Afrika

Disfruto de cualquier viaje. Todos ellos me gustan y me aportan. Pero los hay que resultan especiales, diferentes y extraordinariamente memorables.

Un viaje a África suele ser de estos últimos.

Afrika cómic

Desde que volví de Botswana y Zimbabwe ando todavía un poco trastornado. No me resisto a que el viaje haya terminado. Y, por eso, para prolongarlo, he estado escuchando a Hugh Masekela, Lady Smith Black Mambazo o el recopilatorio de “African Blues” que suena ahora mismo.

También he estado leyendo a Javier Reverte y sus últimas aventuras por África o al sudafricano Deon Meyer y sus novelas policíacas, por ejemplo.

Pero hoy quiero hacer referencia a un cómic singular que no sé desde cuándo tengo en las estanterías de mi biblioteca. Se titula “Afrika” y lo firma Hermann.

Afrika portada

No tenía referencias sobre ninguno de los dos. Hasta ahora. Leo que Hermann es el nombre artístico de Hermann Huppen, un historietista belga cuya obra más famosa es “Comanche” y, después, una larga serie postapocalíptica titulada “Jeremiah” y otra medieval: “Las torres de Bois Maury”.

“Afrika” es un álbum de 2007, publicado en España por Planeta de Agostini y no consta que pertenezca a serie ninguna.

¿Qué cuenta?

Una historia de brutalidad y supervivencia con el mundo de los parques nacionales africanos como telón de fondo y la caza furtiva como temas principales.

Afrika río

El protagonista es Darío Ferrer. Ya desde las primeras viñetas lo encontramos indignado, iracundo y muy airado: los furtivos han matado a un rinoceronte para robarle ese cuerno por el que se pagan millonadas en determinados países asiáticos. Porque es bueno para la virilidad (como si no conocieran la Viagra), pero también porque se dice que cura el cáncer, el SIDA… ¡Leyendas urbanas que, sin embargo, tienen al rinoceronte al borde de la extinción!

Menos mal que Hermann ya ha dibujado diferentes viñetas que muestran la grandeza de la vida natura en los parques africanos: animales en escorzos, vegetación, paisajes…

Afrika Hermann

A Darío Ferrer le espera otra sorpresa al llegar a su campamento: tiene que servir de cicerone a una periodista. ¡Con lo poco que le gustan al hombre las relaciones públicas, que es de un hosco terrible! Y ahí lo tenemos, llevando a una joven fotógrafa de arriba para abajo. Hasta que ven algo que no deberían haber visto. Y, entonces, la acción se precipita.

El cómic se lee a una velocidad de vértigo y toca algunos de los temas más candentes de la actualidad africana. No vamos a decir que el guion sea un prodigio de profundidad, pero sí que te arrastran la fuerza arrolladora y la pasión de Darío, aunque a veces no estés de acuerdo con sus puntos de vista. Y eso es bueno.

Afrika guion

No sé qué nos podrán decir especialistas como Rash, Colin o mi querido coautor, Fran; Alejo, Cassasola…  ¿Conocéis a este Hermann y esta obra en concreto? ¿Nos recomendáis algo más de él? ¿Y sobre cómic africano o que transcurra en África, más allá de “Tintín en el Congo”?

Gracias, chatos.

Jesús Lens

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Un Jesús Conde de antología

Mi Columna de hoy en IDEAL invita a fantasear sobre uno de los cuadros que componen la excepcional exposición de Jesús Conde en el Palacio de los Condes de Gabia, que no debes perderte bajo ningún concepto. Porque es un deleite para los sentidos y un estímulo constante de la fabulación…

De los muchos y muy variados cuadros que componen la más reciente exposición de Jesús Conde, el que más me impresiona es uno, extraño, enigmático y con un toque surrealista, que representa los restos de un avión accidentado en mitad del desierto. Es un cuadro con tintes apocalípticos y milenaristas, muy de fin del mundo. Un cuadro de tamaño pequeño, pero que contiene un buen número de historias.

Jesús Conde restos de avión

Está, por un lado, la historia del Tupolev 154B1 que, el 7 de Agosto de 1980, se estrelló durante la maniobra de aproximación al aeropuerto de Nuadibú, en Mauritania. Provenía de Bucarest y la tripulación no tenía contacto visual con la pista. Tras un primer aterrizaje abortado, el piloto erró en el segundo intento y el avión se fue unos 300 metros fuera de la pista, muriendo uno de los ciento sesenta y ocho pasajeros a bordo.

¿Quién fue el pasajero fallecido? ¿Por qué le tocó a él y sólo a él? ¿Por qué insistió el piloto en aterrizar en aquellas condiciones? ¿No tuvo la posibilidad de buscar otro aeropuerto con mejores condiciones de visibilidad?

Jesús Conde Cuaderno de Viajes

Los restos del avión quedaron abandonados y, poco a poco, el sol y las tormentas de arena lo han ido deformando, hasta convertirlo en una extraña y posmoderna ruina de metal.

