Jessica Chastain, el rostro femenino del noir

En 2012 fue elegida como una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time y, desde entonces, combina a la perfección el activismo feminista con el cine, mostrándose coherente en las decisiones que toma a la hora de elegir y rechazar determinados papeles, bien porque no le convence el guion y/o su personaje, bien porque las condiciones económicas que le ofrecen no son dignas, en comparación con los sueldos de sus compañeros masculinos.

 

Y es que Jessica Chastain es mucha Jessica Chastain, lo que se pone de manifiesto en buena parte de los personajes que ha interpretado. El más reciente, por ejemplo, esa Molly Bloom a la que da vida en la película escrita y dirigida por Aaron Sorkin, una organizadora de partidas de póker en las que participan celebridades de Hollywood, grandes empresarios y magnates y deportistas de primer nivel. Partidas que empiezan a tener tanto nombre que atraen a jugadores con fortunas de origen dudoso. Y, tras ellos, el FBI.

La entrega semanal de El Rincón Oscuro está en IDEAL impreso y en el suplemento Evasión de IDEAL On, en internet, a través de este enlace. Pero no me resisto a dejaros el final del mismo, que no hay spoilers 😉

 

Si hay un elemento que vertebra la filmografía de Jessica Chastain es que interpreta a mujeres que se tienen que hacer respetar en el mundo de los hombres. Porque, en pleno siglo XXI y en las sociedades más modernas y desarrolladas, hay espacios reservados a los hombres en los que las mujeres resultan sospechosas y se ven obligadas a demostrar que pueden ser tan buenas como ellos. Y mejores. Da lo mismo que se trate de organizar partidas de cartas que de interrogar a un testigo. De detener a un sospechoso o de vestir traje de chaqueta para debatir con un ministro. Ellas siempre tienen que demostrar algo que a ellos se les presume. Aptitudes que a nosotros, los hombres, se nos dan por supuestas.

Hay quien critica a Jessica Chastain por masculinizar sus papeles. ¿Somos conscientes del alcance de dicha crítica? Hace unas semanas, durante la promoción de “Molly’s game”, la actriz pasó por El Hormiguero y Pablo Motos le preguntó: “¿Qué tiene que pasar para que los hombres y las mujeres dejemos de desafiarnos como si fuésemos rivales?”

 

Con cara de sorpresa, la actriz le dijo que no éramos rivales, dándole al presentador un abrazo consolador. Y respondió a la pregunta con una verdad incómoda: tiene que haber “más mujeres en puestos de liderazgo, para que ese liderazgo se pueda compartir. Eso ayudaría mucho. Todos los hombres que yo conozco apoyan que las mujeres tengan una profesión, saquen adelante a sus familias y se ganen la vida. No creo que nos quede tanto para conseguirlo”, concluyó entre aplausos.

Photo Credit: Kerry Hayes.© 2016 EuropaCorp Ð France 2 Cinema. .

Gracias a personas como ella, como Jessica Chastain, estamos en el camino correcto.

 

Jesús Lens

La peste noir

 

Es la serie del momento. Una serie monumental, inédita hasta ahora en el audiovisual español, y me da mucha rabia que el debate filológico sobre la actualización del castellano utilizado por los personajes y la cuestión del acento sevillano desvíen la atención de lo realmente importante: lo extraordinaria que es “La peste”.

Sevilla. Siglo XVI. Una de las ciudades más importantes del mundo, puerto de entrada y salida de las naves que viajan a las Indias, naves cuyas sentinas vienen cargadas de oro y de frutas y verduras nuevas, diferentes y desconocidas -como esos tomates “venenosos” a los que alude el personaje de Paco León- y de animales exóticos. Y de otros no tan exóticos. Como las ratas. Esas ratas que contagian la peste negra, una de las grandes amenazas para la salud de las decenas de miles de personas que se arraciman en torno a las puertas de la ciudad.

