En dos palabras: Nueva-York

En la comedia “Canción de Nueva York” hay un momento en que los personajes hablan sobre la Nueva York contemporánea y la de antes, más peligrosa y violenta, pero también mucho más auténtica y excitante.

 

“¿Qué echas de menos de aquella Nueva York? ¿Que te atracaran en Central Park?”, pregunta de forma retórica uno de los contertulios. “No. Pero sí creo que Nueva York ha perdido su esencia. El barrio más divertido de la ciudad ahora mismo es… Filadelfia”, ironiza el joven protagonista, sin mucho éxito, por otra parte.

 

Después de disfrutar la intensa serie “The Night Of”, de la que hablábamos la semana pasada en esta sección, la simpática comedia de Marc Webb, una mezcla entre el Woody Allen más verborreíco y el Paul Auster de antes; me hizo volver a la Capital del Mundo, metafóricamente hablando, que no hay dos palabras que a un buen cinéfilo le traigan tantos recuerdos como Nueva York.

 

Desde que tengo uso de razón, siempre quise viajar a Nueva York. Y, cuando por fin lo hice, mi libro de cabecera, mi guía de viajes imprescindible fue “El Nueva York de El Padrino y otras películas de la mafia”, de Pau Llavador y María Adell, publicado por Lunwerg.

Por supuesto, pasé por Chinatown y por Little Italy, tomando café en Mulberry St., en un local en el que se habían filmado secuencias de Los Soprano, por ejemplo. Y del imperecedero clásico de Coppola, por supuesto.

 

La realidad de la Nueva York contemporánea, efectivamente, nada tiene que ver con la imagen que nos hemos hecho de la Gran Manzana a través del cine. El viajero mitómano tiene que poner mucho de su parte para ir en el ferry de Staten Island y, al pasar frente a la Estatua de la Libertad, imaginarse cómo la veía el pequeño Vito Andolini, proveniente de Corleone, Sicilia, a comienzos de los años veinte del pasado siglo.

 

(Sigue leyendo esta estrada de El Rincón Oscuro en nuestra revista hermana: Calibre 38)

 

Jesús Lens

The night of… Richard Price

Sé que, ahora mismo, lo que hay que ver es “Mindhunter”, la serie creada, escrita y dirigida por Joe Penhall y en la que participa David Fincher, sobre los primeros pasos del FBI en la captura de asesinos en serie, elaboración de perfiles criminales, etcétera. Es de Netflix y está siendo la revolución en redes sociales. También hay que ver “The Deuce”, por supuesto, protagonizada por James Franco y con el marchamo de David Simon y George Pelecanos, ahí es nada.

Pero antes de abordarlas, no quiero dejar pasar una semana más sin hablar de otra serie, “The Night Of”, de HBO, que está entre lo mejor del año… por mucho que los Emmy apenas la tocaran de refilón. Se trata de una intensa miniserie de ocho episodios en la que se cuenta la historia de Naz, un joven de origen paquistaní, buen estudiante, buen hijo, buen hermano y buen amigo que se pierde en el fragor de la noche neoyorquina y acaba acusado de… un delito bastante grave.

 

Siento la sosería del planteamiento, así contado, pero es que el primer episodio de “The Night Of” es una obra de arte tan sublime que cualquier cosa que cualquier desalmado les anticipe sobre él solo contribuye a desmerecer –parte- de la función.

A partir de ese primer episodio, de cerca de hora y media de duración, siete apasionantes capítulos en los que pasan muchas cosas, pero contadas con una calma y una parsimonia a las que no estamos acostumbrados en el vertiginoso formato audiovisual contemporáneo. El ritmo, moroso, de “The Night Of” es el preciso y necesario para que el espectador se sienta parte de la historia, involucrado en lo que nos cuenta Steve Zaillan, director y coguionista, junto a dos pesos pesados de la escritura cinematográfica y televisiva: Peter Moffat y Richard Price.

