MUSIC IS YOUR ONLY FRIEND…

…Until de end!

 

Me encanta el arranque del «Ritual de lo habitual», uno de los mejores discos de los Jane´s Addiction: «Señoras y señores, nosotros tenemos más influencia en sus hijos que tú tienes. Pero les queremos. Creado y llegado de Los Ángeles, California… ¡Juana´s adicsión!»

 

Y puede parecer pretencioso el discurso de Perry Farrell, pero es una verdad como un templo. La música influye en la gente, sobre todo cuando es joven, más que los padres, los hermanos, la familia, la escuela, los profesores y los amigos.

 

En mi vida ha habido varias influencias, pero posiblemente ninguna tan importante como la de este tipo.

 

Jim Morrison, alma y líder de los Doors, ese grupo fundacional que me abrió las puertas de la percepción a disciplinas insospechadas.

 

Durante mucho tiempo me sumergí en la mitología de los Doors, me aprendí las letras de Morrison, traduje su poesía y, por supuesto, me empapé de todos sus discos, de principio a fin.

 

Después pasa el tiempo. Descubres grupos nuevos, cambias de estilo y, como siempre decimos, tiras adelante. Siempre adelante. Hasta que, en un momento dado, el cuerpo te pide parar en seco y, durante un tiempo, mirar atrás. Sin ira. Mirando hacia atrás sin ira.

 

Ésta es una de esas tardes. Porque, a veces, sientes que, efectivamente, la música es tu única Amiga. Hasta el final. Y que, cuando la música se termina, sólo queda echar el cierre y apagar las luces.

 

Porque pocas cosas me han emocionado tanto como las serpientes del Rey Lagarto, retorciéndose sinuosamente en la boca de Morrison, en esas canciones llenas de asesinos en la autopista, coches recorriendo el asfalto de las carreteras más perdidas de Norteamérica, jinetes en las tormentas del desierto, amores desesperados, huidas salvajes y emocionados regresos… Y, por supuesto… ¡The End! This is the end, beautiful Friend. This is the end, my only Friend, the end. Of our elaborated plans… ¡the end!

 

Porque, al final, siempre volvemos a nuestras raíces y a nuestra esencia. Y, al principio, fueron los Doors. Las puertas. Esas puertas que glosaba William Blake y de cuyos versos surgió el nombre del grupo más mítico de la escena angelina:

 

There are things that we know and things that we don´t know. In between are the doors.

 

Hay cosas que conocemos y cosas que no conocemos. En mitad, están las puertas.

 

Jim Morrison vive!

 

Jesús Lens, nostalgioso y evocador.       

GARDEN OF LOVE

Para los Cuaversos de hoy, hablamos de un libro muy singular, en que este poema, desasosegante, juega un papel esencial.

 

So I turn´d to the Garden of Love

That so many sweet flowres bore

And I saw it was filled with graves (*)

 

 

William Blake

 

 

Rara. Muy rara, pero extrañamente fascinante esta novela, «Garden of love», de Marcus Malte.

 

Vale.

 

Ya he empezado la reseña. Pero ahora… no sé qué más decir. Me voy a dar una vuelta, a la nevera, a echar un buchito de agua, a ver qué se me ocurre.

 

Ya.

 

A ver. «Garden of love» cuenta una compleja historia, con multitud de puntos de vista, en que cada página es como la capa de una cebolla, que hay que ir quitando para llegar al meollo de una historia de sexo, locura y violencia de lo más turbador.

 

Bien.

 

Vamos avanzando.

 

El comienzo, espectacular. Durísimo. Con una chica recibiendo a un grupo de marineros para tener un encuentro sexual de alto voltaje. Sexo duro. Bondage. Y,  a partir de ahí, cambios espacio temporales, personajes que aparecen y desaparecen, encuentros y desencuentros… todo ello a través de una construcción literaria primorosa, en que cada página, cada línea, encaja como un guante en la estructura general.

 

Cada personaje que aparece, cada frase que pronuncia, cada pistola que saca… todo ello tiene un sentido que, al principio, no se adivina. Así, mientras lees «Garden of love», te encuentras aparentemente perdido. Como dentro de una película de David Lynch.

 

Y por eso es tan difícil hacer esta reseña y ando removiéndome, inquieto, en el sofá. Porque si digo algo de más, puedo reventar la trama. Si hablo de los personajes, sólo puedo equivocarme. Y equivocarles. Y mira que los personajes son atractivos…

 

«Garden of love» es una novela en que cada página se lee como un relato independiente, primorosamente rematado. Y, después, cada «relato» acaba teniendo su importancia dentro del conjunto, dando lugar a una novela atípica en que lo oscuro, lo sórdido y lo enfermizo muestran una inusitada y sorprendente capacidad de atracción.

 

Permítanme que termine aquí esta reseña y que vuelva a la fresquera a beber otro trago de agua fría. Que este «Jardín del Amor» da mucha, mucha sed.  

 

(*) Entonces me volví hacia el Jardín del Amor

Que llevaba tantas flores exquisitas

Y vi que estaba lleno de tumbas.