“La peste” es una serie soberbia que, por supuesto, tiene fallos y errores. Como los tienen “Juego de tronos”, “Westworld” o cualquier otra de sus series favoritas. Pero no veo yo a los internautas flagelándose públicamente por cada error detectado. Y, desde luego, quienes dejen de ver la serie de Alberto Rodríguez y Rafael Cobos por la cuestión del acento o del lenguaje… ¡no saben lo que se pierden!

Con esta entrega de El Rincón Oscuro dedicada a «La peste» iniciamos la colaboración con la revista Evasión, la nueva propuesta digital de IDEAL para clientes prémium. A través de este enlace, podéis probar gratis y durante un mes, la novedosa oferta de información del periódico líder de Andalucía Oriental y seguir leyendo el artículo. Y, por supuesto, está en la edición en papel del diario. Como toda la vida. ¡Seguimos!

 

Jesús Lens

Black Mirror Noir

El éxito o el fracaso de una película depende de dos factores: la recepción de la crítica,  durante el estreno y la recaudación en taquilla. Con las series de televisión y desde la llegada de las plataformas digitales, la cosa es muy diferente: influyen las críticas y el número de espectadores acumulados, por supuesto. Pero, para conocer el auténtico impacto de una serie, el dato realmente relevante es su capacidad de generar debate y conversación.

El cine, con muy escasas excepciones, ha perdido ese papel preponderante. Resulta poco habitual que los medios de comunicación utilicen películas de estreno como referente a la hora de contextualizar o ilustrar debates, tribunas o columnas de opinión. Las series de televisión, sin embargo, son el gran paradigma que está en boca de todos, un fenómeno sociológico que va más allá de lo audiovisual.

 

Y en ese marco referencial, Black Mirror se ha convertido en LA serie por excelencia. El estreno de cada nueva temporada genera conversación, análisis y controversia y cada episodio puede ser analizado desde mil y una perspectivas diferentes.

Así, el estreno de la cuarta temporada, en plena Navidad, nos ha traído seis episodios muy, muy potentes y diferentes entre sí, protagonizados por esa amenazante tecnología que cada vez ocupa más espacio en nuestra vida. Tal y como señala Charlie Brooker, su creador y guionista, “cada episodio tiene un tono diferente, un entorno diferente, incluso una realidad diferente, pero todos tratan sobre la forma en que vivimos ahora y la forma en que podríamos estar viviendo en 10 minutos… si somos torpes”.

 

La gran particularidad de “Black Mirror”, lo que la hace radicalmente diferente y original a otras series basadas en un futuro distópico, es que cada episodio es único, independiente y autoconclusivo, contando una historia diferente que transcurre en escenarios y paisajes alejados entre sí. De esa manera, los actores son distintos y cada episodio cuenta con un director específico. Por ejemplo, Jodie Foster, realizadora de esa joya titulada “Arkangel”, uno de los mejores capítulos de la recién estrenada T4 y que les recomiendo encendidamente. Sobre todo, a las personas con hijos a su cargo.

De los seis extraordinarios episodios de la T4, que ya están en Netflix, hay dos de temática puramente Noir: “Cocodrilo” y “Black Museum”. El primero, dirigido por un director tan solvente como John Hillcoat (“La carretera”, “Sin ley”), le da una interesante vuelta de tuerca a uno de los temas clásicos por excelencia del género negro más fatalista: las consecuencias de una toma de decisión equivocada tras un accidente.

 

Un episodio en el que la cuestión tecnológica ya estaba tratada en uno de los capítulos de la primera temporada, jugando con los potenciales peligros de tener a nuestra disposición una prodigiosa memoria que lo retiene todo, todito, todo; incluso cosas que ni siquiera sabíamos… que sabíamos. Filmado en una Islandia austera y opresiva, “Cocodrilo” hará las delicias de los aficionados al Noir… siempre que obvien la relación entre el físico de la actriz protagonista, una excelente Andrea Riseborough, y algunas de las cosillas que Brooker & Hillcoat la obligan a hacer.

