FINALES QUE CORTAN EL ROLLO

Escribir sobre finales de películas puede ser peligroso. Creo que este reportaje que publicamos hoy en IDEAL hablamos de películas bien conocidas y cuyos desenlaces son de dominio público. A ver qué les parece este recorrido por películas cuyo The end no deja de ser raro y sorprendente… Y otra cuestión: ¿qué otros finales, entre cortantes y sugerentes, recomendarías? Siendo discretos y sutiles a la hora de señalarlos, procurando no reventar la película/serie más de la cuenta…

Honestamente y aunque la concesión del Óscar al mejor actor secundario a Javier Bardem por su impactante papel en “No es país para viejos” ha alegrado a todo el mundo, el final de la película; raro, confuso y complicado, ha resultado un tanto decepcionante, la verdad sea dicha. Después de la adrenalina e intensidad que los hermanos Coen imprimieron a toda la narración, ¿no provoca un cierto bajón ese amargado soliloquio del sheriff, interpretado por Tommy Lee Jones?

En realidad, el final de la película es radicalmente fiel a la novela de Cormac McCarthy en que está basada, sólo que en pantalla no terminan de encajar las reflexiones de ese viejo al que su país se le ha hecho incomprensible. Porque a lo largo de la novela, sus pensamientos iban jalonando toda la narración, a través de una serie monólogos que desembocaban, con naturalidad, en ese final que tantos rías de tinta cibernética ha hecho derramar en Internet, desde el estreno de la película.

Y es que nunca es fácil dar con el mejor final para una película. Están, por supuesto, los tradicionales y siempre amables happy ends del cine clásico americano, en que los personajes terminan viviendo felices y comiendo perdices, como en los cuentos infantiles. Películas en que el esquema de planteamiento, nudo y desenlace no ofrece sorpresa alguna a un espectador que sale del cine alegre, festivo y contento, reconciliado con la vida.

Luego llegaron directores que, como John Huston, abominaban de los finales felices. Para el director americano, lo importante es la aventura, la persecución de quimeras y los sueños imposibles. Por eso sus finales solían ser cínicos, burlescos, ácidos y sarcásticos. De la risa histérica de los buscadores de oro en “El tesoro de Sierra Madre”, cuando veían cómo los bandidos lo arrojaban al aire por error, a la famosa frase de “El halcón maltés”, cuando un personaje le preguntaba a Bogart por el material de que estaba hecha la estatuilla que habían perseguido a lo largo de la película y éste respondía con la mítica frase: “del material de que están hechos los sueños”, toda una declaración de principios.


¿Y “Casablanca”? ¿No era maravilloso ese momento en que Rick, por ideales, renuncia a su amor por Ilsa y pronuncia el célebre “siempre nos quedará París”? O, instantes después, cuando le dice a Louis el no menos famoso “presiento que éste es el comienzo de una hermosa amistad”…

Aún así, éstos son finales que, si bien se pueden salir de lo que sería un guión tradicional made-in-Hollywood, tienen toda su lógica, dentro del desarrollo de la película. Pero ¿qué pasa con esas otras películas cuyos finales son absolutamente desconcertantes?

En “Pozos de ambición”, la otra gran candidata a los Óscar de este año, el espectador se queda chafado en el asiento cuando, después de cerca de tres horas de película, ésta no parece terminar, tras ese golpe de efecto final, protagonizado por un arrebatador Daniel Day Lewis. Y, sin embargo, el final tiene todo el sentido del mundo, atendiendo a la historia contada.

Porque hay finales abiertos que, precisamente, resultan más elocuentes, sugestivos y atractivos que los finales cerrados. Por ejemplo, el de “2001. Una odisea del espacio”, posiblemente, la película más comentada de la historia. Las interpretaciones acerca de qué era el monolito han sido de lo más variopintas, desde ópticas místico-religiosas a las más puramente científicas, con ese feto dentro de la bolsa amniótica, ingrávido, dando vueltas en torno a la tierra, mientras la música de Richard Strauss suena en el ambiente.


Y, muy en esa línea, tenemos que recordar el célebre travelling circular con que Werner Herzog terminaba la desquiciada “Aguirre, la cólera de Dios”, mostrando las balsas de los conquistadores españoles, mecidas por la indómita corriente del poderoso río Amazonas, bailando una especie de vals siniestro en un enloquecido viaje sin retorno.


