«Vaya usted a dar a luz debajo de un puente»

Aquí os dejamos una nueva entrega de los diálogos que mantenemos don Emilio y yo en el suplemento Salud revista.es, que se distribuye con los periódicos regionales del grupo Vocento. Esperamos que os resulte interesante. El juez opina sobre los padres que se niegan a llevar a sus hijos al cole o a vacunarlos por razones ideológicas.

–(C. Morán)Hay familias que prefieren mantenerse al margen del sistema educativo y no llevan a sus hijos al colegio. No es desgana o negligencia. Son perfectamente conscientes de lo que hacen e incluso pleitean para conseguirlo. ¿A usted qué le parece? ¿Es posible educar sin escuela?
–(Emilio Calatayud) Sé que existe este tipo de casos, pero yo, ni personal ni profesionalmente, he conocido ninguno. Los que nosotros juzgamos en los años 90 eran por desidia o porque los padres dejaban a los niños al mando de los más pequeños para irse ellos a trabajar a los mercadillos o la chatarra. Y a más de un matrimonio le cayó una pena de cárcel. Pero esto otro de no llevar a los hijos al colegio, digamos, por ideología no me ha tocado. Pero es una postura que no comparto en absoluto. Vivimos en sociedad y una de las instituciones básicas de defensa de la sociedad es la familia. De hecho, existen una serie de normas que tienden a velar por la familia y, especialmente, por los menores. Todo estamos obligados a proteger a los menores: todos.
–(C. Morán) Incluso de sus propios padres….
–(Emilio Calatayud) Efectivamente, porque puede haber intereses contrapuestos entre padres e hijos. Y dos elementos básicos de protección de los menores son la educación y la sanidad. El colegio no es solo un sitio al que se va a adquirir una serie de conocimientos y punto…
–(C. Morán) Si solo fuera eso, ¿sí podría valer lo de educar en casa?
–(Emilio Calatayud) Claro, pero es que el colegio es bastante más que tomar una lección. Lo que persigue el sistema educativo es la socialización de los individuos. Tenemos una serie de derechos y de deberes. Y uno de los más importantes deberes es el de vivir en sociedad: es una de las mayores aportaciones que podemos hacer a la propia sociedad. Está muy bien decir que uno es libre y que hace lo que quiere, pero la verdad es que esa persona también se está aprovechando de la sociedad y, por tanto, debe trabajar para ella. Lo que sucede es que hay sentencias que dicen que esta conducta puede ser un delito –faltar a los deberes inherentes a la patria potestad– y otras que solo sería un ilícito administrativo. Y eso convendría aclararlo. Luego, en el ámbito sanitario, también ocurre a veces algo parecido: aparecen familias que, por sus creencias personales, deciden, por ejemplo, no vacunar a sus hijos. Dicen que así protegen a sus chavales, pero a la vez están desprotegiendo a los hijos de sus vecinos. Además, claro está, de poner en peligro a sus propios niños. Por eso, a veces, el Estado tiene que ir contra unos padres para que no lesionen los derechos de sus propios hijos o de terceros.
–(C. Morán) Como juez, ¿ha tenido que obligar alguna vez a una familia a vacunar a su hijo?
–(Emilio Calatayud) No, nunca se me ha dado ese caso. Algo parecido, sí. Hace tiempo, siendo yo juez de Instrucción, se me dio el caso de una familia que, por sus creencias religiosas, no admitía las transfusiones de sangre. La madre iba a dar a luz y podía necesitar sangre, pero ellos se negaban rotundamente. Entonces les dije: ‘La solución es muy sencilla: ustedes están dentro del sistema sanitario español y yo tengo que autorizar al médico a que adopte todas las medidas que estén a su alcance para salvar una vida; y si entre esas medidas está la transfusión de sangre, pues habrá que hacerla’. Yo no ordené nada al médico, me limité a autorizarle a que llevara a cabo esa intervención. Y, pese a esas razones, aquella familia seguía sin querer la transfusión. Pero es que no había ninguna otra medida alternativa, que es algo que siempre hay que constatar. Si se pueden conciliar los derechos de unos y otros, pues mejor que mejor. Pero en aquel caso, ya digo, no había otro tratamiento posible que la transfusión. Así que la única salida que me quedaba era recomendar a la embarazada que pidiera el alta voluntaria y se fuera a dar a luz debajo de un puente.
–(C. Morán) ¿Eso les dijo?
–(Emilio Calatayud) Pues sí. ¿Qué otra cosa podría hacer? Nadie les había obligado a ir al hospital, pero una vez que ya estaban allí debían atenerse a las normas y conformarse con los medios que les ofrecían. Insisto, yo no di ninguna orden, pero tenía la obligación de informarles de que no tenía más remedio que autorizar todas las medidas que fueran necesarias para salvar la vida de la madre y de su hijo.
–(C. Morán) ¿Y qué hicieron?
–(Emilio Calatayud) Se quedaron en el hospital.
–(C. Morán) Menos mal.