Y luego está ese “Black Museum”, un episodio enciclopédico que, como su propio nombre indica, se convierte en compendio esencial de la filosofía que subyace bajo la etiqueta de “Black Mirror”. Se trata de un episodio que trenza tres hilos argumentales distintos para desembocar en el final más duro, perverso, cruel, canalla, oscuro y sensacional que se pueda imaginar.

 

“Black Museum” es un soberbio tour de force argumental que, filmado a caballo entre Málaga y el desierto de Tabernas, nos ofrece un triple menú de alarmante desarrollo tecnológico, aplicado a tres personajes diferentes: un médico que puede sentir exactamente lo mismo que sienten sus pacientes, lo que desemboca en una terrible adicción; un amante esposo que lleva a su mujer dentro de su cabeza después de que quedara en coma; y un holograma con la conciencia de un asesino condenado a muerte.

Sé que, así explicado, es complicado de entender. Por no decir imposible. Y ahí radica una de las grandes virtudes de “Black Mirror”: hay que verla, hay que lanzarse de cabeza a ese Espejo Negro que es la televisión para disfrutar de la experiencia. Para sentirla. Para padecerla. En el mejor sentido de la expresión.

Muchas veces me he sentido ridículo, en la barra del bar, explicando a los amigos el argumento de tal o de cuál episodio de “Black Mirror”, empezando por aquel primero del cerdo y del Primer Ministro británico. Pero en pantalla, funciona. Funciona hasta el punto de que, en muchas ocasiones, al leer noticias sobre sorprendentes avances tecnológicos llamados a cambiarnos la vida, nos suenan a conocidos… porque Charlie Brooker ya los había imaginado antes.

 

Créanme: la exposición a “Black Mirror” genera adicción y, en convreto, las atracciones que encierra el “Black Museum” no les van a dejar en absoluto indiferentes.

 

Jesús Lens

El arma del crimen

Hace un par de años escribía en esta sección una entrega titulada “Martillo matón”, surgida tras una conversación con el escritor Carlos Zanón, uno de nuestros autores de referencia.

Señalaba Zanón que es un escritor más de personajes y atmósferas que de complejas e intrincadas tramas. Por eso, a la hora de matar, hace que sus personajes actúen de forma natural. Y lo natural, en España, no son las pistolas, escopetas o armas de fuego, precisamente. Un martillo, sin embargo, sí forma parte del escenario cotidiano de cualquier vivienda. El martillo, como recordábamos entonces, ha estado presente en las novelas de Andreu Martín y del cubano Lorenzo Lunar, en películas como “Misery”, “Drive” y la tremenda “Old Boy”, del surcoreano Pak Chan-uk, o en series como “Fargo”.

Me acordaba de todo ello viendo el mejor thriller del año pasado: “En realidad, nunca estuviste aquí”, una genialidad de Lynee Ramsay en la que su protagonista, el excesivo y desmesurado Joaquim Phoenix, libera a chicas secuestradas por las mafias de la prostitución martillo en mano, con una brutal contundencia. La secuencia en la que entra en una tienda y elige la herramienta con la que va a tratar de rescatar a otra muchacha, nos recuerda al mazo empleado tradicionalmente por los jueces anglosajones a la hora de impartir justicia, aunque Phoenix la administre de forma mucho más directa y contundente. (Más obre esa joya, AQUÍ)

Viendo “Solo quiero caminar”, de Agustín Díaz Yanes, me encontré con otra secuencia en la que el villano de la función castiga a la sufrida Gloria Duque por el expeditivo método de romperle una mano… de un martillazo. Y es que hay algo especialmente doloroso y humillante en utilizar de forma tan salvaje una herramienta convencional y al alcance de cualquier persona.