O la desasosegante “Funny games”, de Michael Haneke, una de las mejores películas de la historia del cine europeo, cuyo director ha vuelto a filmarla, esta vez, en los Estados Unidos, con Naomi Watts y Tim Roth como protagonistas y cuyo estreno está previsto para el próximo verano. Es una película de una violencia extrema en la que, sin embargo, no hay una gota de sangre. Una película que muestra lo peor del ser humano, una impactante radiografía del mal en estado puro cuyo final llega a provocar auténtica ansiedad. Y es que a Haneke le gusta jugar con el espectador, hasta el último minuto, como ya demostró con también celebrada y multipremiada “Caché”.

Apostar por un final sorpresa, en el mundo del cine, es muy arriesgado ya que el boca-oreja puede hundir una película. En la publicidad de “Psicosis”, por ejemplo, se hacía un ruego a los espectadores para que no reventaran la sorpresa final de la película al resto de la gente y todos los tráilers de la película se encarecía que no se desvelase el sorpresivo desenlace en que se desvelaba la identidad del asesino del cuchillo. Y es que Hitchcock, además de ser un maestro del suspense, era un maestro de la publicidad. Otra de sus grandes películas, “Los pájaros”, terminaba de forma enigmática, con los protagonistas huyendo en coche de esa Bahía Bodega infestada de aves asesinas. Un final abierto al que faltó una guinda: el Maestro del Suspense se quejó de que, por problemas presupuestarios, no pudo filmar el final previsto para la película según el cuál el coche conducido por Rod Taylor habría de dirigirse a San Francisco, en busca de una salvación que se demostraría imposible ya que, al acercarse a ciudad, se encontraría con el célebre puente Golden Gate, tomado por esos pájaros insensatamente homicidas.


Otros finales de película con imágenes impactantes, anacrónicas y extremadamente sorpresivas serían el de “El planeta de los simios”, cuando Charlon Heston se daba de bruces con los restos de la Estatua de la Libertad, semienterrados en la arena de una playa o la fantasmal aparición de las carabelas españolas al final de “Apocalypto”, una inconsistencia histórica que, sin embargo, emocionalmente funcionaba a las mil maravillas en la pantalla.


Llegados a este punto, ¿cómo no traer recuerdo de los finales de tres películas muy recientes y con muchas concomitancias entre sí? Amenábar ha contado cómo se le saltaron las lágrimas cuando vio “El sexto sentido”. Y no eran lágrimas de emoción, precisamente. Eran lágrimas de impotencia y rabia, al pensar que, tras el estreno de la película de M. Night Shyamalan, su idea para filmar “Los otros” había perdido todo el sentido, dada la similitud en el desenlace de ambas películas. Después, sin embargo, decidió tirar adelante y, efectivamente, consiguió sorprender a los espectadores. Como lo hizo J.A. Bayona, con “El orfanato”, la película más taquillera en España en 2007 que, combinando buena parte de los clásicos del cine de terror, provocó una tremenda conmoción y no sólo en las taquillas.


Pero el cine con finales sorpresa no es sólo cosa de los últimos años. George Roy Hill, en “El golpe”, bordó la representación de un atraco perfecto en que los guionistas jugaban con el espectador en la misma medida en que los personajes interpretados por Paul Newman y Robert Redford lo hacían con el pobre pringado de turno. Es llamativo que ambos actores participaran en otra película mítica de final abierto, “Dos hombres y un destino”, donde interpretaban a dos bandidos que terminaban enfrentados a todo el ejército de un país sudamericano. Mientras el sonido de los disparos retumbaba, la imagen quedaba congelada, con los carismáticos rostros de los dos actores impresos en la pantalla. Todo indicaba que la fuga era imposible, pero…

Además, hay finales que realmente no son tales ya que dejan la puerta abierta para posibles continuaciones. Como ocurría en la sensual y violenta “Instinto básico”, en esa secuencia final protagonizada por un picahielos, invitado especial del postrer encuentro íntimo entre Michael Douglas y Sharon Stone.

Y hay otras películas, como “El señor de los anillos”, que te dejan con la miel en los labios, ansioso porque se estrene su continuación. Es una táctica muy habitual en películas que tienen decidido, de antemano, que contarán con una continuación. Las sagas de “Piratas del Caribe”, “Mátrix” o, más lejana en el tiempo, la de “Regreso al futuro”; copiaban el esquema de aquellos históricos seriales televisivos que dejaban colgados a los protagonistas en un precipicio, de una semana para la siguiente, concitando el interés ansioso de los espectadores.

