– Luis, ¿me oyes?
– Sí. Dime.
– Nada, que te oigo muy flojo. Muy bajo. ¿Dónde estás?
– En el garaje.
– Vale, vale. Nada, perdona que te moleste. Era sólo para recordarte que recogieras los zapatos, que los llevé para que les cambiaran las tapas.
– ¿Los zapatos?
– Sí, hijo. Que pareces alelado. Los za-pa-tos. ¿No te acuerdas que quedaste en recogerlos?
– Ah sí. Vale.
– Oye, ¿se puede saber qué te pasa? Te hubiera puesto un SMS, pero voy en el coche con el manos libres…
– Vale. Vale. Sí. No te preocupes. Los recojo. Los zapatos.
– ¡Gracias! Luego nos vemos. Chau.
– Chau.
Entonces, Luis abrió las ventanillas del coche y paró el motor. Se bajó y, tambaleándose, se acercó a la parte de atrás del vehículo. Se agachó y sacó del tubo de escape el otro tubo, el de plástico, que había comprado en la ferretería un par de días antes.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
Comentarios
8 respuestas a «La llamada»
CON LOS ZAPATOS ARREGLADOS TOMARA OTRO CAMINO…
posible suicidio con final feliz, los manolos rojos con taconasssso se los pone el….. un sueño hecho realidad
¿Se siente útil en ese momento y pospone el quitarse la vida?
¿Y nadie habla del papel del zapatero en esta historia?
Pues sí, con mal pie comienza su intento de suicicio
Me recuerda a Raymond Carver. LA insorpotable pesadez de tener que vivir.
[…] Razón AQUÍ. […]
Great article and straight to the point. I am not sure if this is really the best place to ask but do you guys have any thoughts on where to get some professional writers? Thanks