Género negro escrito en Granada

Estos días he leído un par de novelas policíacas escritas por autores granadinos. La vuelta del prolífico José Abad a la narrativa negro-criminal es todo un acontecimiento. En ‘Salamandra’, publicada por la editorial Almuzara, recupera a Raven un personaje que nació en ‘Nunca apuestes con el diablo’, novela del año 2000 y que no he leído hasta la fecha, sin que eso haya lastrado ni un ápice el disfrute de esta nueva historia.

La acción de ‘Salamandra’ transcurre en Sicilia, pero antes de que algún lector fuguilla abandone la lectura en este punto, con dudas sobre qué tiene que aportar un escritor granadino a la novelística sobre la mafia, les recuerdo que José Abad, doctor en filología italiana y profesor de la UGR, vivió cinco años en Palermo. Así las cosas, está perfectamente legitimado para guiarnos por la famosa isla del sur de Italia y mostrarnos la ciudad de la siguiente guisa: “Un cielo ocre y una atmósfera pegajosa cubrían Palermo. Una atmósfera pegajosa y melancólica, así lo recordaba. En el aire, suciedad y tristeza; en las calles, bulla y tedio; en el puerto, soledad y muerte”.

No va a ser un viaje turístico ni de postal. Un viejo capo le encomienda a Raven una misión en apariencia sencilla: seguir los pasos de su hija y conseguir que no le pase nada durante su escapada clandestina a la capital siciliana. La chiquilla solo quiere poner flores en la tumba de su madre, pero las vendettas siempre son un riesgo. Una muchacha que, además, va acompañada de un joven pimpollo, lo que complica aún más las cosas.

Hace mucho tiempo que Raven no vuelve a Sicilia. También tuvo de huir. La vuelta, por tanto, tiene tanto de arriesgado como de metafórico. “En estos viajes al pasado son frecuentes los momentos desagradables. Es previsible, ¿no? Viajar en sentido contrario a la marcha, como mínimo, podría marearnos”.

¡Ay, el pasado! ¡Ay, el recuerdo! Hay tanto de melancolía en ‘Salamandra’, novela que, sin embargo, es de acción… “Raven hubiera podido decirle que la mayoría de la gente no soporta manchas en los mapas del recuerdo, que querríamos desbrozar por completo el solar del pasado para construir el edificio del presente, pero no es posible”.

A caballo entre el recuerdo y el aquí y el ahora; Raven contacta con un viejo compinche para que le eche una mano en esta nueva aventura. El viaje al pasado, complejo y contradictorio, nos deja perlas metafísicas de este calibre: “Que no sepas dónde iremos a parar, vale, pero de dónde venimos… eso lo sabemos todos. Y sin embargo, no es así”. O este otro diálogo, tan de western:

“—Ha sido como en los viejos tiempos, ¿verdad?

—Como en los viejos tiempos, sí”.

El vértigo y la tensión del presente se adueñan del tercio final del libro, pura adrenalina, con mucho de Hitchcock. Del desenlace no les digo nada. Pero ya verán, ya…

Por su parte, ‘Seis números rojos’, de José Luis León Padial, publicada por Editorial SG, transcurre casi íntegramente en el Realejo y el autor le imprime a la trama unas enormes dosis de humor. Tres días locos, casi desquiciados, en la vida de Luis, un buen hombre que sin comerlo ni beberlo se ve metido en un lío morrocotudo, acusado de un asesinato que no ha cometido.

Tres días en los que conocerá a lo peor, pero también a lo mejor de cada casa, incluyendo a delincuentes y policías de diverso pelaje. Transitaremos por garitos peligrosos y correremos, correremos mucho por las cuestas del Realejo, convertido en escenario mítico en esta novela.

Jesús Lens

Editores valientes en Granada

El pasado fin de semana seguí a través de la red las actividades de la Feria del Libro de Tomares y sentí una gran melancolía. Y envidia. Mucha envidia, no sé si más o menos sana. Dedicada a John Le Carré y a la novela negra, congregó a decenas de escritores y a mucho público y, como les digo, me puso los dientes más largos que los de Bugs Bunny.

Segunda primavera consecutiva sin Feria del Libro en Granada. Decisión lógica y sensata, que la capital vuelve a estar al borde del cierre perimetral. Eso sí, si las cosas van nada más que medio bien, no tardaremos mucho en volver a una medio normalidad, sea eso lo que quiera que sea.

Mientras, se acerca el Día del Libro y habrá que celebrarlo. ¿Cómo? Visitando nuestras librerías de cabecera y comprando libros, claro. Lo que me lleva a abordar la cuestión de los editores, figura poco visible en el proceso libresco.

Editores como Miguel Ángel Arcas, que ha publicado uno de los libros que más satisfacciones me está dando este año, ‘El demonio meridiano’, colección de aforismos de Juan Varo que puedo haber leído ya cuatro o cinco veces, de adelante hacia atrás y de atrás en adelante.

“La memoria vive el pasado como pasado. El rencor vive el pasado como presente”, reza uno de los más acerados. “Hay vampiros que solo se ven en el espejo”, ironiza otro. “En general, todos prefieren ser recriminados a resultar indiferentes. Triunfo eterno de los moralistas”, de rabiosa actualidad. ¿Sigo?

Editoras como Mariana Ortiz, que mantiene contra viento y marea esa Esdrújula de su alma y su corazón. ¡Y editando poesía nada menos! Fue emocionante, la semana pasada, asistir a la presentación del poemario de Juanjo Ibáñez, amigo por encima de todo y compañero en mil una batallas y justas literarias.

Editores como Carlos G. Rodríguez, con quien tomaba una cerveza hace unos días y cuyo optimismo resulta esperanzador. En plena pandemia ha puesto en pie Editorial SG, una apuesta valiente por el libro físico que ya ha editado a varios autores granadinos, incluyendo una divertida novela negra que transcurre en el Realejo y de la que les hablaré la semana que viene en ese Rincón Oscuro que IDEAL reserva todas las semanas a la cultura negra y criminal.

Enhorabuena a esos editores granadinos que invierten tiempo, dinero, ilusión, energía y fuerzas en algo tan bonito como quimérico: publicar libros.

Jesús Lens