Las series de televisión también se terminan.

Las series de televisión también pueden terminar de forma sorprendente y desconcertante. “Twin peaks”, la serie que revolucionó el mundo de la televisión y demostró que ésta puede ser tanto o más creativas que el cine, dejó chafados a millones de espectadores, con un final abierto, desconcertante y, a decir de los televidentes, ciertamente irritante.

Después de resolver el enigma sobre quién mató a Laura Palmer, el agente Cooper permaneció en el pueblo de Twin Peaks, intentando capturar a su archienemigo, Windom Earle. Pero las presencias maléficas que habitaban en los bosques hicieron de las suyas, de forma que, al final de la serie, el mismísimo Dale Cooper se encontró poseído por esas fuerzas diabólicas que dejaban abiertas, de par en par, las puertas del averno.


Otro final televisivamente polémico ha sido el de Los Soprano, la serie más comentada de los últimos años. El desenlace de la historia de los mafiosos de Nueva Jersey había despertado tanta expectación que provocó un curioso incidente entre lo polémico, lo diplomático y lo publicitario.

Al Gore, ex Vicepresidente de los EE.UU. y Premio Nóbel de la Paz, fiel seguidor de la serie, tenia que tomar un vuelo para Estambul justo el día en que se iba a emitir el último episodio de la misma. Como no quería perdérselo, movió los hilos para que le dejasen verlo en exclusiva, lo que generó un agrio debate dentro de la Paramount. La solución fue de lo más imaginativa. El estudio le entregó un maletín con una combinación numérica y sólo cuando el avión estuvo en vuelo dieron a Gore la combinación que le permitió ser uno de los primeros ciudadanos del mundo en ver el desenlace de “Los Soprano”, detalle, por cierto, que irritó notablemente a Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York, compulsivamente celoso por este trato de favor dado que él era otro furibundo fan de Tony y los suyos.

La pregunta sería, por tanto, si el final de la serie estuvo a la altura de lo esperado. Y la respuesta es que… bueno. Hubo división de opiniones ante esa última secuencia, del clan comiendo aros de cebolla, una secuencia que entronca a las mil maravillas con la filosofía de la serie, por otra parte.

Y queda el futuro. Podemos anticipar que habrá algunos finales polémicos, en los próximos meses. Por un lado, el de la película “Watchmen”, basada en el famoso tebeo de Alan Moore. Y, por otro, el de la serie “Perdidos”, que se cruzan apuestas en los mentideros televisivos sobre si es posible que los supervivientes del vuelo de la Oceanic tengan una salida digna, tras el embrollo que han ido tejiendo los guionistas de otra serie revolucionaria.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

"AL SUR DE GRANADA"… FRÍO, FRÍO

A resultas del debate que se originó hace unos días, cuando escribimos sobre la historia de olvido y desamor de Brenan y las Alpujarras, hemos confeccionado este reportaje, que publicamos hoy en la sección Vivir de IDEAL y que, en buena parte, es fruto de las aportaciones, comentarios y sugerencias de los lectores de esta Bitácora. Muchas gracias a todos… y a afilar la pluma, que este reportaje tiene chicha.

Hace algunos años me fui a recorrer las Alpujarras granadinas a pie, durante cuatro días, siguiendo el sendero de Gran Recorrido que las atraviesa, desde Válor hasta Lanjarón. Uno de los puntos fuertes de aquel viaje estaba en Yegen, pueblo en que residiera Gerald Brenan entre 1920 y 1934 y sobre el que escribiera su famoso “Al sur de Granada”, obra de carácter eminentemente etnográfico y documental.

Siempre me había llamado la atención que un famoso autor inglés se hubiese perdido por nuestras montañas, viviendo tanto tiempo alejado del mundanal ruido de entonces. Lo mismo que me llamaba la atención lo poco que se oía hablar en nuestro entorno de Don Geraldo. De hecho, en el rato que pasé en Yegen, nada encontré que me recordara al escritor, excepción hecha de la placa que figuraba en la puerta de la casa en que residiera, cerrada a cal y canto.

