Lo más singular del 2021 negro y criminal

Vaya por delante que esta selección de tres títulos no tiene viso alguno de entenderse como ‘Lo mejor del año’. Ni por asomo. En Granada Noir hacemos un notable esfuerzo por leer mucho y leer bien, pero nuestra capacidad de alcance es limitada y nos perdemos tantos títulos que la pretensión de determinar qué ha sido lo mejor del 2021 resultaría vana y fallida.

De ahí que en el festival patrocinado por Cervezas Alhambra hayamos elegido tres títulos por su singularidad, además de atesorar una calidad contrastada, por supuesto. ‘Piel quemada’, de Laura Lippman, publicada por la editorial Salamandra en su colección Black, ha sido la novela escrita por autor extranjero que más nos ha sorprendido este año.

Se trata de un libro que rompe con los moldes habituales en el género y les da la vuelta a muchos clichés, sorprendiendo al lector con excelentes vueltas de tuerca argumentales. Partiendo del clasicismo de títulos como ‘El cartero siempre llama dos veces’, Laura Lippman presenta a una protagonista que, de forma enigmática, se establece en un pequeño pueblo, habiendo dejado atrás a su familia. 

Que sea una mujer la que abandone a su hija, sin aparentes remordimientos, desconcierta. Y que sea ella la que mueva los hilos de la acción, anticipándose a las teorías que el lector se va haciendo en su cabeza, más aún. Lippman es una autora con una notable carrera literaria a sus espaldas que, antes de novelista, fue periodista de sucesos en el mítico The Baltimore Sun. Pertenece a la cuadrilla de los David Simon, George Pelecanos, Dennis Lehane o Richard Price; lo más granado del género negro norteamericano contemporáneo y ‘Piel quemada’ es una novela excelente. En la www.granadanoir.com tienen una larga y completa entrevista con la autora, por si quieren profundizar más.

‘El pozo’, de Berna González Harbour, publicada por Destino, ha sido la novela más singular de las escritas en español. Su defensa aguerrida de un periodismo de calidad que huya del sensacionalismo barato y morboso es imprescindible en estos tiempos. Para ello, construye a unos personajes muy sólidos que representan diferentes maneras de acercarse a la información de Sucesos, partiendo de la desaparición de un niño en un pozo.

 

Berna González, periodista de raza con una consolidada trayectoria a sus espaldas, además de haber escrito una novela de fuste que se lee a una velocidad de vértigo, hace reflexionar al lector sobre los peligros de convertir el periodismo en show y espectáculo, algo a lo que cada vez estamos más acostumbrados. De lectura obligatoria para cualquier persona interesada en la sociedad de la (des)información.

Y, por supuesto, ‘Contrapaso’, la obra maestra de Teresa Valero, el tebeo publicado por Norma que nos sacudió como a una estera a principios de año y cuya alargada huella se ha dejado sentir a lo largo de los meses, creciendo sin parar. 

No conozco a una sola persona que, habiendo leído ‘Contrapaso’, no haya caído rendida a sus pies. Es un trabajo totémico en el que un guion portentoso va de la mano de un extraordinario dibujo. El exhaustivo trabajo de documentación de la autora, su arte y su talento, nos conducen a la oscura España de los años 50 en la que sus protagonistas, periodistas, tratan de sobrevivir y trabajar con dignidad y profesionalidad a pesar de todos los pesares.

Teresa Valero ya está trabajando en la segunda entrega de ‘Contrapaso’. No sabemos cuándo tendremos en nuestras manos ese nuevo álbum. Mientras, volveremos a leer el primero, subtitulado como ‘Los hijos de los otros’, una prodigiosa máquina del tiempo que nos muestra cómo era aquel Madrid, aquella España de entonces, a través de unos personajes deslumbrantes que, con sus fogonazos de luz, le daban color a la grisura ambiente. 