 

Menos mal que las chicas son guerreras y, en la misma “Solo quiero caminar”, el personaje interpretado por Ariadna Gil se cobra una deuda pendiente, moral en este caso, a través de otro instrumento poco habitual: un sólido y recio bate de béisbol con el que le mete una paliza de impresión a un macarra al que se la tenía jurada, un mamón con pintas que se merece el severo correctivo que le aplica Aurora, uno de los personajes femeninos con más prestancia del Noir cinematográfico español. (Más sobre estas películas de Agustín Díaz Yanes, AQUÍ)

En España no estamos muy acostumbrados a los bates, herramienta que suelen utilizar los neonazis en sus razzias callejeras. En Estados Unidos, sin embargo, tener un bate de béisbol en casa es tan normal como tener unos patines, un balón de fútbol o unas zapas de baloncesto. De hecho, hay tipos que lo llevan en el maletero de su coche, por lo que pueda pasar. Como Ray Donovan, al que encontramos en uno de los episodios de su magnífica serie quitándose la camisa y haciendo ejercicios de estiramiento con el bate, antes de entrar al bar en que se esconde el perla de su padre, rodeado de sus pendencieros colegas.

Ese mismo bate con el que amenazó a otro mal bicho, que había robado una bolsa llena de dinero, utilizando una de sus frases más memorables: The Bag or the Bat. Una sentencia tan afortunada que ya es leyenda… impresa en camisetas negras de lo más llamativo. (Más sobre Ray Donovan, AQUÍ)

Con imaginación, decisión y mala leche, casi cualquier instrumento puede convertirse en arma homicida. Recordemos las célebres tijeras de “Crimen perfecto”, de Hitchcock, el auténtico maestro en convertir los objetos más convencionales de nuestra vida diaria en arma letal, por inocentes que pudieran parecer. La pala de “Cortina rasgada”, la cuerda de “La soga” y hasta una pierna de cordero, bien congelada, antes de ser debidamente horneada con el fin de hacerla desaparecer… de la manera más sabrosa posible.

¿Y qué me dicen de Coppola y de Mario Puzo, a la hora de planear la muerte del siniestro Don Lucchesi, en “El Padrino III”? A sabiendas de que cualquiera que se acercara a un hombre de su posición sería escrupulosamente registrado por sus guardaespaldas, el enviado de la Familia Corleone le arrebatará sus propias gafas y se las clavará en el cuello, en una de esas secuencias que, como la del disparo en el ojo a Moe Green, resultan inolvidables para el espectador, quedando grabadas en su retina de forma indeleble y por siempre jamás. (Más AQUÍ, sobre Los Padrinos)

Esas gafas no te quedan nada de bien…

Vamos a terminar haciendo justicia poética y volviendo a la vapuleada Gloria Duque, uno de los grandes personajes de Agustín Díaz Yanes. En su memorable “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto”, Gloria era torturada por un gángster-gourmet que le clavaba, cruel y sañudamente, un abrebotellas en la rótula. ¿Cómo consigue zafarse Gloria, a la vez que vengarse?

Con un bolígrafo metálico que alcanza in extremis y clava en el cuello del vil y taimado sicario mexicano, en una preciosa y sangrienta metáfora visual sobre la pluma y la espada, trasladada al ámbito de los bajos fondos cinematográficos.

 

Jesús Lens

La anticipación del crimen

Si el año pasado no pude rechazar la oferta de comenzar el año en compañía de los Corleone, la gran Familia por excelencia del cine que más nos gusta, esta Nochevieja decidí disfrutar del tránsito interanual combinando dos de los temas que más me interesan en estos momentos: el género negro y el viaje en el tiempo.

Y lo hice viendo una de las películas menos recordadas de Steven Spielberg: “Minority Report”, estrenada en el año 2002 y protagonizada por Tom Cruise. Resulta curioso su caída en el olvido cuando, en su momento, la presencia en un mismo proyecto de dos pesos pesados como Spielberg y Cruise, provocó una enorme perturbación en la Fuerza.

