocado por la crisis.

 

Lo podéis leer AQUÍ.

¿Qué os parece la tesis y qué os parece el reportaje? La Andalucía Connection de la que hablamos AQUÍ, sigue dando que hablar. Y que leer.

 

Jesús Lens, crítico. A la fuerza.