Jesús Lens

Corto Maltés navega por ‘Océano negro’

En el imprescindible documental ‘Hugo Pratt en África’, que pueden (y deben) ver en Filmin, hay un momento en que el narrador dice que el célebre dibujante y guionista estaría encantado de que otros artistas continuaran con las aventuras de su personaje más icónico, Corto Maltés, llevándole más allá y haciéndole transitar por nuevas e inexploradas sendas. 

Eso es justo lo que hace ‘Océano negro’, el álbum más reciente de la saga, escrito por Martin Quenehen y dibujado por Bastien Vivès, al que se define como ‘enfant terrible’ del cómic francés contemporáneo y cuyo trabajo artístico, en un radical blanco y negro trufado de una infinita gama de grises, resulta fascinante.

En este nuevo cómic “inspirado en la obra de Hugo Pratt”, Quenehen y Vivès se traen a Corto Maltés al mundo (casi) contemporáneo. Conocemos al mítico personaje convertido en un navegante joven que pilota una lancha con la que se aborda a un yate para cometer un robo. En principio, debería ser un golpe limpio, sin violencia. Pero los socios de Corto tienen otros planes. De ahí que el navegante rompa la sociedad y salve a un anciano japonés empeñado en no perder el libro que lleva entre sus manos. Un libro que contiene las claves para encontrar… un tesoro. ¡Cómo no! 

A partir de ahí, Corto Maltés viajará por medio mundo siguiendo las pistas que ha dejado Inca Garcilaso de la Vega, poeta del Siglo Oro español. En ese viaje compartirá aventuras con Freya, una periodista freelance que trabaja por defender el medio ambiente, y con Rasputín, por supuesto. ¡Incluso con Colin Powell, el secretario de Defensa norteamericano!

Corto Maltèse – Océan noirScénario : Hugo Pratt, Martin QuenehenDessin : Bastien Vivès

¡Qué gustazo ha sido acompañar a este Corto Maltés redivivo en su travesía por las aguas de ‘Océano negro’! La propuesta argumental de Quenehen me ha encantado y, sobre todo, destacaría la radicalidad estética de Vivès. Sus páginas mudas son un auténtico alarde. Échenle un ojo a las páginas en que se cuenta una fuga y que culminan en la portentosa y minimalista página 97. ¡Menos es más! Y atención al episodio que transcurre en la Mezquita de Córdoba. Tener a Corto Maltés en casa es un lujazo. Ahí lo dejo. 

Si el 2020 fue mi año Tintin, este 2021 ha estado presidido por un navegante que se talló la línea de la suerte en la mano con una navaja. Como soy un lector-comprador tan voraz y compulsivo como indisciplinado y desordenado, ha sido necesario que Norma Editorial haya vuelto a sacar todo Corto Maltés, en orden cronológico, para leerlo completo y de una vez. Sin prisas, pero sin pausas. 

De hecho, si me decidí a coleccionar todo Corto Maltés fue por la revisión del personaje que hicieron Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero, que publicarán un nuevo álbum del aventurero en 2022. Tras las excitantes ‘Bajo el sol de medianoche’ y ‘Equatoria’, el puntilloso rastreo de los orígenes del personaje en ‘El día de Tarowean’ fue el bombazo que necesitaba para terminar de espolear mi ansia enciclopédica por el personaje.

Pero lo mejor es que 2022 seguirá siendo muy de Corto. Esta Navidad quiero leer ‘Hugo Pratt. La mano de Dios’, de Ángel de la Calle, y el recién publicado ‘Una cita pendiente. Viaje por los Mares del Sur’, del propio Pratt. Se trata de un libro-objeto bellísimo repleto de ilustraciones, mapas y viñetas que acelera el pulso con solo abrirlo y hojearlo. 