La película, algo larga y con un final demasiado tópico y complaciente, resulta interesante, sobre todo, por el planteamiento de una sociedad futura en la que el crimen pudiera ser no solo previsto antes de que ocurriera, sino también evitado, gracias al departamento de PreCrimen de la policía de Washington, liderado por el capitán John Anderton (Tom Cruise).

El arranque de la película nos cuenta cómo funciona el sistema de detección precoz del delito, gracias a los cerebros conectados de tres seres singulares, tres mutantes conocidos como los Precognitivos.

Entonces, la sorpresa: el sistema prevé un próximo asesinato que será cometido nada más y nada menos que por el propio Anderton, quien sale por piernas, literalmente hablando, al aparecer su nombre en una de las bolitas que, a modo de bingo negro y criminal, expele el sistema. A partir de ahí, una historia de falsos culpables y persecuciones, de lucha contra contra el destino, de venganza, redención y superación de los traumas del pasado. Normal, por tanto, que la película se alargara hasta las dos horas y media. Máxime cuando hay una conspiración por medio…

“Minority Report” está basada en un relato corto del maestro de la ciencia ficción Philip K. Dick, uno de nuestros autores del culto, experto en mezclar el sci-fi con el género negro, como pudimos comprobar en “Blade Runner”.

Un relato de 1956 en el que el escritor le daba todo el sentido a una historia que planteaba una enorme paradoja: si el policía comete o intenta cometer el delito, tendría que ser detenido, juzgado y encarcelado. Ahora bien, si no lo comete, el sistema habría fallado, convirtiendo en inútil todo su trabajo anterior y, lo que es peor, cuestionando la validez de las sentencias dictadas gracias a él.

Reto al lector a que se haga con el relato y lo confronte con el final de la película, a ver cuál le parece más interesante y, sobre todo, le invito a que reflexione sobre las consecuencias de ambas resoluciones.

Máxime porque, lo que en 1956 era un argumento de absoluta ciencia ficción tan especulativa como improbable, sesenta años después empieza a no serlo tanto, gracias a esa especie de piedra filosofal en la que se ha convertido el Big Data.

Que le pregunten, si no, a la empresa española Synergic Partners y su trabajo en la ciudad Nueva York, analizando qué delitos se cometen con más frecuencia, dónde y cuándo… en aras a tratar de prevenirlos.

Si usted tiene previsto viajar a Nueva York, podemos recomendarle, desde ya, que trate de no estar en Brooklyn entre las 15 y las 19 horas, lugar y lapso de tiempo en los que se producen más delitos. ¡Sobre todo los viernes, que la llegada del fin de semana parece animar a los ladrones! Eso sí, en enero, la tendencia baja. ¿Será por la felicidad navideña o por que hace demasiado frío hasta para salir a pegar el palo?

Estadísticas sobre la comisión de delitos las ha habido desde tiempos inmemoriales, por supuesto, pero la empresa española ha conseguido “predecir” un 72% de los delitos cometidos en la urbe y hasta un 83% en el caso de los asesinatos. Predecir en sentido figurado, dado que no tienen la información de la policía en tiempo real, sino a posteriori. Pero las cifras demuestran que el sistema funciona.

El salto diferencial que proporciona la gestión del Big Data se basa en introducir cada vez más variables en los estudios, unas puramente policiales, como las denuncias o los sucesos acaecidos cada día; y otras más circunstanciales: celebración de eventos en la ciudad, niveles de renta, cotización de la Bolsa, datos de desempleo… e incluso variables atmosféricas, aunque no consta si se tiene en cuenta la fase creciente o decreciente de la luna.

El reto al que se enfrenta Synergic Partners es el de ir cada vez más allá en el análisis de los datos, de forma que se puedan extraer conclusiones que permitan tomar decisiones correctas a la hora de prevenir los delitos, lo que unido a procesos de geolocalización de las unidades policiales, nos invita a pensar en un futuro no tan alejado de lo que propone “Minority Report”. Pero sin la participación de mutantes videntes, por supuesto.

Jesús Lens