Después llegó la película de Fernando Colomo, fresca, simpática y divertida, que sacó del anonimato a la figura del escritor inglés. Al calor de la película, en Mecina Fondales se organizaron, en abril de 2005, unas jornadas sobre Brenan en las que participaron el propio Colomo junto a profesores universitarios e investigadores literarios. Después, el silencio. Al menos, por tierras granadinas ya que la ciudad malagueña de Churriana va a tributar a Don Geraldo un merecido homenaje en forma de una Casa Museo en que se instalará, además, un museo etnográfico con piezas donadas por los vecinos del pueblo y, también, un espacio dedicado a los viajeros románticos.

Han estado ágiles nuestros vecinos. Hace unos años, la Diputación de Málaga promovió la traducción de la biografía de Brenan, escrita por Jonathan Gathorne-Hardy y publicada por editorial El Aleph. Ahora, ponen en marcha una interesante iniciativa que servirá para dotar al pueblo de Churriana de un referente turístico-cultural que lo hará más atractivo a viajeros, turistas y visitantes, máxime desde que las líneas de vuelos baratos traen a Andalucía a una cantidad creciente de europeos, británicos sobre todo, que buscan ese turismo de las sensaciones que nada tiene que ver con los paquetes turísticos estandarizados.

Así lo señala José Manuel Navarro, socio-fundador de la agencia de viajes alternativos “Otros Caminos”, que tiene en su catálogo de guías y en su oferta de viajes una ruta por las tierras de Brenan y quien sostiene que son mayoritariamente británicos (junto con otros visitantes procedentes de Centroeuropa) las personas que hacen esta ruta. “Con la documentación previa al viaje, les regalamos un ejemplar de “Al sur de Granada”, para que lo vayan leyendo en los mismos parajes en que fue escrito. Eso sí, la labor del guía es esencial ya que tiene que complementar su labor de conductor del grupo con la de provocar la seducción para conseguir evocar sentimientos y sensaciones ante unos espacios y paisajes en que no hay referencia alguna al autor de unas páginas esplendorosas y memorables. Hoy por hoy, la presencia de Gerald Brenan en las Alpujarras es casi inexistente.”

Y ahí está el meollo de la cuestión. ¿Por qué la presencia de Don Geraldo en las Alpujarras ha dejado tan poco huella? Fueron muchos años de estancia en la zona y de relación con sus vecinos, años en que algunos de los intelectuales más señeros del momento pasaron por Granada, atraídos por el entusiasmo del joven y fogoso inglés.

¿Ha llegado el momento de reivindicar la figura de Brenan como reclamo para un turismo ilustrado que pudiera encontrar en Yegen y alrededores un lugar de peregrinación, tal y como ocurre en otros lugares impregnados de una indudable magia literaria, como La Mancha quijotesca, el Tánger de Paul Bowles o, más recientemente, la Barcelona que Ruiz Zafón describió en “La sombra del viento”?

Porque la literatura de Brenan es universal y, además de escribir la muy íntima “Al sur de Granada”, tan apegada al terruño y al ser de los vecinos de una aldea; Don Geraldo es autor de numerosos libros de viajes, fruto de sus largos periplos por países como Túnez, Marruecos, Grecia, Italia, Argelia, Francia o Inglaterra. Relatos en que lo histórico, lo anecdótico, lo sociológico y lo cultural se dan la mano. El autor inglés, sin ir más lejos, también indagó en el asesinato de Federico García Lorca o estudió cómo se fraguó la Guerra Civil, contando, después, las consecuencias de la misma en la sociedad española.

Así cuenta en “La faz de España”, por ejemplo, su retorno a Granada, una vez finalizada la contienda y quince años después de haber conocido la ciudad por primera vez: “Esperaba encontrar muchos cambios. Pero en su apariencia exterior eran pocos… Sin embargo el cambio en la atmósfera era sorprendente. Granada había sido siempre una ciudad sobria, austera y convencional, como una capital de provincia de Castilla aunque atemperada por un cierto refinamiento andaluz, pero ahora me daba la impresión de ser algo más que austera: era triste. Los rostros de los transeúntes eran largos y hoscos, las tiendas estaban vacías y los barrios populares habían perdido su animación. La plaza Bibarrambla, en sus buenos tiempos tan alegre y llena con sus puestos de dulces, frutos secos tostados y frituras, estaba muerta y vacía.”