Corto Maltés no se acaba nunca. Estoy feliz con este universo expandido que no hace sino agigantar la obra original de Pratt. Me pasa lo mismo que con Manuel Vázquez Montalbán y los cómics de Seguí y Migoya sobre las novelas de Carvalho. Acaba de llegar a la librerías ‘Los mares del sur’, igualmente editado por Norma. ¡Qué casualidad!

Para mí, es la mejor historia del detective de la Transición. Y leerla en cómic le da otra dimensión. Volveremos sobre ella próximamente.

Jesús Lens

Irene Rodríguez Aseijas e Ibón Martín, ganadores del II Premio Paco Camarasa de novela negra

Un galardón ex aequo. Compartido. Justa y necesariamente. La II edición del Premio Paco Camarasa de novela negra que entregamos nueve festivales de género negro españoles ha sido para ‘El chico del cartón de leche’, de Irene Rodríguez Aseijas, y ‘La hora de las gaviotas’, de Ibón Martín. El galardón fue creado en 2020 para reconocer novelas de autores menores de 45 años o mayores cuya novela sea la primera de género negro. Este año, los festivales que otorgamos el premio hemos decidido reconocer a ambas novelas tras el empate en las votaciones.

Además de las dos premiadas, optaban a este galardón otras cuatro novelas finalistas: ‘La dentellada’, de Eduard Fernán-López; ‘9 corto’, de Carmen J. Nieto, ‘Sublimación’, de Clara Peñalver y ‘Los gatos salvajes de Kerguelen’, de Marta Barrio.

Novelas muy diferentes entre sí que, con el noir como hilo central, abordan cuestiones de la máxima actualidad como el cambio climático y la ecología, las distopías o la gentrificación de las ciudades. Es lo que más nos gusta del género negro-criminal: su imbricación con la realidad social del momento.

‘El chico del cartón de leche’, de Irene Rodríguez Aseijas, es una novela atrevida con diversos materiales narrativos destinados a producirnos una continua desazón ante lo inexplicable. Las desapariciones de diversos niños a lo largo del espacio y del tiempo nos arrastrarán con un estilo limpio y preciso, que araña al lector.

Por su parte, ‘La hora de las gaviotas’, de Ibón Martín, es un thriller sinuoso, magnético e impecable que nos enfrenta al peor de los enemigos: el odio visceral que late escondido en todos nosotros. La suboficial Ane Cestero y su unidad especial tendrán que dar caza a un asesino feroz e implacable, capaz de ocultarse a la vista de todo un pueblo.

 

Irene Rodríguez Aseijas ha mostrado su “agradecimiento al jurado del premio. La novela negra es, en mi opinión, un género mucho más complejo de lo que pueda parecer. Tras su aparente ligereza nos permite asomarnos a los rincones más turbios de nuestra naturaleza. Es un honor recibir este premio por una novela que trata de poner el foco en el drama de los menores desaparecidos, y compartirlo con un autor cuyo trabajo también respeto”.

Ibón Martín se ha declarado “tremendamente feliz por recibir el premio Paco Camarasa, porque viene precisamente de quienes más hacen por difundir el género negro. Que los festivales de novela negra más prestigiosos se unan para para elegir la mejor novela negra del año y que La hora de las gaviotas haya sido una de las dos escogidas me parece la mejor noticia que puede recibir un escritor. Es un empujón muy grande para seguir adelante. Muchísimas gracias al jurado y a los nueve festivales, que tienen todo mi cariño”.

Además de reconocer el trabajo de los ganadores, este premio pretende honrar la memoria del librero valenciano Paco Camarasa, que regentó durante 12 años la librería Negra y criminal en la Barceloneta. Camarasa puso al alcance del público las mejores novelas de género negro, tanto nacionales como internacionales, y siempre luchó por descubrir nuevos talentos, a muchos de los cuales apadrinó en su librería.

