Una realidad paralela

Cuando ayer por la mañana me llegó la alerta de IDEAL sobre la presentación de un presupuesto municipal para Granada, di un salto de alegría. Por una parte, resulta imprescindible para la gobernanza de la ciudad. Es inverosímil, incomprensible e inaceptable que todavía nos estemos manejando con un presupuesto prorrogado de los tiempos de Torres Hurtado.

El segundo motivo de alegría era más banal: ya tenía tema para esta columna. Y es que, con los estragos de Gloria en la provincia y los preparativos para Fitur—se rumorea que la fiesta-presentación de esta tarde en Casa América será homérica, dado que no se garantiza el acceso ni siquiera a la gente previamente invitada, por exceso de aforo— no hay muchas más noticias de fondo que llevarnos a la boca.

Al entrar a leer la información sobre las futuras cuentas del Ayuntamiento me di de bruces con la cruel realidad: lo que el bipartito llama presupuesto son, en realidad, tres folios cuadrados a martillazos. ¡Que ni siquiera cuadran, si hacemos caso a la contestación que han tenido por parte de la oposición, con unos cuantos milloncejos de euros bailando entrelíneas!

¿Saben lo que les digo? ¡Que así no hay quien escriba una columna seria! Si los concejales del ramo comprimen los presupuestos en tres folios y ni por esas consiguen un mínimo principio de acuerdo con la oposición, mal vamos. Peor que mal.

Déjenme, por tanto, que les comente un par de informaciones contrastadas: Netflix ha llegado a un acuerdo para incluir en su catálogo las películas del estudio Ghibli. De todas las noticias que llevamos en este neonato 2020, ésta es una las mejores y más importantes. De las que más satisfacciones nos darán en los próximos meses.

La segunda: ya hay fecha para la llegada de la plataforma de Disney a nuestras flamantes Smart TV: el 24 de marzo. Y el precio, imbatible: 6,99 euros al mes por todo el catálogo de Márvel, Pixar, National Geographic, Star Wars y la propia Disney.

Granada sigue sin cuentas creíbles ni proyectos de futuro. Menos mal que hay una realidad paralela y en streaming bastante más atractiva, entre seres galácticos, dibujos animados y superhéroes de ficción.

Jesús Lens

Star Wars con ojos infantiles

Será un error mío, pero cada vez que he ido a ver una nueva entrega del universo expandido de la saga galáctica lo he hecho con los ojos del niño que, antaño, entró a ver ‘El Imperio contraataca’ y salió emocionado, flipando en colores.

Yendo más allá, todas las entregas de la última saga, que arrancó en 2015, las he visto como un rito más de las Navidades: en el cine y en familia. Para mí, las últimas cintas sobre la Fuerza, los Jedi y los Skywalker son impensables sin la mirada límpida e inocente de mis sobrinas, Julia y Carmela: si ellas le han dado su aprobación a las películas de J.J. Abrams y Rian Johnson, ¿quién soy yo para cuestionar su veredicto?

¡Por supuesto que se le pueden poner pegas a la nueva trilogía galáctica! Como a la segunda. O a la primera. Pegas, en realidad, se le pueden poner a todo en esta vida. Sólo que hay películas y películas. Momentos y momentos. Y me niego a ver el desenlace de la historia de los Skywalker con los ojos del exigente analista cinematográfico al que, según que cosas, le hacen sangrar los ojos.

Sí. Vuelve a ser la misma historia de siempre, pero ¿acaso no lo era ya ‘La guerra de las galaxias’ original? Y, sobre todo, ¿no había una corriente crítica de haters que odiaban cualquier innovación, cambio o alteración argumental en la Fuerza? ¿En qué quedamos?

Lo confieso: es aparecer en pantalla la leyenda inicial que nos pone en situación y empezar a sonar la música de John Williams, y mi yo cuasi cincuentón desaparece de un plumazo, dejando aflorar a un chavea dispuesto a creerse todo lo que le cuenten en las siguientes dos horas, con candidez e inocencia. ¿Será eso parte del espíritu navideño?

Al salir del cine, la pregunta que nos hacíamos era: ¿y ahora qué? Yo creo mucho en el futuro de ese color amarillo que preside el desenlace de la nueva trilogía. Un final que jamás lo será de una saga mítica que, se pongan como se pongan sus críticos más acérrimos; es imperecedera, imprescindible e inmortal.

Jesús Lens

Esos Jedi atemporales

En este mundo hay dos clases de personas: las que se emocionan en una sala de cine cuando empiezan a verse los rótulos de inicio de todas las películas de la saga Star Wars, vibrando cuando suena la Obertura de John Williams; y las que se aburren y se cansan con las guerras de la galaxias, sintiéndose mayores para disfrutar de esas niñerías.

Yo, ni que decir tiene, soy de los primeros, que me sigo estremeciendo al son de la Marcha Imperial y se me saltaron las lágrimas al reencontrarme a Luke Skywalker en lo alto de su roca galáctico-irlandesa, convertido en un eremita. Por no hablar de la ilusión de a Yoda volver a escuchar y de los grandes avances que he hecho en mi aprendizaje del shyriiwook, el idioma de Chewbacca.

Si a usted, estimado lector, aún le queda algo del niño que una vez fue –o debió ser-, no lo dude y vaya a ver la nueva entrega de Star Wars, “Los últimos Jedi”. Pocas veces, un producto de la cultura pop ha tenido tanto ascendiente en nuestra vida, reuniendo en las salas de cine hasta a tres generaciones distintas de enfervorizados espectadores.