¿No constituiría la recuperación intelectual del legado de Brenan, por tanto, una inmejorable ocasión de potenciar esas Alpujarras que tanto amó? Cuando planteamos esta cuestión en alta voz, hay opiniones para todos los gustos. Toni, joven granadino de treinta y tantos años, considera que el reto que tiene dicha comarca para conseguir un desarrollo turístico potente no está tanto en este tipo de estímulos cuanto en la mejora de unas infraestructuras básicas, sobre todo, en lo referente a las comunicaciones. Si queremos que más personas visiten las Alpujarras, abrámoslas al público a través de unas carreteras en condiciones.

Esta propuesta choca con otras consideraciones: “¿Qué ganamos con que Pampaneira, Capileira, Bubión, Yegen, Pitres o Pórtugos se conviertan en Puerta Real los fines de semana?”, se pregunta T. Carrasqueño, amante de esa Andalucía más recóndita y escondida. Y es que, cuando hablamos de desarrollo sostenible, no parece que inundar de domingueros una comarca tan especial como ésta sea la mejor solución. Por eso precisamente, Brenan podría convertirse en reclamo de un turismo leído e ilustrado, que busca paz, serenidad y sosiego; de alto poder adquisitivo.

La siguiente cuestión que se nos plantea es la de si Yegen y sus vecinos quieren comenzar esta especie de idilio con quien fuera uno de sus vecinos más populares. Porque la presencia de Don Geraldo en el pequeño municipio alpujarreño, en unos años tan complicados como los de entreguerras, no fue pacífica del todo. Obviamente, Yegen era un pueblo cerrado y diminuto, conservador, fiel reflejo de la sociedad rural de la época. Y las veleidades erótico-sentimentales del fogoso inglés causaron estragos en la comarca, hasta el punto de que, todavía hoy, hay resquemores, secretos y maledicencias sobre aquellos acontecimientos.

¿Es razonable que, en pleno siglo XXI, sigan siendo unos asuntos de faldas acaecidos hace decenas y decenas de años los que marquen el posible desarrollo de una iniciativa a caballo entre lo cultural y lo turístico, que podría generar riqueza económica y riqueza intelectual a una de las poblaciones más pequeñas y desconocidas de las ya de por sí recónditas Alpujarras?

Otras voces reivindican que el llevar actividades culturales a las Alpujarras debía ser una prioridad de las administraciones, no sólo como un atractivo indudable para el turismo, sino como una exigencia de justicia redistributiva de un bien tan escaso como es la cultura, a cuyo acceso normalizado, pueblos como Yegen están prácticamente vetados.

Pero todo ello requiere de un firme compromiso de las administraciones, algo que en nuestra provincia, por fin, empieza a ser un hecho. El ayuntamiento de Yegen está preparando una ruta literaria que permitirá recorrer los paisajes de Brenan, en base a las descripciones que el autor hiciera en “Al sur de Granada” y en Mecina se están organizando unas segundas jornadas para el mes de septiembre, en que se recordará el cincuenta aniversario de la primera edición en inglés del famoso libro, y en que se aprovechará para hacer un encuentro poético, musical y literario, con la presencia de personalidades y académicos provenientes de distintos países. Unas jornadas con vocación de continuidad que, se espera, se conviertan en obligada cita cultural cada dos años.

Parece que, felizmente, hay en marcha iniciativas para conseguir que Brenan deje de ser un gran desconocido para una mayoría de los granadinos, que, por lo general, contemplan a las Alpujarras como un lugar muy bonito al que subir un fin de semana para estar tranquilos y relajados, sin más.

Sin embargo, se echa de menos el que las administraciones se involucren, de verdad, en la dotación de unas infraestructuras culturales estables en la privilegiada comarca granadina. Siendo bienvenidas las jornadas, encuentros y rutas literarias, para que haya una estabilidad en proyectos culturales con vocación de continuidad sería esencial el que existiera un edificio al estilo del que se va a abrir en Churriana, ya que el legado de Brenan tiene la suficiente entidad como para sostener un centro de estudios sobre su obra que, a la vez, fuera un buen ejemplo de la etnografía alpujarreña y, con amplitud de miras, que sirviera para reivindicar un género tan vibrante como es el de la literatura de viajes, en el que Granada aparece tantas veces nombrada, anhelada y deseada.

Porque la recuperación del patrimonio tradicional y cultural de nuestra tierra, su reconocimiento y potenciación, debería ocupar un lugar importante en las agendas de nuestros representantes públicos y convertirse en una reivindicación ciudadana que se oiga alto y claro ya que, afortunadamente, en la España del siglo XXI el hombre no sólo vive de pan y de infraestructuras.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

CORMAC MC CARTHY. LA LITERATURA DE LA FRONTERA

Esta entrada la queremos dedicar a los compañeros de IDEAL que convierten un puñado de palabras en una maravillosa doble página a todo color, capaz de transmitir las sensaciones de la poderosa prosa de McCarthy.