Y aquí es a donde quería llegar. A Richard Price. Porque se trata de uno de los grandes genios del Noir del siglo XXI, un todoterreno que escribe novelas monumentales, guiones de cine espectaculares y, por supuesto, series de televisión.

 

Richard Price conforma, junto al Dennis Lehane del que ya hemos hablado otras veces en esta sección (AQUÍ), y al George Pelecanos al que nos referíamos al comienzo de este artículo; la Santísima Trinidad del transmedia negro y criminal contemporáneo.

 

Todo comenzó con “The Wire”, una serie totémica cuyas cinco temporadas (2002-2008) lo cambiaron todo en el mundo de la televisión en general y del género negro y criminal en particular, junto a “Los Soprano”. En el planteamiento, diseño, desarrollo y ejecución de “The Wire” coincidieron Lehane, Pelecanos y Price con David Simon y Ed Burns. ¡Eso es un repóquer de ases y lo demás son tonterías!

Cameo de Lehane en The Wire

Los tres primeros eran novelistas de género negro que ya habían empezado a despuntar. Lehane no solo había escrito varias novelas protagonizadas por Kenzie y Gennaro, dos de sus personajes de referencia, sino que en 2001 había publicado “Mystic River”. Pelecanos, por su parte, había escrito varias novelas protagonizadas por Nick Stefanos, un detective privado de ascendencia griega, como el propio autor.

 

Y Richard Price, por su parte, venía de ganar el Premio Nacional de la Crítica estadounidense con “Clockers”, en 1992, en cuya adaptación cinematográfica trabajó mano a mano con Spike Lee, actividad que no le resultaba desconocida, que ya colaboró con Martin Scorsese en el guion de “El color del dinero”, sin ir más lejos.

Tras su paso por “The Wire”, serie en la que realizaron una extraordinaria labor de trabajo en equipo, puliendo hasta el mínimo detalle todos y cada uno de los guiones, los tres autores han seguido alternando sus guiones para el cine y la televisión con la publicación de extraordinarias novelas, convirtiéndose en referente imprescindible del actual panorama negro-criminal contemporáneo.

 

Novelas basadas en dos premisas fundamentales: un exhaustivo conocimiento del trabajo policial y de cómo funciona la administración de justicia, por lo que rezuman y realismo sin parangón; y un absoluto dominio del diálogo, al que convierten en una de las bellas artes: su trabajo como guionistas influye en su narrativa, por lo que los personajes de las novelas de Lehane, Pelecanos y Price hablan más y mejor que ningún otro.

Así las cosas, ahora mismo podemos disfrutar del trabajo de Richard Price en la televisión, a través de “The Night Of”; y en las librerías, que su última novela, “Los impunes”, fue publicada por Random House Mondadori hace unos meses. Un libro que cuenta la historia de Billy Graves, un sargento de policía cuarentón de Manhattan que trabaja en el turno de noche cuando llega el aviso de la muerte de un antiguo conocido, un maleante llamado Bannion, con el que se las tuvo tiesas en un pasado muy lejano.

 

Si ustedes han visto “The Night Of”, se habrán sentido transportados al interior de las comisarías de policía de Manhattan, una noche cualquiera. A sus calabozos. A los juzgados de guardia. Y, por supuesto, a la cárcel. Por muchas películas y series que hayan visto antes, pocas ocasiones habrán experimentado la misma sensación de realismo que con esta serie.

 

Si les ha gustado “The Night Of”, lean a Price. Si les gusta “The Deuce”, lean a Pelecanos. Si fueron de los primeros descubridores de “The Wire”, les gustó “Boardwalk Empire” o la película “Shutter Island”, de Scorsese; lean a Lehane. Y si son amantes de todas estas series, lean “Homicido: Un año en las calles de la muerte”, del mismísimo David Simon, publicada por Principal de los Libros en nuestro país.

Busquen en las estanterías de las librerías, también, la obra escrita de algunos de los autores que más y mejor cine y televisión negro-criminal están contribuyendo a hacer en este siglo XXI. Porque cada vez existen menos fronteras y compartimentos estancos, que los límites están para desbordarlos.

 

Jesús Lens