Acabo de tener un problemón con mi sastre.
Uf. Ya está dicho. ¡Ay!
Ya me he quedado descansando. Porque siempre quise decir eso de «mi sastre». Yo, que soy un desastre para la ropa y que tiendo a ir siempre de lo más desastrado, siempre admiré a la gente que tenía un sastre y cuidaba primorosamente su imagen. Eso de que un señor atildado, metro en mano, fuese anotando mis medidas para confeccionarme un traje a medida, siempre me pareció algo parecido a la ciencia ficción, la verdad, que yo soy chico Prêt-à-Porter y, además, de rebajas.
Pero llegó una boda. Y no era una boda cualquiera. Y fui al sastre, quién me confeccionó un traje oscuro a medida la mar de resultón.
Y pasa lo que pasa: te lo pones en la boda, luego lo repites en otra boda, y como tus amigos, básicamente, ya se han casado todos y andan teniendo churumbeles como descosidos; el traje se queda colgado de una percha, durmiendo el sueño de los justos.
De repente, año y medio después, llega un acontecimiento que te recuerda al pobre traje, arrumbado en el armario, más mustio y aburrido que un pimiento colorao colgando del tinao de una casa alpujarreña. Abrí la puerta corredera, saqué la prenda de su funda, me la probé… y el alma se me cayera a los pies. Bueno, más que el alma, fue el propio pantalón el que, en cuanto me descuidé, se me vino abajo, dejándome las vergüenzas al aire.
Tantos meses corriendo desaforadamente han terminado por dejarme algo escurrido y el traje, hecho a medida y tal y tal y tal… me quedaba más raro que una hamburguesa con ketchup en el menú de El Bulli. Por tanto, decidí llevarlo a la tienda en que lo compré para que me lo arreglara. «Mi» sastre.
El hombre me vio entrar. Cogió el traje y pensó que apenas tendría que cambiarle los botones y arreglarle los picos para convertirlo en una pieza más convencional.
- – También haría falta que le metiera un poco el ancho del pantalón…
- – Entonces tienes que pasar al probador- me dijo, solícito y sonriente.
Pasé, me puse la prenda y esperé a que el hombre viniera.
Ya desde lejos pude intuir que el hombre se ponía hecho un basilisco, al verme sujetar «su» pantalón con las manos.
- – ¿Un poco?
- – ¿Perdón?
- – Que no voy a tener que meterle un poco, sino un mucho- dijo mientras empezaba a blandir unos alfileres.
A mí, a qué negarlo, todo aquello me estaba provocando una intensa satisfacción. A fin de cuentas, me encanta estar delgado. Es verdad que he vuelto a recuperar un par de kilitos tras la Navidad, pero mola eso de haberse dejado siete u ocho por los caminos de la Fuente de la Bicha en los últimos meses.
- – …¿…vestido… usted… traje… estos meses?- medio escuché al hombre, al que no estaba prestando atención.
- – Ehhhh… sí- respondí sin saber exactamente a qué.
Entonces, un pinchazo sañudo me sacó de mis ensoñaciones. Un pinchazo que fue como… bueno, no sé qué metáfora utilizar en este caso ya que «fue como si le clavaran un alfiler» es la gran metáfora por antonomasia.
- – Pues no debería haber llevado mi traje de esta forma tan deslabazada y poco elegante. Tendría que haberlo traído para que se lo arreglara.
De repente, ya no me tuteaba.
- – Haga el favor de probarse la chaqueta.
- – No, si yo creo que con meterle un poquillo el ancho al pantalón…
- – ¡Que se ponga la chaqueta!- bramó.
Totalmente acojonado, me la puse. Y vi cómo los alfileres volaban de nuevo frente a mí, como micromisiles de crucero que amenazaban con impactar contra mi cuerpo.
- – Llevar mi traje, hecho a medida, dos o tres tallas más grande… qué desconsideración por el trabajo de uno- musitaba el sastre mientras prendía alfileres por toda la chaqueta.
- – Tampoco me lo vaya a ajustar mucho, que en unos meses volveré a coger unos kilos…
- – ¡Pues lo trae usted de nuevo y se vuelve a arreglar, hombre de Dios!
Y otro pinchazo, esta vez en los lomos de la espalda, me hizo enfundar la lengua de una vez por todas.
Un de-sastre completo, mi primera y presumiblemente última aventura con la ropa hecha a medida. Con lo bien que estoy yo con mi ropa de toda la vida…
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.