El original, impreso, en el suplemento de Artes y Letras de hoy jueves, en IDEAL.

En “No es país para viejos”, dos de sus personajes sostienen el siguiente diálogo:

-Ni siquiera me has preguntado a dónde voy.-Sé adónde vas.-Entonces dilo.-De camino.-Eso no es una respuesta.-Es más que una respuesta.

En realidad, el diálogo no es exactamente así ya que Cormac McCarthy no utiliza el guioncito, habitual fórmula que los escritores emplean para señalar en un texto quién comienza a hablar y cuándo, su interlocutor, le da la réplica.

Y es que la prosa de McCarthy se caracteriza, en primer lugar, por ir absolutamente a contracorriente de modas y estilos al uso. Y, en segundo lugar, por ser tremendamente descarnada y presentarse despojada de cualquier artificio, barroquismo o culteranismo. Una prosa áspera, sencilla, cortante y, a veces, hasta hiriente. Una prosa que, sin embargo, es la más adecuada para contar esos westerns contemporáneos, historias de frontera, violencia, supervivencia y dolor que tan queridas resultan al autor americano.

“Te apuntas a un viaje y probablemente crees tener cierta idea de cuál es el destino de ese viaje. Pero podrías no tenerla.”

En las novelas de Mc Carthy, los personajes están, siempre, en permanente movimiento. Aunque sus periplos giran en torno a sí mismos, dentro de un paisaje perfectamente reconocible: el sur de los EE.UU. y la frontera con el norte de México. Texas y alrededores. El western de toda la vida, polvoriento, violento, bronco y salvaje.

En España, McCarthy empezó a darse a conocer con su conocida Trilogía de la frontera, compuesta por “Todos los hermosos caballos”, en que se cuenta el viaje de un chaval de dieciséis años al México más brutal y cuya historia tuvo una desafortunada versión cinematográfica dirigida por Billy Bob Thorton e interpretada por Matt Damon y Penélope Cruz. La segunda novela que conforma la trilogía es “En la frontera”, protagonizada por dos adolescentes y una loba a la que ayudan cuando se la encuentran acosada por un trampero. Novela de iniciación y aprendizaje que culminará en “Ciudades de la llanura”, donde confluyen los personajes de las dos historias anteriores y en la que mejor se pone de manifiesto el contraste entre el Oeste de antaño, con sus cowboys a caballo, recorriendo caminos polvorientos entre rancherías casi medievales, y el Oeste moderno de las camionetas, los coches, las grandes autopistas y los ultramodernos ranchos tecnificados.

Pero ¿quién es este Cormac McCarthy al que Harold Bloom señaló como uno de los cuatro grandes de la literatura occidental contemporánea, junto a Thomas Pynchon, Don DeLillo y Philip Roth? ¿De dónde salió este bautizado como “Shakespeare del Oeste”, ganador del National Book Award con “Todos los hermoso caballos”, allá por 1992 y recientemente galardonado con el Pulitzer de 2007 por “La carretera”?

Nacido en Rhode Island, en 1933, en el seno de una acaudalada familia de abogados, llevó una vida normal, hasta que, a los veinte años, sin haberse graduado, se enroló en la Fuerza Aérea norteamericana, en la que sirvió durante cuatro ejercicios. Destinado en Alaska, descubrió el poder de la literatura, una de las pocas herramientas que tenía a su disposición el joven soldado para evadirse de una realidad francamente inhóspita.

Regresó a la Universidad, donde ganó algunos premios por sus relatos, pero volvió a dejarla sin conseguir su graduación. Comenzó entonces un largo peregrinar por diversas zonas de los Estados Unidos, casándose y divorciándose, desempeñando los trabajos más diversos, pero siempre escribiendo. Random House publicó su primera novela en 1965. Mc Carthy les envió el manuscrito porque “era el único editor del que había oído hablar”. Y, desde entonces, en un extraño y desacostumbrado ejercicio de fidelidad en el mundo de las letras, siempre ha publicado con la misma editorial.