 

Para mi familia ya es un rito anual ir juntos al estreno de la entrega de turno de la franquicia galáctica por excelencia y, al salir del cine, decidir quién es nuestro nuevo personaje favorito de la saga. Que lo mismo puede ser Rey -por la que opta Carmela- que Luke, Leia o, para regocijo de SOY, mi robot, el gran BB-8, el que más le gusta a Julia.

“Los últimos Jedi” dista mucho de ser perfecta, pero ¿a quién le importa? Es larga en exceso y la corrección política resulta demasiado evidente, con esos guiños veganos, animalistas, robóticos y multirraciales. Pero, insisto: ¿Y? Se trata de una película con ritmo, espectacularidad, sentido del humor, estupendas sorpresas en el guion y fenomenales secundarios. Y, sobre todo, se trata de un pedacito de nuestras vidas.

 

Dos horas y media de puro cine que conectan a nuestro yo de hace cuarenta años con el de ahora mismo y, espero, con el que seremos a medida que sigamos acudiendo, puntualmente, a los futuros estrenos galácticos, incluyendo los spin off de Han Solo y de Obi Wan Kenobi. ¿Se puede pedir más, por 6 euros anuales?

 

Jesús Lens

El Despertar de la Fuerza

Dedicado a mi sobrina Julia

y sus ojos brillantes,

inconmensurablemente grandes.

Como la luna de Endor

 

 

Vas a ir a verla.

Y lo sabes.

Así que mejor no tardes.

Porque corres el riesgo de que el boca-oreja te destripe partes esenciales del argumento de la nueva entrega de la saga de La Guerra de las Galaxias. O de que blogs y webs te hagan spoilers de Star Wars. Todo ello, dependiendo de si tienes más o menos de cuarenta años de edad.

El despertar de la fuerza lado oscuro

En cualquier caso, vas a ir a verla.

Y lo sabes.

Porque Star Wars es un fenómeno global que va más allá de lo puramente cinematográfico. Y, sin que sirva de precedente, me encanta formar parte del mismo y haber sido uno más del millón de españoles que fueron a ver la película el fin de semana de su estreno.

El despertar de la fuerza star wars

Eso sí: conseguí llegar a la proyección habiendo visto apenas medio tráiler de la película y sólo habiendo leído -diagonalmente- la vituperada crítica de Carlos Boyero en la que no dejó que el conocido y amplio ascendiente afroamericano de la saga original le arruinara su chiste (malo) sobre Obama. O sea, virgen total.

Entonces se apagan las luces de la sala. Y todo vuelve a comenzar, en una galaxia muy lejana y treinta años después de los acontecimientos narrados en “El retorno del Jedi”.

No desvelamos nada si decimos que las cosas, en la Galaxia, no van como a Yoda y a Obi Wan Kenobi les hubiera gustado. Y es que el Lado Oscuro es muy suyo, y no deja de expandirse.

El despertar de la fuerza

¿Y la Fuerza?

Pues ahí sigue. Pero al estilo de la izquierda española: disgregada, desnortada, despistada, dispersa. Y perdida, sí. Muy perdida.

Y hasta ahí voy a contar sobre el argumento de “El despertar de la Fuerza”. Tan solo añadiré que se nota, para bien, la mano de Lawrence Kasdan en el guion, un clásico de Hollywood que ya participó en la escritura de la serie original.

Insisto.

Vas a ir a verla.

Y lo sabes.

Y harás bien. Porque “El despertar de la fuerza” es fantástica, en los más amplios sentidos de la expresión, ofreciendo todo lo que un buen aficionado al género puede esperar, lo que los auténticos fans de Star Wars van a demandar y lo que un sencillo aficionado al cine va a disfrutar: acción a raudales, efectos especiales con sentido, una historia consistente, unos personajes sólidos y creíbles y una banda sonora que… ¡Uf! Brutal su trabajo, señor Williams. Con razón no pudo estar usted en “El puente de los espías”, con su amigo Spielberg.

En concreto, la historia es un deleite para los seguidores primigenios de las aventuras de Luke, Solo y Leia, compendiando en dos horas y cuarto lo mejor de la trilogía original, desde los paisajes desérticos a las naves espaciales, la espectacularidad de las batallas aéreas con la lucha de sables. ¡Hasta la Posada en la que entran los personajes respira el ambiente de la Taberna de Mos Eisley.

Hay homenajes a Yoda, a Darth Vader… ¡y hasta el nuevo androide se hace querer, no como el infamante Jar Jar Binks con el que George Lucas empezó a cavar su propia tumba en “La amenaza fantasma”! Homenajes, también, a clásicos del cine como “Apocalypse Now”. Y algunos más que ahora no recuerdo.

Pero no pasa nada.

Porque creo que volveré a ver “El despertar de la fuerza” -una película que ha caído con buen pie ya desde su acertado título- para disfrutar de los mil y un detalles con los que JJ Abrams nos agasaja a los espectadores. Y es que Abrams es, hoy por hoy y junto a Christopher Nolan, uno de los tipos más interesantes del cine mundial.

Lo dejamos aquí.

Pero… ¡volveremos!

Porque la Fuerza está despertando.

¡Y lo sabes!

Jesús Lens

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