Comentarios
20 respuestas a «DE SASTRE»
No recuerdo cuando me hice un traje. Tengo uno o dos para casos «espesiales».
No me gusta verlos, ya sabes, son los que se usan cuando la gente dice !!!que bueno era!!!
Y no le diste una ostia al sastre?
Son los llamados Traje BBV: Bautizos, bodas y velatorios.
¿Pegarle?
Pero si el hombre estaba iracundo y tenía un arsenal de alfileres… quita, quita. Yo soy pacifista 😉
Aún conservo varios trajes de cuando pesaba 20 k menos, los tengo guardados por si algún día puedo ponérmelos y ser la de antes. Qué de sastre !! 🙁
Yo uso muy poco el traje. Y las chaquetas… se me han quedado todas chicas. Lo de dejar de fumar (ya casi un año) me ha hecho engordar sie kilos, que junto al sobrepeso que ya tenía, pues que parezco el as de oros.
No te agobies, Jesús. Vete a otro sastre (el de Panamá, si quieres).
Rigoletto
¿Agobiarme? ¿Yo? Pero si lo que hago es partirme de la risa, chicos 😉
Jajajaj pobre hombre el sastre. Yo es que tengo por norma echar a la bolsa de la caridad lo que se me queda grande de una temporada a otra, que suele ser casi todo, así que renuevo armario todos los años.
Besillos
Jesús yo para la sesión de acupuntura acudo a otros sitios. El traje, no me lo traje.
«No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo.
La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos.
La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura.
Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar “superado”.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.
La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos.
Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia.
Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo.
En vez de esto, trabajemos duro !
Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.»
ALBERT EINSTEIN
Qué bueno! Si es lo que tiene ir de traje… pero entonces el sastre se indignó porque tú estabas más delgado… qué tipo!!!
Despues de esto… Creo que voy a pasar de las camisas a medida 😀
De todos modos, el sastre tiene razón, ya t vale!!
Jajajajaja. Los que apoyáis al sastre contáis con todas mis simpatías y comprensión. De verdad. Me sentí abochornado y me gustó ver el cariño que el hombre ponía en su trabajo. Un detalle.
Albert, encantado de tenerte aquí, eminencia. Esas reflexiones nos deberían llevarnos a preguntarnos muchas cosas y a escribir sobre ellas
Pues anda que si me pillase a mi el pobre sastre chino al que obligue ha hacerme toda una coleccion de moda invernal a medida (y tamaño king-kong) en escasas 6 horas, para no haber sido estrenada por el increible hombre menguante.
Jajajajajaja. Rash, eres un crack. Con los sobeteos que te dio aquel chino, lo mínimo era haber estrenado alguno de los trajes. Jajajajaja. Veo que te identificas conmigo (y con el sastre) Jajajajaja. Todavía me estoy descojonando. Increíble, hombre menguante. Increíble. Jajajajaja.
Jesús, desearte que el sastre arrastre su arte hacia tu desastre, pues regocijarte allá arriba en tu baluarte, solo supondrá retomarte (medidas), mermarte y ajustarte lo que tanto le costó al pobre apañarte para «maquearte».
Y, por Dios, trata de alimentarte y engordarte, pues a ver si para el próximo San Antón, podemos «aprovecharte»
Jajajajaja. Abel, pensaba que lo de Rash era insuperable, pero… jajajajajaja. Me queréis cebar para el próximo San Antón, malandrines… No sé si decirle al sastre que lea la creatividad que mi desastre ha provocado!!! Puede flipar, desde luego.
Me klo he pasado muy bien leyendo tu entrada, es magnífico estar delgado y mas gracias a nuestro trote diario…saludos
Yo nunca he ido al sastre. Tiene que ser una experiencia, hasta con acupuntura y todo
Jajajaja. Lo es. Como dice Paco, se trataba de haceros pasar un buen rato.
jajaja, me parto. Me imagino al sastre con sus alfileres como cuchillos lanzándolos sobre ti como en ese número de circo.
Oye, que te voy a tirar de las orejas, ej? ¿No decías el otro día en un post que te había salido otra vez flotador? Si estás hecho una sílfide! Y no tires más kilos por la fuente de la bicha, que yo paso por ahí todos los días y a ver si los dos o tres que he pillado son los que tú dejaste desangelaos por ahí :-).
Jajajajaja. A que la víctima de todo es el sastre???? Jajajajja. Que va. Ya no estoy perdiendo peso. De verdad. Y debería de cara a la maratón. Pero no.