El premio, que no tiene dotación económica y es de carácter anual, también persigue el objetivo de impulsar la carrera literaria del premiado. Por ello, el ganador de cada edición –en este caso, ganador y ganadora–, recibirán invitación para acudir a los nueve festivales que otorgan este premio: Aragón Negro, BCNegra, Las Casas Ahorcadas de Cuenca, Getafe Negro, Semana Negra de Gijón, Granada Noir, Pamplona Negra, el Congreso de Novela y Cine Negro de Salamanca y Valencia Negra.

Jesús Lens

Luther, mi serie noir del año

Si les digo que me he cepillado las 5 temporadas de ‘Luther’ en poco más de seis meses podrían pensar que soy un ansia viva, un espectador desaforado loco por competir en algún concurso de devoradores de series.

Los más avisados sabrán que, en realidad, no es para tanto. Cada temporada tiene muy poquitos episodios y de una duración asumible, además. La versión extendida de ‘El Señor de los Anillos’, por ejemplo, sería más larga.

‘Luther’ arrancó allá por 2010 con una primera temporada de seis capítulos que causó sensación. Su protagonista es un policía particularmente inteligente y mentalmente bien dotado que, en la estela de Sherlock Holmes, tiene una prodigiosa capacidad de observación, análisis y síntesis. Entregado a su trabajo, su vida personal (apenas) existe. Y como le descubrimos en mitad de una persecución, tomando una decisión moralmente cuestionable que no dejará de perseguirle, ya tenemos las mimbres de uno de los grandes personajes de la televisión del siglo XXI.

Interpretado por el gran Idris Elba, Luther se debate entre la ley y la moral, siempre tentado de tomar atajos en la resolución de los casos a los que se enfrenta. Que no son fáciles. Porque le toca lidiar con delitos graves y, después, con despiadados asesinos en serie.

Decir que cada temporada de ‘Luther’ comienza ‘in media res’ es quedarse corto: su arranque es tan brutísimo que dispara las pulsaciones del espectador desde el primer minuto. Y la cosa ya no decae, que los andares, ademanes y verborrea del protagonista transmiten una intensidad electrizante.

Como es marca de fábrica en la BBC, además de un cuidado diseño de producción en el que Londres ofrece su mejor cara y también la más sórdida e inquietante; hay unos secundarios de lujo. Como muchos de ellos son susceptibles de morir y desaparecer de una temporada para otra, no les hablo de ninguno en concreto.

En cada temporada de la serie, que se puede ver entera en Netflix, hay un caso central protagonizado por un asesino de crueldad sin límites. Y con una imaginación homicida a la altura de los peores villanos de la literatura negra escandinava. Pero, y ahí está la gracia de ‘Luther’, le conocemos casi desde el primer episodio. A su identidad, me refiero. Sabemos quién es, pero no resultará tan fácil echarle el guante como descubrir su identidad. Los genios del mal son así.

Además, están las tramas relacionadas con el protagonista que hilan y trenzan todo el arco narrativo, dándole continuidad: sus relaciones con las mujeres y sus compañeros de trabajo, sus problemas con los superiores, sus enganchones con la mafia londinense y, la relación más especial, con una mujer inquietante, perturbada y pertubadora.

El creador y máximo artífice creativo de ‘Luther’ es Neil Cross, guionista y novelista que comenzó fogueándose en la mítica serie ‘Doctor Who’ y que ahora está detrás de una nueva adaptación, esta televisiva, de la novela ‘La Costa de los Mosquitos’, de Paul Theroux.

Además de todos los episodios de ‘Luther’, Cross escribió una novela que aún no he leído, pero a la que estoy loco por echar el guante: ‘Luther. El origen’. En España la ha publicado la editorial Es Pop y, como les digo, le tengo muchas ganas: el viaje hacia delante en la tempestuosa y agitada vida del inspector se me hizo bola en la cuarta temporada y la quinta y más reciente resultó un tanto repetitiva, como si fuera un Greatest Hits de las anteriores. De ahí que me apetezca viajar en el tiempo hacia el pasado del personaje encarnado por Idris Elba.