Años después, un español creyó ver algo singular desde la habitación de su hotel. Algo grande que brillaba bajo el sol. Decidió ir a echarle un vistazo, dado que estaba cerca. O eso pensaba él. Porque el desierto es muy engañoso y lo mismo que provoca espejismos, hace que se confundan las distancias y las proporciones. Eso le pasó a nuestro viajero, Jesús Conde, que llegó a los restos del avión al borde de la deshidratación. Un avión que, mucho tiempo después de estrellarse, bien pudo cobrarse una segunda víctima. Así las cosas, ¿contribuirían la sed y el agotamiento extremo al impacto visual provocado por aquellas ruinas metálicas? Un impacto lo suficientemente grande como para que Jesús haya decidido pintarlas, tantos años después…

Jesús Conde cartel Antología

Historias. Recuerdos. Memoria. Y su relato. El material del que están hechos los sueños se convierte en inspiración para un artista total que, efectivamente, nos presenta una exposición muy literaria en “Prólogo para una antología”. Que no lo digo yo. Lo dice Jesús. Un Jesús Conde que ha querido hacer un repaso a toda su carrera como artista, volviendo a pintar sobre algunos de los temas que le han servido como leit motiv para algunas de sus anteriores muestras.

Jesús Conde Postal de viaje

Las armas. ¡Ay, esas armas tan cinematográficas, como la pistola de “El Padrino” o el peacemaker del western fordiano! Las espadas, los cascos, las armaduras. Y el río de la infancia. O las calles de una Archidona que ya no son. Y las postales viajeras. Y las estampas africanas. Y las vistas habaneras a través del ojo buey de un barco. Y ese Oriente que ahora se desangra. Y la fantasmal Detroit. Y Granada, claro. Granada eterna.

Jesús Conde silla cubana

Vayan. Vayan al Palacio de los Condes de Gabia, vean la exposición de Jesús Conde y dejen que los cuadros les cuenten las mil y una historias que atesoran en su interior. Se lo van a pasar de fábula.

Jesús Lens

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Timbuktu

Ustedes saben que hace un par de años, la milicia Ansar Dine, una facción del islamismo radical, partió el Malí en dos y se hizo con buena parte del norte de unos de los países más hermosos del mundo. Entre otras ciudades, Gao y la mítica Tombuctú quedaron bajo su control.

 Timbuktu cartel

Las imágenes de los dementes y enfermos integristas de Ansar Dine destrozando parte del patrimonio arqueológico de la capital del desierto dieron la vuelta al mundo e hicieron que la comunidad internacional montara en cólera.

Meses después, el ejército de Malí consiguió expulsar a los integristas fuera de Tombuctú. Pero el daño ya estaba hecho.

 Timbuktu fotograma

En 2014, el director mauritano Abderrahmane Sissako filmó la película “Timbuktu”, en la que se cuenta la vida de la ciudad durante aquellos meses nefastos. Porque la destrucción de los monumentos es la parte más visible de una barbarie que, por ejemplo, obliga a las mujeres a cubrirse con guantes, en mitad del desierto. O que prohíbe fumar. O tocar y escuchar música. O jugar al fútbol. Y de todo ello habla Sissako. De cómo afectó a la vida de las personas aquella ignominia.

 Timbuktu

A través de personajes como Kidane, un tuareg, y su esposa Satima, experimentaremos la sinrazón del integrismo. Veremos a su hija Toya. Y a un pequeño pastor de vacas, Issam. Conoceremos a Amadou, un pescador bozo. Y a otros habitantes de la ciudad. Conoceremos al Imam de la mezquita de Tombuctú, que trata de razonar con los líderes de Ansar Dine. Y veremos la persecución a la que los fanáticos someten a cualquier idea o sensación que tengan que ver con el goce, el disfrute, el gusto o la libertad.

“Timbuktu” es sencilla. Está filmada con una calma y una contención que, por contraste, hace más difícil de entender y de soportar la insania que nos transmiten las imágenes, desde ese arranque en que una camioneta persigue a un cervatillo por el desierto, mientras los integristas tratan de matarlo, disparándole con su Kalashnikov.

 Timbuktu niños

Latigazos, lapidaciones, matrimonios obligatorios… de todo ello hay en una película que, sin necesidad de estridencias o efectismos, sitúa al espectador frente al Horror. Con mayúsculas. Con momentos mágicos y cargados de simbolismo, como el del partido de fútbol imaginario que juegan unos chavales y que es interrumpido por la entrada en el campo de… un pollino.

Hay elegancia en “Timbuktu”. Y simbolismo. Y diálogo. Y sentimiento. Y belleza. Y emoción. Y dolor. Una película que ganó los Premios César del cine francés del pasado año y que debería ser de visión obligatoria para todo el mundo.

 Timbuktu

Cuando surgen noticias sobre la destrucción del patrimonio cultural de ciudades y países que caen bajo el horror del fanatismo, hay quién sostiene que no hay que preocuparse tanto de las estatuas y los monumentos como de las personas. ¡Cómo si hubiera diferencia entre la cultura y las personas, entre la carne y el espíritu, entre la historia y el futuro!

 Timbuktu integrismo

“Timbuktu” es una joya que demuestra que el fanatismo y la barbarie no se detienen ante nada y ante nadie. Y que exigen, de nosotros, estar alertas y en guardia para denunciarlos y luchar contra ellos.

Jesús Lens

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