Pero es que todo en McCarthy es raro. Como escritor, no se ha formado en talleres literarios, universidades, revistas o periódicos. Es uno de esos autores “de vuelta” que, después de haber vivido, vuelca toda su experiencia vital acumulada en los libros. Por eso, desde el principio, la obra de este autor es tan creíble, impregnada de un realismo a flor de piel.

Además, no participa, en absoluto, de la vida literaria norteamericana. No da conferencias, no participa en congresos y no se relaciona con otros autores. Sus mejores amigos son científicos –un biólogo marino y un físico- y, por supuesto, esa gente del pueblo que tan bien retrata en sus novelas. No concede entrevistas y se oculta de una fama y una celebridad de las que siempre ha renegado con apasionado convencimiento. Así, a medida que iba publicando novelas, McCarthy iba siendo conocido en los ámbitos literarios, pero ni era un superventas, famoso y reconocido por los medios de comunicación.

Hasta que, un día, Oprah Winfrey le llamó en persona para pedirle que le concediera una entrevista. Ante las reticencias del esquivo autor, la famosa presentadora de televisión, cuyo Club del Libro convierte en un bestseller cualquier título que en él aparece, le dio un ultimátum… de dos horas. El propio autor le devolvió la llamada. Accedía a ser entrevistado, pero tendría que ser en su terreno. Efectivamente, Oprah se desplazó con su equipo hasta la biblioteca de Santa Fe, en Nuevo México, lugar que Cormac considera como su segundo hogar.

En la entrevista, que se emitió en mitad de dos bloques temáticos en que las figuras estelares eran el cantante y activista Bono y el activista y cineasta Michael Moore, McCarthy habló largo y tendido sobre “La carretera”, seleccionada por Winfrey para su Club del Libro y que terminaría ganando el premio Pulitzer del 2007 en la categoría de ficción.

En la entrevista, con un cierto embarazo, Cormac confesó que esta novela no era sino una declaración de amor para su hijo más pequeño, John Francis, que por entonces contaba con ocho años de edad. En dicha novela se cuenta la historia de un padre y un hijo que, tras una hecatombe nuclear, vagan por una América desolada, gris, teñida de un asfixiante blanco y negro; con la esperanza de alcanzar el mar, sobreviviendo a los peligros que se les presentan en su periplo.

Además, confesó que en sus novelas no había muchas mujeres porque “son duras y yo no pretendo entenderlas.” Igualmente, se reconoció muy afortunado por, al fin, poder vivir de la literatura: “Yo siempre supe que quería escribir. Lo que nunca supe fue cómo vivir de esto”. Una entrevista que, por supuesto, hizo más conocido y popular al autor, pero que no significó sino una raya en el agua puesto que, inmediatamente, McCarthy volvió a su sempiterno mutismo mediático.

Adaptaciones cinematográficas.

Antes hablábamos de la mediocre adaptación que Billy Bob Thorton hizo de una de las novelas fronterizas de McCarthy. En 2007, sin embargo, la presentación de “No es país para viejos” en el Festival de cine de Cannes, dirigida por los Coen e interpretada por Tommy Lee Jones, Josh Brolin y, por supuesto, Javier Bardem; provocó inmejorables críticas, postulándose como firme aspirante a los Óscar del 2008.

Todas las críticas han reflejado cómo los dos hermanos Coen han sabido captar, a la perfección, el espíritu de la novela de McCarthy, la soledad, la crueldad y la dureza de la vida de en la frontera. Y, además, han sabido como poner en imágenes la especialísima e hiperdepurada prosa del autor norteamericano.

Hace unas semanas se confirmó que el desconocido John Hillcoat, cuya única película hasta la fecha es “The proposition”, con guión del polifacético músico Nick Cave, va a poner en imágenes la premiadísima “La carretera”, una adaptación cinematográfica que también tendrá su cuota de participación española, a través de la presencia de Javier Aguirresarobe como director de fotografía, quien ha dicho lo siguiente acerca de esta nueva aventura: «Me pareció siempre un reto singular, acaso el más duro que puede recibir un director de fotografía, porque el paisaje que propone la novela es el de la devastación absoluta, y la devastación absoluta requiere el color del desastre».

El papel del padre protagonista del filme será interpretado por Viggo Mortensen y la película, pequeña, de bajo presupuesto e independiente, buscará respetar el espíritu de la novela, siendo fiel a la prosa de McCarthy y, además, vinculándola a esos procesos de cambio climático en que estamos inmersos.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.