Y la gran pregunta: ¿habrá sexta temporada? Según el prota, no. Lo que sí podría haber es película. Y eso sí es un notición de lo más estimulante.

Jesús Lens

Una detective llamada Reina Isabel

No les voy a negar que, al principio, yo también recelé. ¿Una novela policíaca protagonizada por la reina Isabel II cuyo escenario principal es el castillo de Windsor? ¿En serio?

Cogí el libro así como con suficiencia, enarcando una ceja y pensando para mis adentros: “a ver qué invento es este”. El nombre de la autora, S. J. Bennett no me decía nada. Que lo publicara Salamandra, sin embargo, sí era un buen aval: todavía no he leído un libro malo suyo.

La cita con que se abre la historia ya era un toque de atención. Al menos, así lo sentí yo. “Que la vergüenza caiga sobre aquel que piense mal”, lema de la Orden de la Jarretera.

Abril de 2016. La reina Isabel cabalga a lomos de sus ochenta y nueve años de edad… y de un lustroso poni. Hace una mañana estupenda y la campiña inglesa brilla con una tonalidad singular. Y, sin embargo, hasta a la regia monarca británica se le puede aplicar la máxima popular de: “Hoy hace un día estupendo. Seguro que viene alguien y lo jode”.

Un muerto. Un pianista ruso de veinticinco años se ha ahorcado en su habitación del castillo de Windsor, donde había pasado la noche tras una animada recepción palaciega. Comienza una investigación oficial que apunta a un posible complot internacional: la nacionalidad del fallecido no es baladí.

Las primeras pistas apuntan a la presencia de un topo entre el personal de confianza de la Reina. Cunde el desánimo y la preocupación. Es entonces cuando su Majestad decide tomar cartas en el asunto y emprender una investigación particular, valiéndose para ello de su secretaria personal adjunta, Rozie Oshodi.

‘El nudo Windsor’ se ha descrito como un cruce entre la popular serie ‘The Crown’ y miss Marple. De ambas tiene algo, claro. Y del buen humor, eterno y maravilloso, de P. D. Wodehouse, me atrevería a añadir. Pero puestos a sumar referentes, añádanle una gotas de ‘Oficina de infiltrados’, la adictiva serie francesa sobre espionaje contemporáneo.

Aunque recelen y no se lo crean, ‘El nudo Windsor’ es una novela policiaca muy seria. ¡Y funciona! Vaya que si funciona. Porque la reina Isabel, a la que se le coge un cariño inmenso desde su primera aparición en la narración, es un personaje fascinante, divertido y repleto de aristas. Constreñida por el formalismo y el protocolo, jugando la baza de su discreta existencia, moverá las fichas de una partida de ajedrez excitante y de plena actualidad.

No les digo más. Es la novela del mes en el club de lectura ‘Adictos al crimen’ que Granada Noir organiza en la librería Picasso y estoy como loco porque llegue el próximo lunes para comentarla en buena compañía.

Otra recomendación, en este caso, de un clásico. ‘Asesinato en el París-Marsella’ es una novela-enigma de Sébastian Japrisot cuya nueva traducción acaba de publicar la editorial Tres Puntos.

De vez en cuando es un gustazo leer novelas policíacas en las que no hay internet, ordenadores ni teléfonos móviles. Investigaciones a la vieja usanza en la que los policías tienen que gastar suela y saliva, pateándose las calles… y los garitos.

Con su estructura fragmentaria, la investigación del inspector Grazzi nos lleva a conocer a una serie de personajes cuyas vidas quedarán marcadas por algo tan azaroso como haber compartido noche en el coche-cama de un tren nocturno. Y de paso, descubriremos algo más sobre la sociedad del momento, en plena transformación. Esta novela sirvió al cineasta Costa Gavras como material de partida para su primera película, ‘Los raíles del crimen’, en 1965, y su lectura es de lo más reconfortante.

Jesús Lens