3 Comentarios

  1. ¿Y que podemos hacer los pediatras para que vacunen a sus hijos?
    Argumentos tenemos,pero… si no quieren.
    Ojala pueda usted darme una respuesta,que muchas veces he pedido a la administración y parece ser nadie tiene,porque… no podemos obligar.
    Gracias,muchas gracias.

  2. Sr. Calatayud,

    ¿Y qué sucede cuando el colegio no cumple con esos objetivos para los que fue creado, la «socialización» y la formación?

    ¿Nos lavamos los padres las manos, amparándonos en esa idealización irreal suya de que se están preparando para una sociedad paradisíaca que en realidad TAMPOCO cumple con sus objetivos de integración e igualdad entre los mismos adultos?

    Parece usted creer que la sociedad es un reflejo de sus estudiantes, cuando en realidad es la escuela la que es un reflejo del mundo adulto.

    Sr. Calatayud, efectivamente no estamos en los años 90, y estos casos de padres homeschoolers no tienen nada que ver con aquellos casos de abandono de entonces. Aquí estamos hablando de padres que, en vez de «aparcar» a sus hijos en una escuela, se hacen responsables de su educación integral más allá de lo que un colegio puede ofrecer, sea público o privado.

    Es gente que vive la FAMILIA como muy pocas lo hacen, y desde luego es toda una ironía que en su primera respuesta dinamite usted ese concepto…:

    «Vivimos en sociedad y una de las instituciones básicas de defensa de la sociedad es la familia.»

    ¿Es usted consciente de la increíble contradicción que esto supone a la hora de usarlo como munición contra la educación en familia?

    Bien sabemos que nuestros hijos no son «nuestros», pero tampoco son de ustedes.

    Y somos los primeros que respetamos la libertad individual de nuestros hijos. No crea usted que si nuestros hijos nos pidieran ir al colegio se lo prohibiríamos, pero es que ellos son los primeros que se dan cuenta de que son mucho más felices educándose en casa durante unas cuatro horas bien aprovechadas, sin absurdos deberes, y pudiendo vivir más experiencias (con otros niños, sí) «extraescolares» que cualquier otro niño que llega a casa a las 17:00h, tiene que hacer las tareas repetitivas que no sirven para otro fin que no sea memorizar para el examen de turno, y luego un ratito de Playstation y a la cama.

    ¿Puede usted comparar ese nivel de «socialización» con el de nuestros hijos, que ya después de comer están yendo a jugar, a clases de música, al parque a conocer a otros niños, a artes marciales, a natación, etc., con la actividad de un niño medio del sistema educativo convencional? Y se sorprendería usted de los resultados académicos de estos niños…

    Sr. Calatayud, sé que en su ánimo está el proteger a la infancia, pero créame, nuestros hijos están MUY BIEN. Y sí, no le quepa duda de que se adaptarán perfectamente al mundo adulto, porque serán personas extraordinarias.

    Un saludo.

  3. Aparte que yo personalmente ya estoy harto de escuchar y leer a maestros defender que ellos no están para socializar, para educar, que están para enseñar (¿cuál es la diferencia en lo que nos ocupa?????). Normalmente escucho o leo eso en los típicos y constantes discusiones Padres vs Maestros ¿de quién es la culpa que la juventud esté como este?
    Ni unos ni otros se enteran: se educan y se socializan en ambos sitios: en el colegio, y en el hogar, y son tan responsables unos como otros, padres como maestros de hacerlo lo más correctamente posible.

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